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La búsqueda de una descendencia para Dios © 2004 por Denny Kenaston CAPÍTULO 5
La herencia para
Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y
decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su
descendencia la tendrá en posesión. Todos comprendemos el concepto de la herencia, pues la mayoría de las personas en nuestra cultura lo practican. Las raíces de este concepto se encuentran en la Palabra de Dios. Herencia es lo que se da a la siguiente generación. Es triste, pero una realidad verídica: la palabra herencia ha perdido una buena parte de su poderoso significado. Vivimos en una cultura con indicios de alejamiento y separación; una sociedad que poco a poco está alejándose de lo que se declara en Judas 1.3 acerca de la “fe que ha sido una vez dada a los santos”. En la actualidad, la mayoría de las personas piensan en propiedades, dinero o negocios cuando escuchan la palabra “herencia”. Y este concepto no está completamente errado, pues Dios hace referencia a la herencia de propiedades. Sin embargo, él se refiere más en cuanto a la herencia de los beneficios espirituales. Nosotros hemos guardado la norma de heredar en lo referente a lo material, pero hemos perdido el concepto de los beneficios espirituales. El versículo citado al principio de este capítulo habla de uno de mis personajes favoritos de la Biblia: Caleb. En verdad, ¡este versículo es inspirador y muy precioso! Canaán era un lugar real, con terrenos y riquezas realmente visibles, y Dios se lo había prometido al pueblo de Israel. No obstante, Canaán también simboliza las realidades espirituales neo-testamentarias que abundan en bendiciones para el pueblo de Dios, el pueblo que camina en el Nuevo Pacto. La voluntad y el mandamiento de Dios es que nuestros hijos, que son nuestra descendencia, posean todas estas bendiciones. Todo esto se puede resumir en el título de este capítulo: La herencia para la siguiente generación. Dios quiere que cada uno de nosotros entre a la hermosa tierra de Canaán, a la vida abundante que hay en Cristo Jesús, y que les demos por herencia esas valiosas posesiones a nuestros hijos. ¡Esta herencia, amados padres, es una herencia que no se valora en dólares! En la Biblia se observan dos métodos distintos de edificar a la iglesia de Jesucristo. A mí me parece que es preciso que pongamos en práctica los dos métodos. De hecho, si no insistimos en accionar las dos metodologías, la iglesia nunca va a madurar “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, medida que Pablo menciona en Efesios capítulo 4. Las dos metodologías se exponen en Proverbios 11.30: “El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio”. En la primera parte de este versículo se ve la influencia de la vida de la persona piadosa. Esta persona se compara a un árbol que va produciendo vida y bendiciones para los demás. Además, hay que tomar en cuenta que un solo árbol puede producir otras generaciones de árboles en gran cantidad. Así es también en el reino de Dios: un solo árbol justo producirá semilla de la cual nacerán otros árboles justos. De este modo la iglesia es edificada. En el proceso de procurar las realidades espirituales para sí mismos, los padres las comparten a la siguiente generación. Y como resultado de esto, se levantará una formidable iglesia de esa generación. La otra metodología mencionada en este proverbio es la de obedecer al mandato de la Gran Comisión, la que Jesús mandó a sus discípulos antes de ascender al Padre. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16.15). Una iglesia saludable neo-testamentaria ganará almas. Ella irá “por los caminos y por los vallados”, “forzando” a los perdidos a ser salvos de su pecado y a unirse a una congregación bíblica de creyentes. Si este modo de crecer no se pone en práctica, la iglesia no madurará. Una iglesia que no gana almas está por destruirse. La historia de la iglesia abunda en ejemplos de personas sinceras que únicamente enfocaban su vida cristiana en sí mismos y en sus familias, y negaban la misión de evangelizar. El resultado de esto es que ahora existen tantas y distintas expresiones de religión. Muchas de estas religiones hacen muchas cosas en el nombre de Cristo, pero él no está en ellas. ¿Por qué escribo tales cosas? Quiero informarte que yo creo en la evangelización para ganar las almas que están fuera de nuestras familias. Tal vez vas a dudarlo al leer este libro debido a que recalcaré de forma continua la otra forma de edificar a la iglesia; la de criar hijos para Dios. De hecho, una de las razones por las que yo deseo que tú críes una descendencia piadosa es para que ella pueda, por medio de la gracia de Dios, andar en la tierra ganando almas para Cristo. Por esta razón, es preciso que la iglesia utilice los dos modos de crecimiento para aumentar en cantidad y para madurar en estatura espiritual. ¡Ganemos a nuestros hijos y al mundo perdido a la vez para que escojan el amor incondicional de Jesucristo y vivan por él! El plan de Dios para nuestros hijos En toda la Escritura se encuentra la revelación de la preocupación amorosa que Dios tiene por la siguiente generación. Nosotros tenemos la misión de pasar la ardiente antorcha de la fe a nuestros hijos. Es más, la Biblia está llena de versículos que exponen de forma milagrosa las promesas que Dios ha prometido a los padres que determinan seguir su plan. Uno de los más explícitos mensajes que trata acerca del plan de Dios de gran alcance para con nuestra descendencia se encuentra en Salmo 78.1–7. Lee estos versículos en forma de meditación, analizando las partes más importantes de los mismos. Te animo a leer cada porción de las Escrituras de esta misma manera, porque así vas a aprovecharte más de ellas. En la actualidad hay una tendencia a leer la Biblia de la misma manera que tratamos con las demás cosas de la vida: de prisa. Salmo 78.1–7
Escucha, pueblo mío, mi ley; Antes de estudiar el plan de Dios para propagar la fe a la generación siguiente, yo deseo constatar la enseñanza bíblica en cuanto a la salvación de nuestros hijos. Dios no tiene nietos, sino solamente hijos que han entrado en su familia a través de la adopción. La salvación de cada uno de nuestros hijos es por gracia, por medio de la fe en Cristo Jesús. Para ser redimido, cada hijo que se cría en un hogar cristiano tiene que ponerse a cuentas con Dios y reconocer su condición pecaminosa y su necesidad personal del Salvador. Además, este hijo tiene que arrepentirse y nacer de nuevo, recibiendo así una nueva naturaleza. Sin embargo, aun con todo esto, yo pienso que es muy erróneo confiar solamente en la esperanza que ellos por sí solos lleguen a la salvación, negando la propagación de la fe tal como se expone en el Salmo 78. Es muy fatuo el pensamiento que dice: Todo estará bien, porque mis hijos van a convertirse en el futuro. Estamos tratando con la preservación de una simiente piadosa en la tierra. Y en cuanto a esto, nosotros entendemos que es verdad que la transformación salvadora hará maravillas en nuestros hijos. Pero oramos y obramos para lograrlo. Y nosotros les guardamos de mucha pena y dolor al aconsejarles y ayudarles a seguir el plan expuesto en los versículos anteriores. Dios encarga a los padres El plan de Dios para propagar la fe reposa mayormente sobre el padre. A él le toca enseñarles a sus hijos acerca de las grandiosas obras de Dios. El salmo citado arriba se refiere a esto con toda claridad. Después, los hijos se levantarán y le enseñarán a la siguiente generación acerca de las obras de Dios. Y el ciclo se repite vez tras vez. No me refiero aquí a pasar la religión que practicamos, sino a pasar la viva, rebosante y ardiente fe cristiana a la generación siguiente. Luego, esta generación puede levantarse en fe y pasar la misma viva, rebosante y ardiente fe a su siguiente generación. Este es el plan de Dios, y la responsabilidad de cumplirlo está encargada al padre de familia. ¡Alabado sea el Señor! Tal vez vas a cansarte leyéndolo, pero voy a recalcar que el padre es principalmente el responsable de la enseñanza de sus hijos. Sí, Dios le ha dado una ayuda idónea, la mujer, y a ustedes las madres les corresponden aprender cómo ser una ayuda idónea en todo este proceso. No obstante, las Escrituras claramente comisionan al padre en la enseñanza de sus hijos. Ojalá que ustedes los padres tengan fuertes hombros espirituales para llevar sus responsabilidades. El padre es la cabeza del hogar y está encargado del manejo y la dirección del mismo. Y Dios responsabiliza al padre cuando en el hogar se da un fracaso. Una visión que alcanza cuatro generaciones Fijémonos más atentamente en estos versículos. En los versículos cinco y seis del Salmo 78 se visualizan cuatro generaciones en una hermosa descripción. Allí dice: “La cual mandó a nuestros padres”, quienes son la primera generación. Luego: “Que la notificasen a sus hijos”, la segunda generación. Después: “Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán”, refiriéndose a la tercera generación “que se levantarán [y] lo cuenten a sus hijos”. Así llegan a ser cuatro generaciones. ¡Qué descripción tan hermosa! Quizá yo no vea muy claras las palabras de estos versículos y posiblemente se refieran solamente a tres generaciones. Sin embargo, aquí se aclara la naturaleza de la visión y las demandas de Dios. Estos versículos, junto con otros que vamos a estudiar, guían al padre a enfocarse en por lo menos dos generaciones venideras. Primordialmente, el padre de familia debe hacer hincapié en guiar a sus propios hijos. Sin embargo, él debe estar instruyéndolos, mirando por el futuro de sus nietos y aun por el de sus bisnietos. El corazón del padre debe estar viendo esta visión y diciendo lo siguiente: “Es preciso que yo instruya a mis hijos de tal manera que ellos se levanten e instruyan a los suyos”. Los padres israelitas cumplieron los preceptos del Salmo 78 y recibieron la recompensa de tener una descendencia piadosa durante varias generaciones. ¡Exactamente como Dios lo prometió! Cuando Dios nos manda a hacer algo, él nos ilumina el entendimiento para ver por fe los buenos resultados que esto traerá. La Biblia nos da varios ejemplos de familias que recibieron los galardones prometidos. Analicemos una de estas familias aquí. Siete generaciones piadosas En la genealogía citada al comienzo del libro de Mateo hay una lista impresionante de hombres piadosos. Analicemos las vidas de siete de ellos. • Naasón: La Biblia dice que él fue un príncipe de Israel (véase 1 Crónicas 2.10–11), un hombre de renombre en la congregación. Era jefe de la tribu de Judá, y los demás hombres de su tribu acampaban alrededor de su tienda. Es más, él era capitán de 74.000 hombres de guerra. Tal hombre era él, que Dios y Moisés lo escogieron para ejercer estas responsabilidades. Naasón tuvo un hijo llamado Salmón, a quien crió según el plan presentado a Israel por Dios. • Salmón: No existe mucha información acerca de la vida de este hombre. Sabemos que él se casó con Rahab la prostituta. Ella ayudó a Israel en la conquista de Jericó, y es obvio que luego se convirtió en una fiel adoradora de Jehová. A este matrimonio les nació un hijo llamado Booz. El testimonio de este hijo certifica la integridad de sus padres. • Booz: Existe mucha evidencia acerca de la piedad de este hombre. Su nombre fue y es célebre en Israel. Se exponen muchas facetas del carácter de él en el libro de Rut, la moabita, con quién él se casó. ¡Qué hermoso es ver que Dios guía a las personas que le aman! Booz tuvo en alta estima el compromiso que tenía Rut, pues la madre de él también se había convertido al judaísmo. Se pronunciaron muchas palabras proféticas en la boda de ellos. Dios abrió la matriz estéril y les dio un hijo: Obed. • Obed: Él se crió en un hogar piadoso, pero no hay nada que registre detalles más específicos acerca de él. Sin embargo, podemos deducir qué clase de hombre fue a razón del fruto del hogar de su hijo Isaí. Me parece bien decir que él recibió la clase de instrucciones señaladas en el Salmo 78. Los padres y las madres que practican la piedad usualmente producen la misma clase de hijos. Obed también fue bendecido al tener una abuela santa, Noemí, quien le dio amor y cuidado. Luego de casarse, Dios le dio a él un hijo cuyo nombre fue Isaí. • Isaí: Él tuvo ocho hijos y dos hijas. Fue un hombre devoto y el testimonio de su hogar se revela en varias partes de la Biblia. El profeta Samuel se impresionó de cada uno de los hijos de Isaí, pues fueron hombres valientes en Israel. Tal bendición de tener hijos valientes la llegan a conocer los padres que temen al Señor y se deleitan en guardar sus mandamientos. Isaí tuvo un hijo llamado David. Es verdad que David hizo que Isaí fuera célebre en Israel, pero también es verdad que Isaí hizo que David fuera célebre por medio de la crianza que le dio durante su niñez y juventud. • David: El joven pastor, el dulce cantor de Israel, el matador del gigante, el profeta y el rey. Como tú ya lo sabes bien, hay más que decir de él que lo que tres libros puedan contener. David fue ungido por el Espíritu de Dios desde su juventud. Él obedeció los preceptos revelados en el Salmo 78. En Proverbios 4.1–13 se revela una reluciente descripción de las enseñanzas de David a sus hijos. David los motivó e instruyó, y aun les rogó, que buscaran la sabiduría que se origina en Dios. David se casó con Betsabé y a este matrimonio Dios le dio cuatro hijos. Dos de estos hijos fueron hombres muy destacados, Salomón y Natán. Más adelante vamos a estudiar la vida de Salomón, pero ¿qué de Natán? ¡De su descendencia provino María, la madre de Jesús! • Salomón: Salomón se crió sentado a los pies de su padre, aprendiendo de él. Fue Salomón quien escribió los proverbios mencionados en el párrafo anterior, citando lo que él recordaba de las enseñanzas que él recibió de su padre. Salomó fue el hombre más sabio de toda la tierra y guió a Israel a su más alto nivel de testigo de Dios entre las naciones. Además, él construyó el templo de Jerusalén y encaminó a los judíos a amar a Dios y a guardar sus estatutos. También escribió los libros de Proverbios, Eclesiastés y El cantar de los cantares. Con todo, la época postrera de su vida es una triste historia. La Biblia indica que en esa época Salomón se unió a muchas mujeres extranjeras que le inclinaron el corazón tras sus propios dioses (véase 1 Reyes 11.1–2). Por haberse desviado así, él murió bajo una maldición de Dios que estaba sobre su reino. Su reino se dividió en dos partes durante el reinado de su hijo. Solamente el Espíritu de Dios puede ayudarnos a comprender la profundidad y el significado de este ejemplo de siete generaciones. Repasando el resumen de estos hombres citados arriba, un solo mensaje sale en forma de clamor: ¡Los principios de Dios no fallan y sus promesas son verídicas! ¡Se puede confiar en ellas! Podemos tener la expectativa de recibir los mismos resultados que estos hombres obtuvieron si obedecemos a Dios tal como ellos hicieron. Dios no hace acepción de personas (véase Hechos 10.34). Los que le honran y obedecen su Palabra recibirán la honra de él. Hay pruebas que este principio nunca ha fallado en toda la historia del hombre. ¿Podemos creerlo para con nuestras familias, levantándonos en fe y edificando nuestros hogares con la ayuda de Dios? Analicemos otra familia, de cinco generaciones. Cinco generaciones • Abraham: el amigo de Dios, el padre de todos los humanos que andan por fe. Él caminó ante Dios y fue perfecto. Abraham tuvo un hijo llamado Isaac, el hijo de la promesa. • Isaac: el hijo de la promesa, quien entregó su vida a su padre, confiando en Dios. Él pronunció bendiciones proféticas sobre su hijo Jacob, las cuales se cumplieron. • Jacob: el engañador que luchó con Dios toda la noche y llegó a ser llamado Israel; un príncipe que luchó con Dios y con los hombres, y venció. A él le fue nacido un hijo llamado José, quien preservó a Israel. • José: soñador de sueños piadosos, preservador de vida. Vivió una vida muy devota y piadosa, y se convirtió en el gobernador de Egipto. Él tuvo un hijo llamado Efraín. • Efraín: Él anduvo en las bendiciones proféticas de su abuelo Israel. Su nombre fue célebre en Israel; prosperó siempre. Dios dice en Génesis 18.18, con relación a Abraham: “…habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra”. ¿Cómo Dios pudo hacer tal declaración de largo alcance con relación a un hombre? No lo declaró solamente a razón que él es Dios Omnisciente. La respuesta se encuentra en el siguiente versículo, en el cual Dios señala: “Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él”. Amado lector, estas palabras se pronunciaron antes que se dieran las leyes y estatutos de Moisés. Abraham amaba a Dios y Dios lo sabía. Y por esto él podía asegurarse de lo que ese siervo haría con sus hijos. ¿Qué hubiera hecho alguien que amaba tanto a Dios, sino entregarle a Dios mismo sus amados hijos dados por él, aunque tanto les amaba? ¡Hagamos lo mismo, amados hermanos, por amor a Dios y con un deseo sincero de glorificarle! Veamos una familia más, de cuatro generaciones. Cuatro generaciones • Amram: Él fue uno de los hijos de Leví y fue padre de Moisés, Aarón y María. Por medio de la fe, él pudo discernir que su hijo Moisés tenía un llamado de Dios. Él y su esposa oraron, y vieron a Dios preservar a su hijo milagrosamente. • Aarón: Segundo hijo de Amram y escogido por Dios para ser sumo sacerdote en Israel. Él tuvo dos hijos, Eleazar e Itamar. • Eleazar: Este hijo asumió el sumo sacerdocio luego de la muerte de su padre. El registro de su vida demuestra el impacto que su padre provocó en él. Dios le dio un hijo cuyo nombre fue Finees. • Finees: Este hombre quitó el mal en Israel y recibió una bendición de Dios para su descendencia. Él también recibió el sumo sacerdocio, al igual que su padre. Al estudiar el registro de su vida se nota que él fue un siervo de Dios, sirviendo a los de su generación. Estos tres ejemplos de familias piadosas revelan cómo funciona la Palabra de Dios. “Los mandamientos de Jehová son rectos [o sea, ¡no fallan!], que alegran el corazón” (Salmo 19.8). Nosotros debemos aferrarnos firmemente a estas palabras para el bien de nuestras propias vidas y las de nuestras familias. ¡Que estas palabras sean predicadas, mezcladas con fe y que nos traigan mucho provecho! ¿Te gustaría recibir una visión, un jrema de Dios, la cual te capacitará para reclamar muchas generaciones de descendencia piadosa? ¡Estoy convencido de todo corazón que tú puedes lograr esto! Sí, está a tu alcance, y Dios, quien no hace acepción de personas, es capaz de hacer abundar la gracia en ti para cumplirlo. Te mostraré, mientras adelantamos en este libro, que esto puede ser posible en tu vida. ¡Sí, en ti! Tal vez algunos piensan: Puede ser que el Señor venga antes que lo logremos. Esto es verdad, porque no sabemos el momento de la venida del Señor. Sin embargo, ¿acaso podemos negarles a nuestros hijos un futuro glorioso a razón de la brevedad del tiempo? ¡De ninguna manera! ¡Dios desea que tengamos una visión! ¡Él quiere que velemos por la siguiente generación! Recuerda que una herencia es algo que se pasa de una generación a otra. En este libro, nosotros estamos tratando acerca de la herencia piadosa. Estamos tratando acerca de propagar una herencia espiritual de fidelidad de una generación a otra. Esta es la herencia de piedad. Oración Padre santo, te damos gracias por los testimonios registrados e inspirados del pasado. Nuestros corazones se incentivan viendo lo que estos hombres lograron. Danos de lo mismo que ellos poseyeron, sí, ¡más! Porque entendemos que ya vivimos bajo la bendición del Nuevo Pacto. Auméntanos la capacidad de visualizar tus pensamientos y engrandece nuestra visión para ver las generaciones que van a venir. ¡Oh Padre! ¡Que nos demos cuenta de nuestra gran responsabilidad! Queremos que nuestra descendencia posea una herencia gloriosa que conlleva valores eternos y gran impacto. Lávanos en la sangre de Jesucristo en este mismo momento, por favor. Límpianos de todos los pecados, llenándonos con tú santísimo Espíritu Santo, para que podamos tener hijos que te siguen durante todos los días de sus vidas. En el nombre de Jesucristo, amén. |