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Yo estaba frente a una tienda, tomándome una Pepsi cuando noté que un taxi pasaba al frente. Al pasar, el taxista aminoró la velocidad y se quedó mirando a las dos mujeres que atendían el negocio. Él les chifló varias veces, les hizo señas con sus ojos y hasta trató de enamorarlas desde el taxi. Yo noté que las mujeres estaban bastante disgustadas. Después que el taxista siguió su rumbo, ellas se pusieron a comentar: “¡Qué horribles son los modos de los hombres!” “Todos son tan locos.” “¡Ojalá nos respetaran!”

Yo me quedé escuchándolas por un momento.

Después les dije:

—¿Saben? Ustedes son parte del problema. De la manera que ustedes se visten, es con razón que los hombres se comporten así con ustedes. Ustedes son cómplices de lo que ellos están haciendo. Yo terminé mi Pepsi y seguí mi camino. Ellas no quedaron muy convencidas. No quisieron reconocer que ellas, así como muchas otras mujeres que se visten tan deshonestamente, son cómplices en los muchos pecados sexuales que cometen los hombres.

Y así es con la mayoría de la humanidad. No queremos reconocer que podemos formar parte de la gran cadena de pecado, donde cada uno aporta su poquito, pero todos le echan la culpa al que se involucra de forma más activa en el acto final. Quizá tú me digas: “¡Yo no hago que otros pequen! Además, yo no soy responsable por los pecados de otros.”

Pues bien. Ojalá que así sea. Sin embargo, yo te voy a contar que mi vecina Graciela tampoco cree que ella sea cómplice de los muchos pecados que se cometen en esta vecindad. Lo único que ella hace es vender licor. La verdad es que otro vecino mío, Luís, consume el licor que le vende Graciela. Cuando él llega a su casa, todos salen huyendo o se aseguran que hayan escondido todos los machetes y puñales, pues Luís es demasiado violento cuando toma el licor que Graciela se complace en venderle. Graciela es cómplice de la violencia doméstica que sufre la familia de Luís.

Francisco, un conocido mío, murió asesinado. La policía investigó el caso y puso en prisión a Hugo y a Jaime. Fue un caso con muchos detalles encubiertos. La policía nunca supo a fondo quiénes más estaban involucrados en el homicidio. Pero ahora se sabe que Evelio y Marcos también estaban involucrados en el caso. Evelio animó a Hugo y a Jaime, dándoles ideas de cómo mejor matar a Francisco. Y Marcos, a los tres días, ayudó a sacar el arma del lugar donde habían emboscado a Francisco para matarlo. Recuerda que sólo una persona jaló el gatillo que hizo disparar la AK-47 que proyectó la bala que mató a Francisco. Pero, todos los demás compinches que ayudaron en este crimen son cómplices y también son culpables.

En un Centro Recreativo local hubo un pleito durante una fiesta donde varias personas resultaron baleadas. Nadie toma responsabilidad por el caso, pero sí todos les echan la culpa a las dos personas que jalaron el gatillo. Pero, ¿por qué sucedió lo que sucedió? Principalmente, por el ambiente de esa música fuerte y porque andaban ebrios. Ahora te hago un par de preguntas: ¿Quién les vendió el licor? ¿Quién le distribuyó el licor al que se lo vendió? ¿Quién hizo el licor? ¿Quién proveía el ambiente de esa música fuerte para la fiesta? ¿Quién grabó esa música? ¿Quién la cantó? En fin, ¿quién más ayudó a proveer el ambiente que condujo al crimen que se cometió en esa fiesta? Todos ellos son cómplices, compinches y asociados.

Son una parte anónima, pero bastante culpable en este crimen. Sara, una muchacha muy conocida en este pueblo, se suicidó. Después que ella murió, alguien encontró algunas cartas escritas por ella donde se dirigió a su familia para informarles acerca de cuánto le dolía el rechazo que ella sufría de parte de ellos. Ahora su familia se lamenta que nunca le mostró amor a Sara. Siempre la despreciaban. Ahora su hermano Marcos reconoce y dice: “Ahora veo que cada vez que le decía ‘¡burra!’, lo que hacía era aumentar su intenso dolor”. La familia de Sara se lamenta y reconoce que su rechazo hacia Sara los convirtió en cómplices en el suicidio de ella.

Enrique es hijo de Juan y Griselda, otros vecinos míos que asisten fielmente a una congregación local. Juan y Griselda se lamentan por los robos, los pleitos, las mentiras y las fiestas en las cuales se involucra Enrique. Se preguntan porqué Enrique hace todo eso. No reconocen que cuando Enrique era niño, ellos le mentían, diciendo: “¡Vení pa’cá o te come el tigre!” Ellos también lo regañaban de forma grosera y lo trataban muy mal. Él dice: “¿Ser como mis padres? ¡Nunca! Ellos no son cristianos.” Y tiene razón. Ellos, por no vivir como lo indica la Biblia, han apartado a Enrique de tan siquiera desear seguir a Dios. Son cómplices de los pecados de Enrique.

Y tú, ¿acaso eres cómplice de algún pecado? ¿Vendes licor o cigarros? ¿Alquilas videos? Esto te hace ser un cómplice. Si tú le alquilas un video a alguien y después esa persona adultera o mata porque lo vio en el video entonces te haces cómplice del lo hecho por esa otra persona. Eres compinche de criminales y de personas corruptas. ¿Acaso vendes los maquillajes, las alhajas, los zapatos de tacones altos o los vestidos y accesorios que usan las prostitutas y otras mujeres para exhibirse? Así te asocias con los pecados de prostitución, lascivia, fornicación y adulterio. Y a menos que te arrepientas, serás juzgado por ello. Cada persona dará cuenta por sus propios pecados… y por las cosas que hizo que lo convirtió en compinche y asociado de pecadores. La Biblia dice: No participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas(Efesios 5.11).

Querido(a) lector(a), yo te deseo la paz y el gozo que viene al saber que estás haciendo la voluntad de Dios y que no estás participando en nada que esclaviza o destruye o que hace pecar. Por favor, te ruego que rindas tu vida a Cristo. Él te perdonará por medio de su sangre si te arrepientes y confiesas acerca de todo en lo que has sido cómplice del pecado.

Quizá me digas que no te es posible económicamente hacer otra cosa que no sea lo que ahora haces para ganarte la vida. Si dejas de hacer ese negocio que te hace ser cómplice del pecado, yo no te voy a decir que Dios te va a bendecir con muchos bienes materiales, ni que no vas a sufrir perjuicios monetarios por decidir seguir el camino de Dios. Lo que sí te puedo afirmar es que Dios siempre bendice a los que le siguen y que paso a paso los guiará hasta llegar a las moradas celestiales. Allá es donde algún día veremos el porqué de todo lo que Dios nos pide que hagamos. ¡Y allá seremos muy bendecidos al no haber participado en los pecados de otros!

Por favor, yo te ruego que hagas caso al mandamiento divino: “No (…) participes en pecados ajenos. Consérvate puro” (1 Timoteo 5.22). ¡Y que no se te olviden las palabras de Jesús! “Vete, y no peques más” (Juan 8.11).

—Teodoro D. Mejía