Encontrando la Biblia
La mayoría de los albañiles que trabajaban en el centro y en el sur de Suiza, vivían en el cantón de Tecino. Otros vivían en la parte norte de Italia. En la primavera, algunos grupos de hombres caminaron por entre las montañas con el objetivo de ayudar a reedificar a Glaro. Llevaban la ropa y sus herramientas en bultos rojos sobre sus hombros. Cuando el invierno se acercaba, volverían para sus casas por el mismo sendero. Algunos de estos hombres tratarían de ahorrar la mayor parte de sus salarios. El dinero ahorrado mantendría a sus familias a través del invierno.
Un grupo de doce hombres también cruzó las montañas para buscar trabajo en Glaro. Los más jóvenes hacían travesuras y contaban chistes. Estos jóvenes deseaban visitar otro país. Un pueblo diferente y con costumbres nuevas. Muchas veces se ponían a cantar sus cantos italianos favoritos.
Mario, uno de los jóvenes, a menudo sacaba un libro de su bolsa. Trataba de leer de su libro a sus compañeros cada vez que se detenían para descansar. Les hablaba de lo importante que era el contenido de su libro.
Mario era italiano de Génova. Una vez había sido católico romano, pero ahora un era miembro entusiasmado de una iglesia evangélica. El libro que Mario leía con tanta emoción a sus compañeros era el Nuevo Testamento. Hacía poco tiempo había descubierto los errores mortales de enseñar la salvación por medio de las obras. ¡Pero qué lástima! Mario aún no entendía la verdad viviente del evangelio de la salvación, que era por la gracia.
Cuando Mario hablaba con sus compañeros, muchas veces los enojaba porque criticaba al Papa. Trataba de hacer que el Papa quedara en ridículo en vez de proclamar la dulce verdad de la gracia de Dios en Cristo. El joven Mario no se daba cuenta de que en vez de enseñarles del Espíritu de Cristo, durante su viaje, sus críticas causaban ofensas y mucha amargura en la mayoría.
Uno de los hombres de este grupo de viajeros, muchas veces se quedaba silencioso y pensativo. Parecía que le daba mucho placer escuchar a su compañero de viaje. Giovanni era un hombre de entre cincuenta y sesenta años de edad. Él no contaba chistes ni cantaba ni se reía con los demás. Él parecía estar triste. Se sentía muy solo, pues le hacían falta su esposa y sus hijos. Ellos se habían quedado en casa. Giovanni había salido de casa para viajar a Glaro. Iba a trabajar en aquel lugar por unos seis u ocho meses. Su familia estaba necesitaba de dinero. Esperaba poder ahorrar lo suficiente para que su amada familia pasara bien el invierno. Estos pensamientos le daban a Giovanni el coraje para seguir adelante.
Giovanni tenía otra razón especial para escuchar con tanta atención y placer la lectura del Nuevo Testamento. Estando en su casa, una señora cristiana le había dado una copia de este mismo libro. El cura de su pueblo le había exigido el libro. Giovanni se lo entregó sin ningún argumento porque no se daba cuenta del valor del mismo. Ahora se lamentaba por haber actuado con tanta cobardía.
Por fin el viaje terminó. Los hombres habían cruzado las montañas y ya habían llegado al pueblo de Glaro. Todos los hombres encontraron trabajo, aunque no todos trabajaron en el mismo edificio. Giovanni trabajó en la reedificación de una casa. Algunas paredes de la casa todavía estaban firmes. Pero antes de que empezaran a reconstruir, los trabajadores probaron la firmeza de estas paredes. ¿Estarían suficientemente fuertes como para usarlas de nuevo? Los trabajadores comenzaron a golpear las paredes para probar la firmeza de las mismas.
—Esta casa era casi nueva dijo Giovanni a uno de los trabajadores que trabajaba bajo su dirección—. No puede haber tenido más de cinco o Seis años. Mire cómo el fuego convirtió el interior de la casa en cenizas. Sin embargo, estos ladrillos todavía están en buena condición. Algunos de ellos suenan bastante huecos. Vamos a ver hasta el fuego causó daño.
—Al decir esto, levantó su piocha al aire. La bajó con gran fuerza, y derribó algunos ladrillos. Para sorpresa de todos, un libro cayó al suelo. Giovanni lo recogió del suelo. Con un gran asombro y placer, exclamó:
—¡Una Biblia!
Los trabajadores se juntaron alrededor de él para ver con sus propios ojos aquel libro maravilloso. Entonces Giovanni, con un estremecimiento en su corazón, abrió el libro y leyó en voz alta las primeras palabras en que sus ojos se fijaron. De Proverbios 12:2 leyó: “El bueno alcanzará favor de Jehová; Mas él condenará al hombre de malos pensamientos”.
—¡Qué hombre tan feliz soy! —exclamó, apretando el libro con una expresión de gratitud profunda—, ¡Cuánto he deseado una Biblia! Yo sé que no merezco este regalo tan maravilloso. Una vez alguien me había hecho un regalo parecido. Era el Nuevo Testamento. Nuestro cura me lo pidió, y yo de insensato se lo entregué. ¡Esta vez no cederé esta Biblia!
La mayoría de los italianos que estaban alrededor de Giovanni no sabían leer. Así que no se riñeron con él acerca de quién podía guardar el libro. El milagro de cómo el libro llegó a estar allí, les interesó mucho más que la idea de tenerlo. Los hombres examinaron cuidadosamente la pared de la cual había caído el libro. Ellos llegaron a la conclusión de que alguien había colocado la Biblia allí a propósito. Vieron los tres golpes que tenía en su portada. Alguien había dañado el libro a propósito con golpes. Aun así, con un corazón lleno de gozo, Giovanni tomó la Biblia como un regalo de la mano de Dios.
Desde este día, Giovanni leyó el libro cada vez que tenía tiempo libre. Los domingos él reunía a sus amigos y les leía en voz alta pasajes de la Biblia. La historia del descubrimiento de la Biblia pronto se divulgó. Mucha gente llegó por la curiosidad de ver el libro. En ese tiempo Giovanni entendía muy poco de la Palabra de Dios. De manera que no podía explicar lo que leía. Esto nos hace recordar de lo que leemos en Hechos 8:30, 31: “Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.”
Giovanni, sabiamente empezó a leer del Nuevo Testamento porque le era más fácil de entender. Poco a poco, comenzó a referirse al Antiguo Testamento también. Luego aprendió a orar por medio de leer el libro de los Salmos. Lo que Jesús dijo acerca del Espíritu Santo: “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14), se comprobó en la vida de Giovanni.
El Espíritu Santo le mostró a Giovanni las verdades benditas acerca de Cristo. Luego él las enseñó a los que llegaban a escucharle. Mientras seguían estudiando paso a paso en las Escrituras, el Espíritu Santo les daba más luz.
Sin embargo, hubo personas que mostraron rechazo. Inclusive, insultaron y amenazaron a Giovanni. Todo eso pudo haber asustado y desanimado a nuestro amigo Giovanni. Él todavía no había llegado a entender la enseñanza de Jesucristo en Lucas 6:22, 23:
“Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas”.
Un día un evangelista suizo visitó el lugar donde trabajaba Giovanni. Encontró a Giovanni y le animó a que mirara a Cristo por fe. Le mostró a Giovanni las bendiciones de ser aborrecido por enseñar la Palabra de Dios. El evangelista también le dio a Giovanni un buen consejo. Le aconsejó que iniciara una escuela gratuita en la casa donde vivían los trabajadores. En su tiempo libre, Giovanni podría enseñar la lectura, la escritura y la matemática. La escuela motivaría el interés de los que se le opusieron. Quizás ganaría sus corazones. Le dijo que usara su Biblia para enseñarles a leer.
Giovanni estuvo de acuerdo. Entonces con mucho gozo se puso a trabajar. Al principio un gran número de ellos vino a participar. Cansados por el trabajo del día, algunos dejaron de estudiar. Encontraban que les era difícil estudiar. Pero otros se quedaron y terminaron sus lecciones. Los que terminaron las clases recibieron un regalo muy bonito. Una señora que trabajaba con el evangelista suizo, le dio a cada uno un Nuevo Testamento en italiano.
Pronto el valor de los esfuerzos de Giovanni empezó a mostrarse. Los trabajadores que aprendieron a leer ya leían sus propios Nuevos Testamentos. También aprendieron a escribir y a hacer la matemática. Por medio de esta nueva habilidad se dieron cuenta de que los maestros del trabajo les estafaban cuando les pagaban. Los trabajadores ya podían revisar sus propias cuentas y calcular lo que se habían ganado.
Hubo otro beneficio que causó mucha emoción. ¡Qué gozo tuvieron los hombres cuando pudieron leer las cartas de las familias que habían dejado atrás! Los trabajadores también estaban muy contentos porque ya podían escribir cartas a sus familiares en la casa.
Existen muchas maneras en que podemos servir a otros con amor. El amor a Dios y a su Palabra Santa había enseñado a Giovanni, el nuevo maestro, a servir a su prójimo con amor. Mientras Giovanni servía a sus compañeros de trabajo, él aprendía más. Giovanni se estaba convirtiendo en un gran maestro. Por causa del servicio de amor que Giovanni mostraba hacia los trabajadores, ellos no cerraban sus corazones cuando él les hablaba de las cosas espirituales. Ahora Giovanni les podía enseñar las verdades básicas de la piedad. Esto lo hacía con más claridad y habilidad que antes. Sólo Dios sabe el efecto completo que todo este esfuerzo tuvo en las almas de los alumnos de Giovanni.