El bautismo en el cristianismo primitivo
Todavía recuerdo la primera vez que leí las palabras de Jesús a Nicodemo:
“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no
puede entrar en el reino de Dios”. Era muchacho en ese tiempo, y leí ese
versículo en una clase bíblica. El maestro hizo la pregunta:
—¿Qué quiere decir ser nacido “de agua”?
Me puse a pensar un momento y luego contesté:
—Creo que Jesús hablaba del bautismo en agua.
Me sentía orgulloso de haber podido comprender eso. Pero, para vergüenza
mía, el maestro explicó que yo estaba “en un error común”, y que “nacer de agua
no podía referirse al bautismo”.
A través de los años yo he podido “corregir” a otros que creían que ese
pasaje se refiere al bautismo en agua. Siempre me sentía muy bien de poder dar
la explicación “correcta”. Pero se me bajaron los humos cuando me di cuenta de
que los cristianos primitivos sin excepción enseñaban que Jesús sí se refería al
agua de bautismo en este pasaje.
Y otra vez, eran los gnósticos que enseñaban diferente que la iglesia,
diciendo que los hombres no pueden ser renacidos o regenerados por el bautismo
en agua. Ireneo escribió de ellos: “Los hombres de esta clase han sido
instigados por Satanás a negar el bautismo el cual es la regeneración de Dios.”1
En la iglesia evangélica de hoy, el bautismo en agua generalmente se
considera cosa de poca importancia, por lo menos cuando se trata los pasos a la
salvación. Pero el bautismo tenía el más alto significado a los cristianos
primitivos. Ellos relacionaron tres puntos de gran importancia con el bautismo:
1. El perdón de los pecados.
Ellos creyeron que el bautismo cancelaba todos los pecados pasados. Por ejemplo,
Justino escribió: “No hay otra manera [de obtener las promesas de Dios] sino
sólo ésta: conocer a Cristo, ser lavados en la fuente de la cual habla Isaías
para la remisión de los pecados, y desde ese momento en adelante, vivir vidas
sin pecado.”2
En cuanto al bautismo y al perdón de los pecados, ellos se basaron en
los siguientes pasajes bíblicos, y otros semejantes:
- “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y
lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22.16).
- “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y
por la renovación del Espíritu Santo” (Tito 3.5).
- “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no
quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena
conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3.21).
- “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2.38).
Ya que ese lavamiento no dependía de los méritos de la persona que la
recibía, el bautismo a menudo fue llamado una “gracia”. Me sorprendí al darme
cuenta de que los cristianos primitivos usaban la palabra “gracia” para hablar
de un acto específico. Hace unos cuantos años cuando nuestra clase dominical
para adultos dialogaba de las creencias de la iglesia católica romana, hablamos
de su costumbre de usar la palabra “gracia” para referirse a los sacramentos
administrados por el sacerdote. Recuerdo que yo pensaba entre mí: “¡Esos
católicos ciertamente están equivocados!” Ahora comprendo que la manera en que
los católicos usan esta palabra pueda parecerse más a la manera que la
entendieron los cristianos primitivos que nuestra manera de usarla.
2. El nuevo nacimiento.
Basándose en las palabras de Jesús a Nicodemo, los cristianos primitivos también
creían que el bautismo en agua era el medio por el cual uno nacía de nuevo.
Ireneo hizo mención de eso en un tratado sobre el bautismo: “Siendo leprosos en
el pecado, somos lavados de nuestras transgresiones antiguas por medio del agua
sagrada y la invocación al Señor. De esta manera somos regenerados
espiritualmente como niños recién nacidos, así como el Señor ha dicho: ‘El que
no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios’”3
(Juan 3.5).
3. La iluminación espiritual.
Los cristianos primitivos creían que la persona recién bautizada, después de
recibir el Espíritu Santo, tenía una comprensión más clara de las cosas
espirituales, porque recibía iluminación como un hijo de Dios y un ciudadano de
su reino.
Clemente de Alejandría escribió de estas tres obras espirituales y su
relación con el bautismo: “Esta obra a veces se llama gracia; otras veces,
iluminación, perfección, o lavamiento. Es el lavamiento por el cual nos
limpiamos de nuestros pecados; la gracia por la cual la condenación de nuestros
pecados se cancela; y la iluminación por la cual vemos la santa luz de la
salvación, esto es, por medio de la cual vemos a Dios claramente.”4
En una carta a un joven amigo cristiano, Cipriano explicó su propio
bautismo en semejante forma:
“Considerando mi carácter en ese tiempo, yo creía que
fuera cosa difícil que un hombre naciera de nuevo. . . . O que un hombre por
haber sido avivado a una vida nueva en el baño del agua salvadora dejara lo que
siempre había sido—que fuera transformado en el corazón y el alma mientras aún
retuviera su cuerpo físico. . . . Antes yo daba rienda suelta a mis pecados como
si fueran en realidad una parte de mi ser, innatos a mi naturaleza. Pero
después, con la ayuda del agua del nuevo nacimiento, la mancha de aquellos años
se lavó, y una luz de lo alto, serena y pura, penetró en mi corazón ya
reconciliado. Entonces por el Espíritu mandado del cielo, en un segundo
nacimiento, me hizo un nuevo hombre.”5
El bautismo no era una ceremonia sin significado
Para resumir, para los cristianos primitivos el bautismo era la
ceremonia sobrenatural de iniciación a la vida cristiana. Por medio de esa
ceremonia el nuevo converso pasaba de la naturaleza vieja de la carne a la
naturaleza del nuevo hombre renacido. Pero por favor no consideren equivalente
esta ceremonia a la ceremonia sin significado de la iglesia después del concilio
de Nicea. Los cristianos primitivos no separaban el bautismo de la fe y el
arrepentimiento personal. El bautismo de ellos no era un rito mágico que pudiera
regenerar a una persona sin que fuera acompañado de la fe y el arrepentimiento.
Ellos enseñaban claramente que Dios no tenía ninguna obligación de conceder el
perdón de pecados sencillamente porque una persona pasara por la ceremonia del
bautismo.6 Entendían que una persona sin fe no podía renacer por
medio del bautismo.
En su Primera Apología, Justino explicó a los romanos como la fe,
el arrepentimiento, y el bautismo son inseparablemente entretejidos: “Aquellos
que están convencidos de que lo que enseñamos es cierto y que desean vivir de
acuerdo con ello, les instruimos que ayunen y que oren a Dios para recibir el
perdón de todos sus pecados pasados. También ayunamos y oramos con ellos.
Entonces los llevamos a un lugar donde hay agua, y son regenerados de la misma
manera en que nosotros mismos fuimos regenerados. Reciben luego el lavamiento de
agua en el nombre de Dios (el Padre y el Señor del universo) y de nuestro
Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo. Porque Cristo dijo: ‘El que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios’”7 (Juan 3.3).
¿Creían que serían condenadas las personas no bautizadas?
Una cosa que me impresiona acerca de los cristianos primitivos es que
nunca trataron de encerrar a Dios dentro de los límites que ellos fijaran. Por
ejemplo, siempre creían que Dios haría sólo lo que fuera de acuerdo a su amor y
su justicia con aquellos paganos que nunca tuvieron oportunidad de oír de
Cristo. Así mismo, creían que aunque el bautismo era el medio normal de Dios
para dispensar su gracia y el nuevo nacimiento, Dios no estaba obligado a usar
sólo ese medio. Creían, primero, que los niños que murieron en su niñez serían
salvos, aunque normalmente no fueron bautizados. Fue varios siglos más tarde que
Agustín enseñó que todos los niños no bautizados serían condenados.
Otro ejemplo era el de los mártires. A veces creyentes nuevos eran
llevados al martirio antes de que tuvieran oportunidad de ser bautizados. Los
cristianos primitivos entendieron que un Dios amante no abandonaría a tales. La
iglesia decía que en un sentido estos mártires recibieron su bautismo en un
bautismo de sangre. Así, aunque los cristianos primitivos dieron mucho énfasis
al significado del bautismo y su obra en el nuevo nacimiento, no creyeron que
Dios fuera austero e inflexible, incapaz de obrar por otros medios.
La ceremonia de iniciación que usan los evangélicos hoy
Es interesante notar que los evangélicos aún reconocen que se necesita
algún tipo de ceremonia de iniciación para señalar el renacimiento cristiano.
Pero extrañamente, hemos rechazado la ceremonia histórica del bautismo, y hemos
hecho nuestra propia ceremonia—el llamamiento al altar.
Cuando Pedro predicó a los judíos en el día de Pentecostés, sus oyentes
clamaron: “¿Qué haremos?” ¿Qué les dijo Pedro, que pasaran adelante y que
invitaran a Jesús a entrar en sus corazones? No. El les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados” (Hechos 2.38). Después de explicar Felipe el camino de la salvación al
eunuco etíope, ¿qué hizo? De inmediato le bautizó (Hechos 8.34-38). Así mismo,
cuando Dios mostró a Pedro (al derramar su Espíritu sobre Cornelio) que los
gentiles también podían entrar en la iglesia, la primera cosa que hizo Pedro fue
bautizar a Cornelio y a su familia (Hechos 10.44-48). Cuando Pablo predicó de
noche al carcelero filipense y su familia, ¿luego les llamó a que pasaran
adelante al altar? ¡No! La Biblia dice: “Y le hablaron la palabra del Señor a él
y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de
la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos”
(Hechos 16.32-33).
Ya que aun nosotros sentimos la necesidad de asociar nuestro nacimiento
espiritual con un día y una hora fija, ¿por qué no lo asociamos con el bautismo,
y no con el llamamiento al altar? En realidad, el llamamiento al altar y las
oraciones correspondientes salieron de los grandes movimientos de avivamiento de
los siglos dieciocho y diecinueve, y ningún cristiano antes de esa época usaba
tales medios.
Los capítulos
Introducción
1 El prisionero
2 Los cristianos primitivos
3 Ciudadanos de otro reino
4 La cuestión de cultura
5 ¿Por qué tuvieron éxito?
6 Acerca de la salvación
7 Acerca de la predestinación y el libre albedrío
8 Lo que el bautismo significaba
9 La prosperidad: ¿una bendición?
10 El Nuevo Testamento y el Antiguo
11 ¿Quién entiende mejor?
12 ¿Se falsificaron las enseñanzas?
13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó
14 Los muros restantes se derrumban
15 El cristiano más influyente
16 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo?
17 El renacimiento del cristianismo primitivo
18 ¿Qué quiere decir para nosotros?
Diccionario biográfico
Notas del texto