¿Fue la Reforma Protestante un retorno al cristianismo primitivo?
A menudo la historia se repite. Esto es cierto de lo espiritual como
también de lo secular. Por ejemplo, la controversia entre Pelagio y Agustín
volvió a efectuarse en el siglo dieciséis en Europa. Los nombres de los actores
eran diferentes, y los detalles doctrinales cambiaron levemente. Pero los
resultados fueron virtualmente idénticos.
Otra vez, el tema central era la salvación. A través de los siglos, la
iglesia católica romana se había apartado poco a poco de la posición de Agustín
sobre la predestinación estricta. En lugar de eso, la iglesia católica antes de
la Reforma enseñaba que las buenas obras sí tenían que ver con la salvación. En
eso, su doctrina se parecía a la de los cristianos primitivos. Pero para los
cristianos primitivos, las “buenas obras” no eran sino la obediencia a los
mandamientos de Dios. Los católicos de la Edad Media extendieron el significado
de este término hasta incluir también a tales prácticas ceremoniales como el
hacer peregrinaciones, el contemplar reliquias, y el comprar indulgencias. No
obstante, los católicos de esa época no enseñaban que uno podía ser salvo
aparte de la gracia de Dios, aunque muchos hoy en día creen lo contrario.
La Reforma se inició como respuesta al abuso en la práctica católica
romana de conceder indulgencias. En la teología católica, la indulgencia es el
perdón de los pecados que concede libertad de las penas incurridas por ellos. Se
creía que el papa tenía el poder de conceder indulgencias tanto a las personas
vivas como también a los que estaban en el purgatorio, con tal que el que las
recibía o el que las pedía estuviera arrepentido y diera limosnas a la iglesia o
a alguna obra caritativa.
Al papa le faltaban los fondos necesarios para reedificar la iglesia de
San Pedro en Roma. Por lo tanto, autorizó a cierto dominico llamado Juan Tetzel
a que reuniera los fondos por medio de la venta de indulgencias en Alemania.
Tetzel era orador entusiástico, y aparentemente hacía muchas afirmaciones
fantásticas acerca del poder de las indulgencias. El jugaba con las
preocupaciones de los fieles por el alma de sus parientes difuntos, diciendo:
“Tan pronto como la moneda resuena en el cofre, el alma de su amado brinca del
purgatorio.”1
Un día cierto joven le preguntó a Tetzel si el comprar la indulgencia le
aseguraría el perdón por cualquier pecado.
—Claro que sí —respondió Tetzel.
—¿Aun si el pecado no se ha cometido todavía, pero la persona sólo lo
está pensando?
—¡No importa! —le aseguró Tetzel—. No hay ningún pecado demasiado
grande.
Con eso, el joven entusiasmado compró la indulgencia.
Después de terminar Tetzel su negocio lucrativo en aquel pueblo,
emprendió su viaje al próximo pueblo. En el camino, se topó con una pandilla de
ladrones que le quitaron todo cuanto tenía, incluso el dinero que había ganado
vendiendo indulgencias. El dirigente sonriente de la pandilla era el mismo joven
que había comprado la indulgencia esa misma tarde cuando estaba contemplando el
pecado que iba a cometer—el robo.
Las afirmaciones de Tetzel no pasaron sin ser desafiadas. Un monje
energético llamado Martín Lutero, ardiendo con indignación, se confrontó con
Tetzel y desmintió sus afirmaciones ridículas. Cuando la iglesia no hizo nada
para hacer callar a Tetzel, Lutero clavó 95 proposiciones contra las
indulgencias en la puerta de la iglesia en Wittenburg, Alemania. En ellas
propuso un debate público sobre el tema de las indulgencias.
En la actualidad muchos cristianos tienen conceptos erróneos en cuanto a
estas 95 proposiciones. No eran una lista de doctrinas reformadas, sino sólo una
lista de afirmaciones sobre las indulgencias. Por ejemplo, la proposición número
75 afirmó: “Creer que la indulgencia papal pudiera absolver al hombre que
hubiera cometido un pecado imposible, como violar a la Madre de Dios—eso es
locura.”2 Aparentemente, o Tetzel o alguno de sus ayudantes habían
afirmado eso mismo.
El fuego que comenzó a arder en Wittenburg tal vez hubiera permanecido
allí, excepto por una invención nueva de aquel entonces: la imprenta. Sin que
Lutero lo supiera, sus 95 proposiciones fueron impresas por los impresores de la
ciudad y se distribuyeron en casi toda Europa.
Pronto estalló un choque fuerte entre Tetzel y Lutero. Para apoyar su
posición contra Tetzel, Lutero sucumbió a la primera ley de Newton sobre las
acciones y reacciones; pasó al otro extremo. Para hacer eso, no tenía que
inventar ninguna teología nueva. Siendo monje agustino, no más tenía que
resucitar algunos puntos de la teología olvidada de Agustín. Siguiendo la
teología de Agustín, Lutero propuso que la salvación depende exclusivamente de
la predestinación. Enseñó que los hombres no podemos hacer nada bien, que no
podemos ni creer en Dios. Sostuvo que Dios concede el don de la fe y de las
buenas obras a quiénes él quiera, esto es, a los predestinados según su voluntad
desde antes de la creación del mundo. A los demás él los elige arbitrariamente
para la condenación eterna.3
Además, Lutero afirmó que uno no puede ser salvo si no cree en la
doctrina de la predestinación absoluta. Hablando de la predestinación, dijo:
“Porque el que esto no sabe, no puede ni creer en Dios ni adorarlo. En realidad,
el que no sabe eso no conoce a Dios. Y con tal ignorancia, como todos saben, no
hay salvación. Porque si usted duda, o si rehúsa a creer que Dios sabe de
antemano todas las cosas y las fija según su voluntad, no dependiendo de nada
sino sólo de su propio consejo inmutable, ¿cómo podrá usted creer en sus
promesas, y confiar y descansar en ellas?... [El que no cree eso] confiesa que
Dios es engañador y mentiroso—¡es incrédulo, la impiedad mayor de todas, la
negación del Dios Altísimo!”4
Lutero tomó prestadas unas cuantas doctrinas más de las enseñanzas de
Agustín, incluso la doctrina de la guerra santa. Cuando el pueblo pobre de
Alemania se sublevó contra el trato inhumano de la nobleza, Lutero sabía que los
nobles bien pudieran culparlo a él y a sus enseñanzas. Pero sabía igualmente
bien que su vida dependía del favor de los nobles. Por eso, el exhortó a los
nobles que suprimieran la rebelión a viva fuerza, incitándolos con las
siguientes palabras:
”Esta, pues, no es hora de estar dormido; ahora no hay
lugar para la paciencia ni la misericordia. Esta es la hora de la espada, no de
la gracia... Cualquier campesino que muera se perderá de cuerpo y de alma, y
será del diablo para la eternidad. Pero las autoridades tienen la conciencia
limpia y una causa justa. Pueden decir a Dios con plena confianza: ‘He aquí,
Dios mío, tú me has nombrado como príncipe y señor, de eso no tengo la menor
duda. Y me has dado la espada para castigar a los malhechores... Por tanto, los
castigaré y los mataré hasta que deje de latir mi corazón. Tú serás mi juez y me
justificarás.’
”Por eso digo que el que se muere en la batalla como
aliado de la autoridad puede ser un mártir verdadero a los ojos de Dios... Hora
rara ésta, cuando ¡el príncipe puede ganar un lugar en el cielo con el derramar
sangre, mejor que pueda otro con el orar! ¡Apuñala a quien pueda, apaléalo y
mátalo! Si te murieras en la batalla, ¡bien de ti! Una muerte más bendita no la
hay.”5
Los nobles siguieron estas palabras de Lutero sin vacilar, pisoteando
las cuadrillas de campesinos salvajemente. En la guerra breve que siguió,
cometieron atrocidades indecibles. Los campesinos que no murieron en el combate
fueron torturados horriblemente y luego ejecutados.
Durante los 1.100 años entre Agustín y Lutero, el cristianismo del
Occidente se había pasado de un lado al otro, de un extremo al otro, pero volvió
casi al mismo lugar donde Agustín lo había dejado. La Reforma no fue un retorno
al espíritu de los cristianos primitivos ni a sus enseñanzas. Es cierto que
Lutero rechazó muchas de las prácticas pervertidas que se habían apoderado de la
iglesia después de Constantino; por ejemplo, el uso de las imágenes y de las
reliquias, las oraciones a los santos, las misas celebradas a favor de los
muertos en el purgatorio, el celibato obligatorio del clero, la venta de las
indulgencias, y las peregrinaciones religiosas como obra de mérito. Al eliminar
estas prácticas, Lutero sí se acercó unos cuantos pasos al cristianismo
primitivo. Pero, por otra parte, en su retorno a la teología de Agustín, Lutero
también se alejó unos cuantos pasos del cristianismo primitivo.
Nuestra única autoridad: ¿La Biblia, o la interpretación luterana de la
Biblia?
Quizás la contribución mayor de Lutero al cristianismo occidental fue su
énfasis sobre la Biblia como la única fuente de autoridad. “Sola Scriptura”
(sólo la Escritura) se hizo uno de los estandartes de la Reforma. Sin embargo,
“sola Scriptura” muchas veces fue solamente un lema, no una práctica. Lutero
tradujo la Biblia al alemán para que el pueblo la leyera. Pero a la vez, procuró
asegurarse de que la leyeran sólo tomando en cuenta las interpretaciones de él.
En el capítulo 13 di algunos ejemplos del prólogo al Nuevo Testamento de
Lutero, en el cual él procuró dirigir la atención de los lectores lejos de las
partes de la Biblia que contradecían su teología. También procuró subrayar lo
que le gustó. La introducción de Lutero a Romanos se agrandó a más de la mitad
del mismo libro de Romanos. En esa introducción, Lutero declaró: “Esta epístola
es en realidad el corazón del Nuevo Testamento y contiene el evangelio más
puro”.6 Al decir así, elevó a Romanos sobre los demás libros del
Nuevo Testamento. También afirmó: “Para comenzar, tenemos que entender el
lenguaje y llegar a comprender el significado de los términos que usa San Pablo:
la ley, el pecado, la gracia, la fe, la justicia, la carne, el espíritu, etc. De
otra manera, el leer este libro nos aprovechará poco.”7 Luego Lutero
propuso definiciones a estas palabras, muchas veces contradiciendo
terminantemente la manera en que los cristianos primitivos usaban los mismos
términos.
En su prólogo a la epístola a los Hebreos, Lutero atacó esta epístola,
escribiendo: “Otra vez, hay un nudo difícil de desenredar en los capítulos seis
y diez, ya que niegan terminantemente que los pecadores puedan arrepentirse
después de su bautismo, o que puedan buscar el arrepentimiento. Y en el capítulo
doce dice que Esaú procuró el arrepentimiento y no lo alcanzó. Esto me parece,
así como está, oponerse totalmente a los evangelios y a las epístolas de Pablo.
Y aunque uno pudiera tratar de paliarlo, las palabras quedan tan claras que no
creo que se pudieran colorear lo suficiente. En mi opinión, ésta es una epístola
de muchas piezas reunidas, y no trata ningún tema de manera ordenada.”8
Así el lema de Lutero de “sola Scriptura” fue en realidad un mito, un
engaño, ya que él mismo procuró con diligencia que los cristianos no oyeran
solamente la Escritura. A fin de cuentas, no quedaron las Escrituras como la
única fuente de autoridad para la Reforma, sino la interpretación que
daba Lutero a las Escrituras.
Antes de dejar de hablar de Lutero, hace falta que clarifique que creo
que las contribuciones positivas de Lutero al cristianismo son mucho mayores que
sus faltas. He hablado más de sus faltas que de sus puntos fuertes porque la
iglesia evangélica siempre le ha puesto sobre un pedestal. La mayoría de los
evangélicos ya saben sus puntos fuertes y sus realizaciones positivas. Lutero
era un hombre valiente de Dios, quien arriesgó la vida para avivar a una iglesia
muerta espiritualmente. Podemos admirar sus cualidades ejemplares sin repetir
sus errores.
Lutero quiso hacer volver la iglesia a las creencias de los cristianos
primitivos, pero él sabía muy poco de lo que creían los cristianos de los siglos
más tempranos. La mayoría de los escritos de los cristianos primitivos no
estaban disponibles a los cristianos del Occidente cuando la Reforma empezó. Por
eso, Lutero creyó equivocadamente que las enseñanzas de Agustín eran las mismas
que tenían los cristianos primitivos. Cuando los escritos de los cristianos
primitivos se hicieron disponibles, las doctrinas de la Reforma ya se habían
fijado, y nadie tenía el valor de cambiarlas.
Los capítulos
Introducción
1 El prisionero
2 Los cristianos primitivos
3 Ciudadanos de otro reino
4 La cuestión de cultura
5 ¿Por qué tuvieron éxito?
6 Acerca de la salvación
7 Acerca de la predestinación y el libre albedrío
8 Lo que el bautismo significaba
9 La prosperidad: ¿una bendición?
10 El Nuevo Testamento y el Antiguo
11 ¿Quién entiende mejor?
12 ¿Se falsificaron las enseñanzas?
13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó
14 Los muros restantes se derrumban
15 El cristiano más influyente
16 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo?
17 El renacimiento del cristianismo primitivo
18 ¿Qué quiere decir para nosotros?
Diccionario biográfico
Notas del texto