12 relatos selectos
Compilados y traducidos por Richard E. del Cristo E.
Edición original:
© 2003 Literatura Monte Sion
Capítulo 2
¿Es el amor?
La voz del obispo Iván estaba repleta de emoción mientras él predicaba fervientemente a la joven pareja ante él:
—Ámense mutuamente —les amonestó con mucha emoción.
Set, algo nervioso, se acomodó el traje.
“Yo le seré fiel a Dios y a Miriam con todo mi corazón.” Se prometió en sus adentros.
El rostro de la joven Miriam reflejaba un deseo sincero. La intención de ella era aprender a ser una esposa que agradara a Dios y a Set. ¡Oh, cuánto había ella orado que su hogar fuera un hogar feliz, y tan sólo hoy ya comenzaba a formarse!
—Por favor, siempre ámense mutuamente —enfatizó el obispo Iván—. Yo he visto muchos hogares completamente distintos. Algunos son muy buenos, y describen casi un pedazo del cielo en la tierra. También he visto algunos hogares muy tristes. ¿Por qué la diferencia? Porque algunos de ellos “amaron hasta el fin” como Jesús dijo a sus discípulos, y otros sólo amaron hasta que, en los tiempos difíciles de la vida, el amor de ellos llegó a un fin.
En aquel momento, el obispo se secó una lágrima del rostro. El gran peso en su corazón aturdía a voces, entonces él dijo:
—El amor no es egoísta. El amor da y da y se deleita en dar, no sólo en el día de la boda o en los primeros tres meses o en el primer año, sino “hasta que la muerte los separe”.
Durante la primera semana, después de Set y Miriam haber intercambiado sus votos matrimoniales, los recuerdos de las promesas que ellos se habían hecho todavía inundaban sus mentes: Amarse, estimarse el uno al otro, tener paciencia, bondad, y vivir pacíficamente. Al saber que la calidad de su vida hogareña dependería mucho en estas cosas, ellos buscaban toda oportunidad para poner estas cosas en práctica.
“A Set le encanta comer pollo. ¡Claro que sí! Eso es lo que voy a preparar para el almuerzo de hoy.” Luego, Miriam puso agua a hervir en la estufa.
—¿Es mi nariz una guía confiable? —Set sonrió de oreja a oreja, mientras colgaba su sombrero en la percha—. El pollo es mi plato favorito —añadió él.
Miriam suspiró alegremente después de escuchar el elogio de su esposo.
“Si a Set le encanta el pollo, entonces comeremos pollo con frecuencia,” se dijo ella en su mente.
Después de bendecir la comida, Set deliberó brevemente antes de levantar un trozo de carne de la bandeja. En su casa él nunca lo pensaba dos veces. Él siempre escogía la carne de la parte trasera del pollo. Y, la parte delantera del pollo (la pechuga -tan seca como siempre), se quedaba para los últimos. Pero, ahora: “El amor no es egoísta.” Set podía escuchar la voz del obispo Iván tan claramente como si él estuviera sentado al lado suyo. Entonces silenciosamente, él colocó un pedazo de la parte delantera del pollo al lado de sus guisantes.
Miriam observó en silencio, pero su mente estaba bastante ocupada.
"¡Ah!”, notó ella, “la carne favorita de Set es la parte de la carne delantera del pollo. A mí también siempre me ha gustado esa parte.” “El amor da y da y se deleita en dar.” Ella recibió una retrospectiva del mensaje de su boda.
Mientras ella tomaba la bandeja de carne que Set le estaba pasando, ella decidió:
“Sí, eso es lo que hace un matrimonio feliz, ceder a los deseos del otro.”
Luego, Miriam colocó un hueso de muslo en su plato.
“Alguien tendrá que comerse la carne de atrás, y a lo mejor tendré que ser yo”, pensó ella silenciosamente.
Mientras ambos estaban sentados a la mesa, la conversación fácilmente cambiaba de un tema a otro. Entonces, antes de darse cuenta, los dos ya se habían comido el pollo, ignorando sus preferencias de forma silenciosa. Una semana atrás, ambos hubieran rechazado los trozos que hoy se habían comido.
Fiel a su promesa, en los años siguientes, Miriam cocinó pollo con frecuencia. Sin comentarios ni titubeos, Set sacaba con el tenedor la carne delantera y Miriam la de la parte trasera del pollo. Siempre era así. Ellos actuaban en contra de sus deseos, pero, ¿no era el amor más importante?
Los años continuaron pasando. Cuando se aproximaba el vigésimo aniversario de boda de Set y Miriam, un hermano y el resto de la familia de Set, que vivía lejos, llegó al pueblo por dos días. Entonces, la madre de Set le dijo a su esposo:
—¿Por qué no tenemos una comida especial en este día? ¡Comamos todos juntos y hagamos nuestro plato favorito! Yo preparo el pollo, y cada uno de los demás puede traer un entremés y el postre. A nuestros hijos siempre les ha gustado el pollo.
—¡Buena idea! —su esposo asintió—. Tanto a nuestros hijos como a los nietos les encanta el pollo cuando tú lo cocinas.
Las grandes mesas fueron colocadas bajo el cielo de la sombra del arce. Cuando se hablaba de cocinar pollo, eran pocas las cocineras que se podían comparar con la mamá de Set. Los platos de pollo humeante adornaban aquellas mesas. Ciertamente, la madre de Set había preparado pollo frito y en abundancia.
Cuando Miriam vio que los hombres estaban dejando sus platos de carne limpios, ella se levantó para rellenárselos. Miriam llegó a la mesa poco después de Set haberse servido el segundo plato de comida. Sorprendida, ella volvió a mirar hacia el plato de él. ¡Él se había servido carne de la parte de atrás del pollo, cuando aún quedaba de la parte delantera en la bandeja de servir!
Más tarde, de regreso a casa, la curiosidad de Miriam la invadió. Entonces, ella decidió hablar con su esposo al respecto:
—¿A ti te gusta la carne de la parte de atrás del pollo?
En ese momento él le brindó una sonrisa algo tímida:
—¿Cómo lo notaste? ¡A ti nada se te escapa!
Entonces, él sacudió la cabeza en una forma graciosa, y en voz baja añadió:
—Esa parte del pollo era lo único que yo comía antes de casarnos, pero el día de nuestra boda yo me prometí a mí mismo que siempre pondría tus gustos por encima de los míos —con esto, él la miró con ternura.
El rostro de Miriam se plegó, mostrando un gracioso gesto de agradecimiento por tener un esposo tan considerado. Entonces ella contestó:
—Sin embargo, mi amor, la carne que más me gusta es la de la parte delantera. Yo pensaba que a ti también te gustaba esa parte del pollo y por eso yo siempre tomaba la de atrás. Yo no quería que nada pudiera interferir en nuestro amor.
Set se quedó mirándola fijamente y se notaba que él estaba algo sorprendido. Luego, se rió entre dientes y dijo:
—¡Entonces, tú quieres decir que por estos veinte años nosotros hemos creído que hacíamos lo mejor por el otro al habernos negado nuestra carne favorita con tal de dejar la que creíamos ser la más especial para el otro! ¡Y todo por causa de un amor bienintencionado!
Ambos rieron a carcajadas por ese acontecimiento tan confuso y gracioso.
Luego, el rostro de Set mostró una mirada seria y dijo:
—Veinte años no es tanto para uno seguir aprendiendo del amor, y creo que hoy ambos hemos aprendido algo nuevo. Aunque el amor es abnegado, también debe ser comunicativo. Con mucho gusto tú puedes disfrutar de toda la parte de la carne delantera del pollo que quieras —entonces terminó de hablar con una sonrisa en sus labios.
—Y tú puedes darte banquete con la carne de la parte de atrás del pollo todas las veces que quieras —Miriam también le sonrió.
Por veinte años más, Set y Miriam disfrutaron tanto del amor como de la comunicación, y también…, de la carne de pollo. Entonces, unos años más tarde, el Dios Todopoderoso decidió llevarse a Set a su morada eterna.
Ya Miriam no prepara pollo con tanta frecuencia, pero cuando lo hace ella come sola en su casa y nunca se olvida del gesto de amor que tuvo su esposo para con ella por veinte años. Ahora, cuando ella se come la carne de alante y la de atrás del pollo, lo hace como un símbolo del amor matrimonial que tuvo la pareja durante el tiempo que vivieron juntos. Además, ella jamás olvidó el día que los dos aprendieron que el amor, según va creciendo, se va comunicando para el bien de la pareja.