¿Se falsificaron a propósito las enseñanzas de los apóstoles?
Si el cristianismo
cambió radicalmente dentro de pocos decenios después de la muerte del apóstol
Juan, no creo que fuera porque la iglesia no entendiera las enseñanzas de los
apóstoles. Seamos razonables. Si los cristianos que recibieron instrucción
personal de los apóstoles no pudieron entender sus enseñanzas, ¿quién las podrá
entender? Por esto digo, si los cristianos se apartaron fundamentalmente del
cristianismo de los apóstoles, tuvieron que haberlo hecho a propósito, con pleno
conocimiento.
Creían que no habría ninguna nueva revelación de Dios
¿Creían los
cristianos primitivos que los apóstoles erraron en algunos puntos de la fe?
¿Creían que la iglesia había recibido alguna revelación nueva después de la
muerte de los apóstoles? ¿o que la doctrina apostólica llegó a pasar de moda?
La respuesta a todas
estas preguntas es un “no” inequívoco. La iglesia primitiva enseñaba claramente
que no hubo ninguna revelación nueva después de la muerte de los apóstoles.
Creían firmemente que todo lo que podemos saber de Dios ya nos fue revelado por
medio de los apóstoles. Además, la iglesia creía que los apóstoles no habían
enseñado nada erróneo y que sus enseñanzas aplicaban a los cristianos hasta el
fin del siglo.
Por ejemplo,
Tertuliano escribió: “En los apóstoles del Señor hallamos nuestra autoridad.
Pero ni aun ellos se atrevieron a introducir nada nuevo, mas fielmente
entregaron a las naciones (de todo el mundo) la doctrina que ellos habían
recibido de Cristo. Por lo tanto, si aun ‘un ángel del cielo . . . anunciare
otro evangelio’, que sea anatema [Gálatas 1.8]. . . . Por lo tanto, tenemos esta
norma: Ya que el Señor Jesucristo mandó a los apóstoles que predicaran [el
evangelio], no recibimos ningún otro que predica sino sólo a los mandados por
Cristo. . . . El Hijo no reveló [a su Padre] a nadie sino sólo a los apóstoles,
a quienes también encargó que predicaran lo que les había revelado.”1
En verdad, el
desacuerdo principal de la iglesia primitiva con los grupos heréticos trataba
eso mismo: el tema de revelación. Casi todos los herejes afirmaban tener
revelaciones nuevas además de las de los apóstoles.
Ireneo, el alumno de
Policarpo, dio la posición de la iglesia: “El Señor de todo dio a sus apóstoles
el poder del evangelio, por medio de quienes hemos conocido la verdad. . . . Es
erróneo decir que [los apóstoles] predicaron antes de haber recibido ‘el pleno
conocimiento’ [de la verdad], como se atreven a decir algunos [los gnósticos],
jactándose ellos mismos de ser superiores a los apóstoles.”2
Los cristianos
primitivos se aferraban firmemente a la posición de que no habría otra
revelación de Dios después de la revelación dada a los apóstoles. Por eso, la
iglesia rechazaba inmediatamente cualquier enseñanza que no habían recibido de
los labios de los apóstoles.
Los líderes de la iglesia primitiva eran hombres de integridad
Pero, para continuar
nuestra discusión, el hecho de que los cristianos primitivos decían que
no había ninguna revelación después de la que fue dada a los apóstoles no quiere
decir que ellos mismos no cambiaran con astucia las enseñanzas apostólicas, con
intención de engañar. ¿Qué de su integridad? ¿Eran ellos hombres honrados,
temerosos de Dios, o eran buscadores poco escrupulosos de la riqueza y el poder?
La evidencia incontrovertible es que ellos eran hombres temerosos de Dios,
humildes y honrados. Como primer punto, no recibieron ninguna remuneración
económica por su posición. Como ya he dicho, no se les pagaba ningún salario.
Los que servían como ancianos en la iglesia se negaban de las comodidades de la
vida y vivían en pobreza. Sólo los herejes sacaban ganancia de su posición de
liderato. Había muy poco que pudiera atraer uno a una posición de liderato en la
iglesia sino sólo un anhelo honrado de servir a Dios.
Más que eso, en
tiempo de persecución, los líderes de la iglesia eran el grupo más buscado de
los soldados y de las muchedumbres. Durante algunas épocas, ser nombrado como
anciano de iglesia casi equivalía a recibir la pena de muerte. Con todo, casi
sin excepción, los líderes de la iglesia primitiva estaban dispuestos a soportar
las torturas inhumanas antes de negar a Cristo. Muchos de los líderes cristianos
que cito en este libro—Ignacio, Policarpo, Justino, Hipólito, Cipriano, Metodio,
y Orígenes—de buena voluntad dieron sus vidas por su fe en Jesucristo. Si estos
hombres hubieran sido engañadores sin escrúpulos, torciendo las enseñanzas de
Cristo y sus apóstoles, ¿hubieran estado dispuestos a morir por Cristo? Los
gnósticos no estaban dispuestos a morir por su fe. Aunque afirmaban haber
recibido nuevas revelaciones de Dios, cuando les hacía frente la tortura y la
muerte, pronto se rendían y negaban su fe. Pocas personas están dispuestas a
morir por un engaño conocido.
¿No usamos esta
misma verdad cuando defendemos la veracidad de la resurrección de Jesús? ¿No
decimos que los apóstoles no hubieran estado dispuestos a dar sus vidas por un
engaño que ellos mismos iniciaron? ¿Qué nos hace creer que los seguidores de los
apóstoles hubieran muerto por un engaño?
Ellos reunieron y
preservaron el Nuevo Testamento
En verdad, la
autenticidad de nuestro Nuevo Testamento tiene su fundamento en la integridad de
los cristianos primitivos. A fin de cuentas, los líderes de la iglesia primitiva
reunieron, preservaron, y probaron la autenticidad de los escritos que nosotros
ahora llamamos el Nuevo Testamento.
Algunos cristianos
hoy en día creen equivocadamente que los apóstoles, antes de morir, reunieron
sus escritos y los entregaron a la iglesia, un libro completo. Suponen que ellos
les dijeron a los cristianos de entonces: “Aquí está el Nuevo Testamento. Con
esto, no les falta nada. Aquí esta la revelación de Dios.” Pero no fue así. Las
distintas cartas y libros escritos por los apóstoles no fueron reunidos todos
por una sola iglesia en un libro. Unas iglesias reunieron unos; otras iglesias,
otros. Los apóstoles nunca dejaron dicho a las iglesias cuáles escritos aceptar
y cuáles desechar. Los cristianos primitivos tenían que decidir ellos mismos
cuáles escritos fueron legítimos de los apóstoles y cuáles no lo fueron. Y eso
no era tan fácil.
Como primer punto,
se circulaban muchos “evangelios” falsos y cartas supuestamente apostólicas. Lo
cierto es que había más libros falsos que legítimos sobre la vida de Cristo y
los hechos de los apóstoles. ¿Ha oído usted del evangelio de Tomás? ¿o del
evangelio según Nicodemo? ¿Ha leído Los Hechos de Felipe, o Los Hechos de Andrés
y de Matías? ¿Ha visto usted La Revelación de Pablo, o el libro supuestamente
escrito por Juan sobre la muerte de María? Supongo que no. ¿Por qué?
Sencillamente porque la iglesia primitiva no aceptaba ninguno de estos libros
como auténticos.
Si la iglesia
hubiera deseado apartarse de las enseñanzas de los apóstoles, fácilmente lo
hubieran hecho aceptando algunos de estos libros falsos y desechando algunos de
los legítimos. O también fácilmente hubieran podido cambiar los escritos
legítimos de los apóstoles, ajustándolos a la nueva enseñanza de la iglesia. No
había nadie que se preocupara por eso, ya que todos los grupos herejes ya hacían
esto mismo.
Ahora, si decimos
que los cristianos primitivos no eran hombres honrados, nos colocamos entre la
espada y la pared. Si ellos a propósito cambiaron las enseñanzas de los
apóstoles, tenemos que decir que, con toda probabilidad, también cambiaron
los escritos de los apóstoles. Entonces, ¿qué base queda para nuestras
creencias? Resulta que cuando defendemos el Nuevo Testamento como legítimo y
auténtico, estamos defendiendo también la integridad de los cristianos
primitivos. Usamos el testimonio de ellos y su aceptación de estos escritos como
nuestro fundamento primordial de defensa.
La integridad de
estos hombres se nota especialmente en sus decisiones de cuáles libros incluir
en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, entendiendo la doctrina de los cristianos
primitivos respecto a las obras y la salvación, creeríamos que la iglesia
primitiva hubiera dado gran énfasis a la carta de Santiago, aceptando sin demora
su autenticidad. A la vez, esperaríamos que se opusieran a la carta de Pablo a
los romanos. Pero fue todo al contrario. Los cristianos primitivos pocas veces
citaban de la carta de Santiago, y por un tiempo muchas iglesias dudaba su
autenticidad.3 Por contraste, citaban muchas veces de las cartas de
Pablo, e incluían sin demora sus cartas en el Nuevo Testamento.
¡Qué integridad más
tremenda! Dudaban la autenticidad del libro que más los apoyaba en su doctrina
de la salvación. Al mismo tiempo, aceptaban sin demorar aquellos libros que al
parecer daban menos énfasis a lo que creían. ¿Tuviéramos nosotros tan grande
integridad?
No veo esta medida
de integridad en el hombre de quién hemos recibido muchas de nuestras doctrinas
como protestantes. Me refiero a Martín Lutero. Una obra digna de alabanza
realizada por Lutero fue su traducción al alemán de la Biblia. Pero su versión
de la Biblia contiene prólogos anexados a cada libro que hacen que el lector
desprecie aquellas partes de la Biblia que no acordaban muy bien con las
creencias de Lutero.
Por ejemplo, en su
prólogo al Nuevo Testamento, Lutero escribió:
”Sería
justo y propio que este libro apareciera sin ningún prólogo y sin ningún nombre
excepto los de sus escritores, y que comunicara sólo su propio nombre y su
propio lenguaje. Pero muchas interpretaciones y prólogos fantásticos ha llevado
el pensamiento de los cristianos al punto donde no saben lo que es el evangelio
y lo que es la ley. Ni saben lo que es el Antiguo Testamento, ni el Nuevo. Nos
vemos obligados, por tanto, colocar anuncios o prólogos por medio de los cuales
el hombre sencillo pueda dirigirse de nuevo en el camino correcto, dejando las
ideas antiguas, de modo que no busque leyes y mandamientos donde deba estar
buscando el evangelio y las promesas de Dios. . . .
“Si yo
tuviera que vivir sin una de dos cosas—o sin las obras de Cristo o sin sus
predicaciones—escogería vivir sin sus obras antes de vivir sin sus
predicaciones. Pues sus obras no me ayudan, pero sus palabras me dan vida, como
él mismo dice. Ahora Juan escribe muy poco de las obras de Cristo, pero mucho de
sus predicaciones. Pero los otros evangelios escriben mucho de sus obras y poco
de sus predicaciones. Por eso, el evangelio de Juan es el verdadero
evangelio, amado y preferido mucho más que los otros tres, y estimado mucho más
que ellos. Así mismo, las epístolas de Pablo y de Pedro superan a aquellos
tres evangelios: Mateo, Marcos y Lucas.
“En
resumen, el evangelio de Juan y su primera epístola, como también las epístolas
de Pablo—especialmente Romanos, Gálatas y Efesios, con la primera carta de
Pedro—son los libros que le enseñan de Cristo y le enseñan todo lo que es
necesario y bueno que aprenda, aunque no tuviera los demás libros y no oyera
nada de sus enseñanzas. Por tanto, la epístola de Santiago es epístola de
rastrojo, comparado con aquéllas. No contiene nada de la naturaleza de
evangelio.”4
Lutero afirmó que la
razón por la cual él prefirió el evangelio de Juan a los otros tres era que
contenía más de la predicación de Jesús. Pero eso no es cierto. El evangelio
escrito por Mateo contiene el doble de la predicación de Jesús de lo que
hallamos en el evangelio de Juan.
No tenemos que ser
muy inteligentes para poder percibir el motivo verdadero de Lutero. Los libros
de la Biblia que Lutero despreciaba son los mismos que destacan que la
obediencia es esencial para la salvación. Por ejemplo, en Mateo encontramos
palabras de Jesús como éstas: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en
el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mateo 7.21);
y: “El que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24.13). Santiago
escribe que “el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”
(Santiago 2.24). A Lutero no le dio pena el rebajarse a despreciar la palabra de
Dios para avanzar su propia teología.
Los cristianos primitivos eran muy conservadores
Los cristianos
primitivos eran muy conservadores. Para ellos el cambio equivalía al error. Ya
que no esperaban ninguna revelación fuera de la de los apóstoles, desechaban de
inmediato cualquier enseñanza que no habían recibido de los apóstoles. Por
ejemplo, en la carta que una congregación escribió a otra congregación, tenemos
lo siguiente: “Ustedes entienden muy bien, sin duda, que aquellos que desean
promover nuevas doctrinas se acostumbran pronto a pervertir las pruebas en las
Escrituras que desean usar, conformándolas a su propio parecer. . . . Por lo
tanto, un discípulo de Cristo no debe recibir ninguna doctrina nueva, ninguna
que se añade a lo que ya nos fue dado por los apóstoles.”5
Cuando uno cree que
cualquier cambio constituye error, las cosas no cambian mucho. Si comparamos el
cristianismo del segundo siglo con el de tercer siglo, vemos esto mismo muy
bien. Cuando comparamos los escritos de los dos siglos, vemos muy pocos cambios
en las doctrinas enseñadas en todas las iglesias o en los preceptos morales que
seguían. Había algunos cambios leves sí, pero mayormente tenían que ver con el
gobierno de la iglesia y su disciplina.6
Consultaron los discípulos de los apóstoles
Otra cosa que me
impresionó acerca de los cristianos primitivos era su deseo sincero de evitar el
extraviarse por descuido de las prácticas de los apóstoles. Como ya dije, la
iglesia del primer siglo se aferró a las enseñanzas por palabra de los apóstoles
y consultaron con los apóstoles cuando surgía cualquier duda. Si no podían
consultar con los apóstoles, consultaron con los ancianos de aquellas iglesias
donde los apóstoles habían enseñado personalmente. Esta última costumbre se
practicaba hasta el tiempo de Constantino. Por ejemplo, Ireneo escribió:
“Pongamos que se levanta entre nosotros una discusión sobre un punto importante.
¿No debiéramos volver a las iglesias más antiguas con las cuales los apóstoles
trataban, aprendiendo de ellas lo que es cierto y manifiesto en cuanto a nuestra
duda?”7
Recordemos que hasta
el año 150 había ancianos en la iglesia quienes habían sido instruidos
personalmente por uno o más de los apóstoles. Hasta los principios del tercer
siglo, había líderes en la iglesia quienes recibieron instrucción de los
discípulos personales de los apóstoles. Claro, consultar con las iglesias
fundadas por los apóstoles no era lo mismo que consultar con los mismos
apóstoles. Pero cuando tomamos en cuenta el espíritu muy conservador de la
iglesia primitiva, vemos que constituye un método válido para evitar desviarse
de las prácticas y las enseñanzas de los apóstoles.
Aquí debemos notar
que esta costumbre se practicaba voluntariamente. Ninguna iglesia tenía
autoridad sobre otras iglesias. Recordemos también que esta costumbre no se
basaba en el pensamiento que las iglesias fundadas por los apóstoles tuvieran
alguna revelación o autoridad nueva, sino en que servían como el eslabón mejor a
la revelación dada a los apóstoles.
Todos enseñaban las mismas doctrinas fundamentales
Ya he dicho que el
cristianismo primitivo se caracteriza por una diversidad de creencias sobre los
puntos menos importantes de doctrina. A la vez, la gran mayoría de las doctrinas
y las prácticas fundamentales—incluso las que tratamos en este libro—se
enseñaban casi universalmente en la iglesia primitiva. Esta universalidad de las
doctrinas fundamentales de la iglesia me convence a mí que estas doctrinas
venían de los apóstoles. No había ningún cristiano en el segundo siglo que
hubiera tenido tal grado de influencia en todas las iglesias que hubiera podido
originar una doctrina nueva que sería aceptada en todas.
En verdad,
Tertuliano destacaba esto mismo cuando combatía a los gnósticos y a otros
herejes que afirmaban que la iglesia no enseñaba bien las doctrinas de los
apóstoles. La defensa de Tertuliano ante esta acusación pudiera dirigirse
igualmente a los cristianos de hoy en día:
“Es
absurdo afirmar que los apóstoles o ignoraban el alcance completo del mensaje
que les fue encomendado, o que faltaron de enseñar la norma completa de la fe.
[Entonces] vamos a ver si acaso las iglesias, por su propia cuenta, hubieran
cambiado la fe que les fue entregada por los apóstoles. . . . Supongamos, por
ejemplo, que todas las iglesias hubieran errado y que el Espíritu Santo no
tuviera suficiente interés para guiar ni siquiera a una iglesia a la verdad,
aunque por eso mismo Cristo nos lo mandó a nosotros. . . . Supongamos, también,
que el Espíritu Santo, el Mayordomo de Dios y el vicario de Cristo, descuidara
su oficio y permitiera que las iglesias entendieran mal y enseñaran doctrinas
distintas a las que él mismo había enseñado a los apóstoles.
”Si
tal fuera el caso, ¿será probable que tantas iglesias, apartándose de la verdad,
hubieran llegado a concordarse en una sola fe? Ninguna desviación fortuita por
tantas personas hubiera podido resultar en que todas estuvieron de acuerdo. Si
las iglesias hubieran caído en errores doctrinales, ciertamente tuvieran hoy
varias enseñanzas. Ahora bien, cuando lo que les fue encomendado [esto es, la fe
cristiana] se halla entre ellos unido y de acuerdo, no puede ser que resulte de
error, sino de preservar lo establecido desde la antigüedad.”8
Yo no puedo burlarme
del argumento de Tertuliano. Si las iglesias se hubieran apartado de la única fe
verdadera predicada por los apóstoles, ¿cómo es posible que todas resultaran
enseñando lo mismo? En ese tiempo, no había ningún papa, ni jerarquías
eclesiásticas, ni concilios mundiales, ni seminarios, ni siquiera impresos. No
había ninguna manera de diseminar enseñanzas erróneas en todas las iglesias. No
había ni siquiera un credo que fuera usado en todas las iglesias de los siglos
dos y tres. Cada congregación tenía su propia declaración de doctrina cristiana.
Entonces, ¿en qué manera hubieran podido estas iglesias llegar a las mismas
interpretaciones y prácticas si no es que siguieron fielmente lo que les fue
enseñado por Pablo y los demás apóstoles? Y notemos una cosa más. Trescientos
años después de la muerte de Cristo, los cristianos formaban un cuerpo unido.
Pero, trescientos años después de la Reforma, los cristianos estaban divididos
entre centenares de grupos y sectas disidentes. ¿No deberemos aprender algo de
este hecho?
Andaban en las pisadas de Jesús
Un amigo que oyó que
yo estaba estudiando los escritos de los cristianos primitivos me escribió una
carta en que me dijo: “Yo tengo una teoría. La manera de conocer la autenticidad
de los que se conocen como ‘padres de la iglesia’ es comparar sus ideas y su
vida con lo que vemos en Jesús y sus discípulos.” Yo sabía que él tenía razón.
Difícilmente sostuviéramos que los cristianos primitivos guardaban las
enseñanzas apostólicas si sus vidas contradijeran los fundamentos enseñados por
Jesús y los apóstoles.
Pero, como ya hemos
visto, los cristianos primitivos vivían de acuerdo a las enseñanzas de Jesús y
los apóstoles en una manera muy literal. Sus vidas reflejaban su lealtad
a Jesús.
¿Qué dijo Jesús acerca de sus enseñanzas?
Por fin, y como
punto más importante, tenemos el testimonio de Jesús mismo acerca de estos
cristianos. Al final del primer siglo, él evaluó a siete iglesias y dejó escrito
su evaluación en el libro de Apocalipsis. Muy pocos años separaron este libro
escrito por Juan de los primeros escritos que he citado en este libro. Lo cierto
es que las cartas de Ignacio y Clemente de Roma probablemente se escribieron
antes que Apocalipsis.
En el libro de
Apocalipsis, ¿qué dijo Jesús a estas siete iglesias representantes de las demás?
¿Las reprendió por sus doctrinas falsas? ¿Les censuró porque creían que las
obras tienen que ver con la salvación? No. Muy al contrario.
Les exhortó que
aumentaran sus obras. Dijo a la iglesia en Sardis que sus obras no eran
completas. Pero no dijo nada a ninguna iglesia acerca de sus doctrinas
fundamentales. Su censura más importante contra estas iglesias era que daban
lugar entre ellos a algunos maestros inmorales y a las personas que los seguían.
Y este problema sí se remedió en el segundo siglo.
No hay nada en los
mensajes de Jesús a las siete iglesias que nos hiciera creer que ellas enseñaran
doctrinas falsas. Como ya dije, Jesús no reprendió en ningún punto a la iglesia
de Esmirna, iglesia donde Policarpo era el obispo. ¿Qué medida de aprobación
mayor que ésa pudieran recibir? Agradaban a Dios.
Pero si los
cristianos primitivos no cambiaron las enseñanzas de los apóstoles, ¿quién las
cambió?
Los capítulos
Introducción
1 El prisionero
2 Los cristianos primitivos
3 Ciudadanos de otro reino
4 La cuestión de cultura
5 ¿Por qué tuvieron éxito?
6 Acerca de la salvación
7 Acerca de la predestinación y el libre albedrío
8 Lo que el bautismo significaba
9 La prosperidad: ¿una bendición?
10 El Nuevo Testamento y el Antiguo
11 ¿Quién entiende mejor?
12 ¿Se falsificaron las enseñanzas?
13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó
14 Los muros restantes se derrumban
15 El cristiano más influyente
16 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo?
17 El renacimiento del cristianismo primitivo
18 ¿Qué quiere decir para nosotros?
Diccionario biográfico
Notas del texto