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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 1

El arte divino de criar
a los hijos

Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud,
Nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio.
(Salmo 144.12)

Imagínate a un pintor con el pincel en mano. Fíjate en él y date cuenta cómo crea una hermosa pintura, la que cautiva y motiva a los que la admiran. Todo lo que él hace lleva un orden y propósito, y cada pincelada muestra más de la escena que desea crear. Ahora trata de mirar mucho más a lo profundo del corazón de ese pintor y vas a encontrar que él idea más que una mera pintura. De hecho, él desea decir algo y procura expresar un profundo pensamiento que hay en su corazón. Al observarlo mientras él crea su obra, nos parece que la pintura es muy fácil de hacer. Los colores se mezclan para revelar una faceta tras otra de la pintura. Hasta nos quedamos admirados, mirando el arte que fluye del corazón y las manos del pintor. Quizá tú le harías la misma pregunta que ya él ha escuchado muchas veces:

—¿Cómo aprendió a pintar?

Todos sabemos cuál sería su respuesta:

—Es un don, una habilidad que Dios me dio. Pero yo tuve que desarrollarla.

Esta introducción explica muy bien el título de este capítulo. La respuesta del pintor a la frecuente pregunta es una clara revelación acerca del arte de criar a los hijos. Criar a los hijos es una habilidad que nos ha sido dada por nuestro amante Dios, pero nosotros somos los responsables de desarrollarla.

Hay varias razones por las que he escogido las palabras “arte divino” para referirme a la crianza de los hijos. La crianza de los hijos es:

• Un arte divino porque hallamos en la Biblia la revelación de los principios divinos que, si se ponen en práctica, operan hasta formar una hermosa alma llena del carácter de Cristo.

• Un arte divino porque estos principios adiestran a los padres, no a los hijos. Estos principios bíblicos a veces demandan mucho rigor, pero cuanto más los aplicamos a nuestra vida, tanto más nos hacemos competentes en los mismos.

• Un arte divino porque la crianza de los hijos tiene que ser estudiada, aprendida, ejercida y dominada. ¡Qué resultados se gozan al aprender las maniobras de la disciplina cotidiana! (Véase Efesios 6.4.)

• Un arte divino porque muchos crían a sus hijos muy descuidadamente, sin iluminación divina alguna. Para tales padres, la crianza de sus hijos es un asunto de “más o menos”, “un poco acá, un poco allá”. Y por supuesto, de esa misma forma son sus resultados.

• Un arte divino porque se han de sacar estos principios de lo común y ordinario, donde muchos los han puesto, para levantarlos nuevamente a las regiones de lo santo.

Vamos a hacer una pausa en este momento para reflexionar sobre la definición de la palabra arte y así poder animarnos en cuanto a nuestros hogares. La definición de la palabra arte se puede resumir así: “Destreza que se alcanza estudiando, ejerciendo y observando. Un sistema de principios y métodos utilizado en la creación de algo que es bello.”

¡Qué definición más hermosa para la crianza de los hijos! Otra vez, consideremos al pintor y su maravillosa habilidad de expresar en el lienzo lo que ve y siente en su corazón. Es cierto que es un talento natural que le ha sido dado por Dios, el Creador. Probablemente hubo un momento en su vida en el cual él se dio cuenta de su habilidad y se dijo: “¡Tengo la habilidad de pintar!” Quizá fueron sus padres o algún maestro de la escuela los que descubrieron su talento y se lo hicieron saber. No obstante, puede ser que este pintor fue como muchos de nosotros; inicialmente no estaba de acuerdo con la persona que le dijo que tenía el talento para pintar. Sin embargo, una vez que él se dio cuenta de la realidad, empezó a ejercerse en ello, estudiando el arte de dibujar y pintar. Luego, él fue al museo de arte para observar con mucho interés los cuadros coleccionados allí y con mucho entusiasmo leyó libros que exponían sobre el arte de pintar. Entonces en cuanto el artista aprendiz tuvo la oportunidad de observar a un pintor de experiencia no se apartó de su lado, sino que se fijó bien en cómo el artista dibujaba y le hacía un montón de preguntas acerca del tema.

Aquí vemos una excelente analogía para el tema del arte de criar a los hijos. Y de igual modo es el procedimiento para aprovechar los siguientes capítulos. ¡Se precisa tener el espíritu de un aprendiz!

Dios te ha dado la habilidad de criar a tus hijos. Tal vez dudes acerca de estas palabras del mismo modo que lo hizo el joven pintor. Pero, ten paciencia mientras se te explica. Entiendo que todos tenemos que ver con los efectos de la caída del hombre en el Huerto de Edén. No obstante, nosotros debemos recordar que estamos mirando esa habilidad a través de los lentes del anuncio y del testimonio de “una salvación tan grande” (Hebreos 2.3).

Vamos a razonar por un momento. Tomando en cuenta lo que sabes acerca de nuestro gran Dios, ¿acaso piensas que él nos daría hijos sin proveernos de lo necesario para criarlos? En toda su creación vemos que él ha dado a cada animal el instinto y la habilidad de protegerse y de entrenar a sus crías. ¿Y qué de nosotros?

Sí, yo entiendo y estoy de acuerdo que a causa del pecado, el hombre es un ser caído. Allí en el Huerto de Edén ocurrió una separación con Dios. Por esto, pecar y fracasar es lo normal para los descendientes de Adán. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,” (Efesios 2.4) “muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5.8). ¡El hombre puede ser salvo! ¡Gloria a Dios! De la misma forma que existe una salvación, presentada a nosotros en la Santa Biblia (que provee la vía para ser salvo, redimido, justificado y santificado), también existe un camino para el hombre que quiera criar a sus hijos en la piedad.

Puede ser que tú creas que tu hogar necesita mucho de una completa renovación. ¡Dios puede hacerlo! ¡Él se ocupa de este negocio! Tal transformación en tu hogar podría comenzar en tu propio corazón al Dios cambiarlo por medio del proceso llamado “el nuevo nacimiento”.

Por otro lado, tal vez hayas olvidado la realidad de la gracia de Dios que está en Jesucristo, nuestro Salvador. Dios tiene las soluciones para las necesidades de tu hogar. Si nosotros nos ponemos en una posición de desear recibir sus bendiciones, lo demás sucederá naturalmente.

Si tú eres hijo de Dios, limpiado por la sangre de Cristo y separado para Dios, entonces él ya te ha dado la habilidad de criar a tus hijos en la “disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6.4). Esta habilidad está en ti, aunque tal vez esté dormida y precise de un despertar. ¿Vas a permitirme ser como el maestro que se te acerca y junto con el Padre Celestial decirte: “Existe en ti la habilidad”? ¡Sí, existe la habilidad en ti! ¡Yo sé que está ahí! Solamente hace falta estimularla y motivarla. Tú tienes que levantarte y desarrollar esa habilidad latente de la misma forma que el pintor se esforzó en desarrollar lo que ya podía hacer. Enfoca tu corazón en tus preciosos hijos y empieza a estudiar, a observar y a aprender cómo puedes criarlos para la gloria de Dios. Ya hemos visto el deseo del corazón de Dios para con nuestros hijos según lo que fue dicho por el profeta Malaquías. Dios busca una descendencia para sí (véase Malaquías 2.15). Este es el gran anhelo de su corazón y uno de los principales temas de la revelación de las Sagradas Escrituras. Dios busca una descendencia piadosa para sí mismo. El Señor está muy interesado en tus hijos. No puedes extraviarte si te enfocas en algo que está muy cercano al corazón de Dios.

Según mi entendimiento, nosotros somos colaboradores con Dios en la crianza de nuestros hijos, sean ellos jóvenes o sean muy pequeños. ¡No estamos solos! El Maestro puede guiarnos en esta enorme tarea. Tampoco estamos sin un manual de instrucciones; tenemos la Biblia. ¡Qué expectativa tan emocionante trabajar juntos con el glorioso, omnipotente y omnisciente Dios del cielo en la crianza de nuestros hijos!

¿Estás prestando atención? Tú tienes la habilidad. Abre tu corazón y créelo. Moja tus pies a la orilla del agua para ver si las aguas del Río Jordán se van a dividir (véase Josué 3.15). ¡Se van a dividir! ¡Estoy seguro!

Oración

Padre Celestial, nos acercamos a ti en el nombre del Señor Jesucristo. Tú sabes que muchos de los lectores de este libro se sienten impotentes al momento de leer estas palabras. ¡Tenemos dudas, Señor, tenemos dudas! Perdónanos, por favor, y ayúdanos en nuestra incredulidad. Padre, aceptamos tu Palabra como verdadera y fidedigna y escogemos creer en las numerosas promesas escritas acerca de nuestros hijos. Ven a nuestro lado, Señor, mientras leemos las páginas de este libro. Nosotros deseamos que tú seas nuestro Maestro, Consolador y Guía. Confesamos que estamos necesitados de tu ayuda divina, porque no sabemos cómo llevar a cabo todo esto. En el nombre de Jesucristo, amén.