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La búsqueda de una descendencia para Dios © 2004 por Denny Kenaston CAPÍTULO 19Papá, un maestro ungido
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu
corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y
andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Amado padre de familia, ¿sabías que tú eres un maestro? Porque eres la cabeza de tu hogar, el líder. Maestro y líder son oficios que están muy ligados el uno al otro. Sí, tú eres un maestro, pues el Señor ha llamado a cada uno de ustedes para que prediquen y enseñen la Palabra de Dios en su hogar. La capacidad de llevar a cabo este trabajo viene a través del llamado, pues al decir Dios que tú “las repetirás”, él te asigna el deber de enseñarles a tus hijos estas cosas. Además, Dios nunca nos manda a hacer algo que sabe que no podemos hacer. ¿Crees esto? Amados hermanos, nosotros tenemos que tener una relación con Dios de tal manera que testifiquemos que nuestro Dios es el que “da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen” (Romanos 4.17). ¿Es que acaso nosotros no comprendemos la vida de fe a la cual hemos sido llamados? Tal vez tú quieras preguntarme: ¿Cómo puedes ser tan atrevido para referirte a nosotros con tanta firmeza y confianza? Bueno, lo cierto es que la mayoría de los hombres que conozco que se están dando cuenta de las necesidades de su hogar y de su responsabilidad de instruir a sus hijos en los preceptos de Dios, me dicen que no tienen el don de enseñar. Y a razón de esto es que muchos de ellos tienen miedo comenzar a instruir a sus hijos, pensando que no son capaces de enseñar. ¡Eso no es cierto! Decir que un hombre no es capaz de enseñarles a sus hijos los preceptos de Dios es igual a decir que una nuez no tiene la capacidad de llegar a ser un nogal. Si quieres hacer la prueba, siembra una nuez. Con el pasar del tiempo, tú te darás cuenta que en verdad sí llega a ser un árbol. De igual modo, yo he conocido a docenas de hombres que se sentían “incapaces” y hoy han llegado a convertirse en predicadores del evangelio y maestros muy capacitados tanto en su hogar como detrás del púlpito. Por medio de la fe, nosotros miramos a una nuez y decimos: “Esta nuez tiene la capacidad de convertirse en un nogal”. De la misma manera se puede decir de cualquier padre de familia: “Este hombre tiene la capacidad para convertirse en un maestro”. Cuando Jeremías recibió el llamado para convertirse en un profeta, Dios le dijo: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones”. Jeremías protestó, diciendo: “¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño”. Dios no hizo caso a su queja, pues no hay nada imposible para Dios. Hermanos, Dios tampoco hará caso a nuestras quejas, pues somos llamados a ser maestros para nuestros hijos. Dios le dijo a Jeremías: “Tú eres profeta” y Jeremías le dijo a Dios: “No puedo, pues soy niño”. ¿Quién estaba en lo correcto, Dios o Jeremías? Amados hermanos, nos es necesario creerle a Dios y levantarnos para “entrar en las aguas” de manera que podamos enseñarles a nuestros hijos los preceptos de Dios. Por otra parte, es de considerar que la mayoría de los hombres quienes dicen que no son capaces de enseñar crecieron sin ser enseñados por su padre, y así el ciclo quiere repetirse. Hay que romper la cadena de desobediencia en este asunto para así poder darles a nuestros hijos una herencia al ser enseñados por su propio padre. Si tú confías en Dios en este asunto y empiezas a poner por obra el mandamiento de enseñarles a tus hijos, yo estoy convencido que Dios te sostendrá, te apoyará y te guiará en todo momento. La Biblia está repleta de ejemplos de hombres que no se sentían capaces de cumplir lo que Dios deseaba de ellos, pero ellos avanzaron confiando en Dios a pesar de sus presentimientos. Cuando Dios deseaba que Moisés construyera el tabernáculo en el desierto, él puso su Espíritu sobre ciertos hombres, capacitándolos con una sabiduría especial y una comprensión ingeniosa. Fue así que se construyó la morada de Dios en el desierto con tales artesanos dotados por medio del poder que Dios les dio. De la misma manera, él obra por medio del Espíritu Santo en la edificación de su templo espiritual hoy día. Dios ya no mora en ningún tabernáculo hecho por los hombres, sino en los corazones consagrados de los hombres y las mujeres de su pueblo. Así nosotros, los padres de familia, somos llamados a colaborar en la obra eterna de edificar templos para Dios. Y al igual que él capacitó a los obreros de la antigüedad, también lo hará con nosotros. Si deseas que tus hijos busquen el rostro de Dios, sigan por el camino de la justicia y del amor, y que al final sean parte de la descendencia santa de Dios sobre la tierra, entonces tú, padre, tienes que obrar como el maestro que eres. ¡No es una opción, sino que es preciso que lo hagas! El objetivo que yo tuve al iniciar este capítulo fue para estimularles a ustedes, amados padres, el deseo de empezar esta tarea lo más pronto posible. No es necesario que seas un maestro graduado en una universidad para poder comenzar con esta tarea que Dios te ha dado. Solamente necesitas el deseo de infundirle al corazón de tus hijos la Palabra de Dios para librarles de muchos sufrimientos futuros. Si verdaderamente tienes tal anhelo, Dios te enseñará cómo realizarlo. Aquí yo deseo que reflexionemos una vez más acerca de la familia de John Gerber. No olviden que fue cuando yo visité a esa familia que recibí una visión que cambió mi vida. Dios me otorgó un anhelo y una visión para volver a mi hogar e iniciar una nueva forma o un nuevo método para la crianza de mis hijos. Sin embargo, yo deseo que ustedes sepan que el hermano John Gerber no me impartió ninguna lección de cómo llevar a cabo este tipo de crianza. Yo solamente fui testigo de cómo una familia piadosa influyó en su comunidad y le dije a Dios: “Señor, ¡yo quiero lo mismo! Me es muy necesario para glorificar tu nombre y sé que por medio de tu gracia lo lograré”. Con ese deseo en mi corazón, yo volví a mi casa y comencé la obra. Yo sabía que no era un buen maestro. Incluso, yo no creo que todavía lo sea. Sin embargo, una cosa sí hice: comencé a esforzarme. De hecho, yo sé que cometí muchos errores, pero lo importante es que comencé. Y Dios, viendo mi deseo y mi propósito de avanzar, me enseñó cómo grabar su Santa Palabra en los corazones de mis hijos. Ahora bien, yo deseo referirme un poco más al tema de quién es el que debe enseñarles a nuestros hijos. En el tipo de sociedad que vivimos, yo pienso que es muy importante que este punto esté bien claro en nuestras mentes ya que nuestra sociedad confunde los roles de los padres y de las madres. Según las Sagradas Escrituras, en el hogar el padre es el que tiene la mayor responsabilidad de la enseñanza de la Palabra de Dios. La madre debe ser una ayuda idónea en todo. Por supuesto, aquí se incluye la enseñanza o la educación de los hijos. En Proverbio 31, nosotros notamos que ella debe respaldar lo que su esposo les ha enseñado a los hijos, guiando al hogar bajo la autoridad de su esposo. Eso quiere decir que como ayuda idónea, ella es parte de la instrucción de los hijos en el hogar. En la sociedad actual, muchas personas piensan que la mujer es más apta que los hombres para relacionarse y enseñarles a los niños. Eso no es cierto y es otra mentira más de una sociedad que trata de confundir el papel que Dios ha dado al hombre y el que ha dado a la mujer. Existen muchos casos donde este tipo de mentalidad ha traído resultados destructivos en las vidas de muchos niños inocentes. Dios, quien creó al hombre y a la mujer, sabe muy bien quién es el más competente para llevar a cabo esta enorme tarea de la enseñanza a los hijos. No obstante, como antes escribí, la mujer fue creada para ser una ayuda idónea del hombre, y eso la capacita para tomar parte en la instrucción de los hijos bajo el liderazgo de su esposo. Una puerta abierta a la oportunidad En algunos de los capítulos anteriores, yo he mencionado varias veces el deseo natural de los hijos de complacer a sus padres. Dios ha sido quien ha hecho esto a causa de la necesidad de los hijos de recibir instrucción por medio de sus padres. Mientras estimulamos el deseo de los hijos en agradecernos, edificando relaciones de amor con ellos, Dios desea que a la vez les enseñemos cómo ellos deben comportarse con vistas a su propio futuro. Ya que la niñez es un período especial de gracia dado por Dios a nuestros hijos y a nosotros mismos, nosotros debemos tenerla como una puerta abierta a la oportunidad. A continuación, yo haré una lista de algunos aspectos característicos de ese período especial de gracia: • Existe un deseo natural en el corazón del niño por complacer a sus padres. De hecho, el niño se alimenta de la aprobación de sus padres, apreciando muchísimo la sonrisa de ellos cuando le demuestran su consideración y cariño. • Hay en los niños un deseo natural por aprender. Ellos llegan a esta vida sin saber nada, pero con un tremendo deseo de adquirir información y destreza. Por eso, la niñez es una época de mucha instrucción y nos toca aprovecharla, enseñándoles y entrenándoles en cada oportunidad que se presente. • A razón de su ignorancia, durante los primeros años de su vida, los niños no se dan cuenta de nuestras faltas. Sí, hay muchas faltas en las vidas de los padres, pero los niños no lo saben. Esta es la causa por la que miran con admiración a sus padres y están siempre abiertos a recibir cualquier enseñanza de ellos. Yo recuerdo cierta ocasión cuando mi hija Elisabeth tenía diez años de edad. Esa vez, yo sentí la necesidad de confesarle a mi familia algo durante el culto familiar. Luego de haber hecho aquello, Elisabeth se me acercó, diciendo: —Papá, tú no necesitas confesarte. Tú nunca haces nada mal y eres el mejor papá del mundo. —Le devolví una sonrisa y le respondí: —Bueno, Elisabeth, cuando tú seas mayor entonces vas a pensar de otra manera. Lo que acabo de escribir también se aplica a las familias problemáticas. Por ejemplo, el padre puede ser un alcohólico que ha abandonado a su familia y la madre puede enojarse y pegarles a sus hijos sin misericordia, pero los hijos (mientras todavía son muy pequeños) piensan que ellos son muy buenos padres. Es como lo dice Proverbios 17.6: “La honra de los hijos [son] sus padres”. • Los niños tienen la capacidad de aprender muy rápido. Sus mentes son hábiles y, además, están frescas. Ellos pueden ser impresionados muy fácilmente. Por otra parte, los niños pueden memorizar con mucha facilidad. • Las mentes de los niños no están cargadas de los afanes de la vida, de las preocupaciones del trabajo así como tampoco de los muchos quehaceres cotidianos. Una mente libre de todas estas cosas puede asimilar la información con mayor facilidad. La meditación acerca de cualquier tema o enseñanza les es mucho más natural y por ello aprenden con rapidez. • Los niños son expertos en la imitación. Es como el dicho: “El mono lo que ve, eso hace”. Debido a la admiración que tienen por sus padres y a su habilidad de imitar o de aprender por medio del ejemplo, los niños se comportan tal como sus padres lo hacen. ¡Démosles un buen ejemplo a imitar! • Es muy fácil engañar a un niño, pues él está listo para asimilar cualquier cosa. Tus hijos confían en ti y creen lo que tú les dices. Por eso, tú puedes instruirlos en lo que te hayas propuesto instruirles y ellos van a creer todo lo que les enseñes. Un buen ejemplo de eso es la famosa, pero falsa historia de San Nicolás. Muchos padres les enseñan a sus hijos que tal persona vive lejos en el Polo Norte y que visita cada casa en la noche de Navidad para traerles regalos. Y los niños lo aceptan y les creen a sus padres. Entonces, ¿por qué no aprovechamos cada oportunidad que tengamos para enseñarles la verdad a nuestros hijos? Espero que las observaciones que se mencionan anteriormente sean suficientes para convencerte que la niñez es una puerta abierta a la oportunidad. ¡No debemos pasar por alto tan especial oportunidad! En realidad, la niñez es un tiempo bastante corto. Yo no soy psicólogo ni he estudiado formalmente el porqué de todo esto. No obstante, yo he observado que el niño por lo general está abierto a la instrucción de sus padres aproximadamente durante los primeros diez años de su vida. Si los padres saben aprovechar esos años cruciales en las vidas de sus hijos entonces el corazón del niño estará abierto aun más tiempo y el proceso de entrenamiento seguirá de una forma más certera. Si tú has perdido esos años en la vida de tus hijos, no te desanimes. Dios está obrando por ti y por el bien de tu hijo. Yo hago estas ilustraciones, pensando en la niñez del niño de manera que tomes de la gracia de Dios y la pongas en práctica en ese período tan bello en la crianza de tus hijos. Es lo más ideal. Es decir, lo hago para que sepas que es bueno empezar desde muy temprano en las vidas de tus hijos. No obstante, si tienes hijos más grandes y todavía sientes un anhelo que quema a tu corazón por hacer la voluntad de Dios en la crianza de tus hijos, entonces el Señor te capacitará para llevar a cabo tu labor de padre, de maestro y de líder en tu hogar. Al considerar las cosas que han sido expuestas anteriormente entonces se nota la tremenda oportunidad que Dios nos ha dado a los padres. No debes olvidar que tú tienes un hijo que desea complacerte. Por favor, aprovecha esta oportunidad para enseñarle los caminos de Dios. Por otro lado, tú tienes un hijo que te mira con admiración, que cree todo lo que le dices y que no mira tus faltas. Por lo tanto, ¡aprovecha la oportunidad de llenar su corazón con la verdad y la justicia! Además, tú tienes un hijo cuya mente es como un papel en blanco; invierte tus días en escribir “todas las palabras de esta vida” (Hechos 5.20) en “la tabla de su corazón” (Proverbios 3.3). Te es necesario reconocer que tú tienes un hijo que está apto para memorizar muchas cosas; ayúdalo a memorizar la Palabra de Dios para que él pueda prosperar en sus caminos. Y por último, tú tienes un hijo que suele imitarte; pon ante él un ejemplo recto y respaldado por las enseñanzas bíblicas. Amados padres, lo que hace falta es la voluntad para cumplir con nuestra parte. Muchos padres de familias están confundidos en su manera de pensar con relación a la crianza de sus hijos. Ellos piensan que las oportunidades de la niñez son para las madres y que cuando su hijo sea un joven entonces les tocará a ellos enseñarles. Yo he escuchado a muchos padres confesar tal idea equivocada. A causa de esta forma de pensar, muchos padres han perdido la magnífica oportunidad de relacionarse con sus hijos durante sus años de formación desde la niñez. ¿Qué es ser un maestro? Según el diccionario, enseñar quiere decir “instruir o comunicarle algún conocimiento a una persona que es ignorante en cierto tema”. Quizá podemos decir que enseñar es implantar algo en la mente de alguien. Otra definición de enseñar es “amonestar o aconsejar con palabras o hechos”. Todos somos capaces de comunicar algo que nos emociona a otras personas. Aun un tartamudo puede explicar un asunto a otra persona, si es que tal asunto es de importancia para él. Se puede decir que el verdadero maestro es una persona que está realmente convencida de la importancia de lo que desea compartir con otras personas. Además, un buen maestro también desea que otros sean convencidos del conocimiento que lo impulsa a estar convencido de lo que cree. Tal maestro va a buscar la manera de enseñarles a los que le escuchen. En Isaías capítulo 28, Dios le rogó al apóstata Israel que aprendiera sus lecciones y se volviera a él. En medio de sus súplicas, él menciona una buena manera de facilitar el proceso enseñanza-aprendizaje, haciendo referencia a la enseñanza de los niños y de cómo la misma se logra. En los versículos 9 y 10 de este capítulo aparece una hermosa enseñanza para nosotros. Veámosla: ¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina? ¿A los destetados? ¿a los arrancados de los pechos? Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá. Estos versículos definen muy bien y de forma bíblica el método de un maestro. De hecho, la Biblia se interpreta por sí misma. Una de las definiciones de la palabra entrenar es “instruir”, y esto es precisamente lo que está ocurriendo en los versículos citados arriba. Aquí podemos ver que enseñar es también instruir una y otra vez, “línea sobre línea”. ¿Cómo podemos hacerlo? Por medio de preguntas, respuestas y debates. En estos versículos, yo visualizo a un maestro que incluye a los estudiantes en diálogos constructivos con el fin de enseñarles. El maestro motiva el interés de los estudiantes, aprovecha la oportunidad para hacerles preguntas de manera que él conozca sus conocimientos al escuchar lo que cada uno de ellos tiene que decir en los debates. ¡Qué manera más práctica acerca de la enseñanza! Yo pienso que esta parte de la enseñanza es mucho más que el mero hecho de leerles la Biblia a tus hijos. Es bueno que tú les leas la Biblia a tus hijos, pero es mucho mejor que te vayas a un nivel más profundo. Dios no sólo nos pide que les recordemos a nuestros hijos acerca de sus obras, sino que los instruyamos en ellas. Eso quiere decir que no basta con llevar a tus hijos a una buena iglesia o enviarlos a una escuela cristiana. Antes bien, nosotros debemos desarrollar el espíritu de un maestro en nuestros propios hogares. Papá: maestro ungido por Dios En Deuteronomio 6.4–7 se encuentran las siguientes descripciones referentes a un maestro: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. ¡Qué maravillosa porción de las Sagradas Escrituras; contiene una revelación tan detallada del corazón de Dios con relación al papel de nosotros los padres para con nuestros amados hijos! Te animo a que leas todo el capítulo, empezando desde el primer versículo. Utilizando como base los versículos citados, nosotros vamos a tratar de detallar con más profundidad cómo realmente debe ser un maestro. Por favor, permíteme guiarte un poco más al interior de estas palabras, pues quiero exponer el corazón de Dios en cada una de ellas. Aunque en este momento tal vez tú no seas como el padre que describiré a continuación, yo deseo que tengas una idea de lo que Dios anhela para ti. Por supuesto, si tú tienes la voluntad de “entrar a las aguas” con un corazón humilde. Estos versículos son muy conocidos para el pueblo de Dios. En ellos nosotros podemos notar la descripción de un padre ungido que le enseña a la siguiente generación a amar a Dios. No vas a encontrar la palabra “ungido” en los versículos citados. Sin embargo, al pensar en el hombre descrito en los versículos anteriores a la luz del Nuevo Pacto, entonces nosotros podemos llegar a la conclusión que este padre sí ha sido ungido por el Espíritu Santo. No te desanimes al meditar en las características de este hombre. Más bien, vamos a soñar juntos mientras meditamos en esta descripción de un padre ungido por Dios para llevar a cabo la crianza de sus hijos. A continuación, nosotros vamos a estudiar cinco cualidades del hombre descrito en los versículos citados anteriormente: 1. Él ama a Dios. El padre-maestro que ha sido ungido por medio del Espíritu Santo es alguien que ama a Dios de todo corazón y en todo momento Dios tiene el primer lugar en su vida. Este amado padre de familia tiene unos “ojos buenos” (véase Lucas 11.34), y su vista está fija en Dios de continuo para amarle, adorarle y caminar con él. En otras palabras, no hay nada de vivir una vida a medias con Dios en este hombre de fe. Su corazón está rendido por completo a Dios y en sus caminos no hay nada que le haga desviarse. Tal cimiento sostiene a este hombre. Sin duda alguna, este primer punto es el más importante de los restantes cuatro que vamos a analizar. Por otro lado, se ha visto que la falta de este primer punto en la vida de los hombres es la causa de la ruina en los hogares actuales en todas las partes de la tierra. Existen muchos padres “cristianos” que no aman a Dios de todo corazón. Muchos viven una vida “a medias con Dios” que es muy típica en el mundo religioso de hoy. Aunque este libro principalmente desarrolla el tema de criar hijos piadosos, yo siento la urgencia de recalcar una y otra vez la necesidad de tener padres-maestros ungidos en los hogares. 2. Él ama la Palabra de Dios. En cierto sentido, este punto es sinónimo o una continuación del anterior. “Estas palabras (…) estarán sobre tu corazón” es un principio fundamental para cualquier maestro. Esto quiere decir que el maestro debe amar lo que trata de enseñar y a su vez él debe estar emocionado con el libro de texto que usa para su enseñanza. ¿Alguna vez te ha enseñado así algún maestro? De hecho, ¡su entusiasmo es contagioso! Tal maestro puede lograr inspirar a sus estudiantes a estudiar materias que no tienen tanta motivación para ellos. De todos modos, esas cualidades también son importantes a la hora de discipular a alguien para Cristo. Discipular es lo que nosotros hacemos cuando les enseñamos a nuestros hijos. Es muy importante que entendamos lo que realmente se nos quiere decir en la frase: “Y estas palabras (…) estarán sobre tu corazón”. Esto aquí nos quiere decir algo que es mucho más que leer la Biblia o memorizar algunos versículos. El apóstol Juan dijo: “La palabra de Dios permanece en vosotros” (1 Juan 2.14). Además, nosotros sabemos que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12.34). Por esta razón se hace necesario que un maestro tenga las palabras de Dios en su corazón. De hecho, las palabras “corazón” y “boca” están tan íntimamente ligadas que Dios se refiere a esa relación de forma tal que da a entender que lo que hay en uno lo hay también en lo otro. En conclusión, nosotros podemos decir que enseñar es lo que sale de un corazón que está lleno. 3. Él ama obedecer a la Palabra de Dios. El maestro ungido no simplemente le pasa información a otra persona. Lo que él enseña vale mucho más que el mero hecho de pasar alguna información. Realmente, ya él ha aprendido a obedecer lo que está enseñando y sabe que eso produce resultados positivos. Tal fe en su enseñanza es una herramienta poderosa para influenciar a sus estudiantes. Ellos ven que su maestro pone en obra lo que enseña y son testigos de los frutos que esto le produce. Para el maestro que está convencido acerca de la veracidad de lo que enseña, obedecer es un placer, no un deber. Este aspecto del arte de enseñar es sumamente importante. 4. Él ama enseñar la Palabra de Dios. Nosotros podemos darnos cuenta de estar en presencia de un maestro consagrado al conocer que su enseñanza no es algo vacía. Además, una buena señal de un maestro consagrado es conocer acerca de la fuente de donde él recibe su entusiasmo y los propósitos que se ha trazado en la enseñanza de sus estudiantes. La persona que se entrega de llena a un tema y ama compartirlo llegará a ser un maestro en tal tema. No solamente nos aprovechamos al visualizar de forma más profunda lo que hay en el corazón del maestro, sino que también podemos aprender de sus métodos al estudiar la palabra que él enseña. Para repetir lo que antes escribí, el padre no solamente les debe leer la Palabra de Dios a sus hijos, sino que además debe buscar maneras para implantarla en sus corazones. En este caso, la versión de la Biblia en español RVR de 1960 dice que “las repetirás a tus hijos”. Sin embargo, la versión Autorizada Inglesa dice “las enseñarás a tus hijos”. La palabra enseñar significa (en el idioma hebreo) “afilar o amolar”, tal como un machete se afila en una piedra. La descripción que nos da esa palabra es la de un padre que “afila” la Palabra de Dios para que ella entre en el corazón de su hijo. Esto quiere decir que el padre afila la Palabra de Dios al explicársela a sus hijos de forma tal que ellos la entiendan bien. ¡Qué descripción tan hermosa de un padre-maestro ungido! 5. Él ama hablar de la Palabra de Dios. En esta parte nosotros percibimos otra manera de enseñarles a nuestros hijos la Palabra de Dios. El punto anterior se refiere a un método planificado, preparado y llevado a cabo con un propósito definido en ciertas etapas específicas y también a diario. Pero la expresión “hablarás de ellas” significa que esta parte se entiende como una instrucción oral de manera informal que ocurre normalmente en la vida cotidiana. Por esa razón, se mencionan cuatro escenas diferentes en los versículos de la cita: (1) en la casa mientras trabajan, (2) en el camino mientras viajan, (3) al acostarse y (4) al levantarse. Esto no es difícil para el padre-maestro ungido, pues la Palabra de Dios está en su corazón todo el tiempo. Realmente, esto aquí es una gran verdad y a él se le hace natural hablar de la Palabra de Dios, pues lo que está en el corazón mana por su boca. Los cinco puntos anteriores son una revelación de lo que Dios desea para los padres. Por favor, no te desanimes si no lo has alcanzado en tu vida. Sigamos visualizando juntos mientras consideramos un poco más a fondo toda esta descripción. Analicemos las dos metodologías diferentes para comprender cómo colaboran las mismas hasta producir una “descendencia para Dios”. El padre de familia, a causa de su gran amor por Dios y a su Palabra Santa, desea transferirles su experiencia a sus hijos, tal como Esdras deseaba que otras personas gustaran de lo que él gozaba del Señor. Este testimonio lo encontramos en Esdras 7.10: “Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos”. En este versículo vemos el ejemplo de un verdadero maestro con tal sencillez que cualquier padre puede imitarlo. Esdras fue un estudiante de la Palabra de Dios. Buscó diligentemente el mensaje de la ley. Luego, él puso por obra lo que comprendía, llegando a gozarse así de las bendiciones que vienen al obedecer. Tan ricos fueron los frutos al obedecer que él se levantó a compartir con otras personas y también con nosotros las enseñanzas aprendidas. Del mismo modo, un padre sabio busca formas de “afilar” la Palabra de Dios para que la misma entre con facilidad al corazón de sus hijos. Esto quiere decir que él madruga para estar a solas con Dios, con su Biblia en las manos, y busca un versículo apropiado para poder enseñárselo a su familia en el culto familiar de ese mismo día. Mientras tanto, Dios le imparte de su sabiduría para que él siga “afilando” ese versículo que ha escogido para enseñarles a sus hijos. ¡Qué descripción más hermosa! Esto aquí es una manera sencilla para enseñarles a tus hijos partes de la Biblia. Según la historia del pueblo de Israel, los judíos repetían esta escena dos veces todos los días. Del mismo modo, los conocidos como los “Puritanos” les enseñaron a sus hijos acerca de la Biblia dos veces al día. Ahora yo mismo me hago la pregunta: ¿Cuánto impactaría esto mismo en nuestras familias si nosotros lo hiciéramos así? “Mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato…”. Amados padres, a nosotros nos toca acudir al Padre celestial cada mañana, preguntándole: “¿Cómo puedo afilar y hacer mucho más fácil de entender el versículo o el pasaje bíblico que deseo compartir con mi familia para que mis hijos lo comprendan y se plante en sus corazones?” Yo he utilizado varios objetos como ejemplos para enseñarles a mis hijos las verdades de la Biblia. Por ejemplo, en cierta ocasión me levanté de repente en plena mitad del culto familiar y salí del cuarto a buen paso. ¡Mis hijos no podían darse cuenta acerca de lo que yo estaba pensando hacer! Al instante volví con una soga en las manos, agarré a mi hijo David y lo até. ¡Todos estaban muy atentos y sorprendidos! De esa manera, ya después de tener a David bien atado y de explicarles con relación a lo que significa la palabra atadura, yo les enseñé acerca del poder del pecado. Recuerdo que ese día a David le encantó la forma que utilicé de ejemplo y Joshua, otro de mis hijos, deseó haber estado en su lugar. En otra ocasión, yo salí deprisa y fui hasta la cocina para traer un cuchillo de mesa. Por supuesto, también en esta ocasión todos estaban muy atentos. Yo utilicé el cuchillo para enseñarles acerca de la lección en cuanto al mal uso de la lengua, demostrando así la capacidad que ella tiene para destruir las vidas de otras personas. Por medio de semejantes ejemplos, yo planto la verdad divina en el corazón de mis hijos. Quizá tú estés diciendo: “Hermano Denny, yo no tengo la capacidad de enseñar de esta manera. No soy como tú, yo soy diferente. No tengo el don de ser maestro.” Amado hermano, yo deseo que sepas que al comienzo de mi vida cristiana tampoco podía enseñar de esa manera. De hecho, hablar en público me era muy difícil. Recuerdo la primera vez que me pidieron compartir mi testimonio en una reunión de jóvenes. ¡Resultó ser un desastre! En esa ocasión me dieron treinta minutos para compartir con unos jóvenes. ¡Fue tan difícil para mí! Yo subí al púlpito y ellos me miraron fijamente. ¡Ese día hablé durante tres penosos minutos y luego me senté en una banca, completamente humillado! El temor y la inseguridad fueron los que me vencieron aquel día. Por medio de la gracia de Dios, yo he podido conquistar esos dos obstáculos y ahora me he convertido en un maestro para mis hijos y para muchas otras personas. Si Dios me ayudó a mí entonces él también te ayudará a ti. Pero tú debes estar dispuesto a “entrar en las aguas”. Por favor, confía en el Señor y pídele que te dirija. Así verás que es más fácil de lo que pensabas. Y si al principio sólo puedes compartir un poquito con tus hijos, ¿qué importa eso? Poco a poco irás mejorando y pronto verás mejores resultados con el pasar del tiempo y el desarrollo de la práctica. Jesucristo es el ejemplo supremo de un maestro. A decir verdad, él es nuestro Maestro. Al estudiar su vida nosotros notamos que él utilizó las dos metodologías que mencioné anteriormente para discipular a sus seguidores. Nosotros podemos imaginarnos a Jesús sentado sobre alguna piedra, enseñándoles y predicándoles mensajes a sus oyentes y utilizando objetos como ejemplos para enseñarles las lecciones que les quería enseñar. Y al mismo tiempo lo podemos ver enseñándoles a sus discípulos mientras andaban por los caminos. Un ejemplo de esto es cuando él les enseñó a sus discípulos acerca de ofrendar y tomó como punto de referencia la acción de la viuda que echó sus monedas en el arca de las ofrendas (véase Lucas 21.1–4). Otro ejemplo fue cuando les enseñó a sus discípulos acerca de los niños, refiriéndose a la entrada al reino de Dios. En esa ocasión él utilizó a un niño que andaba por allí como un ejemplo para enseñarles la lección. Jesús les podía enseñar a sus discípulos de esa manera porque la Palabra de Dios estaba en su corazón y permanecía en él en todo momento. Del mismo modo, si nosotros estamos llenos de la Palabra de Dios y hemos sido ungidos por el poder del Espíritu Santo entonces podemos aplicarles innumerables lecciones a nuestros hijos de todo lo que sucede alrededor de nosotros. Y ésta es la mejor forma de enseñanza. Un maestro motivador
“Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, En los versículos arriba se nos ofrece otra imagen del padre-maestro. Yo me imagino a un padre que sienta a su hijo cerca de él para instruirle en el camino de la sabiduría. Y mientras lo instruye para que aprenda a someterse a su autoridad, a la vez lo estimula y lo motiva en la búsqueda de la sabiduría. Quizá el padre al que se refiere el primer versículo es David y en este caso el hijo es Salomón. Salomón les escribe a sus hijos acerca de la manera que su padre le instruyó durante su propia niñez. Ahora yo deseo que nos enfoquemos en el aspecto de la inspiración en cuanto a la enseñanza. Aquí queda claro que a través de las palabras empleadas para motivar y la urgencia del mensaje dado que aparece en los versículos citados, David deseaba incentivar a su hijo Salomón a la acción. Y sabemos que esto ocurrió así mismo, ya que Salomón llegó a ser el hombre más sabio de todo el mundo. Dios le habló a Salomón a través de un sueño y le hizo una gran oferta. Me pregunto cuál sería nuestra respuesta si Dios nos presentara la misma oportunidad. En el caso de Salomón, él pasó la prueba y pidió sabiduría. Puede ser que las palabras de su padre pasaron por su mente en aquel oportuno momento: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría”. Salomón pidió sabiduría y Dios se la concedió. Lo que se quiere resaltar es el hecho que David, como padre-maestro, le pasó el deseo de adquirir sabiduría a su hijo Salomón. ¿Qué hubiera ocurrido aquella noche cuando Dios le ofreció cumplir cualquiera de sus deseos a Salomón, si David no hubiera animado a Salomón a adquirir la sabiduría? El culto familiar Yo deseo compartir con ustedes un poco acerca del culto familiar que tiene lugar en mi hogar. Los cultos familiares se pueden describir utilizando varios nombres, según sea el propósito que deseamos alcanzar. A continuación les voy a mencionar algunos nombres que se pueden aplicar para describir ese tiempo especial en la vida de una familia piadosa: • Culto familiar. Este nombre es el más común, porque todos juntos buscamos a Dios. • Adoración familiar. Este nombre se utiliza ya que todos unidos entramos en la adoración a Dios. • Altar familiar. Debido a que el fuego familiar se enciende en esos momentos es que este nombre a veces se usa para describir el tiempo que todos juntos consagramos nuestras vidas a Dios. • Búsqueda de sabiduría. Se utiliza este nombre debido a que todos buscamos la sabiduría escondida en la Palabra de Dios. Todos estos aspectos ocurren durante los cultos familiares. En nuestro hogar, los cultos familiares son sumamente importantes; no son un deber que “tenemos que hacer” para poder continuar con las otras tareas cotidianas. En nuestros cultos familiares nosotros no leemos deprisa los capítulos o versículos de la Biblia, no oramos una oración de tres minutos y apurados, ni nos retiramos de forma indisciplinada o rápidamente para cumplir con nuestros quehaceres. ¡No! Los cultos familiares son una prioridad en el hogar Kenaston. Sin embargo, yo voy a tratar de levantar tu punto de vista a una meta mucho más alta. Nosotros celebramos nuestros cultos familiares en las mañanas, ya que para nosotros es la mejor opción. No obstante, yo deseo que sepas que la hora de celebrar los cultos familiares no es tan importante como lo es la fidelidad y el propósito que se tenga al realizarlos. Un padre no debe pensar en el costo del tiempo que se invierte en el culto familiar ni mucho menos en las ganancias que se pudieron obtener al no tener un culto familiar. Nuestros cultos familiares duran un promedio de 45 minutos. Muchas veces duran un poco más de este tiempo ya que nos gozamos mucho en la enseñanza o el la adoración por medio del canto. Los cultos familiares no nos aburren; más bien, los encontramos encantadores y extremadamente interesantes. De hecho, el culto familiar es un excelente tiempo que la familia utiliza para charlar y compartir acerca de lo que está ocurriendo en nuestras vidas. Quizá en ese momento alguno de mis hijos formula una pregunta que nos hace meditar con sabiduría para poderla responder adecuada y bíblicamente. A lo mejor uno de nuestros hijos menores dice algo interesante y con cierta gracia que nos hace reír a todos. Para nosotros, el culto familiar no es un tiempo para estar sentados sin movernos y llenos de temor mientras papá lee la Biblia. Existen ocasiones que el culto familiar ha sido una experiencia de avivamiento al escuchar algunas confesiones que nos hacen amarnos más y estar mucho más unidos. Otras veces yo he tenido la necesidad de guiar con un propósito definido y de hacer que mi familia se enfoque mucho más en el tema que estamos debatiendo. No obstante, por lo general los cultos familiares fluyen sin interrupciones y puedo enseñar la lección deseada. El culto familiar es un tiempo espiritual, pero a la vez es un tiempo valioso que incluye varias actividades como las mencionadas anteriormente. A continuación, yo voy a detallar de una manera más específica lo que ocurre en nuestros tiempos de cultos familiares: • Como antes expliqué, nosotros tenemos un tiempo específico que ha sido reservado para los cultos familiares. Muy pocas veces no se realizan debido a circunstancias especiales. Como padre de familia esto me es un gran desafío, porque vivimos en una sociedad que todo lo hace a la carrera. Yo deseo exhortarles a ustedes, amados padres, que no permitan que estos tiempos para los cultos familiares se escapen de sus manos o pierdan su valor. Las muchas actividades cotidianas que también son parte de la vida tratan de llamar tu atención y así hacerte pensar que tú puedes celebrar los cultos familiares sólo de vez en cuando. ¡No permitas que esto ocurra! Haz que toda tu familia se comprometa y que todos juntos deseen celebrarlos con toda fidelidad. Nosotros comemos porque es necesario para nuestro cuerpo físico y porque es un gran deseo que sentimos dentro de nosotros. A su vez, llevamos a cabo los cultos familiares porque es necesario para nuestro cuerpo espiritual y porque los deseamos con todo nuestro corazón. • En nuestros cultos familiares normalmente apartamos suficiente tiempo para cantar. Nosotros entonamos algunos himnos, cantando durante unos veinte minutos o más, de acuerdo a lo que el espíritu de adoración nos dirija. Mi esposa y yo les enseñamos a nuestros hijos a cantar de todo corazón y siempre nos gozamos en el tiempo de alabanzas. Si tenemos hijos pequeños en los cultos entonces cantamos algunos himnos o coros que a ellos les gusten y a la vez hacemos gestos con las manos para acompañar las palabras que cantamos. Cada vez que tuvimos un hijo que había cumplido tres años de edad entonces yo escogía cerca de 25 himnos para cantarlos siempre en los cultos familiares. Y durante algunas semanas todos cantamos estos himnos una y otra vez hasta que el pequeñito los podía cantar por sí solo. Realmente, yo he notado que no se necesita de mucho tiempo para realizar esta actividad familiar. Nosotros lo hacemos de esta manera porque deseamos que nuestros hijos tengan esos himnos sanos memorizados desde la niñez. • A veces nosotros tenemos un tiempo de intercambio de ideas o de testimonios en el cual a cada persona le corresponde compartir algo de lo que está ocurriendo en su vida. Si se da el caso que en ese tiempo nosotros hemos estado teniendo una campaña especial en la iglesia entonces yo les doy oportunidad para que cada uno pueda compartir lo que Dios ha obrado en su corazón y de qué manera los mensajes le han inspirado. • En otras ocasiones, al terminar el culto familiar, yo le encargo a cada uno de mis hijos un versículo o varios a la vez para que los estudien de manera que pueda ser usado al día siguiente. Esto quiere decir que ellos deberán estudiar y meditar sobre ese versículo de forma tal que al día siguiente compartan lo que interpretan del mismo durante el culto familiar. Muchas veces la pregunta es: “¿Qué nos quiere decir Dios por medio de este pasaje bíblico?” • Casi siempre tenemos un tiempo en el cual la Palabra de Dios se enseña de la manera descrita anteriormente. El padre de familia debe ser el intérprete de la Palabra de Dios para su familia en lo concerniente al contexto de la actualidad. A él le corresponde enseñarles a sus hijos acerca de las aplicaciones específicas que se aplican a los eventos y las prácticas que se ven a nuestro alrededor. El mundo moderno cambia de forma constante, y muchas de las nuevas invenciones obstruyen el tiempo que se le debe dedicar a Dios sin contar con las muchas prácticas del mundo que destruyen la vida familiar y la vida espiritual. Muchas de esas cosas no se mencionan en la Biblia de una forma específica. Por ejemplo, la Biblia no dice: “No mires la televisión”. No obstante, existen principios bíblicos que se pueden aplicar a este tema y que pueden guiar las convicciones de la familia a desechar este aparato controlado por el diablo. Durante los cultos familiares, yo hago aplicaciones de los principios bíblicos. Así mis hijos crecen conociendo el porqué de todo lo que hacemos y de lo que no hacemos. Si no les pasamos a nuestros hijos las interpretaciones en cuanto a los principios bíblicos entonces lo que estaremos haciendo es pasándoles las tradiciones de una religión muerta. Por ejemplo, las hermanas de nuestra iglesia llevan un velo que cubre sus cabezas de acuerdo a lo que aparece en 1 Corintios capítulo 11. Yo les explico a mis hijos sobre este capítulo y trato de buscarles otras referencias bíblicas que apoyen esta enseñanza. Además, yo trato de investigar acerca de las culturas de muchos pueblos que también practican esta enseñanza. Con respecto a cada punto de la fe cristiana, nosotros debemos siempre ofrecer una razón bíblica que lo explique y que lo apoye. Esto quiere decir que nosotros debemos dar aplicaciones prácticas que contribuyan a la explicación de los principios bíblicos con relación al mundo en que vivimos. Y puesto que el mundo cambia continuamente, a cada generación le corresponde hacer nuevas aplicaciones de los principios que jamás cambian. • Nosotros acostumbramos a siempre tener un tiempo de oración en nuestros cultos familiares. A veces solamente yo oro y en otras ocasiones algunos de los que están presentes también lo hacen. Si nuestros hijos que están en África se están enfrentando a una fuerte batalla a causa de alguna enfermedad o de los ataques diarios del diablo entonces oramos mucho más de lo acostumbrado. Además, si la iglesia tiene unos días especiales de ayuno y oración lo más probable sea que invirtamos todo el tiempo del culto familiar en la oración. Aquí les expuse algunas de las formas de cómo conducimos nuestro tiempo señalado para los cultos familiares. Amados hermanos, ¡imagínense qué clase de hijos se producirán en un hogar que lleva a cabo tales cultos familiares durante veinte años! Si esos cultos se hacen fielmente y a diario durante veinte años entonces esto representa más de seis mil oportunidades para estampar la Palabra de Dios en los corazones de los hijos. Lo más seguro es que ellos aprenderán mucho de la Biblia y ésta llenará sus corazones. Y probablemente no sólo quedará dentro de sus corazones, sino que la misma saldrá por sus bocas y será un testimonio constante en su diario andar. Algunas personas me han preguntado acerca de cómo nuestro hijo pudo ir de misionero a África sin haber asistido a una Escuela Bíblica. A tales inquietudes les respondo: —Él sí asistió a una Escuela Bíblica durante 21 años. Me refiero a los años que él estuvo presente en los cultos familiares. Esta es la mejor Escuela Bíblica. De hecho, nuestro hijo Daniel, quien actualmente se encuentra en África, fue discipulado por mí durante 21 años en los cultos familiares. Ahora bien, amados padres, yo debo concluir este capítulo, aunque en realidad tengo mucho más en mi corazón que les pudiera escribir acerca de este tema. Les animo a que “entren en las aguas”. Yo estoy seguro que Dios se les acercará una vez que empiecen a hacerlo. Repito, al principio yo no sabía cómo ser maestro de mis hijos, pero tenía grandes anhelos de serlo. Yo regresé de la casa de John Gerber con ese gran deseo dentro de mi corazón, pero sin instrucción alguna acerca de cómo llevar a cabo mi visión. Al regresar a mi casa, yo “entré a las aguas” y seguí adelante, llorando y orando. Al pasar unos años, yo me puse a recordar de todo lo vivido y me dije: —¡Dios, gracias! Veo que les estoy enseñando a mis hijos con éxito. Ellos están aprendiendo las eternas y poderosas verdades de la Palabra de Dios. ¡Soy un maestro! Y tú también eres, o puedes llegar a ser, un maestro. Esto mismo te ocurrirá si tú “entras en las aguas”, amado hermano. ¿Sabías que las aguas del Jordán no se dividirán hasta que entres en ellas? (Véase Josué 3.13.) ¿Hasta cuándo vas a esperar? Dios nos está llamando, diciéndonos: “¡Entren en las aguas! Si ustedes caminan en fe, les ayudaré y les haré maestros.” Oración Amado Padre Celestial, yo oro por cada uno de los padres que han leído este capítulo. Oro para que tú los bautices con el espíritu de maestría. Llénales de confianza y fortaléceles con la habilidad para ser maestros. Oro por todos los padres temerosos de Dios. Padre amado, concédeles el valor y la osadía que ellos necesitan para que puedan cumplir lo que tú pides de ellos. Oro también por sus esposas, que ellas sean ayudas idóneas a sus esposos y que les apoyen en la enseñanza de sus hijos. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, amén. |