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Avivamiento entre los estudiantes Ginebra siempre se asocia con el nombre de Calvino, cuya teología abultada se asemeja a los Alpes majestuosos, que se elevan a una altura desmesurada sobre el nivel de la ciudad. Pero en los días de Roberto Haldane, Ginebra, por mucho tiempo desechó la fe de sus padres, y una oscuridad profunda ocultó la fuente de verdad que en tiempos pasados fue tan radiante. Los filósofos infieles tales como Gibbon y Voltaire encontraron un asilo simpático en su vecindario. Su noble escuela de teología fue corrompida por la doctrina de los unitarios. No le hicieron caso a la Biblia como libro de texto; y pusieron a Platón y a Séneca en lugar de Cristo y de Pablo. Durante el transcurso de cuatro años, usaron el Tomo Sagrado nada más que para leer unos pocos Salmos y capítulos en la clase de hebreo. Así, los estudiantes ignoraron la verdad del evangelio, y bebieron sin freno la nueva teología de aquel día, lo que magnificó la virtud innata del hombre y rehusó la divinidad de nuestro Señor. En el año 1816, Roberto Haldane se sintió fuertemente movido a visitar el continente de Europa. Su corazón se había regocijado por una obra de gracia en su propia patria, y anhelaba que fuera esparcida la luz hasta en los países oscurecidos de Europa. La tregua de paz abrió las puertas que se habían cerrado por mucho tiempo, y a fines de ese año comenzó su viaje, acompañado por su simpática esposa. Pensó ausentarse seis semanas, pero tres años -los tres años más colosales de su vida- habían de pasar antes que regresara. Encontró en París un vacío espiritual que podía sentirse; y con razón, porque al hacer una búsqueda cuidadosa, no encontró ni un solo ejemplar de las Escrituras sagradas en toda la capital. Buscando sin éxito una oportunidad de predicar el evangelio, siguió adelante hasta Ginebra. Al pasar por sus portones antiguos, oró fervientemente por la dirección que emana de los cielos; porque no conocía ni siquiera a una persona en aquella ciudad. Al principio, todo parecía desfavorable. Día tras día trató con diligencia de encontrar una puerta abierta al evangelio; y estuvo a punto de irse, cuando de repente la situación le cambió. ¡Cuántas veces ocurre que lo que consideramos nada más que un incidente insignificante, resulta ser un eslabón clave en la cadena de oro de la providencia divina! Un pastor anciano había prometido conducir un paseo corto fuera de las murallas; pero impedido por una enfermedad, mandó en su lugar a un joven, un estudiante de divinidad. El señor Haldane comenzó de repente a hablar del evangelio, y qué gozo sintió cuando el joven, escuchando, comenzó a maravillarse. El estudiante fue con el señor Haldane a su habitación y se estuvo allí hasta horas avanzadas de la noche, escuchando cosas sorprendentes. La mañana siguiente se presentó con otro estudiante, igualmente interesado. Tan sorprendidos estaban estos jóvenes por lo que escucharon, que no podían hablar de otra cosa a sus compañeros. "Un maestro muy extraño ha llegado a Ginebra", dijeron, "un hombre que cree en un solo libro". Y este libro, la Biblia, en verdad fue un gran libro, valiéndoles bien la pena a los estudiantes de divinidad leerlo con cuidado. Se sorprendieron al ver que los problemas que les asediaban, eran explicados al momento a través de algún pasaje de este volumen maravilloso; porque el hombre que obedecía este libro era "una concordancia viva", y podía hallar con rapidez el texto preciso que se necesitaba. "Conocía la Biblia como Calvino". Tales noticias excitaron el interés de otros, de tal manera que el señor Haldane pronto fue cercado por los preguntones; y fue con el propósito de satisfacer a estos buscadores que él comenzó su Escuela Bíblica Doméstica. Se hicieron preparativos para que unos treinta estudiantes se reunieran tres veces por semana, estudiando las Sagradas Escrituras dos horas, de las 6 hasta las 8 de la noche. Se sentaban alrededor de una mesa larga, en la que había copias de la Biblia en francés, alemán, inglés y otros idiomas; además de los originales, hebreo y griego. El método del señor Haldane fue la sencillez misma. Al principio tenían muchas preguntas; y cada dificultad, cada argumento falaz, era sometido a la prueba de las Escrituras. No perdió el tiempo en argumentar, pero abriendo su Biblia desgastada por el uso, indicó algún texto al caso, diciendo: —Mira aquí, ¿cómo lees tú? ¿Qué piensas?— Y mientras que lo hacía, la luz salía del Libro como una flecha, ¡y las perplejidades se desvanecían como hielo debajo del sol ardiente! Arando y sembrando En terreno labrado, prosiguió sembrando la semilla divina. Comenzó un estudio sistemático de la Epístola a los Romanos. Y he aquí, se confrontaron de repente con una verdad tremenda -la que contradijo de plano su doctrina popular- la verdad de la depravación del género humano, su impotencia, su corrupción total. Juntando todas las Escrituras, con toda su fuerza acerca de esta doctrina fundamental tan grande, los pudo convencer con toda sinceridad respecto a esta verdad, hasta que la conciencia despierta estuvo totalmente de acuerdo. Luego pasó aquello por lo cual había esperado y rogado. ¡Pasó algo maravilloso! El deseo por el mero conocimiento intelectual se convirtió en una profunda inquietud espiritual. ¡La clase de Teología llegó a ser la clase de los que buscaban la salvación! ¡Con qué vehemencia seguían la exposición de la gran epístola, a medida que su maestro avanzaba en la gran revelación de la gracia de Dios en el evangelio! ¡Fue la hora sublime en la vida del señor Haldane, y lo reconoció! Como un estratega espiritual había venido a Ginebra, y sabía el valor de un estudiante ganado para Cristo. El no vio solamente a estos jóvenes que estaban alrededor de la mesa, también vio a los millares que ellos influirían. Si pudiera llevar a Cristo a estos hombres, este aposento alto en Ginebra podría ser el trampolín para el avivamiento pentecostal de Europa. Una profunda solemnidad caracterizó su modo de hablar. Los jóvenes sentían al escuchar, que en medio de ellos había un profeta comisionado para una gran misión. Para alabanza del Dios de toda gracia y para su propio gozo indecible, tuvo un éxito magnífico. ¡Uno tras otro, sentados alrededor de aquella mesa, cada uno con su Biblia abierta, iban rindiéndose a Jesucristo! Al pasar a los grandes capítulos de la santificación y de la vida cristiana, la clase de Haldane llegó a ser una clase de hombres cuyos corazones fueron tocados por Dios. Una obra tan notable no podía culminarse sin excitar la ira de los profesores y el clero de Ginebra. Sobrevino una persecución severa. Pero como siempre, la misma persecución se hizo el instrumento de bendición más grande, esparciendo por todas partes de Europa a los estudiantes, cumpliendo el intento original de Haldane. (Hechos 8:1-5) Merle d´Aubigne fue a Berlín y se convirtió en un predicador notable e historiador famoso de la reforma. H. Pyt sirvió de misionero al Bearn y los Pirineos. César Malán ejerció una influencia grande en América del Norte y otros países. Carlos Rieu fue a Dinamarca. Estos son nada más unos de los cuantos notables hombres de aquel particular estudiantado. Posteriormente descubrió que la semilla de las muchas ricas cosechas, fue sembrada en aquel aposento alto y sagrado. En Ginebra misma se formó una viva iglesia y la ciudad de nuevo llegó a ser, como en días de antes, una fuente de la verdad evangélica. -autor desconocido |