¿Será lo bueno y lo malo cuestión de cultura?
El cristianismo
primitivo era una revolución que inundó el mundo de entonces como un fuego
inunda un bosque seco. Era un movimiento que desafiaba las instituciones
culturales de la sociedad romana. Como escribió Tertuliano: “Nuestra lucha está
contra las instituciones de nuestros antepasados, contra la autoridad de las
tradiciones, contra leyes humanas, contra los razonamientos de los sabios de
este mundo, contra la antigüedad, y contra las costumbres que teníamos.”1
Qué extraño es,
entonces, que la iglesia actual sostiene que los cristianos de los primeros
siglos solamente enseñaban y practicaban la cultura de su día. Esta ironía se
hace más aguda cuando nos damos cuenta de que los romanos acusaban a los
cristianos de precisamente lo contrario—de no seguir las normas culturales de
entonces.
Pero la relación de
los cristianos primitivos a su cultura no descansa con ser un asunto histórico.
Es algo que debe interesarnos profundamente hoy en día, porque muchas delos
dilemas culturales a que hacemos frente hoy son los mismos dilemas que
enfrentaban a la iglesia primitiva. No obstante, nuestras respuestas a estos
dilemas, por lo general, han sido muy diferentes de las de ellos.
El divorcio—plaga del mundo romano
Como en casi todas
las sociedades, la familia constituía el corazón de la civilización romana. Pero
como es cierto hoy, los matrimonios de entonces no siempre eran felices. Tantos
los maridos como también las mujeres a menudo tenían otros amantes. Y en el
tiempo de Cristo, la infidelidad matrimonial era tan común que ni siquiera
constituía un escándalo.
No es de extrañarse,
pues, que el divorcio llegó a ser cosa corriente. Tanto los hombres romanos como
las mujeres a menudo se casaban cuatro o cinco veces. Como Tertuliano comentó:
“Hablando del divorcio, las mujeres lo anhelan como si fuera la consecuencia
natural del matrimonio.”2 En la sociedad romana, la mayoría de los
matrimonios los arreglaban los padres de los novios. Los novios a menudo no se
amaban y a veces apenas se conocían cuando llegaban al altar matrimonial.
Frecuentemente, había gran diferencia de edad entre el novio y la novia. Todo
esto era tan cierto entre los cristianos como en el resto de la sociedad romana.
Así sería más fácil disculpar el divorcio en el mundo romano que en el mundo del
siglo veinte.
Con todo, los
cristianos primitivos no se basaron en razonamientos humanos. Aunque el divorcio
se aceptaba libremente en la sociedad, ellos no permitían el divorcio—excepto
por el adulterio. Como escribió Orígenes: “Lo que Dios juntó, no lo separe
ningún hombre . . . ni magistrado ni ningún otro poder. Porque Dios, quien los
juntó, es mayor en poder que todo lo demás que uno pudiera nombrar o aun
imaginar.”3 Los cristianos tomaban muy en serio las palabras de
Jesús: “Pero yo os digo que todo aquel que repudia a su mujer, a no ser por
causa de infidelidad, la hace cometer adulterio; y cualquiera que se casa con
una mujer repudiada, comete adulterio” (Mateo 5.32: La Biblia de las Americas).
Esta posición
estricta de los cristianos primitivos contra el divorcio claramente no reflejaba
su cultura. Pero ¿qué de nuestra actitud hacia el divorcio? ¿No hemos seguido
los cambios en nuestra cultura? Hace cuarenta años, un cristiano evangélico
jamás se hubiera divorciado de su cónyuge sólo por motivo de “incompatibilidad”.
Pero hoy aquí en los Estados Unidos, el número de divorcios en la iglesia
evangélica difiere muy poco del número en el mundo.4 ¿Qué ha
cambiado? De seguro, las Escrituras no. Pero el segmento conservador de la
sociedad actual sí ha cambiado su actitud hacia el divorcio. Y los evangélicos
lo ha seguido. Los evangélicos sí se jactan a menudo de oponerse a las actitudes
y corrientes del mundo. Pero en realidad, muchas veces se oponen sólo al
segmento liberal del mundo. Una vez que el segmento conservador del mundo ha
aceptado una práctica, la iglesia también la acepta. De eso tenemos el ejemplo
del divorcio.
El aborto — fenómeno no sólo del siglo veinte
Como las parejas de
hoy, las parejas romanas tenían el problema de los embarazos no planeados.
Faltando los métodos modernos de “planificación familiar”, tenían tres maneras
de tratar con el problema: a veces estrangulaban al niño recién nacido, a veces
lo abandonaban en la calle (donde o moría o era recogido para ser criado como
esclavo), y a veces practicaban el aborto. Al contrario de lo que usted pueda
haber pensado, el aborto no es invento del siglo veinte. El licenciado cristiano
Félix reprendió a los romanos: “Hay mujeres entre ustedes que toman una poción
especial para matar al futuro humano que llevan en su vientre, así cometiendo
homicidio aun antes de dar a luz.”5
Aunque los romanos
aceptaban el aborto como práctica moral y civilizada, los cristianos lo oponían
vigorosamente. Cuando algunos romanos levantaron la acusación absurda que los
cristianos mataban y comían a los niños en sus ceremonias religiosas, Atenágoro,
un apologista cristiano que escribió hacia el año 170, contestó estas
acusaciones con las siguientes palabras: “Cuando decimos que aquellas mujeres
que usan las pociones para causar el aborto son homicidas y tendrán que rendir
cuenta a Dios por su hecho, ¿cómo sería posible que matáramos [a los infantes]?
Sería insensatez que dijéramos que el niño en la matriz es creación de Dios, y
por tanto objeto del cuidado de Dios, y luego que nazca lo matásemos.”6
Tertuliano lo
explicó a los romanos así: “En nuestro caso, ya que prohibimos el homicidio en
cualquier forma, no podemos destruir ni siquiera al niño en la matriz. . . .
Impedir que nazca un niño es solamente una forma de matar. No hay diferencia si
se mata la vida del que ha nacido ya, o se mata la vida del que no ha nacido
aún.”7
Admirablemente, los
cristianos evangélicos de hoy generalmente se han opuesto al aborto así como los
cristianos primitivos. Espero que nuestra posición no dependa de nuestra
cultura, pero no sé si así será. El pueblo conservador de la sociedad americana
no ha aceptado el aborto todavía; los legisladores y los jueces conservadores se
oponen al aborto. Pero si su posición cambiase, ¿seguiremos nosotros lo mismo?
En el momento parece imposible que los evangélicos cambiásemos jamás nuestra
actitud hacia el aborto. Pero hace un siglo, ¿quién se hubiera imaginado que el
divorcio sería aceptado en las iglesias evangélicas?
Mucha moda, poca modestia
El apóstol Pedro
había instruido a las mujeres: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados
ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos” (1 Pedro 3.3). Pablo
escribió palabras semejantes: “Asimismo quiero que las mujeres se atavíen de
ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni
perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres
que profesan piedad” (1 Timoteo 2.9-10). Al dar estas exhortaciones, los
apóstoles no solamente repetían las normas culturales de entonces. Hacían muy al
contrario.
Una mujer de moda en
la Roma antigua usaba los mismos cosméticos que usan las mujeres de hoy en día.
Empezaba el día arreglándose el cabello y aplicando su maquillaje. Se pintaba
los labios, usaba pintura alrededor de sus ojos, se ponía pestañas falsificadas,
se pintaba la cara con polvos blancos y la mejillas con colorete. Se arreglaba
su cabello con mucha ostentación, con rizos y flequillos y trenzas arregladas en
pliegues ornatos. Algunas mujeres se ponían pelucas importadas de la India, y
muchas se teñían de rubio el cabello.
Un romano comentó a
una amiga: “Cuando tú estás en la casa, . . . tu cabello está con el peluquero.
Te quitas los dientes cada noche, y los guardas en un centenar de estuches para
cosméticos. ¡Ni siquiera tu cara duerme contigo! Y luego guiñas con el ojo a los
hombres por debajo de una ceja que sacaste de la gaveta por la mañana.”8
Las mujeres romanas
adornaban el cuerpo de la misma manera que adornaban la cara. Cuando salían de
la casa, se engalanaban de muchas joyas, hasta llevaban anillos en todos los
dedos. Las damas de moda insistían en vestirse de vestidos de seda
importada—aunque, gramo por gramo, la seda valía tanto como el oro. Clemente
comentó un poco caprichosamente: “El cuerpo de tales damas no vale siquiera mil
dracmas [moneda de poco valor], pero pagan diez mil talentos [más que un
jornalero ganaba en toda la vida] por un solo vestido. De esta manera ¡su
vestido vale más que ellas mismas!”9 Y aun los hombres romanos usaban
cosméticos y se vestían con tanta ostentación como las mujeres.
Por contraste, la
iglesia desaprobaba el uso de cosméticos. Exhortaba a hombres y a mujeres que se
contentaran con ropa sencilla. No sólo costaba menos la ropa sencilla, también
era más modesta. Los vestidos lujosos muchas veces eran semitransparentes y se
ajustaban a la forma femenina de modo sensual. Clemente comentó: “Los vestidos
lujosos que no ocultan el talle del cuerpo en realidad no son vestidos. Tales
vestidos, ajustándose al cuerpo, toman la forma del cuerpo y se adhieren a la
figura. Así destacan la figura femenina, de manera que su figura entera se
revela al que la ve, aunque no ve su mismo cuerpo. . . . Tales vestidos están
diseñados para exhibir, no para cubrir.”10
Sin embargo, la
iglesia primitiva no procuraba legislar el tipo de vestido que el cristiano
debía ponerse. La iglesia hacía hincapié en los fundamentos de ropa sencilla y
modesta, pero la aplicación específica de estos fundamentos quedaba con cada
persona.
Además de la ropa,
las normas de modestia para hombres y mujeres cristianos difería mucho de las
normas de la sociedad romana. Esto se hacía patente especialmente en los baños
públicos y privados de entonces. Ningún otro pueblo, excepto quizás los
japoneses, ha tenido tanta afición a los baños calientes como los romanos. El
bañarse constituía el pasatiempo nacional, y los baños públicos servían como el
punto de reunión de la sociedad romana. En los primeros años de la república
romana, los baños de los hombres y los de las mujeres estaban estrictamente
separados. Pero para el segundo siglo de nuestra época, era la costumbre que los
hombres y las mujeres se bañaran juntos completamente desnudos.11
Los romanos de la
clase alta muchas veces tenían baños en sus casas particulares, pero en cuanto a
la modestia, había poca diferencia. Clemente describe tales baños privados:
“Algunas mujeres apenas se desnudan delante de sus propios esposos bajo el
pretexto de la modestia. Pero cualquier persona que desee puede verlas desnudas
en sus baños. Ellas no se avergüenzan de desnudarse completamente delante de los
espectadores, como si expusieran sus cuerpos para venderlos. . . . Algunas que
no han perdido hasta el último rasgo de modestia excluyen a los desconocidos,
mas se bañan siempre delante de sus siervos. Se desnudan en la misma presencia
de sus esclavos y éstos les dan masajes.”12
Oponiéndose
energéticamente a tal inmodestia, los cristianos enseñaban que los hombres y las
mujeres no debían bañarse en presencia el uno del otro. Su actitud en cuanto a
la modestia no reflejaba la cultura romana, sino la cultura piadosa.13
Y las actitudes de
los romanos en cuanto a modestia, ¿no se asemejan a las actitudes de la sociedad
actual? La mayoría de las personas tendrían vergüenza de aparecer por las calles
en su ropa interior. Mas no sienten nada de vergüenza acostarse en las piscinas
en un traje de baño que exhibe su cuerpo de igual manera. Y muchos cristianos,
¿no hacen lo mismo que los mundanos? Andamos delante de todo el mundo en trajes
de baño que hubieran escandalizado a los incrédulos hace apenas 50 años. Pero
parece que eso no nos importa, ya que el segmento conservador de la sociedad lo
ha aceptado, nosotros también lo aceptamos. Esto lo escribo reprochándome a mí
mismo. Yo también me burlaba de los cristianos que se oponen a los trajes de
baño de hoy en día, llamándolos gazmoños y pudibundos. Pero el testimonio de los
cristianos primitivos me hizo cambiar de actitud.
Las diversiones groseras de los romanos
Los romanos de la
clase alta disfrutaban de mucho tiempo para la diversión. Llenaban sus tardes y
sus días feriados de banquetes golosos, del teatro, y de los deportes en la
arena. Sus banquetes podían durar hasta diez horas. Y no era cosa extraordinaria
el tener hasta veintidós platos en un solo banquete, inclusive manjares
exquisitos como ubre de cerda y lengua de pavo real. Pero los cristianos no se
deleitaban en tales cosas.
Los romanos habían
adoptado su teatro de los griegos, y los temas principales de las obras
dramáticas eran los crímenes, el adulterio y la inmoralidad. O los muchachos o
bien las prostitutas hacían los papeles de las mujeres. Aunque el teatro era el
pasatiempo favorito de los romanos de clase alta, los cristianos lo evitaban con
repugnancia. Lactancio escribió: “A mí me parece que las influencias
depravadoras del teatro son hasta peores [que las de la arena]. Los temas de las
comedias son las violaciones de las vírgenes y el amor de las prostitutas. . . .
De manera parecida, las tragedias levantan a la vista [de los espectadores] el
homicidio de los padres y actos incestuosos cometidos por reyes impíos. . . . ¿Y
será mejor el arte de los mimos? Enseñan el adulterio cuando hacen el papel de
los adúlteros. ¿Qué estarán aprendiendo nuestros jóvenes cuando ven que nadie
tiene vergüenza de tales cosas, sino que todos las miran con gusto?”14
Tertuliano añadió:
“El padre que protege con cuidado y guarda los oídos de su hija virgen luego la
lleva al teatro él mismo. Allí la expone a todo su lenguaje indecente y
actitudes viles.” Luego él hace la pregunta: “¿Cómo puede ser justo ver
las cosas que son injusto hacer? Y aquellas cosas que contaminan al
hombre cuando salen de su boca, ¿no le contaminarán cuando entran por sus ojos y
oídos?”15 (Mateo 15.17-20).
Sólo los romanos
ricos asistían a los teatros y a los banquetes, pero tantos pobres como ricos
disfrutaban de las arenas. Los deportes de las arenas se diseñaban para
satisfacer la sed insaciable de los romanos de violencia, brutalidad y sangre.
Las carreras brutales de los carros eran el deporte favorito. En esas carreras,
los carros muchas veces chocaban, lanzando los pilotos a la pista. Allí podían
ser arrastrados hasta morirse o pisoteados por los caballos de otros carros.
Mientras tanto, los espectadores se volvían locos de emoción.
Aun así, la muerte y
la violencia de las carreras de carros no saciaba la sed por sangre de los
romanos. Por eso, traían fieras feroces, a veces centenares de ellas, para
luchar hasta la muerte en la arena. Los venados luchaban contra los lobos, los
leones contra los toros, los perros contra los osos—y cualquiera otra
combinación de animales que sus mentes depravadas pudieran idear. A veces ponían
a hombres armados para cazar las fieras; otras veces soltaban fieras hambrientas
para cazar a los cristianos indefensos. Pero los romanos deseaban aun más. Así
que gladiadores humanos peleaban entre sí hasta la muerte. Estos gladiadores
normalmente eran prisioneros ya condenados a la muerte. Los romanos creían que
era cosa noble dar a tales hombres la posibilidad de salvarse. Y si un gladiador
ganaba pelea tras pelea, hasta podía ganar la libertad.
No obstante, otra
vez los cristianos no seguían tales costumbres culturales. Lactancio dijo a sus
compatriotas romanos:
“El
que se deleita en mirar la muerte de un hombre, aunque hombre condenado por la
ley, contamina su conciencia igual como si fuera él cómplice o espectador de
buena gana de un homicidio cometido en secreto. ¡Pero ellos dicen que eso es
‘deporte’—el derramar sangre humana! . . . Cuando vean a un hombre, postrado
para recibir el golpe de muerte, suplicando clemencia, ¿serán justos aquéllos
que no sólo permiten que le den muerte sino mucho más lo demandan? Votan
cruel e inhumanamente para la muerte de aquél, no satisfechos con ver su sangre
vertida o las cuchilladas en su cuerpo. De hecho, ordenan que [los
gladiadores]—aunque heridos y postrados en la tierra—sean atacados otra vez, y
que sus cuerpos sean apuñalados y golpeados, para estar seguros de que no están
fingiendo la muerte. Esta gente hasta se enoja con los gladiadores si uno de los
dos no es muerto pronto. Detestan las dilaciones, como si tuvieran sed de la
sangre. . . . Hundiéndose en tales prácticas, pierden su humanidad. . . . Por
eso, no conviene que nosotros que procuramos andar en el camino de la justicia
compartamos en los homicidios del pueblo. Cuando Dios prohíbe el homicidio, no
sólo prohíbe la violencia que condena las leyes del pueblo, sino mucho más
prohíbe la violencia que los hombres tienen por legal.”16
¿Estamos nosotros
dispuestos a adoptar una actitud tan firme contra las diversiones de hoy?
Después de leer tales consejos, paré para mirarme a mí mismo. Tuve que admitir
que yo había dejado que la cultura actual dictara mis normas en las diversiones.
Claro que evitaba los peores cines, los que mis vecinos decentes llamarían
indecentes. Sin embargo, resultaba que miraba mucha violencia, muchos crímenes y
mucha inmoralidad. Yo había aceptado obscenidades, palabrotas y escenas de
desnudez—con tal que la industria cinematográfica no calificara la cine con una
marca peor que R. De esta manera yo dejaba que aquellas personas impías
decidieran qué era bueno y qué era malo. Mi cultura había dictado mis normas
para la diversión.
La evolución antes de Darwin
Los romanos podían
deleitarse en ver a sus compañeros humanos muertos a espada o despedazados por
las fieras porque creían que el hombre no era sino un animal desarrollado. La
creencia que los humanos habían evolucionado a su forma actual no es idea sólo
de ahora. Tampoco es nueva la idea de que el universo llegó a existir sólo por
choques casuales de partículas de materia. Los romanos eruditos tenían muchos de
las mismas opiniones que tienen los científicos seculares de hoy.
Uno de los
cristianos primitivos escribió: “Algunas personas niegan que exista un poder
divino. Otros se preguntan cada día si uno pudiera existir. Y otros piensan que
la materia del universo es resultado de accidentes casuales y choques fortuitos,
creyendo que el universo tiene su forma por el movimiento de átomos de
diferentes configuraciones.”17 Sí, aun la palabra “átomo” no
pertenece sólo al siglo viente. Esa palabra la inventaron los filósofos griegos.
Lactancio también
escribió de las creencias científicas de los romanos de su día: “Hay quienes
enseñan que los hombres primitivos vivían como nómadas en los bosques y en las
llanuras. No se unían por lengua ni por ley. Al contrario, vivían en las cuevas
y en las grutas, usando las hojas y hierbas por cama. Servían de presa para
otros animales más fuertes que ellos y para las fieras. Con el tiempo, los que
sobrevivieron . . . buscaron la compañía de otros hombres para gozar de
protección. Al principio se comunicaron sólo por medio de señales sencillas;
después aprendieron el lenguaje más rudimentario. Poco a poco, dieron nombres a
los objetos y desarrollaron un sistema de comunicación.”18
La creencia
cristiana que todos los hombres tuvieron su origen en la primera pareja
significaba que todos eran hermanos—una idea poco aceptada en la cultura de
entonces. Así, cuando enseñaban la creación por Dios, los cristianos no repetían
lo que los demás en el mundo creían. La verdad es que los griegos y los romanos
eruditos se burlaban de los cristianos por su creencia en la creación. Estos
mismos intelectuales aceptaban los escritos de cualquier otro grupo acerca del
origen del hombre, por absurdo que fuera. Pero rechazaban inmediatamente los
escritos de los judíos y los cristianos acerca de la creación de Dios, sin
importarles que tales explicaciones eran más sensatas que aquéllas.19
Según los romanos, no se
crearon iguales todos los hombres
Casi todas las
sociedades humanas han mantenido distinciones entre las clases sociales, y Roma
no constituye excepción. Los romanos ricos despreciaban a los pobres. Los libres
despreciaban a los esclavos. Algunas profesiones eran más apreciadas que otras.
Los ciudadanos romanos se creían superiores a los demás pueblos. Aun los judíos
tenían semejantes distinciones entre ellos.
Otra vez, los
cristianos se oponían a las corrientes culturales de su día. Su enseñanza sobre
la fraternidad de todos los hombres era verdaderamente revolucionaria.
Escribió Clemente:
“Dio [Dios] a su propio Hijo a todos los hombres, sin excepción, y creó todas
las cosas para todo el mundo. Por tanto, todas las cosas se deben compartir con
todos y no deben los ricos apropiarse de más de lo que es justo. Las palabras:
‘Poseo, y tengo abundancia, para poder disfrutar de mis posesiones’, no
convienen ni para el individuo ni para la sociedad. El amor habla dignamente:
‘Tengo, para poder compartir con los que padecen necesidad’... Es monstruosidad
que una persona viva en lujo, mientras otras viven en necesidad.”20
Un siglo después
Lactancio escribió:
“Ante los ojos de Dios, no hay esclavo y no hay amo. Ya que todos tenemos el
mismo Padre, todos somos igualmente sus hijos. No hay pobre ante Dios sino aquel
al que le falta justicia. No hay rico excepto aquel que abunda en las virtudes.
. . . La razón por la cual ni los griegos ni los romanos podían crear una
sociedad justa era que mantenían tantas distinciones entre las clases. Había
ricos y pobres. Poderosos y humildes. Reyes con gran autoridad y hombres
comunes. . . . Con todo, alguien dirá: ‘¿No es verdad que entre los cristianos
hay pobres y hay ricos? ¿No hay amos y esclavos? ¿No hay siempre distinciones de
personas?’ Pero la verdad es que no hay. En verdad, nos llamamos ‘hermanos’
porque creemos que todos somos iguales. . . . Aunque las circunstancias físicas
de los cristianos puedan diferir, no vemos a nadie como un esclavo. Al
contrario, hablamos de los esclavos . . . y tratamos a los esclavos . . . como
hermanos en el espíritu, consiervos de Cristo.”21
El papel de las mujeres en la religión romana
El apóstol Pablo
había escrito a los corintios: “Vuestras mujeres callen en las congregaciones;
porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley
lo dice. . . . porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (1
Corintios 14.34-35). Y escribió a Timoteo: “La mujer aprenda en silencio, con
toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el
hombre, sino estar en silencio” (1 Timoteo 2.11-12).
En ningún otro punto
se ataca a las Escrituras hoy en día tanto como en su enseñanza acerca del papel
de las mujeres en la iglesia. A menudo se dice que los apóstoles y los
cristianos primitivos sencillamente reforzaban las actitudes culturales de su
época en cuanto al papel de las mujeres en la religión y en la sociedad. Pero
las mujeres romanas no se conocían por su carácter sumiso. Un romano dijo:
“Nosotros reinamos sobre el mundo, pero nuestras mujeres reinan sobre nosotros.”22
En las religiones
romanas, las mujeres tenían los mismos papeles que los hombres. Sumas
sacerdotisas gobernaban en muchos templos paganos. Félix, el licenciado
cristiano, describió la religión de los romanos de la siguiente manera: “Hay
ciertos lugares donde no puede entrar ningún hombre. En otros, no puede entrar
ninguna mujer. Es un delito para un esclavo presenciar ciertas ceremonias
religiosas. Unos templos son gobernados por una mujer con un esposo. Otros
templos son gobernados por una mujer con muchos esposos.”23 De hecho,
el personaje religioso más prominente de las tierras mediterráneas de la
antigüedad era el que daba el oráculo de Delfos (hoy la ciudad de Castri). Y el
oráculo siempre lo daba una mujer.
Si el papel de la
mujer fuera solamente una cuestión de cultura, y no la enseñanza apostólica,
esperaríamos ver que las mujeres hicieran los mismos papeles tanto en la iglesia
verdadera como en los grupos heréticos. Pero no fue así. En la mayoría de los
grupos heréticos, se daba libertad a la mujer para oficiar y enseñar. Tertuliano
comentó así sobre el papel de las mujeres en tales grupos: “Se atreven a
enseñar, disputar, echar fuera demonios, realizar sanidades, y tal vez aun
bautizar”.24 En la secta herética montanista, después de la muerte de
su fundador, Montano, los dos dirigentes más importantes ambos fueron mujeres:
Maximilla y Priscila. De hecho, la mayoría de las profecías y las nuevas
enseñanzas de esta secta surgieron de las mujeres.
Así que, el excluir
a las mujeres de los papeles de enseñar y oficiar en la iglesia definitivamente
no era cuestión de seguir a la cultura romana.
“Un momento”, usted
pueda estar pensando. “Tal vez la iglesia no seguía a la cultura romana en esta
cuestión, pero claro que seguía a la cultura judía.”
Es verdad que las
mujeres se excluían del sacerdocio judío. Pero recordemos que el sacerdocio
judío no tenía origen en ninguna cultura humana. Dios lo instituyó. Además, ya a
los mediados del segundo siglo, la gran mayoría de los cristianos eran gentiles,
y seguramente no seguían la cultura judía. No guardaban el sábado como
día de reposo. No practicaban la circuncisión. No seguían las leyes judías sobre
la dieta, ni sobre las fiestas religiosas. No seguían ninguna costumbre judía a
menos que coincidiera específicamente con la enseñanza cristiana.
La iglesia primitiva
sencillamente obedecía la enseñanza apostólica acerca del papel de las mujeres
en la iglesia, lo mismo como obedecían a las demás enseñanzas apostólicas. Y por
supuesto, esto lo hacían contrario a la cultura romana. No la seguían.
Las feministas y
muchos teólogos de hoy proclaman que la posición de la iglesia sobre el papel de
las mujeres originaba en el desprecio por las mujeres que tenían los apóstoles y
los demás líderes de la iglesia primitiva. Pero los escritos de la iglesia
primitiva no concuerdan con tal declaración. Por ejemplo, Félix escribió: “Que
sepan todos que los humanos todos nacen de igual manera, con capacidad y
habilidad para razonar y sentir, sin preferencia a ningún sexo, edad, o
dignidad.”25
Clemente escribió:
“Precisa que . . . entendamos que la virtud del hombre y de la mujer es la
misma. Porque si el Dios de ambos es uno, el maestro de ambos también es uno.
Una iglesia, una abnegación, una modestia; su comida es una, y el matrimonio un
yugo parejo.26
Pero volvamos a
nosotros en la actualidad. ¿Por qué es tan apremiante hoy esta cuestión
sobre el papel de las mujeres en la iglesia? ¿Será porque hemos hallado otros
manuscritos de la Biblia que niegan la enseñanza de la Biblia que usamos? ¿O
será porque nuestra cultura está diciendo que los papeles de las mujeres no
deben distinguirse de los de los hombres? Otra vez, ¿quién no puede resistir la
cultura de su día—nosotros o los cristianos primitivos?
¿Es ser conservador igual que ser piadoso?
Los cristianos de
hoy a menudo se jactan de que son diferentes del mundo, pero en realidad
usualmente son diferentes sólo de cierto segmento del mundo.
Los cristianos
liberales pretenden ser diferentes del mundo porque no participan de la
intolerancia, el provincialismo y la estrechez de miras que tiene el segmento
conservador de la sociedad. Pero la verdad es que las actitudes y la vida de los
cristianos liberales difieren muy poco de los liberales que no son cristianos.
La misma cosa se ve
entre los evangélicos. Nosotros nos aferramos de los valores conservadores de la
sociedad, y por lo tanto, decimos que no estamos siguiendo la corriente de
nuestra cultura. Pero las actitudes conservadoras pueden ser del mundo igual que
las actitudes liberales. ¿No es cierto que ha cambiado nuestro pensamiento sobre
el divorcio, las diversiones, y otras cosas semejantes, conformándose al
pensamiento de nuestra cultura?
En realidad, hay
poca diferencia espiritualmente entre amoldar la vida de acuerdo al segmento
conservador de la sociedad y amoldar la vida de acuerdo al segmento liberal. De
todos modos, estamos siguiendo al mundo. Lo que es conservador hoy era liberal
hace pocos años.
Bien recuerdo una
conversación que tuve con un presentador de discos de una emisora radial. Era el
año 1969, y el presentador tenía a sus treinta años. Discutimos los problemas
que sobresalían en esa época—la discriminación racial, la brutalidad policial,
las drogas y la guerra en Viet Nam. Habiendo conocido su programa radial, me
sorprendí de enterarme de que él se aferraba aún a actitudes muy conservadoras.
Al fin, comenté:
—Usted es un
derechista verdadero, ¿no?
El se sonrió y
replicó:
—No, ni siquiera soy
conservador. Soy un verdadero moderado. —Hizo una pausa, contemplando mi cara
perpleja, antes de seguir—: Es que la sociedad se ha movido.
En ese momento, no
presté mucha atención a sus palabras, creyendo que él nada más se estaba
justificando a sí mismo. Pero su comentario me quedó grabado en la mente. Ahora
veo que en verdad tenía razón. Y la sociedad todavía está moviéndose. Sólo nos
estamos engañado si creemos que ser conservador equivale en verdad a ser
piadoso.
La realidad es que
la iglesia del siglo veinte se ha casado con el mundo. Las actitudes, el estilo
de vivir, y los dilemas del mundo son las actitudes, el estilo de vivir, y los
dilemas de la iglesia. Russ Taff, un cantor cristiano popular, hace poco comentó
con bastante franqueza sobre el cristianismo actual: “Los cristianos buscan a
consejeros, los cristianos tienen problemas familiares, y los cristianos se
vuelven alcohólicos. La única diferencia entre los creyentes y los incrédulos es
nuestra fe sencilla en un Dios Creador, quien nos ama y nos ayuda cada día.”
Creo que el análisis
de Russ Taff está en lo correcto. Pero también creo que es un comentario muy
triste sobre el estado del cristianismo de hoy en día.
En los primeros
siglos, los cristianos eran muy diferentes del mundo en que vivían. Su estilo de
vida servía como su testimonio principal. Pero ¿por qué podían ellos vivir sin
seguir a su cultura, cuando nosotros hallamos que es muy difícil vivir sin
seguir la nuestra? ¿Qué poder tenían ellos que nos falta a nosotros?
Los capítulos
Introducción
1 El prisionero
2 Los cristianos primitivos
3 Ciudadanos de otro reino
4 La cuestión de cultura
5 ¿Por qué tuvieron éxito?
6 Acerca de la salvación
7 Acerca de la predestinación y el libre albedrío
8 Lo que el bautismo significaba
9 La prosperidad: ¿una bendición?
10 El Nuevo Testamento y el Antiguo
11 ¿Quién entiende mejor?
12 ¿Se falsificaron las enseñanzas?
13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó
14 Los muros restantes se derrumban
15 El cristiano más influyente
16 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo?
17 El renacimiento del cristianismo primitivo
18 ¿Qué quiere decir para nosotros?
Diccionario biográfico
Notas del texto