La predestinación y el libre albedrío
Muchos cristianos
evangélicos creen que la Reforma de Lutero volvió la iglesia a las normas de los
creyentes primitivos. Muchos también creen que los cristianos evangélicos de hoy
enseñan lo mismo que enseñaba Lutero. Sin embargo, ninguna de estas suposiciones
está en lo correcto.
Probablemente a
usted le extrañará aprender que nuestra doctrina actual sobre la salvación por
la fe es muy diferente de la doctrina de los cristianos primitivos. Tal vez le
extrañará aun más aprender que nuestra doctrina sobre la salvación también es
muy diferente de la de Martín Lutero y los otros reformadores. En verdad,
enseñamos sólo la mitad de la doctrina de la Reforma sobre la salvación.
Es cierto que Lutero
a veces dijo que el hombre se salva “sólo por la fe”. Pero también es cierto que
enseñó que el hombre está tan totalmente depravado que él ni siquiera puede
ejercer fe en Dios o aceptar el don de la salvación. Por eso, según Lutero, las
únicas personas que tienen la fe salvadora son aquellas a quienes Dios se la ha
dado. Y Dios da esa fe solamente a aquellos que él predestina arbitrariamente
para ello desde antes de la creación. Al decir “arbitrariamente”, quiero decir
que Lutero enseñaba que Dios da esa fe a algunas personas, y no a otras, sin
tomar en cuenta el deseo, la fe, la justicia, las acciones o las oraciones de
estas personas.
Al final, Lutero no
pudo sino lamentar: “Esa fe es la del grado más alto—creer que él es
misericordioso, el mismo que salva a tan pocos y condena a tantos. Creer que él
es justo, el que según su propia voluntad nos dispone sin remedio a la
condenación.”1 De esta manera los reformadores no enseñaron que el
hombre se salva sólo por la fe, o que se salva por recibir a Cristo. Enseñaron
que los predestinados a la salvación se salvan de pura gracia y los demás se
condenan eternamente.
Es una creencia
popular, pero sin base, que Juan Calvino inició la doctrina de la
predestinación. Calvino sencillamente repetía la teología establecida por todos
los reformadores. Así que, los que hoy en día dicen que la oferta de la
salvación se ofrece libremente a todo el mundo contradicen una doctrina
fundamental de la Reforma.
Después de la
Reforma, por varios siglos los cristianos evangélicos trataron de convencer a un
mundo dudoso que nuestras vidas y nuestros destinos eternos son predestinados
arbitrariamente por Dios. Decían que el Dios que los predestina de esta forma es
un Dios de amor. Pero yo digo: ¡Qué ironía! ¡Los cristianos primitivos trataron
de convencer al mundo dudoso que la vida y el destino de los hombres no
se determinan por predestinación!
Creyeron en el libre albedrío
Los cristianos
primitivos creyeron firmemente en el libre albedrío. Por ejemplo, Justino
propuso el siguiente argumento a los romanos: “Hemos aprendido de los profetas,
y lo afirmamos nosotros, que los correctivos, los castigos y los galardones se
miden conforme al mérito de los hechos de cada uno. De otra manera, si todo
sucediera sólo por suerte, no hubiera nada a nuestro poder. Porque si un hombre
se predestinara a lo bueno y otro a lo malo, el primero no mereciera la alabanza
ni el segundo la culpa. Si los hombres no tuvieran el poder de evitar lo malo y
de escoger lo bueno según su propia voluntad, no fueran responsables por sus
hechos, sean buenos o malos. . . . Porque el hombre no sería merecedor de
recompensa o alabanza si él mismo no escogiera lo bueno, o si sólo fuera creado
para hacer lo bueno. De igual manera, si un hombre fuera malo, no merecería el
castigo, ya que él mismo no hubiera escogido lo malo, siendo él capaz de hacer
sólo lo que fue creado para hacer.”2
Clemente escribió de
semejante manera: “Ni alabanza ni condenación, ni recompensa ni castigo, sería
justo si el hombre no tuviera el poder de escoger [lo bueno] y evitar [lo malo],
si el pecado fuera involuntario.”3
Arquelao,
escribiendo pocos años después, dijo lo mismo: “Toda la creación de Dios, Dios
la hizo muy bien. Y él ha dado a cada persona el poder del libre albedrío, y por
la misma norma ha instituido la ley de juicio. . . . Y por cierto todo el que
quiera, puede guardar sus mandamientos. Pero el que los desprecia y se vuelve en
contra de ellos, sin duda alguna tendrá que hacer frente a esa ley de juicio. .
. . No cabe duda de que cada persona, utilizando el poder de su libre albedrío,
puede fijar su camino en la dirección que él quiera.”4
Metodio, un mártir
cristiano que vivió cerca de los fines del tercer siglo, escribió de semejante
manera: “Aquellos [paganos] que deciden que el hombre no tiene libre albedrío,
sino afirman que se gobierna por las disposiciones inevitables de la suerte, son
culpables de impiedad ante el mismo Dios, ya que le hacen la causa y el autor de
las maldades humanas.”5
Los cristianos
primitivos no creían en el libre albedrío sin base, sino se basaron firmemente
en las siguientes Escrituras y otras semejantes:
- “Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16).
- “El Señor no
retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente
para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento” (2 Pedro 3.9).
- “Y el
Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed,
venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis
22.17).
- “Os he
puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues,
la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30.19).
De esta manera,
vemos que en el principio el mundo pagano, no los cristianos, creían en la
predestinación. Mas, en una de las peculiaridades de la historia cristiana,
Lutero apoyó a los romanos paganos y se opuso a los cristianos primitivos. No
quiero decir que, en efecto, se hizo partidario de los romanos. Digo que
literalmente se hizo su partidario. Por ejemplo, Lutero escribió lo siguiente
acerca de la suerte y la predestinación:
“¿Por qué será tan difícil que nosotros los cristianos entendamos estas cosas?
¿Por qué se nos consideran irreligiosos, raros y vanos si discutimos estas cosas
y las sabemos, cuando los poetas paganos, y todo el mundo, hablaban de ellas
muchas veces? Hablando sólo de Virgilio [un poeta pagano romano], ¿cuántas veces
habla él de la suerte? ‘Todas las cosas quedan fijas bajo ley inmutable.’ Otra
vez: ‘Fijo está el día de todos los hombres.’ Otra vez: ‘Si la suerte te llama.’
Y otra vez: ‘Si tú quieres romper la cadena de la suerte.’ La meta de este poeta
es mostrar que la suerte tuvo más que ver con la destrucción de Troya, y con la
grandeza de Roma, que todos los esfuerzos unidos de los hombres. . . . De eso
podemos ver que todo el mundo tenía el conocimiento de la predestinación y de la
presciencia de Dios igual como tenían el conocimiento de la existencia de la
deidad. Y los que quisieron mostrarse sabios disputaban tanto que, siendo
entenebrecidos sus corazones, se hicieron necios (Romanos 1.21-22). Negaron o
fingieron no saber las cosas las cuales los poetas, y todo el mundo, y hasta sus
propias conciencias, creyeron ser conocidas en todo el mundo, y muy ciertas, y
muy verdaderas.”6
¿Cómo explicaron ellos los pasajes bíblicos que al parecer enseñan la predestinación?
De lo que yo puedo
observar, muchos cristianos evangélicos—quizás la mayoría—dicen que creen en la
predestinación. Mas, sus oraciones y sus acciones muestran que en realidad no
creen. Otros se desesperan ante toda la confusión religiosa y admiten: “No sé
qué creer”.
El problema consiste
en que la Biblia nos dice: “Escoge, pues, la vida, para que vivas”; pero también
nos dice que: “No depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que
tiene misericordia”. Por una parte, dice que Dios es paciente, “no queriendo que
ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3.9). Por
otra parte, dice que Dios “de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere
endurecer, endurece” (Romanos 10.18).
Yo he luchado con
tales pasajes contradictorios, según parece, casi toda mi vida. Me dio bastante
consolación hallar que los cristianos primitivos tuvieron explicaciones
lógicas—y bíblicas—de estas aparentes contradicciones. En verdad, su manera de
explicar la presciencia de Dios y el libre albedrío del hombre son de las más
razonables que jamás he oído.
Por contraste, otra
vez los gnósticos eran los que enseñaban que los humanos somos predestinados
arbitrariamente o para la salvación o para la condenación. Recuerde que según
ellos somos totalmente depravados porque fuimos creados por un Dios inferior. No
es de extrañarse, entonces, que enseñararon que podemos ser salvos sólo si Dios
nos escoge para la salvación.
En su obra titulada,
De los puntos principales, Orígenes escribe de muchos de los argumentos
de la biblia que los gnósticos usaban. Contestó muchas de las preguntas acerca
del libre albedrío y de la predestinación que su alumnos le hicieron. Aquí doy
una parte de lo que escribió Orígenes:
“Una
de las doctrinas enseñadas por la iglesia es la del juicio justo de Dios. Este
hecho estimula a los que creen en él para que vivan piadosamente y que eviten el
pecado. Reconocen que lo que nos trae o alabanza o culpa está dentro de nuestro
poder.
“Es
nuestra responsabilidad vivir en justicia. Dios exige esto de nosotros, no como
si dependiéramos de él, ni de otro, ni de la suerte (como creen algunos), sino
como si dependiera de nosotros mismos. El profeta Miqueas demostró eso cuando
dijo: ‘Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti:
solamente hacer justicia, y amar misericordia’ [Miqueas 6.8]. Moisés también
dijo: ‘Yo he puesto delante de ti el camino de la vida y el camino de la muerte.
Escoge lo bueno y sigue en él’ [Deuteronomio 30.15, 19].
“Tome en cuenta cómo nos habla Pablo de manera que da a entender que tenemos
libre albedrío y que nosotros mismos somos causa o de nuestra ruina o de nuestra
salvación. El dice: ‘¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y
longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por
tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el
día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada
uno conforme a sus obras; vida eterna a los que, perseverando en bien hacer,
buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son
contenciosos y no obedecen a la verdad, sino obedecen a la injusticia’ [Romanos
2.4-8].
“Pero hay ciertas declaraciones en el Antiguo Testamento como también en el
Nuevo que pudieran hacernos concluir lo contrario: Que no depende de nosotros o
el guardar sus mandamientos para ser salvos, o el desobedecerlos para perdernos.
Así que, examinémoslos uno por uno.
“Primero, las declaraciones en cuanto a Faraón han causado dudas en muchos. Dios
dijo varias veces: ‘Yo endureceré el corazón de Faraón’ [Exodo 4.21].
Claramente, si Faraón fue endurecido por Dios y pecó como resultado de ese
endurecimiento, él no fue responsable por su pecado. Y no tuvo libre albedrío.
“Vamos a añadir a este pasaje otro que escribió Pablo: ‘Mas antes, oh hombre,
¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo
formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el
barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?’
[Romanos 9.20-21].
“Ya
que sabemos que Dios es tanto bueno como justo, veamos cómo el Dios bueno y
justo pudo endurecer el corazón de Faraón. Tal vez por un ejemplo usado por el
apóstol en la epístola a los Hebreos podemos ver que, en una sola obra, Dios
puede mostrar misericordia a un hombre mientras endurece a otro, sin la
intención de endurecerlo. ‘La tierra’, dice él, ‘bebe la lluvia que muchas veces
cae sobre ella, y produce hierba provechosa al agricultor, por la bendición de
Dios. Pero la que produce espinos y abrojos no tiene valor, y está próxima a ser
maldecida. Su fin es el ser quemada’ [Hebreos 6.7-8].
“Tal
vez nos parezca raro que aquel que produce la lluvia dijera: ‘Produzco tanto los
frutos como también los espinos de la tierra’. Mas, aunque raro, es cierto. Si
no hubiera lluvia, no hubiera ni frutos ni espinos. La bendición de la lluvia,
por tanto, cayó aun sobre la tierra improductiva. Pero ya que estaba descuidada
y no cultivada, produjo espinos y abrojos. De esta manera, las obras
maravillosas de Dios son semejantes a las lluvias. Los resultados opuestos son
semejantes a las tierras o cultivadas o descuidadas.
“También las obras de Dios son semejantes al sol, el cual pudiera decir: ‘Yo
hago suave y hago duro’. Aunque estas acciones son opuestas, el sol no hablaría
mentira, porque el calor que suaviza la cera es el mismo que endurece el lodo.
De semejante manera, por una parte, los milagros hechos por mano de Moisés
endurecieron a Faraón a causa de la maldad de su corazón. Pero suavizaron a la
multitud egipcia, que salió de Egipto con los hebreos [Exodo 12.38].
“Veamos a otro pasaje: ‘Así que no depende del que quiere, ni del que corre,
sino de Dios que tiene misericordia’ [Romanos 9.16]. Aquí Pablo no niega que los
humanos tenemos que hacer algo. Sino alaba la bondad de Dios, quien lleva lo que
se hace a su fin deseado. El sencillo deseo humano no basta para alcanzar el
fin. Solo el correr no basta para que el atleta gane el premio. Tampoco basta
para que los cristianos ganemos el premio que da Dios por Cristo Jesús. Estas
cosas se llevan a cabo sólo con la ayuda de Dios.
“Como si hablara de la agricultura, Pablo dice: ‘Yo planté, Apolos regó; pero el
crecimiento lo da Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino
Dios, que da el crecimiento’ [1 Corintios 3.6-7]. Ahora pudiéramos decir con
razón que la cosecha del agricultor no es trabajo sólo del agricultor. Tampoco
es trabajo sólo del que riega. Al fin y al cabo, es trabajo de Dios. Así mismo,
no es que no tengamos nada que hacer para que nos desarrollemos espiritualmente
a la perfección. Mas, con todo, no es obra de sólo nosotros, porque Dios tiene
una obra aun más grande que la nuestra. Así es en nuestra salvación. La parte
que hace Dios es muchísimo mayor que la nuestra.”7
¿Puede Dios ver el futuro?
Aunque no creyeron
en la predestinación, los cristianos primitivos creyeron fuertemente en la
soberanía de Dios y en su habilidad de prever el futuro. Por ejemplo,
entendieron que las profecías de Dios acerca de Jacob y Esaú (Romanos 9.13 y
Génesis 25.23) resultaron de esta habilidad de prever el futuro, y no de una
predestinación arbitraria de los hombres a una suerte fija. Vieron que hay una
gran diferencia entre el prever algo y el causarlo.
Los capítulos
Introducción
1 El prisionero
2 Los cristianos primitivos
3 Ciudadanos de otro reino
4 La cuestión de cultura
5 ¿Por qué tuvieron éxito?
6 Acerca de la salvación
7 Acerca de la predestinación y el libre albedrío
8 Lo que el bautismo significaba
9 La prosperidad: ¿una bendición?
10 El Nuevo Testamento y el Antiguo
11 ¿Quién entiende mejor?
12 ¿Se falsificaron las enseñanzas?
13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó
14 Los muros restantes se derrumban
15 El cristiano más influyente
16 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo?
17 El renacimiento del cristianismo primitivo
18 ¿Qué quiere decir para nosotros?
Diccionario biográfico
Notas del texto