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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 20

Instruye al niño

Criadlos en disciplina y amonestación del Señor.
(Efesios 6.4)

Instruye al niño en su camino,
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.
(Proverbios 22.6)

En el capítulo 12, el proceso de instrucción del niño se comparó con la siembra de un fructífero huerto. Al ir avanzando en los siguientes capítulos, la lista de deberes o responsabilidades que tienen que ver con la crianza de los hijos sigue creciendo. Sin embargo, al mirar la sabiduría de Dios sobre este tema, mi corazón se despierta en alabanza. Dios no nos ha dejado a oscuras, sin saber qué hacer o a dónde ir. Tal vez tú te sentías en la oscuridad, pero ahora puedes ver lo que antes no veías. Tú debes darle gracias a Dios por haberte traído a la luz. Jackie y yo nos sentíamos así en cuanto a la crianza de los hijos durante los primeros días de nuestra vida matrimonial. No obstante, al clamar al Señor para que nos concediese sabiduría, él esclareció muchas cosas para que nosotros las viéramos. ¡Aleluya!

Los versículos que encabezan este capítulo resumen en forma hermosa algunos de los principios más importantes acerca de la crianza de los hijos. La palabra “disciplina” usada en Efesios 6.4 se tradujo de la palabra griega paideía, que en realidad abarca casi todos los aspectos acerca de la crianza de los hijos: disciplina, cuidado, entrenamiento y educación, tanto física como espiritualmente. La misma palabra griega se encuentra varias veces en el libro de Hebreos capítulo 12, enseñándonos acerca de la clase de “crianza” que Dios nos da a los creyentes. Bien se puede traducir el versículo 5 de ese capítulo de la siguiente forma: “no menosprecies la tierna crianza del Señor”.

Dios utiliza la disciplina, el cuidado y la educación para moldearnos a la imagen piadosa de su Hijo amado. No dejemos pasar por alto en cuanto a los distintos aspectos que encierra la crianza de los hijos y que se describen en los dos versículos que encabezan este capítulo.

Nuestro Padre celestial nos enseña acerca de su Santa Palabra por medio de su Espíritu Santo y nos señala en la misma en cuanto al camino correcto que le agrada a él. Dios nos cubre con su amor mientras nos indica cierta área de nuestra vida que él desea cambiar. En este caso, Dios nos avisará, nos amonestará y hasta nos castigará por medio de la vara con el objetivo de ayudarnos a cambiar nuestro modo de vivir para nuestro propio beneficio. Mientras nos castiga, él nos amonesta acerca de lo que desea hacer en nosotros. Luego, cuando el “fruto apacible de justicia” (Hebreos 12.11) brota de nuestra vida, él nos dedica una “sonrisa de aprobación” para animarnos con respecto al futuro. Todo esto encierra el modo típico de Dios de disciplinar, o digamos de “criar”, a sus hijos.

Toda la enseñanza dada en los capítulos anteriores de este libro fue proporcionada con el siguiente fin: Para cambiar y dirigir la vida del niño. Tal como nuestro Padre celestial, nosotros buscamos tener en la vida de nuestros hijos el “fruto apacible de justicia”.

La crianza de los hijos exige una participación práctica de parte de los padres. Al escribir esto aquí, yo no me refiero al castigo con la vara. Aunque éste sea un aspecto de la crianza de los hijos. Yo estoy completamente convencido que el uso de la vara disminuirá si se aplican los otros aspectos de la crianza de los hijos que también se enseñan en la Biblia. Es preciso que nosotros los padres diariamente nos involucremos activamente en la crianza de los hijos si deseamos alcanzar un buen logro en ellos. De hecho, la crianza de nuestros hijos es una labor a tiempo completo y no algo que se debe dejar para la hora más apropiada de llevarlo a cabo.

Como padres que somos, es nuestra responsabilidad tomar en nuestras manos las herramientas que Dios nos ha dado por medio de su Santa Palabra y empezar a moldear el corazón de nuestros hijos. La Biblia nos compara como el barro en las manos del alfarero, quien lo toma en sus manos y empieza a moldearlo y a formarlo a la imagen que él quiera. Y este ejemplo nos revela lo que nosotros debemos hacer con nuestros hijos. Durante el tiempo que nuestros hijos son pequeños el barro está suave y todavía es moldeable. No obstante, nosotros debemos pensar que puede llegar el día que el barro se endurezca y se vuelva difícil de moldear.

Hablemos un poco más acerca de la analogía entre un árbol y un hijo. Mientras una planta aun está pequeña, se puede doblar o enderezar. Pero una vez que ya ha crecido para convertirse en un árbol entonces ya es tarde para cambiar el rumbo de su crecimiento. Lo que trato de informarles es que el tiempo oportuno para la instrucción y la disciplina del niño es durante los primeros años de vida. Esto aquí es el mensaje principal descrito en Proverbios 22.6.

La promesa dada en Proverbios 22.6 es una de las “preciosas y grandísimas promesas” (2 Pedro 1.4) que Dios nos ha dado. Esta misma promesa, aunque se pudo aprovechar en los tiempos del Antiguo Testamento, es mucho más eficaz para nosotros que vivimos bajo los preceptos del Nuevo Testamento. Sin embargo, hay que darse cuenta que esta promesa es una promesa “condicional”. Dios desea entrar en una relación con su pueblo que esté basada en un pacto.

Muchos padres tienen algunas inquietudes acerca de Proverbios 22.6, pues han visto a alguno de sus hijos dejar el hogar para andar en los caminos del mundo. Ellos se preguntan: ¿Qué pasó que mi hijo no desea andar en los caminos de la justicia? De hecho, muchas veces tales padres dudan si realmente entienden bien este versículo, al mirar el fracaso obtenido en su práctica sincera en la crianza de su hijo para el Señor. Yo he escuchado a algunos padres decir:

—No entendemos qué pasó. Inscribimos a nuestros hijos en una buena escuela cristiana y nos congregábamos en una buena iglesia. Les señalamos siempre el camino correcto a nuestros hijos. ¿Qué pasó que ahora andan en el mundo?

Otras personas han dicho que seguir el mensaje escrito en Proverbios 22.6 no produce buenos resultados, pues sus hijos no están bien espiritualmente. Nosotros debemos tener cuidado de cómo evaluamos tales fracasos. Dios no cambia y sus promesas son siempre fieles. Yo he aprendido por experiencia que si una promesa no se cumple, la culpa no es de Dios. Lo más probable sea que hemos sido nosotros los que erramos o que no entendimos el mensaje de la promesa de Dios. Es sumamente importante que entendamos las condiciones de esta promesa.

Lo que significa “instruir”

Es importante que entendamos lo que Dios nos quiere decir cuando dice: “Instruye al niño”. En el idioma hebreo, la palabra que fue traducida al español como instruye contiene la idea de “angostar o reducir”. Es por eso que podemos traducir este versículo de la siguiente forma: “Angosta el camino del niño”. Yo he trazado las dos líneas antes de este párrafo para ejemplificar lo que esa palabra nos quiere dar a entender. Empezando por la izquierda, nosotros notamos que el camino es ancho, pero al seguir adelante este camino se hace angosto. ¡Qué descripción tan hermosa!

Esta descripción nos hace pensar en Mateo 7.13–14. Aquí se nos habla del camino “espacioso” y del camino “angosto”. Dios nos regala hijos inocentes, pero ellos son pecadores. Yo pienso que no se necesita mucho tiempo para llegar a comprender que los niños nacen pecadores. Ellos están hechos de la misma carne y naturaleza que nosotros estamos hechos. ¡Nadie tiene que darles lecciones acerca de pecar! Por ejemplo, nadie le enseñó a mi hija Hannah a pegarle a su hermano cuando él hizo algo que a ella no le agradaba. Ella lo heredó de su padre, Adán.

De esta manera comenzamos nuestra relación con nuestros hijos al empezar a caminar por un camino ancho, pero Dios nos manda y nos instruye a que terminemos en un punto angosto. Día tras día y paso a paso nosotros enseñamos, instruimos y guiamos a nuestros hijos hacia ese final estrecho. La meta es convertirlos en discípulos para el Señor Jesucristo. Hijos completamente consagrados a Dios. Esto quiere decir que nuestro hijo puede llegar a convertirse en un joven y en un adulto que camina con gozo en el angosto camino que conduce a la vida.

La última definición que deseo hacer notar es también muy reveladora. Y para mí es la mejor, pues revela el lado positivo de la crianza de los hijos. Instruir al niño quiere decir “estimular su paladar”. Si estimulas el paladar de tu hijo, tú nunca te vas a sentir avergonzado por haberlo hecho. La descripción de “estimular el paladar” se puede visualizar al imaginarnos a una madre hebrea que está destetando a su hijo y decide darle ciertos bocados de algunas comidas nutritivas. Para hacer esto, ella mastica bien la comida antes de llevarla a la boca del niño. Por supuesto, al hacer esto ella entrena el paladar de su hijo. ¡Aquí aparece una hermosa descripción de lo que se debe hacer en lo espiritual!

Jackie y yo hicimos lo mismo (aunque sin masticar los alimentos) durante el tiempo de destetar a nuestros hijos. Con mucha sabiduría y ternura, Jackie no les introdujo dulces a nuestros hijos, sino que ella comenzó con comidas nutritivas. Algunos de ellos aprendieron a gustarles comidas consideradas como poco sabrosas, pues las mismas se les suministraban de una manera positiva y cariñosamente.

Existen implicaciones poderosas en la crianza de los hijos cuando las cosas se hacen en el orden de Dios y por medio de la sabiduría que sólo él nos ofrece. La descripción de motivar el paladar de nuestros hijos sirve como un ejemplo eficaz a la hora de los padres instruir a sus hijos en lo bueno y lo que agrada a Dios. Esto quiere decir que día tras día nosotros les hacemos comer a nuestros hijos lo que es provechoso (en lo material) y santo (en lo espiritual) de una forma positiva y con gran gozo. Y esto se logra a través de padres-maestros que están motivados en lo que hacen.

Por ejemplo, yo deseo que mis hijos amen los cultos familiares. Por lo tanto, yo motivo a mis hijos durante esos momentos al demostrarles mucho entusiasmo cuando hago el culto familiar. Cada día realizamos nuestros cultos familiares de esa manera, hasta que el hijo dice: “Papá, yo amo los cultos familiares. Cuando yo tenga a mis propios hijos entonces voy a hacerlos con ellos”. Al realizar los cultos familiares con entusiasmo cada día entonces el niño desarrolla un gusto por lo que es bueno y santo. Por supuesto, tú tienes que saber que puede llegar el momento que se necesita la disciplina y aquí es donde se utiliza la vara. Además, siempre es sabio enseñarles acerca de la enseñanza bíblica relacionada a la actividad que tratamos de introducirles.

Y así mismo, si permitimos que nuestros hijos desarrollen un gusto por lo malo entonces les estamos permitiendo que ellos practiquen costumbres que tendrán la capacidad de traerles problemas durante toda su vida.

Entra… la ayuda idónea y madre

El muchacho consentido avergonzará a su madre (Proverbios 29.15).

Un caballo consentido es incontrolable, peligroso y de poco valor. Y un perro consentido le causa problemas a su dueño y al vecino. Del mismo modo, un niño consentido pone en tela de juicio el carácter de su madre.

Hay mucho que aprender de los entrenadores de perros y caballos. Sin embargo, a mí me entristece ver que muchos cristianos tengan que aprender de ellos. Yo pienso que debería de ser que los entrenadores de perros y caballos tuvieran que aprender de las familias cristianas. Bueno, sea una cosa u otra, nosotros podemos aprender de sus métodos.

Los entrenadores de animales tienen un plan específico para lograr sus deseos y metas. Ellos saben lo que quieren inducir en el animal que están entrenando. Y para ello, los entrenadores de animales toman una acción que efectúan metódicamente y con un propósito. De esa manera debemos instruir a nuestros hijos. El padre y la madre deben sentarse juntos para proyectar y planear lo que desean plantar en la mente y el corazón de sus hijos. Entonces una vez que se pongan de acuerdo, deciden poner en obra sus planes. En ese momento es cuando la influencia poderosa de la madre debe entrar en acción. Es obvio que el padre no puede estar con los hijos las 24 horas del día como lo puede hacer la madre. El padre por lo general tiene que trabajar fuera del hogar para mantener a la familia. En ese tiempo, la “ayuda idónea” entra en escena y comienza a disciplinar a sus hijos pacientemente y a instruirlos para que sigan adelante en el camino de la vida. Yo deseo repetir que aunque el uso de la vara es necesario a veces, toda la instrucción se debe dar desde el punto de vista de una perspectiva positiva, estimulando el paladar del hijo por las cosas buenas y santas.

El fanático de los deportes

El padre que es amante a los deportes (algo que no tiene nada que ver con la vida cristiana, pero usaré el caso como ejemplo) y anhela que su hijo llegue a ser futbolista, será muy activo en su meta y participará en las actividades casi diarias de su hijo con el fin de lograr sus objetivos. Tal padre tiene una meta y buscará deliberada y positivamente que su hijo logre ser un buen futbolista. Aprendamos de sus métodos, aunque nuestra meta es completamente diferente a la de él. Analiza los siguientes aspectos de cómo tal padre estimula el paladar de su hijo:

• El padre habla de fútbol en todo momento para motivar y crear los deseos en su hijo de llegar a convertirse en un buen futbolista.

• Si puede, él compra revistas de fútbol y las observa con su hijo a su lado, comentando acerca de lo ven y leen.

• Entonces él y su hijo van a la tienda de artículos deportivos y compran los accesorios para que su hijo comience con el entrenamiento.

• La madre se goza en lo que el padre hace y se emociona cuando ellos regresan de la tienda con los accesorios para comenzar con el entrenamiento de fútbol de su hijo.

• El padre invierte mucho tiempo explicándole a su hijo acerca de las reglas del fútbol.

• Además, él también invierte mucho tiempo en el entrenamiento de su hijo con relación a las técnicas de cómo patear la pelota, elogiándole en cada éxito y victoria.

• A veces, el padre usa un poco de firmeza en su carácter para alentar al hijo a seguir adelante con los ejercicios físicos y tal vez usará la disciplina corporal cuando el hijo se canse de las rutinas y quiera ocuparse en otra cosa.

• Después, el padre procura que el hijo logre ser parte de un equipo para que así aprenda a cómo jugar en equipo.

• Y por último, el padre asiste a todos los juegos, gritando y animando a su hijo desde las bancas.

Yo he incluido estos puntos con el objetivo que aprendas la lección del padre que está muy decidido en desarrollar las habilidades futbolísticas en su hijo, y así tú las pongas en práctica para desarrollar el gusto en tus hijos por lo bueno y lo santo.

Amados padres y madres, ¿qué desean para sus hijos? Si ustedes se enfocan en desarrollar el carácter piadoso de sus hijos con la misma intensidad que el fanático de fútbol se dedica al entrenamiento de su hijo, ¡verán resultados positivos!

Experiencias positivas para aprender

Hace muchos años, a mi hijo Joshua le llegó el tiempo de aprender a avisar cuando necesitaba hacer sus necesidades fisiológicas. Para nosotros, esta experiencia no era nueva, pues él era nuestro séptimo hijo. A continuación, yo detallaré el método eficaz que Jackie utilizó para estimular a Joshua en esta lección.

Una mañana, a eso de las seis de la mañana, yo vi entrar a Jackie al dormitorio de los niños para despertar a Joshua. Las primeras palabras que él escuchó aquel día fueron las tiernas y cariñosas palabras de su madre, diciéndole:

—Joshua, ya son las seis de la mañana. ¡Ya es hora de levantarse! Te amo mucho, hijo mío.

¡Qué linda manera para despertarse! Luego, Jackie le dio un gran abrazo y le dijo:

—Joshua, vamos al inodoro para que hagas “pipi”.

Joshua se sentía como todo un muchacho grande y caminó orgullosamente hacia el inodoro, llevando en su rostro una gran sonrisa. Yo escuché a Jackie felicitarlo por no haber mojado su pañal durante la noche anterior. Ella le puso un calzoncillo y le preguntó:

—¿No vas a mojarlos durante todo el día, verdad?

Joshua asintió con la cabeza con mucho entusiasmo. Cuando ella lo vistió, los dos bajaron la escalera para desayunar. Al ver todo esto, yo pensé, ¡Esa mujer sí es una maestra en este asunto!

Los niños aprenden rápidamente cuando se les enseña en un ambiente de lecciones positivas dadas con mucho cariño. Bueno, de todas formas nosotros tuvimos que darle a Joshua unos cuantos castigos antes que él aprendiera bien a no mojar sus calzoncillos, pero todas las lecciones que se le dieron fueron positivas y llenas de amor. Yo confieso que sólo se utilizó la vara en los casos en los cuales quedó claro que él voluntariamente rehusó ir al inodoro para orinar. Y por supuesto, es esos casos nosotros lo castigamos de la manera que expliqué en uno de los capítulos anteriores.

Cuando mis hijos eran más pequeños, alguien me preguntó:

—Hermano Denny, ¿cómo haces para que tus hijos se mantengan quietos durante todo el tiempo de los cultos?

Le respondí haciéndole una pregunta:

—¿Qué haces para detener a tu hijo de manera que no juegue en una calle donde hay mucho tráfico?

Esa persona sabía la respuesta, tal como todos la sabemos. Nosotros debemos aprender a hacer de la lección una prioridad, enseñando y entrenando al hijo en lo que deseamos que haga y que diga. Por ejemplo, en el caso que no juegue en la calle que tiene mucho tráfico, nosotros lo llevamos a esa calle y le decimos de forma enfática: “¡No-no-no!” Luego, lo observamos y lo ponemos a prueba para ver si él ha aprendido la lección. Quizá tengamos que repetirla, pero es bueno que sepas que es sabio felicitarlo cuando haya aprendido y ya no quiera jugar en esa calle peligrosa.

Tal clase de entrenamiento se puede dar sobre muchas lecciones en la vida de un niño. A continuación, yo comparto una lista de algunas sugerencias:

• Tú puedes enseñarles a tus hijos que se mantengan quietos y presten atención durante los cultos familiares. Aquí les entrenas para que hagan lo mismo durante los cultos públicos.

• Tú puedes enseñarles a tus hijos a comerse toda la comida servida en su plato en cada tiempo de alimentación.

• Tú puedes enseñarles a tus hijos a comer comidas que en realidad no les gusten. Hay que darles la lección de forma verbal, ofreciendo razones del porqué es bueno comer ese tipo de comidas. Luego de un buen tiempo de enseñanza entonces se les pone a prueba, diciéndoles: “Ya es tiempo que pongamos a prueba lo que hemos hablado. ¡Creo que nos va a ir bien!”

• Tú puedes enseñarles a tus hijos a guardar sus juguetes al final del día. Además, tú puedes enseñarles a guardar el primer juguete que utilizaron antes que saquen el segundo.

• Tú puedes enseñarles a tus hijos a usar la cortesía, repitiéndoles cómo se debe actuar en varias situaciones de la vida.

• Tú puedes enseñarles a tus hijos a que se despierten con una actitud de gozo y a levantarse sin demorar. Esto no ocurrirá sin el entrenamiento. “Instruye al niño en su camino.” Algunos adultos todavía no han aprendido tales lecciones básicas de la vida.

• Tú puedes enseñarles a tus hijos a recostar la cabeza sin quejarse a la hora de dormir. Madres, ¿no sería hermoso esto? ¡Sí! Entrénalos así y ellos se acuestan en la cama mientras tú les hablas con palabras cariñosas y llenas de bendición. Ellos lo harán de forma sumisa y disfrutarán de un sueño reparador.

• Tú puedes entrenar a tus hijos a que cumplan los quehaceres sencillos del hogar, aunque ellos todavía sean pequeños. Por supuesto, ellos deben verte muy animado mientras haces esas tareas y tú debes mostrarle al niño cómo se hace la misma con palabras cariñosas y gestos de amor. Te sorprenderá ver lo que un niño de cinco años de edad puede hacer.

• Tú puedes entrenar a tus hijos a recibir los azotes con la vara con un corazón sumiso y sin llorar frenéticamente.

• Tú puedes enseñarles a tus hijos que quejarse y hacer pucheros cuando algo no les gusta es una mala costumbre que debe ser eliminada.

• Tú puedes enseñarles a tus hijos a ganar almas para Cristo con el mismo entusiasmo que el fanático de los deportes le enseña a su hijo a patear la pelota de fútbol. Por supuesto, esta meta es a largo plazo. A lo mejor necesitarás diez años para lograrlo. No te desanimes. El fanático del fútbol necesita la misma cantidad de tiempo para entrenar a su hijo y que éste llegue a ser un buen futbolista.

• Tú puedes enseñarles a tus hijos a memorizar versículos y pasajes enteros de la Biblia desde una edad temprana. Con tu ayuda, a la edad de seis años ellos pueden memorizar semanalmente dos versículos. Y al llegar a los siete u ocho años de edad, ellos pueden continuar la práctica sin tu ayuda. Si ellos aprenden dos versículos semanalmente durante quince años entonces esto sumará un total de casi cincuenta capítulos de la Biblia.

A todo esto se le puede llamar “estimulando el paladar” de tu hijo. Aquí debes darte cuenta que lo que haces en realidad es dirigir los deseos de tus hijos en el camino correcto. De hecho, la lista de actividades y de propósitos puede ser bastante extensa y la misma puede diferenciarse un poco para cada familia. Yo espero haber tocado tu corazón a modo de haber traído una luz sobre tu entendimiento al mencionar algunos de estos puntos. Reconozco que existen multitudes de posibilidades a la hora de pensar en estimularle el paladar de nuestros hijos para lo bueno y lo correcto. Los puntos que he mencionado son sólo sugerencias para inspirarte a practicar este principio en tu hogar.

Amados padres, nosotros debemos caminar al lado de nuestros hijos al impartir estas lecciones básicas. Existen casos de esposos que no ayudan a sus esposas en cosas sencillas tales como mantener un aspecto personal limpio, no tirar la ropa sucia al piso, hablar en voz baja, ayudar en los quehaceres del hogar, cumplir fielmente con sus responsabilidades como proveedores de la familia, invertir tiempo en la instrucción, la enseñanza y la disciplina de sus hijos y otros aspectos más que son esenciales en la crianza de los hijos. Sin embargo, yo reconozco que muchas de estas cosas son el resultado de los varios fracasos en su niñez debido a que sus padres no los entrenaron en los aspectos básicos de la vida.

Algunas madres logran enseñarles a sus bebés a avisar cuando tienen necesidad de orinar mientras ellos todavía son muy pequeños. Una vez que el bebé se le acerca y le avisa entonces la madre con una voz tierna lo felicita y con gestos de amor lo conduce rápidamente hacia el baño. Si algunas madres pueden lograr tal cosa, ¿cuántas cosas más nosotros podemos enseñarles a nuestros hijos desde una edad temprana?

Desarrollando el carácter a través
de la responsabilidad

El carácter se puede definir de la siguiente forma: “virtudes; cualidades de buena moralidad y costumbres santas del corazón”. La realidad es que el carácter o la personalidad de nuestros hijos están incluidos al “instruir al niño en su camino”. Nosotros estamos preparando a nuestros hijos para ser siervos del Dios Altísimo. Es bueno que desde pequeños ellos aprendan a testificar acerca de Dios para que lleguen a desarrollar un buen carácter en el hombre interior a medida que maduren.

Yo he descubierto que darles responsabilidades a nuestros hijos se convierte en una herramienta muy eficaz para formar rasgos importantes en su carácter. Nosotros tenemos una finca de unas seis hectáreas. Con una finca de este tamaño no se gana mucho dinero, pero sí se ganan cosas que valen más que el dinero. Yo se lo he dicho muchas veces a otras personas: “Mi finca me ayuda a formar hombres piadosos y mujeres piadosas”.

Bueno, estimado lector, no es que una finca puede convertir a una persona, pero sí ayuda a desarrollar el buen carácter en la misma. Yo también poseo un negocio familiar que me ayuda en esto. Mis hijos y yo fabricamos mesas para ganarnos la vida y mi hija Hannah es la secretaria del negocio. Cuando hay mucho trabajo en el taller, hasta mamá y las niñas nos ayudan. Te aseguro que durante ese día nos gozamos mucho al trabajar juntos y a las niñas les encanta el cambio de rutina. Yo sé que muchos padres no tienen la bendición de tener una finca y un negocio familiar propio. No obstante, es bueno que te informe que estas cosas han sido bendiciones de Dios y al yo mencionar esto, no deseo que nadie piense que menosprecio a quienes no tienen una finca y un negocio familiar propio. Lo que en realidad yo deseo hacer es que tú notes los tesoros invisibles que encontré cuando yo decidí hace ya muchos años no buscar una carrera profesional. Todo esto lo hice con el fin de buscar una mejor vida para mi familia.

Hace veinte años, Jackie y yo vivíamos en los suburbios de una gran ciudad. No había nada que hacer con nuestros hijos además de jugar con ellos en ciertas ocasiones. Mientras ellos crecían y en mi corazón se aclaraban los principios que les comparto en este libro, yo llegué a tener una carga por el deseo de tener algo mejor para mis hijos. Al inicio, yo recuerdo que busqué algunos quehaceres para ellos, pero no había mucho por hacer en el lugar donde vivíamos. Entonces yo empecé a anhelar tener un pequeño terreno en el campo donde pudiéramos proveer más experiencias positivas durante la crianza de nuestros hijos. Ya habíamos dejado el uso del televisor y nos habíamos puesto en contra de las diversiones mundanas, pero el problema ahora era que no teníamos mucho que hacer para ocupar el mismo tiempo que antes se empleaba en lo malo. A un lado de nuestra casa hacían fiestas donde se injerían bebidas alcohólicas y al otro lado se consumían drogas. Yo les decía a mis hijos que todas esas cosas eran malas y que nosotros no deseábamos compartir con ese tipo de personas a menos para hablarles de Dios. Pero mis hijos miraban esas cosas desde las ventanas de mi casa y les parecía que los vecinos sí gozaban de una buena vida de diversión.

¿Qué debe hacer un buen padre en tal situación? ¿Cuánto tiempo debe esperar antes de actuar? Muchas veces yo me sentía como Lot, “abrumado por la nefanda conducta de los malvados” (2 Pedro 2.7). No obstante, aunque la maldad que se veía a nuestro alrededor nos molestaba el espíritu, la primera motivación para buscar un terreno en el campo era la de tener más oportunidades para entrenar positivamente a nuestros hijos. Por eso, nos fuimos al campo, tarea no muy fácil para mi señora y yo; éramos dos personas acostumbradas a vivir en la ciudad.

Para instruir a un niño con respecto a la calidad de un carácter piadoso se tiene que involucrar uno en su vida de una forma íntima. Además, se necesita de una voluntad dispuesta para ponerse siempre al lado del hijo y hacer juntos con gozo y diligentemente todo lo que se desea desarrollar en su personalidad. Por otra parte, los padres necesitan las herramientas que la responsabilidad provee para así ser ayudados mucho mejor en el proceso de la crianza de sus hijos. Las cualidades interiores de la virtud se desarrollan poco a poco, pero nunca de golpe. Sin embargo, para eso se necesita enseñarles a nuestros hijos el valor de aprender a cumplir con las responsabilidades desde que son pequeños. En cada responsabilidad hay cierto poder que estimula la voluntad del niño por medio de un sentimiento de cumplimiento con el deber. Esta responsabilidad ante el deber hace que a diario el niño sea más capaz de aprender la disciplina rigurosa que se necesita tener para salir adelante en la vida. Y por supuesto, mucho de esto, poco a poco y con paciencia, hace de un niño un adolescente responsable y un joven maduro. Yo bien recuerdo lo que hacía mi hijo Daniel cuando tenía a penas siete años de edad. Daniel se levantaba a las cinco de la mañana para ordeñar las cabras. Una vez que él aprendió cómo hacerlo entonces lo hizo fielmente durante dos años sin la ayuda de nadie. ¿Acaso yo ganaba dinero en este proyecto? ¡De ninguna manera! Pero, sí ganaba un alma responsable ante las tareas de la vida y además esto me ayudaba a preparar el camino de mi hijo Daniel para que él se convirtiera en un hombre de carácter piadoso.

La finca de los Kenaston

La finca y el negocio familiar son herramientas útiles en mis manos; herramientas que me ayudan a moldear y a formar a mis hijos en cristianos respetuosos, piadosos y responsables. Estos bienes proveen oportunidades, demandas y experiencias que ayudan en el desarrollo del carácter de un niño. Por ejemplo, si en la finca alguna de las vacas se escapa del potrero entonces mis hijos me ayudan a capturar a la vaca o a guiarla de regreso al corral. Lo más probable sea que haya que arreglar la cerca y para eso papá, junto a sus hijos varones, van a invertir casi tres horas en este trabajo. Durante este tiempo la pasamos charlando y trabajando a la vez. Otro ejemplo pudiera ser que juntos nos pongamos a construir un almacén para guardar el pasto de las vacas u otras cosas. Aquí también papá y sus hijos trabajarán juntos, charlando y aprendiendo los gajes de la construcción.

Muchas veces, mis hijos Joshua y David (con edades de nueve y seis años) tienen que alimentar a las vacas y encargarse de las ratas que andan por todo el granero. Ellos dos alimentan a las vacas por la mañana y por la tarde, sea época de frío o de calor. Joshua y David alimentan a las vacas aun cuando sus amigos llegan a invitarlos para ir a pasear en sus bicicletas.

Sí, es cierto, la finca y el negocio familiar son herramientas de Dios en mis manos. Aun mis hijas toman parte en todo esto. En muchas ocasiones ellas tienen que ayudar con las vacas sin importarles mucho el pastoso excremento debajo de sus pies. Cuando yo escribo o digo estas cosas, algunas personas tienen dudas de todo esto y me preguntan: “¿Qué estás haciendo con tus hijos, hermano?”

Bueno, la respuesta es muy simple. Yo estoy entrenándoles para cuando trabajen en algún campo misionero de África u otro lugar del mundo donde todo eso es algo “normal” en la vida diaria. En mi caso, yo siento que ha llegado la hora de criar soldados del evangelio, quienes deben estar preparados para tolerar condiciones difíciles en cualquier parte del mundo.

Por otro lado, en la finca también hay muchos quehaceres para mamá y las hijas. Ellas atienden la hortaliza y conservan los productos de las cosechas o de las crianzas de los animales. En el tiempo de la cosecha, madre e hijas pueden charlar mientras se dirigen al campo o se sientan a trabajar juntas. Además, hay que hornear pan, cocinar, lavar, planchar, limpiar, coser y cuidar a los pequeños. Las hijas mayores ayudan en los estudios de los menores (pues enseñamos a nuestros hijos en casa, no en las escuelas públicas). Nuestras hijas mayores ya han aprendido a coser sus propias ropas. Cuando nuestras hijas arriban a los doce años de edad, ellas pueden manejar muy bien los asuntos de la casa.

Yo he escuchado a algunas madres decir: “Yo no tengo tiempo para todo el trabajo que hay que hacer cuando se tiene una familia grande”. Tales madres han perdido algunos de los secretos que tienen que ver a la hora de hacer una discípula de su hija, de compartir el trabajo juntas y de criar a una señorita responsable ante sus tareas. En conclusión, tales madres no desean preparar a sus hijas para que en el futuro ellas sean capaces de guiar sus propios hogares. Sin embargo, todos estos secretos influyen en producir un buen resultado en el carácter de nuestros hijos. Dios ha creado a nuestros hijos de forma maravillosa para el bien de todos en la familia y también para el bien de la sociedad en general.

Yo miro mi negocio familiar de la misma manera que miro la finca: es una herramienta repleta de experiencias positivas para siempre estar aprendiendo. Es cierto que tenemos que ganarnos la vida por medio de estas herramientas, pero mis hijos me ayudan grandemente en esto. No obstante, nuestra labor se cuenta como un entrenamiento para el bien de ellos, pues en el futuro, si Dios lo permite, ellos van a ser los proveedores de sus propias familias. En resumen, yo utilizo mi negocio familiar para edificar el carácter de mis hijos; no uso a mis hijos para engrandecer mi negocio. Me da mucha vergüenza conocer de algunos padres que utilizan a sus hijos para prosperar su negocio. Tales padres miran a sus hijos con avaricia al utilizarlos como una manera más de obtener ganancias y riquezas. ¡Eso no es bueno! La meta debe ser formar un siervo piadoso del Señor Jesucristo y no obtener más dinero.

Antes que nuestro hijo Daniel saliera para África, nosotros teníamos una mueblería. En esta mueblería mis hijos aprendieron a cómo manejar un negocio. Ya cuando Daniel tenía doce años, él podía manejar las ventas de la mueblería mientras yo viajaba. Daniel aprendió a tratar con los clientes, responder las llamadas telefónicas, recibir pedidos y hasta relacionarse con un cliente enojado. ¿Puedes ver cómo mi negocio es una herramienta en mis manos para edificar el carácter piadoso de mis hijos?

Mi hijo Samuel ya tiene veinte años. A esta edad, él está manejando todo el negocio familiar desde hace cinco meses, mientras yo escribo este libro. Joshua y David trabajan en el taller, ayudando a armar las mesas (ahora fabricamos mesas solamente). Nosotros no tenemos máquinas grandes en el taller, sino que sólo tenemos herramientas manuales. Por ejemplo, un martillo, un metro, un taladro, etc.

A continuación, yo voy a detallar algunos ejemplos específicos de cómo mi negocio me ayuda a desarrollar el carácter de mis hijos.

Los hijos llegan a convertirse en hombres

Es bueno que los hijos varones siempre deseen estar al lado de los hombres adultos. Mis hijos crecieron jugando a mis pies en mi taller. Desde la edad de dos años, ellos nos están mirando cómo trabajamos en el taller mientras juegan. Muchas veces notamos que ellos nos imitan en sus juegos. Por naturaleza, para ellos es muy fácil participar o ayudar en lo que estamos haciendo.

Cierto día, todos nos encontrábamos trabajando en el taller. Recuerdo que Joshua ayudaba aquel día a construir bancas, trabajando como todo un hombre desde la mañana hasta la noche. En aquel momento, David tenía cinco años y estaba con nosotros, pero él estaba jugando no más. De repente, yo noté que David estaba en un rincón y lloraba con mucho sentimiento. Fui a su lado y le pregunté qué le había pasado. Él me dijo:

—Papá, yo quiero ayudar en el trabajo. No es correcto que yo juegue mientras los demás trabajan.

El Señor tocó mi corazón, diciéndome: “Denny, ¡no dejes que esta oportunidad pase sin aprovecharla!”

Entonces yo le respondí a David que al día siguiente tendría trabajo para él.

Aquella tarde, David y yo fuimos a la ferretería. Una vez dentro de la ferretería, le dije a David:

—Estamos aquí para comprarte un martillo y un metro.

Sus ojos irradiaban de emoción mientras escogíamos sus herramientas. Además, yo le recordé que al día siguiente él tendría trabajo, pues lo necesitábamos en el taller. Yo no le estaba mintiendo ya que realmente había un trabajo que él podía hacer y que nos ayudaría muchísimo. Nosotros utilizamos ciertos tornillos en la fabricación de las mesas que vendemos. De hecho, nosotros utilizamos cientos de tornillos cada día. Entonces alguien tiene que insertarlos en sus huecos con un golpecito de martillo; un trabajo que David podía hacer muy fácilmente. Luego que él los insertaba, otro trabajador tenía que terminar de atornillarlos. Todo esto ocurrió con mucho propósito, pues yo tenía un objetivo que deseaba alcanzar.

Luego de terminar el culto familiar el día siguiente, nosotros nos marchábamos rumbo al taller. ¿Puedes tú adivinar cómo se sentía David? Él caminaba hacia el taller como todo un hombre trabajador, martillo en mano, listo para trabajar. Al inicio, yo le mostré cómo insertar los tornillos. Luego, con mis manos sobre las suyas, yo le ayudé a hacer lo que le había enseñado. Después trabajé a la par de él por un buen rato. Ya por último, David lo estaba haciendo todo muy bien y él solo. Antes de marcharnos para almorzar, nosotros hicimos la cuenta de cuántos tornillos había insertado David. ¡Casi trescientos! ¿Puedes adivinar cuál fue el tema principal de conversación de David durante el almuerzo? Él se sentó a almorzar tal y como lo hace un hombre trabajador y comenzó a decirnos acerca de su trabajo y de cuántos tornillos había insertado esa mañana. ¿Acaso te imaginas la exclamación de su amable madre al escuchar la cantidad de tornillos que su hijo había insertado en una mañana? Ella le dijo:

—¡Oh, David! ¡Mamá está muy contenta contigo! ¡Tú trabajas tal y como un hombre trabaja!

Ya han pasado tres años y ahora David es muy importante y necesitado en el taller.

¿Puedes tú ver cómo me aproveché de tal oportunidad?

El año pasado, yo construí una mesa de trabajo especialmente para Joshua, pues él es demasiado chico para alcanzar los lugares donde trabajan los demás. Sobre esa mesa, yo coloqué un martillo nuevo, una llave especial, un taladro y un metro.

—Joshua —le dije—, ésta es tu mesa personal de trabajo.

Sus ojos irradiaban de gozo al verla.

No hace mucho tiempo que otro trabajador observaba a Joshua trabajando. Me acerqué a ese trabajador y le susurré en su oído:

—No le digas nada. Joshua piensa que está jugando. ¡No le informes que realmente está trabajando como todo un hombrecito!

Por supuesto, hay tiempos difíciles en todo este proceso de entrenamiento. Los muchachos son muchachos y a veces quieren jugar cuando deben estar trabajando. No obstante, la responsabilidad edifica el carácter y yo me aprovecho de las oportunidades que se presentan para edificar un carácter piadoso en mis hijos.

Una de las virtudes del carácter piadoso es la diligencia. Los hijos la aprenden al trabajar al lado de sus padres, ya sea en el taller o en la cocina. Si nosotros los padres amamos trabajar y lo hacemos con entusiasmo, entonces nuestros hijos aprenderán a tener la misma actitud ante el trabajo. Si nosotros trabajamos y hacemos puchero a la hora de hacerlo o lo hacemos quejándonos todo el tiempo, entonces ellos también lo harán. De todos modos, nosotros debemos saber que estamos instruyendo a nuestros hijos, ya sea en la negligencia y la pereza, o en la diligencia.

Sé que muchos de ustedes no tienen las herramientas (una finca, un negocio familiar, etc.) con las cuales el Señor me ha bendecido. Yo deseo repetir que no pretendo menospreciar a los que no tienen este tipo de bendiciones cuando hago mención de estas cosas. Solamente he tratado de dar algunos ejemplos de las posibilidades que existen. No obstante, yo he experimentado momentos cuando he estado en mi taller y me he puesto a llorar de gozo por todo lo que Dios me ha dado. ¡Puedo trabajar teniendo a mis hijos a mi lado! ¡Gracias, Señor!

Nunca olvido que hubo un tiempo en que yo no tuve tales herramientas, pero en esa época también busqué maneras para desarrollar el carácter de mis hijos. Por ejemplo, yo escogí calentar la casa con leña (en lugar de gas) para así poder ir al bosque con mis hijos y recoger leña. Mi decisión hizo que tuviéramos que trabajar más, pero valía la pena tal provisión debido a las excelentes experiencias que me dio al compartir junto con mis hijos.

Para terminar este capítulo, yo deseo aclarar que no estoy indicando que todos tengan que irse de las ciudades para ir a vivir al campo, pues para algunos no existe tal oportunidad. Lo que quiero decir es que debemos buscar maneras para desarrollar el carácter de nuestros hijos. Los deportes no son muy buenos para lograr esto ya que los mismos muchas veces conllevan a “la vanagloria de la vida” (1 Juan 3.16), el dinero y la fama. Todas estas cosas son motivaciones destructivas. El trabajo duro y constante, que involucra un llamado continuo a la perseverancia, ayudará a infundir humildad y responsabilidad en el carácter de nuestros hijos.

Oración

Padre Celestial, nosotros clamamos a ti por nuestros hijos. Deseamos instruirlos en el camino correcto, utilizando las oportunidades que se nos presentan a diario. Ayúdanos a hallar el camino correcto para nuestra propia vida. Guárdanos de ser extremistas, pero guíanos en la senda de la justicia y la rectitud. Oro por todos los padres que se sienten abrumados por las enseñanzas que han leído en este libro. Acércate a ellos y anímalos mientras buscan transitar por el camino correcto. Guíalos en el camino estrecho y angosto por amor a tu descendencia piadosa y por amor a tu nombre. En el nombre del Señor Jesucristo, amén.