¿Qué quiere decir para nosotros todo eso?
Después de todo lo
que he dicho, ¿qué debemos estar haciendo nosotros? ¿Deberá usted desechar todo
lo que siempre ha creído? ¿Deberá confrontar a su pastor a base de lo que ha
leído en este libro? No. No estoy diciendo nada semejante. Pero sí digo que la
iglesia evangélica de hoy debe hacer frente a los hechos: los cristianos
primitivos sí existían. Y sí eran muy diferentes de nosotros.
No podemos borrar de la historia a aquellos cristianos
La mayoría de los
evangélicos sencillamente pasamos por alto a los cristianos primitivos. Rara vez
hablamos de ellos en nuestras iglesias, y no tomamos en cuento sus escritos en
lo mínimo.
Nuestra actitud me
hace pensar de la actitud de los fariseos hacia Juan el Bautista. Cuando los
fariseos procuraron atrapar a Jesús haciéndole la pregunta de dónde venía su
autoridad, Jesús respondió: “Yo también os haré una pregunta... El bautismo de
Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces discutían
entre sí, diciendo: Si decimos del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le
creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen
a Juan por profeta. Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos” (Mateo
21.24-27).
¿No es cierto que
nuestra actitud hacia los cristianos primitivos es muy parecida a esto? No
podemos decir que sus creencias son correctas, porque entonces tendríamos que
reconocer que las nuestras no son correctas. Por otra parte, no queremos acusar
a ellos de ser herejes, porque no podemos negar su fe invencible y su amor
cristiano sobresaliente. Además, si dijéramos que son herejes, también
tendríamos que decir que los distintos libros de nuestro Nuevo Testamento fueron
coleccionados y compilados por herejes. Por lo tanto, igual que los fariseos,
rehusamos responder. No adoptamos ninguna opinión. Sencillamente pasamos por
alto a los cristianos primitivos, como si el no prestarles nada de atención los
hiciera desaparecer. Pero pasarlos por alto no borra de la historia las verdades
de las cuales ellos testifican.
Nos falta la humildad respecto a nuestras creencias
Hagan el favor de
entenderme: No estoy diciendo que todos nosotros debemos desechar de
inmediato todas nuestras creencias y adoptar las de los cristianos primitivos.
Sencillamente estoy diciendo que si vamos a ser honrados, tenemos que admitir
que no siempre hemos sido honrados. Por ejemplo, muchas de nuestras doctrinas
acerca de la salvación se parecen mucho a las de los gnósticos. Bueno, es
posible que los gnósticos tuvieran razón. ¿Pero realmente creemos que sí? Seamos
honrados.
Por lo menos,
debemos reconocer la posibilidad de que algunas de nuestras doctrinas no sean
correctas, aunque siempre las hayamos creído de todo corazón. Cuando primero leí
los escritos de los cristianos primitivos, me dio vergüenza darme cuenta de que
los cristianos primitivos no enseñaban mucho de lo que yo había enseñado a otros
por muchos años ya. En verdad, ellos claramente calificaban de heréticas
a algunas de las creencias que yo tenía. Por no decir más, esta experiencia me
hizo más humilde. Pero tal vez eso mismo es lo que a todos nos falta: una dosis
fuerte de humildad teológica.
Hace poco explicaba
a un amigo cristiano lo que los cristianos primitivos creían y practicaban. La
mayoría de lo que yo decía concordaba con lo que él creía. Se emocionó bastante
de lo que yo le decía, creyendo que el testimonio de los cristianos primitivos
daba testimonio positivo de que las creencias de él eran correctas. Pero cuando
yo comencé a contarle de algunas de las creencias de ellos que no concordaban
con las de él, se vio perplejo y se calló. Luego moviendo la cabeza
negativamente, dijo con toda seriedad:
—Estaban muy
equivocados ellos, ¿verdad?
No se le ocurrió la
posibilidad de que él mismo pudiera estar equivocado.
Tal vez no estamos
dispuestos a cambiar nuestras creencias a base del testimonio de los cristianos
primitivos. Pero por lo menos debemos dejar de juzgar con tanta severidad a
aquellos que, en toda honradez, interpretan las Escrituras de manera diferente a
la que las interpretamos nosotros . . . especialmente si sus interpretaciones
concuerdan con las de los cristianos primitivos. Jesús nos advierte: “No
juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis,
seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido” (Mateo 7.1-2).
Parece que muchos de
nosotros no creemos en verdad lo que Jesús dijo. Juzgamos sin misericordia las
interpretaciones sinceras de otros. Y creemos que Jesús se sonreirá y nos
alabará en el día del juicio. Pero tal vez estamos equivocados. Tal vez las
interpretaciones nuestras sean las incorrectas. Tal vez Jesús haga exactamente
lo que dijo. Tal vez nos juzgue precisamente de la manera que hemos juzgado a
otros.
Los escritos de los cristianos primitivos nos dan un punto de referencia
Como muchos otros,
yo verdaderamente creo que la Biblia es la única autoridad para los cristianos,
un libro inspirado y sin error. Pero nosotros los cristianos que creemos la
Biblia estamos divididos entre cientos de diferentes denominaciones y sectas.
Por lo general, tales divisiones no resultan porque hay cristianos que
tuercen las Escrituras para motivos egoístas con intención de engañar. Al
contrario, es verdad que muchas enseñanzas en la Biblia no están muy claras.
Muchos pasajes de la Biblia se pueden entender de diferentes formas.
Como resultado de
eso, aun los cristianos que creen la Biblia se sienten obligados a fijar otra
base de autoridad, además de la Biblia. Por ejemplo, muchos ponen mucha
confianza en los impresos de su denominación o las autoridades eclesiásticas.
Muchos confían en los pastores, en los seminarios, en los comentarios bíblicos,
en los credos, o en las tradiciones de la iglesia evangélica. Pero, ¿cuánto
valor tienen, en realidad, tales fuentes de autoridad? ¿Puede un seminario tener
más entendimiento que otro? ¿Podemos saber que nuestro pastor sí tiene razón y
el otro pastor no? ¿Cómo podemos estar seguros de que un autor como Matthew
Henry, escribiendo un comentario en el siglo decimoséptimo, entendió lo que los
apóstoles querían decir.
Aquí nos pueden
ayudar los escritos de los cristianos primitivos. Sí, nos pueden ayudar
bastante. Estos escritos no son inspirados, y nunca pretenden ser inspirados.
Los escritores de la iglesia primitiva no levantaban sus escritos al mismo nivel
que las Escrituras. Tampoco debemos hacerlo nosotros. Sin embargo, de sus
escritos podemos saber lo que creían los cristianos al final de la época
apostólica. Esto nos da un punto de referencia que es mucho más valioso que
cualquier otro punto de referencia que tenemos en el siglo veinte, sea
seminario, comentario o pastor.
Si vamos a usar los
escritos de los cristianos primitivos como punto de referencia, tenemos que ser
honrados con ello. Algunas denominaciones citan los escritos de la iglesia
primitiva para apoyar sus doctrinas eclesiásticas. Cuando eso hacen, se basan en
que el testimonio de los cristianos primitivos es evidencia fuerte de lo que los
apóstoles creían. No obstante, yo he confrontado a líderes de estas mismas
denominaciones con otras creencias de los cristianos primitivos, creencias que
no concuerdan con las de su denominación. ¡Y todo cambió muy rápido! En este
momento, lo que creían los cristianos primitivos no tenía importancia.
En otras palabras,
cuando los escritos de los cristianos primitivos concuerdan con lo que nosotros
creemos, los apreciamos. Cuando no concuerdan, los despreciamos y no los tomamos
en cuenta. ¿Será honrado esto? Si esto hacemos, ¿estamos buscando en realidad la
verdad de Dios?
La unidad sin la uniformidad
Después de estudiar
los escritos de los cristianos primitivos, tengo que concluir que había un
núcleo de creencias y prácticas que ellos habían recibido de los apóstoles. Casi
sin excepción, los cristianos primitivos aceptaban estas creencias y prácticas.
Pero a la vez, evidentemente había muchos puntos que los apóstoles no habían
explicado a la iglesia, ni a nadie. En tales puntos había mucha diversidad entre
los cristianos primitivos. Mas aun así, no se dividieron en una multitud de
diferentes sectas a causa de estos puntos. En verdad, discutían estas cosas muy
poco entre sí.
Por ejemplo, Justino
creía que muchas profecías de la Biblia se cumplirían literalmente durante el
milenio. Pero muchos otros cristianos creían de otra manera. Vean el espíritu
apacible de Justino cuando él habló de sus opiniones milenarias con un grupo de
judíos: “Como dije antes, yo y muchos otros tenemos esta opinión. Creemos que
estas profecías se cumplirán de esta manera. Pero, por otra parte, les dije
también que hay muchos que creen de otra manera, y son de la fe pura y justa.
Son también cristianos.”1 Es muy típico de los cristianos primitivos
tal espíritu poco contencioso, libre de prejuicios. No permitían que su
diversidad de opiniones destruyera su espíritu apacible.
Aunque
intransigentes en su obediencia a Cristo, los cristianos primitivos eran
flexibles en los puntos que los apóstoles no habían fijado con certeza.
Debiéramos imitar su espíritu apacible.
Evaluando las iglesias actuales
Después de estudiar
los escritos de los cristianos primitivos, me hice para atrás y me puse a
evaluar mi propia espiritualidad. Como dije antes, según las normas actuales,
soy cristiano con una entrega más que ordinaria. Pero según las normas de la
iglesia primitiva, soy débil espiritualmente. Entonces, me hice la pregunta:
“Cuando Dios me evalúa, ¿qué ve?”
Tal vez la iglesia
de hoy en día debe hacerse esta pregunta. ¿Qué ve Dios en la iglesia actual?
¿Está contento con lo que ve en nosotros? ¿Nos está derramando sus mejores
bendiciones? ¿O será que nos ve del mismo modo que vio a la iglesia del cuarto
siglo, después de Constantino?
Hago esta pregunta
porque me parece que vemos actualmente las mismas condiciones que existían en el
cristianismo de entonces, el cristianismo del siglo cuarto. Veo hoy la misma
sensación de bienestar que había en el mundo religioso en el siglo cuarto. En
aquel tiempo, los cristianos creían que vivían en una época nueva de bendición y
prosperidad espiritual. Se jactaban de milagros, de sanidades sobrenaturales, y
del gran crecimiento en la iglesia. Lo mismo veo en la iglesia de hoy. Muchos
cristianos afirman que estamos viviendo en una época nueva, en la cual Dios está
colmando a la iglesia de prosperidad material, milagros, y muchas
bendiciones—bendiciones que él no dio antes a la iglesia durante los dos mil
años de su historia.
Muy bien. Es posible
que, por alguna razón, Dios esté colmando de bendiciones espirituales a la
iglesia actual. Pero a base de lo que veo en la historia de la iglesia, es muy
poco probable que sea así. Es mucho más probable que estamos engañándonos a
nosotros mismos. Pensémoslo bien. ¿Por qué daría Dios una cruz de aflicción a
los cristianos fieles de la iglesia primitiva, mientras él nos da a nosotros
prosperidad material, salud milagrosa, y además muchos placeres carnales?
Por favor no me
entiendan mal. Yo no niego que Dios hace milagros. He leído de sanidades
milagrosas y de otros milagros en la iglesia primitiva. Pero estas cosas eran
poco comunes, y la iglesia daba poco énfasis a tales cosas. Después de que la
madre de Constantino supuestamente halló la cruz de Jesús, entonces sí ¡qué ola
más grande de milagros y sanidades sobrenaturales inundó a la iglesia!
La iglesia del
cuarto siglo también creía que el crecimiento rápido de la iglesia indicaba que
Dios aprobaba su obra y sus métodos. Lo mismo veo hoy. Las iglesias que destacan
las bendiciones materiales, las sanidades y otros milagros están creciendo
bastante rápidamente. Pero ¿será eso evidencia de la aprobación de Dios?
Recordemos que la iglesia creció diez veces más rápido después de la
conversión de Constantino que antes.
Aun entre los
evangélicos tradicionales el crecimiento se ha convertido en una obsesión. Los
métodos que producen el crecimiento se están adoptando en una iglesia tras otra.
Por ejemplo, la manía actual donde vivo yo es la construcción de grandes
complejos lujosos para la recreación. Las iglesias los llaman “centros de la
vida familiar”. De lo que yo he visto, las iglesias que tienen tales centros de
recreación crecen más rápido que las que no los tienen. Pero ¿qué importa? La
iglesia del cuarto siglo bien demostró que podemos usar los métodos humanos—como
los templos lujosos y las fiestas religiosas—para hacer crecer la iglesia. Pero
la iglesia del cuarto siglo no pudo demostrar que podemos usar los métodos
humanos para hacer una iglesia mejor.
No es demasiado tarde para volver
Los cristianos de
los primeros siglos produjeron una revolución espiritual en el mundo porque no
temieron desafiar las actitudes, la vida, los valores del mundo antiguo. Su
cristianismo era mucho más que un credo, un conjunto de doctrinas. Era una
manera distinta y nueva de vivir. Y toda la fuerza del mundo romano—militar,
económico y social—no pudo pararlo. Sin embargo, después de trescientos años,
empezó a fracasar.
¿Por qué? Porque los
cristianos perdieron su fe obediente en Dios. Opinaron que podían mejorar al
cristianismo con los métodos humanos, usando los métodos del mundo. Pero no
mejoraron al cristianismo. Destruyeron su corazón.
Hay un refrán muy
práctico en las partes rurales de Texas (E.E. U.U): “Si no está quebrado, no lo
repare”. En otras palabras, no procure mejorar lo que no está fallando. El
supuesto mejoramiento puede causar daño.
El cristianismo
primitivo no estaba fallando. No le faltaba “mejoramiento”. Pero los cristianos
del siglo cuarto se convencieron de que bien podían mejorar al cristianismo. “Si
ser cristiano trajera bendiciones materiales y prosperidad, pudiéramos convertir
a todo el mundo”, razonaron. Pero a fin de cuentas, la iglesia no convirtió al
mundo. El mundo convirtió a la iglesia.
Pero todavía, de
alguna manera los cristianos de hoy en día no se han convencido ni con las
lecciones de la historia. La iglesia de hoy todavía se goza de su matrimonio con
el mundo. Y todavía creemos que podemos mejorar al cristianismo por medio de los
métodos humanos. Pero en el sentido verdadero, el cristianismo no mejorará
hasta que vuelva a la santidad práctica, el amor no fingido, y la abnegación
verdadera de los cristianos primitivos. Ya debemos habernos divorciado del
mundo—un divorcio que sí tuviera la bendición inequívoca de Dios.
¿Dónde están la cruz
de abnegación y sufrimiento, y el estandarte de fe y amor, que llevaban los
cristianos primitivos? Quedaron tirados en las calles polvorientas de Nicea.
Pero no es demasiado tarde. La iglesia puede volver, recogerlas, levantarlas y
llevarlas otra vez.
Los capítulos
Introducción
1 El prisionero
2 Los cristianos primitivos
3 Ciudadanos de otro reino
4 La cuestión de cultura
5 ¿Por qué tuvieron éxito?
6 Acerca de la salvación
7 Acerca de la predestinación y el libre albedrío
8 Lo que el bautismo significaba
9 La prosperidad: ¿una bendición?
10 El Nuevo Testamento y el Antiguo
11 ¿Quién entiende mejor?
12 ¿Se falsificaron las enseñanzas?
13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó
14 Los muros restantes se derrumban
15 El cristiano más influyente
16 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo?
17 El renacimiento del cristianismo primitivo
18 ¿Qué quiere decir para nosotros?
Diccionario biográfico
Notas del texto