¿Superan las enseñanzas del Nuevo Testamento a las del Antiguo Testamento?
¿Son en verdad los
fundamentos morales del Nuevo Testamento diferentes de los del Antiguo
Testamento?
Juan Calvino, el
reformador y teólogo del siglo dieciséis, enseñó con gran énfasis que no
son diferentes. En uno de sus tratados contra los anabaptistas, escribió: “La
única manera de evadir la verdad que les queda a estos enemigos del orden
establecido es el afirmar que nuestro Señor requiere una perfección mayor en la
iglesia cristiana que la que requería del pueblo judío. Ahora esto es cierto si
se trata de las ceremonias. Pero es opinión equívoca creer que existe una norma
diferente para la vida respecto a la ley moral—como la llaman—que la norma que
tenía el pueblo de la antigüedad... Por tanto, ... respecto al hombre fiel que
anda con buena conciencia y en perfección delante de Dios en su profesión y en
toda su vida, mantengamos nuestra posición que existe una guía clara y completa
para tal vida en la ley de Moisés, a la cual sólo tenemos que aferrarnos si
deseamos seguir el camino correcto. De esta manera el que le añade algo [a la
ley de Moisés] o le resta algo, sobrepasa el límite. Por tanto, nuestra posición
queda segura e infalible.”1
La mayoría de los
evangélicos de hoy tal vez no seríamos tan dogmáticos como lo fue Calvino. Pero
casi todos creemos que hay muy poca diferencia entre las leyes morales del
Antiguo Testamento y las de Nuevo Testamento—excepto por las leyes sobre la
dieta y las ceremonias religiosas. Lo cierto es que a menudo citamos el Antiguo
Testamento para apoyar nuestras normas para la vida cristiana.
No obstante, los
cristianos primitivos creían que las enseñanzas morales de Cristo sí
superaban a las del Antiguo Testamento. No creían que Dios había cambiado.
Creían más bien que las enseñanzas de Cristo penetraban al corazón de la ley y
le daban su verdadero significado espiritual. Además, creían que los
mandamientos del Antiguo Testamento pertenecían a un reino terrenal, mientras
que los del Nuevo Testamento pertenecen a los ciudadanos de un reino celestial.
Como resultado de esto, aplicaban las enseñanzas morales de Cristo bastante
literalmente. Eso los conducía a ciertas actitudes y prácticas muy diferentes de
las nuestras.
En los capítulos
anteriores hemos visto que los cristianos primitivos seguían con rigor las
enseñanzas del Nuevo Testamento en cuanto al divorcio, la riqueza, y los
litigios legales. En este capítulo voy a dar otros ejemplos:
¿Qué quería decir Jesús al decir: “No juréis”?
En el sermón del monte,
Jesús enseñó: “Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás,
sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna
manera” (Mateo 5.33-34). El apóstol Santiago escribió semejantes palabras:
“Sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por
ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que
no caigáis en condenación” (Santiago 5.12). Antes de leer los escritos de los
cristianos primitivos, yo sabía que existen unos grupos cristianos que toman muy
literalmente las palabras de Jesús, no prestando ningún juramento, ni siquiera
en los procedimientos judiciales. Yo siempre había creído que tal interpretación
era demasiado estricta, y creía que los escritos de los cristianos primitivos
apoyarían la interpretación mía.
Pero, muy al contrario,
hallé que los cristianos primitivos todos rehusaban prestar ningún juramento.
Clemente escribió: “¿Cómo pudiera el que es fiel mostrarse infiel, exigiendo un
juramento? . . . Porque ni siquiera él mismo jura, sino afirma por decir ‘sí’, o
niega por decir ‘no’.”2
Tertuliano explicó a
los romanos: “Nada tengo que decir contra el perjurar, ya que según nuestra ley
ni juramos.”3
Orígenes, Cipriano y
Eusebio confirman que todos los cristianos primitivos enseñaban esto mismo.4
¿Qué de la guerra?
Antes de estudiar los
escritos de los cristianos primitivos, yo había leído en los libros sobre la
historia de la iglesia que los cristianos primitivos generalmente rehusaban el
servicio militar. Estos libros decían que los cristianos primitivos no se
oponían al derramar sangre, sino se oponían al servicio militar porque no
querían participar en las prácticas de idolatría. Pero esto no es cierto. En sus
escritos, los cristianos primitivos claramente dicen que se oponían al servicio
militar porque tomaban muy literalmente los mandamientos de Jesús de amar a los
enemigos y de volver la otra mejilla (Mateo 5.39, 44). Ellos entendían que la
guerra violaba la ley de Cristo, y que sería pecado participar en ella.
Justino escribió en su
apología a los romanos: “Nosotros que en otro tiempo nos matábamos ahora
rehusamos hacer guerra contra nuestros enemigos.”5
Tertuliano hace la
siguiente pregunta acerca de la guerra: “Será lícito seguir una profesión que
emplea la espada, cuando el Señor proclama que ‘todos los que tomen la espada, a
espada perecerán’? ¿Participará el hijo de la paz en la batalla, cuando ni
siquiera conviene que lleve sus pleitos ante la ley? ¿Podrá usar la cadena, la
cárcel, la tortura y el castigo, cuando ni siquiera se venga de la injusticia?”6
(Mateo 26.52; 1 Corintios 6.1-8).
Cuando los paganos
circularon el rumor que el cristianismo había roto con el judaísmo por medio de
la revolución armada, Orígenes respondió a tales acusaciones falsas con las
siguientes palabras: “En ningún lugar enseñó [Cristo] que sus discípulos tienen
el derecho de hacer violencia a nadie, por impío que fuera. El dice que el matar
a cualquier persona es contrario a sus leyes, las cuales son de origen
divino. Si los cristianos hubieran surgido por medio de la revolución armada, no
hubieran adoptado leyes tan clementes. [Estas leyes] ni siquiera permiten que
resistan a sus perseguidores, ni cuando se los lleva al matadero como si fueran
ovejas.”7
Cipriano observó lo
siguiente en cuanto a la guerra: “El mundo entero está mojado con sangre. El
homicidio se considera un delito, cuando lo comete un individuo; pero se
considera una virtud cuando muchos lo cometen. Los hechos impíos [de la guerra]
no se castigan, no porque no inculpan, sino porque la crueldad es cometido por
muchos.”8
Arnobio, un apologista
del tercer siglo, explicó la posición de los cristianos a los romanos de la
siguiente manera: “Hemos aprendido de sus enseñanzas y de sus leyes que el mal
no se paga por el mal [Romanos 12.17]; que es mejor sufrir el mal que hacer el
mal; que es mejor darnos para que se derrame nuestra sangre que mancharnos las
manos y la conciencia al derramar la sangre de otros. Como resultado de esto, un
mundo ingrato desde hace tiempo ha disfrutado de un beneficio provisto por
Cristo. Porque por medio de su enseñanza la ferocidad violenta ha sido
ablandada, y el mundo ha empezado a retraer sus manos hostiles de la sangre de
sus compañeros humanos.”9
En una época cuando la
valentía militar se estimaba muy en alto, los cristianos primitivos, sin el
apoyo de nadie, decían que la guerra no era sino homicidio a gran escala. Qué
ironía, entonces, que los cristianos evangélicos de hoy en día no sólo dan lugar
a la guerra, sino muchas veces son más militaristas que los demás. En verdad, no
conozco de ninguna guerra a la cual los cristianos se hayan opuesto.
Cuando la crisis iraní
estalló en el año 1980, yo era estudiante de jurisprudencia en la Universidad de
Baylor, en Baylor, Texas (E.E. U.U.), universidad de la iglesia bautista. El día
después de que los americanos de la embajada en Teherán fueron tomados como
rehenes, vi a unos estudiantes del Medio Oriente en la cafetería de la
universidad. No sé de cuál país eran ellos; bien es probable que no fueran
iranís. Sin embargo, cuando varios estudiantes americanos pasaron por allí,
chocaron contra la mesa de los iranís como en un gesto amenazador. En la
cafetería y en los corredores, oí a varios estudiantes en discusiones
apasionadas, diciendo que los Estados Unidos debía mandar su ejército al Irán
para “aplastar a aquellos negros del desierto en la tierra”. Qué triste que
cuando estamos en crisis los cristianos responden con el mismo enojo y odio que
vemos en el mundo.
¿Pero no tiene el cristiano
un deber para con su país?
“¿No debe el cristiano
ayudar a defender su país?” preguntarán algunos. Los cristianos primitivos
hubieran contestado: “Sí... pero en una manera muy diferente que el mundo”. Los
romanos hicieron esta misma pregunta, acusando a los cristianos primitivos, y
los cristianos respondieron de la siguiente manera:
Se nos insta
que ‘ayudemos al rey con toda nuestra fuerza, que colaboremos con él en la
preservación de la justicia, que peleemos por él, y si él lo exigiera, que
peleemos en su ejército, o que mandemos un regimiento para apoyarlo.’
Respondemos
que sí ayudamos a los reyes, cuando necesiten de nuestra ayuda, pero en una
manera divina, vistiéndonos ‘con toda la armadura de Dios’. Esto hacemos
obedeciendo lo que nos mandó el apóstol: ‘Exhorto ante todo, a que se hagan
rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres;
por los reyes y por todos los que están en eminencia’ [1 Timoteo 2.1-2]. Entre
más uno se supera en la santidad, más puede ayudar a los reyes—aun más que los
soldados que salen a pelear contra el enemigo y a matar a cuántos puedan.
A aquellos
enemigos de nuestra fe que quisieran exigir que tomáramos armas para defender el
imperio y matar a los hombres, respondemos: ‘Los sacerdotes de ustedes que
sirven [a sus dioses] ... ¿no guardan sus manos de sangre para que puedan
ofrendar los sacrificios estipulados a los dioses suyos con manos no manchadas y
libres de la sangre humana?’ Aun cuando hay guerra cercana, ustedes no reclutan
a los sacerdotes para sus ejércitos. Si ésta, pues, es costumbre alabada,
¿cuánto más no deberían [los cristianos] servir como sacerdotes y ministros de
Dios, guardando puras las manos, mientras otros se involucran en la batalla?...
Con nuestras oraciones vencemos los demonios que incitan la guerra... En esta
manera, prestamos más ayuda a los reyes que aquellos que salen a los campos de
la batalla para luchar a su favor... Y no hay otro que luche a favor del rey más
que nosotros. De cierto, rehusamos pelear por él aunque lo exigiera. Pero
luchamos a favor de él, formando un ejército especial—un ejército de
justicia—ofrendando nuestras oraciones a Dios.”10
Nosotros podemos decir
que tal creencia no es realista, pero los cristianos primitivos decían que esto
creían y practicaban porque confiaban en Dios. ¿Quién tiene razón? La
historia nos enseña que los cristianos primitivos no eran tan ingenuos como
podamos creer. Desde el nacimiento de Cristo hasta el año 180 (d. de J.C.), no
hubo ni una invasión exitosa de las fronteras del imperio romano. Los
historiadores llaman este período la Paz Romana, y lo estiman como un tiempo
extraordinario en la historia de la civilización occidental. Por 200 años, el
mundo antiguo alrededor del Mar Mediterráneo gozó de una paz ininterrumpida—período
sin igual antes de ese tiempo, y sin igual desde entonces. Por supuesto, ningún
historiador incrédulo atribuiría este tiempo de paz a la presencia y las
oraciones de los cristianos, pero los cristianos primitivos creían firmemente
que esta época de paz la había dado Dios.
Por ejemplo, Orígenes
hizo la pregunta a los romanos: “¿Cómo, pues, fue posible que el evangelio de
paz, el cual no permite ni siquiera la venganza contra los enemigos,
prevaleciera en todo el mundo, sino sólo porque con la venida de Cristo un
espíritu más benigno fue introducido por todo el mundo?”11
Por contraste, después
del tiempo de Constantino, cuando los maestros cristianos como Agustín
comenzaron a enseñar la doctrina de “la guerra santa” y los cristianos apoyaron
a Roma con la espada, el imperio romano occidental cayó dentro de pocas
decenios. ¿Cayó porque la iglesia cambió su posición respecto a la guerra?
Ningún hombre puede contestar esta pregunta con certeza. Pero, por lo menos,
consideramos que es una coincidencia maravillosa que Roma prosperaba y estaba
segura de sus enemigos mientras que los cristianos servían como un ejército
especial de justicia, confiando sólo en Dios para la protección del imperio;
pero cuando los cristianos comenzaron a participar en la guerra apoyando a Roma,
el imperio fracasó.
¿Pero no testifica la
historia que había cristianos en el ejército romano?
A pesar de que la
iglesia primitiva condenaba la guerra y la matanza, el testimonio de la historia
demuestra sin lugar a duda que había cristianos en el ejército romano durante
esta época. Muchos escritores se atienen a este hecho para argumentar que la
iglesia primitiva no se oponía a la guerra. Pero realmente no tienen razón, como
podemos ver claramente en los escritos de los cristianos primitivos. ¿Cómo,
pues, podemos explicar esta aparente contradicción?
Una obra de los
cristianos primitivos titulada La tradición apostólica, compilado por
Hipólito, aclara la confusión. Describiendo la manera en que la iglesia debía
evaluar a los que querían ser bautizados, esta obra dice: “Un soldado de la
autoridad civil tiene que ser enseñado a no matar a ningún hombre y rehusar
matar si se le ordena hacerlo, y también rehusar prestar el juramento. Si no
está dispuesto a cumplir con esto, tiene que ser rechazado [para el bautismo].
Un comandante militar o un magistrado civil que se viste de púrpura tiene que
renunciar o ser rechazado. Si un candidato para el bautismo o un creyente
procura hacerse soldado, tiene que ser rechazado, porque ha despreciado a Dios.”12
¿Por qué rechazaría la
iglesia primitiva a un candidato para el bautismo que se ofreciera para el
servicio militar cuando no rechazaba al que era soldado ya? Parece que el
soldado común muchas veces no podía renunciar del ejército. La única manera que
podía salir del ejército era por la muerte. Por eso, la iglesia le permitía
quedarse en el ejército, pero tenía que estar de acuerdo que jamás mataría a
nadie y que jamás prestaría ningún juramento.
Ya que el imperio
romano estaba mayormente en tiempos de paz durante la época del cristianismo
primitivo, bien era posible que un cristiano pasara toda la vida en el ejército
sin tener que matar a nadie ni violar otros fundamentos cristianos. Se sabe que
durante esta época del cristianismo, los soldados romanos servían mayormente
como empleados civiles encargados de mantener el orden en la sociedad.
¿Qué debemos creer sobre la pena de muerte?
Dios ordenó la pena de
muerte en las leyes que él dio al pueblo de Israel. Por eso, yo siempre he
apoyado la pena de muerte, y creía que los cristianos primitivos lo apoyarían
también. Me sorprendí al darme cuenta de que los cristianos primitivos creían
acerca de la pena de muerte casi lo mismo que creían acerca de la guerra.
Sólo unos pocos
escritores cristianos trataron este problema, pero todos ellos expresaron lo
mismo: que el cristiano no debía dar la pena de muerte a nadie, que no debía ni
mirar las ejecuciones en la arena (lo cual era deleite para los romanos), y que
no debía ni siquiera traer contra ninguna persona una acusación que llevaría la
pena de muerte. Así, los cristianos primitivos aborrecían totalmente el tomar la
vida humana, fuera por guerra, por ejecución, o por aborto.
Por ejemplo, Lactancio
escribió: “Cuando Dios prohíbe que matemos, no sólo prohíbe la violencia
condenada por las leyes humanas, también prohíbe la violencia que los hombres
creen lícita. Por esta razón, no es lícito que el hombre justo participe en la
guerra, ya que la justicia misma es su guerra. Tampoco le es [lícito] acusar a
otro de delito con pena de muerte. Resulta lo mismo si la muerte se inflige por
su palabra, o por su espada. Es el acto mismo de matar que se prohíbe. Por lo
tanto, respecto a este precepto de Dios, no debe haber ninguna excepción. Es
decir, nunca es lícito llevar a un hombre a la muerte, porque Dios lo ha hecho
una creación sagrada.”13
¿Quién, pues, tiene la razón?
Otra vez, los
cristianos primitivos se muestran ciudadanos del reino celestial, un pueblo de
otra cultura. Y otra vez hallamos que los evangélicos de hoy están muy alejados
del cristianismo de los primeros siglos. Como dije antes, los puntos que he
tratado en este capítulo y en los cuatro anteriores son sólo ejemplos de las
creencias de los cristianos primitivos, creencias que difieren radicalmente de
las nuestras. Hay muchos ejemplos más que yo pudiera dar. Nosotros calificamos
de herejía a muchas de las doctrinas que ellos enseñaban. Ellos calificaban de
herejía a muchas de las doctrinas que nosotros enseñamos. ¿Quién es el que tiene
la razón?
Aquí doy otros pasajes que citaban los cristianos primitivos cuando
escribían contra la participación en la guerra: “Entonces Jesús le dijo: Vuelve
tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán”
(Mateo 26.52). “Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera
de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los
judíos; pero mi reino no es de aquí” (Juan 18.36). “Pues aunque andamos en la
carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son
carnales, sino poderosas en Dios” (2 Corintios 10.3-4). “Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades... Por tanto,
tomad toda la armadura de Dios” (Efesios 6.12-13). “Bendecid a los que os
persiguen; bendecid, y no maldigáis... No paguéis a nadie mal por mal; procurad
lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de
vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos,
amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios... No seas vencido de lo malo,
sino vence con el bien el mal” (Romanos 12.14-21). “Nos maldicen, y bendecimos;
padecemos persecución, y la soportamos” (1 Corintios 4.12).
Los capítulos
Introducción
1 El prisionero
2 Los cristianos primitivos
3 Ciudadanos de otro reino
4 La cuestión de cultura
5 ¿Por qué tuvieron éxito?
6 Acerca de la salvación
7 Acerca de la predestinación y el libre albedrío
8 Lo que el bautismo significaba
9 La prosperidad: ¿una bendición?
10 El Nuevo Testamento y el Antiguo
11 ¿Quién entiende mejor?
12 ¿Se falsificaron las enseñanzas?
13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó
14 Los muros restantes se derrumban
15 El cristiano más influyente
16 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo?
17 El renacimiento del cristianismo primitivo
18 ¿Qué quiere decir para nosotros?
Diccionario biográfico
Notas del texto