La venta de las Biblias
Desde los comienzos de la libertad religiosa en Italia, las sociedades bíblicas de Inglaterra y de Francia se habían aprovechado de esta época de oportunidad. Tal vez la libertad de religión no duraría por mucho tiempo. Por tanto, ellos rápidamente distribuyeron la Palabra de Dios por todo el país. Lo hicieron por medio de los vendedores de Biblias.
Uno de estos vendedores oyó del celo de Giovanni y de su amor por la Palabra de Dios. Él había escuchado acerca de la firmeza con que Giovanni enfrentó al cura. El vendedor informó a los amigos de la sociedad bíblica, quienes lo habían enviado, acerca de Giovanni. Ellos inmediatamente le preguntaron a Giovanni si él quería unirse a ellos por algunas semanas y hacerse vendedor de Biblias en Lombardía.
La idea de hacerse un vendedor de Biblias le encantaba a Giovanni. A pesar de los temores de su esposa y las amenazas de su cura, fue a vender Biblias. Después de prepararse, emprendió su viaje con un bulto de Biblias y de Nuevos Testamentos sobre su espalda.
Un vendedor vive una vida difícil, pasando de un pueblo a otro, y deteniéndose en cada aldea pequeña. Al principio, Giovanni vendía sus Biblias rápidamente. Había mucha gente amistosa que le daba la bienvenida en dondequiera que iba, especialmente en los pequeños pueblos. Giovanni casi siempre armaba una mesa en el mercado central y ofrecía a la venta su mercancía extraña. Él se expresaba con sencillez y sinceridad y le decía a la gente lo grande que era el libro que vendía. La gente le escuchaba atentamente, y esto le daba más ánimo.
Un día, Giovanni decidió llevar sus Biblias a Lugano. Este lugar era la capital del cantón de Tecino en Suiza. Él sabía que en Suiza no tenían la libertad de vender Biblias como la tenían en Italia. Sin embargo, Giovanni tenía allí muchos amigos a quienes él había conocido cuando trabajó en Glaro. Entonces decidió tratar de vender Biblias en Suiza. Así que, lleno de valor, Giovanni emprendió su viaje para Lugano.
Giovanni llegó en el día de plaza más grande del año. La mesa en la cual arregló sus Biblias pronto fue rodeada de personas curiosas. La mayoría de estas personas no estaban conformes conque Giovanni vendiera Biblias allí. Sus sentimientos hacia este amable vendedor eran más malos que buenos. Giovanni empezó a recomendar cortésmente, a los que estaban congregados alrededor de su mesa, que compraran la Palabra de Dios. Señaló el precio barato de las Biblias y mostró las hermosas portadas de los libros. Giovanni les habló de las bendiciones que contenía aquel libro tan precioso.
Un joven que estaba entre la muchedumbre, se le acercó. Le dijo a Giovanni:
—¡Yo podría obtener una Biblia gratis si quisiera tener una! Dejé a una completamente cubierta de mezcla en una pared en Glaro, hace cinco o seis años. Seguramente, a pesar del fuego, dudo que el diablo la haya podido sacar otra vez.
Muy atónito y conmovido, Giovanni miró al hombre a la cara. Después de una pequeña pausa, contestó: —Sí, es verdad. Sin embargo, a pesar del fuego, aquella Biblia fue amparada de lo malo. Dios la sacó de su escondite de una forma milagrosa.
Luego Giovanni le narró al joven de cómo Dios, y no Satanás, había permitido que la preciosa Biblia cayera en sus manos. Les contó de cómo la Biblia les había bendecido ricamente a él, y después a muchos otros. Ahora era el joven quien había quedado atónito con esta noticia.
—¡Qué! —gritó Antonio—, ¿quiere decir que usted ha encontrado la Biblia que yo puse en la pared en Glaro? ¡Déjeme ver el libro! Conocería esa Biblia donde quiera que se encuentre. Si es la misma Biblia de la cual estamos hablando, tiene que tener unos golpes en la portada.
Giovanni sacó su amada Biblia de la bolsa, y se la dio a Antonio en sus manos. Haciendo un gesto de asombro con su rostro, Antonio miró la Biblia con incredulidad. Él pensó que había colocado ese libro fuera del alcance de cualquier ser humano.
—Además —Giovanni continuó, todos los hombres que trabajaron conmigo el verano pasado en Glaro, pueden afirmarle esta historia. Ahora bien, joven, cómpreme una Biblia. No la esconda esta vez. Léala y aprenda de ella cómo ser salvo de sus pecados.
—¡Váyase de aquí con sus Biblias! —gritó Antonio. Un odio viejo hacia este libro santo se había apoderado de nuevo de su corazón-No tendremos nada que ver con ellas. ¿Quién le ha dado permiso para venir acá?
—Diciendo esas palabras, Antonio tiró la Biblia para el suelo. Volviendo hacia la muchedumbre, Antonio les incitó en contra del pobre vendedor. Antes que Giovanni supiera lo que sucedía, derribaron su mesa y empezaron a pegarle y a patearle con odio. La muchedumbre no le dejó, hasta que él y sus Biblias habían salido de Lugano.
Con mucha tristeza en su corazón, Giovanni dirigió sus pasos hacia su casa. Necesitaba recuperarse de sus heridas ocasionadas por los golpes. Hizo una cuenta cuidadosa de su venta a los que lo habían enviado. Les entregó todo.
El invierno había pasado y comenzaba la primavera. Giovanni necesitaba nuevamente salir en busca de trabajo. Entonces, acomodó el martillo, la piocha y la paleta dentro de su bolsa, y se despidió de su familia. Una vez más empezó aquel viaje tan largo y peligroso por las montañas en busca de un trabajo para el verano.