El viento violento del sur
Ya habían pasado cinco años. Glaro había llegado a ser un pueblo próspero y activo de 4000 personas. Edificios con un remozado bastante fino, construidos de ladrillos, bordeaban la calle principal. La mayoría de la gente ganaba la vida trabajando en las muchas fábricas de allí cerca. Las máquinas de estas fábricas trabajan a partir del vapor o de la fuerza de la corriente del río Linto. Este río pasa por en medio del pueblo. El pueblo está en un valle cubierto de praderas verdes y situado entre las montañas. La cumbre del monte Shilte, se levanta al lado Este del valle. Al suroeste se alza una masa de rocas gigantescas y sombrías que se conoce como el monte Glarnich.
Este lugar hermoso, con todas las encantaciones y magnificencia de un paisaje suizo, no está excepto de sufrir amargamente el terror causado por la naturaleza. El río Linto fluye desde el sur hacia el norte. Glaro queda al extremo norte del valle. Muchas veces vientos furiosos siguen el curso del río. La gente teme a esos vientos y a las tormentas que los acompañan. Todos les conocen como “Der wilde Foehn” (El viento violento del sur). Estos vientos dan señales de su llegada en varias maneras. Primero la gente escucha un bramido extraño de allá arriba entre las montañas. Luego un crujido recio se oye entre los bosques. Por fin, como agua que se estalla de una presa reventada, la tormenta rugiente brama con toda su fuerza por los valles más altos. Luego se echa retumbando en el valle principal. Los techos de las casas salen volando. El viento violento arranca los árboles por sus raíces. Rompe rocas de los lados más pendientes de las montañas y las arroja al valle abajo. Tales tormentas pueden durar hasta varios días. Estas tormentas terminan con unos días de temporal.
Estos días de peligro para el encantador pueblo de Glaro se repiten varias veces cada año. La gente conoce los peligros lo que esto representa. Por cientos de años los ciudadanos de Glaro habían puesto en vigor leyes muy estrictas a causa de estos “sureños”. Todos los trabajadores que usan fuego en sus trabajos tenían que dejar de trabajar y apagar el fuego a las primeras señales del comienzo de los vientos. Los herreros y los cerrajeros apagaban sus fuegos a las primeras señales del comienzo de los vientos. La aldea no permitía que ninguna luz quede encendida en las fábricas. Las máquinas de vapor debían permanecer apagadas. La gente de la aldea tenía que apagar todas las luces y todos los fuegos dentro de sus casas. Ninguno podía hornear pan. En algunos lugares, ni siquiera podían cocinar. El disparar con arma de fuego estaba prohibido. Algunos atalayas eran puestos para que anduviesen por las calles observando que todos obedecieran las leyes.
En los años 1299 y 1337 el fuego había reducido a Glaro a cenizas. Otra vez en 1477 sufrieron bastante a causa de otro incendio. Sin embargo, en los últimos cuatrocientos años, Glaro se había escapado de todo daño. No es de maravillarse entonces de que muchas personas pensaban que las leyes eran viejas e innecesarias.
En el Día de Ascensión, el 9 de mayo de 1861, Glaro celebró una “Landsgemeinde” (asamblea). En esta reunión participaron todos los hombres del pueblo que podían votar y usar arma. Reunidos al aire libre, los hombres trataron todo asunto público.
Hubo debates bastante acalorados acerca de los impuestos, las leyes forestales., los asuntos que afectaban la vida común, y las escuelas. Algunos también sugirieron poner fin a las leyes de prevención de incendios. Ellos dijeron que las leyes habían llegado a ser anticuadas y que causaban dificultades para los negocios. Después de hablar de los efectos buenos y malos de las leyes contra incendios, la mayoría pensaba que debían guardarlas vigentes. Por tanto, no hicieron ningún cambio en las leyes antiguas.