¿La prosperidad: ¿una bendición o una trampa?
El pastor de la iglesia
más grande del mundo, el Dr. Paul Yonggi Cho, hace poco escribió un libro sobre
el tema de la prosperidad del cristiano. Le dio este título a su libro
(traducido al español): La salvación, la salud, y la prosperidad. Después
de escribir sobre el hecho de que somos ciudadanos del cielo, prosiguió a decir:
“Ya que somos reyes, ¿no debemos de tener la majestad, la honra y los bienes
materiales propios de los reyes? Esta es nuestra herencia natural. Es un
patrimonio que podemos reclamar por medio de sólo presentar la documentación
necesaria. Estos son tesoros que podemos reclamar tanto como pudiéramos sacar
dinero de un banco en el cual una gran cantidad de dinero hubiera sido
depositado en nuestra cuenta. Si uno pretende ser un rey, pero vive en pobreza y
enfermo y desesperado, ¿cómo podrá la gente creer su pretensión?”1
El evangelio “de salud
y prosperidad” ha llegado a ser sumamente popular en las iglesias de hoy. Muchas
de las iglesias que están creciendo más en el mundo hoy son las iglesias que
predican este “evangelio”. Algunos de los predicadores de prosperidad construyen
su teología entera alrededor de un versículo en 3 Juan: “Amado, yo deseo que tú
seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu
alma” (3 Juan 2).
¿Qué quería decir Juan
al escribir estas palabras? ¿Quería decir que deseaba que los cristianos todos
prosperaran materialmente y que tuvieran salud? ¿Les estaba prometiendo que Dios
siempre les daría las riquezas y la salud?
Antes de interpretar a
la ligera las palabras de Juan, ¿por qué no ha tomado el tiempo alguien para
consultar los escritos de Policarpo, el compañero íntimo de Juan? Si los
predicadores de la prosperidad hubieran investigado los escritos de este
compañero de Juan, hubieran encontrado una advertencia apremiante contra la
búsqueda de la prosperidad material. No hubieran encontrado ni una palabra de
apoyo para su evangelio de “salud y prosperidad”. En verdad, los cristianos
primitivos testifican que los mismos apóstoles vivieron en la pobreza, no en la
prosperidad material.
Los cristianos
primitivos no consideraron que la riqueza fuera una bendición de Dios. Al
contrario, la consideraron como una trampa que fácilmente pudiera costarles la
vida eterna. Se basaron en pasajes bíblicos como los siguientes:
· “Raíz de todos
los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6.10).
· “Sean vuestras
costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora” (Hebreos 13.5).
· “No os hagáis
tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones
minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín
corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde está vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6.19-21).
· “Ninguno puede
servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o estimará al
uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo
6.24).
Al final de este
capítulo doy otras Escrituras que sirvieron de base para sus creencias acerca de
la prosperidad.
Los peligros de la prosperidad
Dando aplicación a los
versículos que cité arriba, Hermes escribió: “Estos son los que tienen fe
verdadera, pero también tienen las riquezas de este mundo. Venida la
tribulación, niegan al Señor a causa de sus riquezas y sus negocios... Por eso,
los que son ricos en este mundo no pueden ser útiles al Señor a menos que
primero sus riquezas sean disminuidas. Aprende esto primero de tu propio caso.
Cuando tú eras rico, eras inútil. Pero ahora eres útil y preparado para la
vida.”2 Por eso amonestó: “Guárdate de meterte mucho en el negocio y
evitarás el pecado. Aquellos que se ocupan con muchos negocios también cometen
muchos pecados; se distraen por sus negocios en vez de servir al Señor.”3
Clemente advirtió que
“la riqueza puede, sin la ayuda de nada, corromper al alma de aquellos que la
poseen y extraviarlos del camino de la salvación.” El describió la riqueza como
“un peso de que debemos despojarnos, el cual debemos echar de nosotros como una
enfermedad peligrosa y fatal.”4
Cipriano, hombre rico
antes de convertirse, dio todos sus bienes a los pobres cuando se hizo
cristiano. Después advirtió a los miembros de su congregación: “Un amor ciego a
las posesiones ha engañado a muchos. ¿Cómo podrán los ricos estar preparados, o
dispuestos, a partir de esta tierra [en la persecución] cuando sus riquezas los
encadenan aquí? . . . Por eso, el Señor, el Maestro de lo bueno, les advierte de
antemano, diciendo: ‘Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo
a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme’ [Mateo 19.21]. El
que no tuviera nada en este mundo no sería vencido por el mundo. Seguiría al
Señor, sin cadenas, libre, como hicieron los apóstoles... Pero ¿cómo podrán
seguir a Cristo cuando la cadena de la riqueza los estorba? … Ellos creen que
poseen, pero en realidad son ellos una posesión. No son los señores de su
riqueza, sino los esclavos de ella.”5
Utilizando el ejemplo
de Jesús sobre el camino ancho y el camino angosto, Lactancio advirtió contra
aquellos que hacían promesas de riqueza y prosperidad:
”Satanás,
habiendo inventado las religiones falsas, vuelve a los hombres del camino al
cielo y los guía en el de la destrucción. Este camino parece plano y espacioso,
lleno de los deleites de las flores y los frutos. Satanás coloca todas estas
cosas en el camino, las cosas estimadas como buenas en este mundo: la riqueza,
la honra, la diversión, el placer, y todas las demás seducciones. Pero
escondidos entre estas cosas vemos también la injusticia, la crueldad, el
orgullo, la lascivia, las contenciones, la ignorancia, las mentiras, la necedad
y otros vicios. El fin de este camino es lo siguiente: Cuando hayan avanzado
tanto que no pueden volver, el camino se desaparece junto con todos sus
deleites. Esto sucede sin advertencia de manera que nadie puede prever el engaño
del camino antes de caer en el abismo...
”Por
contraste, el camino al cielo parece muy dificultoso y montañoso, lleno de
espinos y cubierto de piedras dentadas. Por eso, todos los que andan en él
tienen que usar mucho cuidado para guardarse de no caer. En este camino Dios ha
colocado la justicia, la abnegación, la paciencia, la fe, la pureza, el dominio
propio, la paz, el conocimiento, la verdad, la sabiduría, y otras virtudes más.
Pero estas virtudes van acompañadas de la pobreza, la humildad, los trabajos,
los sufrimientos y muchas penas y pruebas. Porque el que tiene una esperanza
para el porvenir, el que ha escogido las cosas mejores, será privado de los
bienes terrenales. Por llevar él poco equipo y estar libre de las distracciones,
él puede vencer las dificultades en el camino. Porque es imposible que el rico
encuentre este camino, o que persevere en él, ya que se ha rodeado de las
ostentaciones reales, o se ha cargado de las riquezas.”6 (Mateo
7.13-14; 19.23-24).
Pero los cristianos
primitivos no sólo hablaron de la pobreza, en verdad eran pobres.
Y los romanos se burlaron de ellos por eso mismo. Por ejemplo, un romano
reprochó a los cristianos, diciendo: “Vea, muchos de ustedes—en verdad, según
ustedes mismos dicen, la mayoría de ustedes—están en necesidad, soportando frío
y hambre, y trabajando en trabajos agotadores. Pero su dios lo permite.”7
Admitiendo lo cierto de esta acusación, el licenciado Félix respondió, diciendo:
“Que dicen que muchos de nosotros somos pobres, no es desgracia, sino gloria. De
la manera que nuestra mente se afloja por la riqueza, también se fortalece por
la pobreza. Mas, ¿quien es pobre si nada desea? ¿si no codicia lo que tienen
otros? ¿si es rico para con Dios? Al contrario, el pobre es aquel que desea más,
aunque tenga mucho.”8
Los romanos se
extrañaban tanto de este mensaje de los cristianos contra el materialismo que
ridiculizaban al cristianismo. Un crítico romano llamado Celso se mofó de los
cristianos, diciendo: “¿Cómo pudo Dios ordenar [a los judíos] por medio de
Moisés que aumentaran riqueza, que gobernaran, que llenaran la tierra, que
pusieran a la espada a sus enemigos de todos los siglos ... cuando a la vez, su
Hijo, el hombre de Nazaret, dio órdenes muy contrarias a éstas? Este afirmó que
el que ama el poder, las riquezas y la honra no puede venir al Padre. [Enseñó]
que no deben preocuparse por su comida más que las aves; que no deben molestarse
por el vestir más que los lirios.”9
Tal vez alguien dijera
que esos cristianos vivían en la pobreza sólo porque tanto despreciaban la
riqueza que Dios les quería dar que la regalaban. Pero ¿cómo puede un hombre dar
más de lo que Dios da? Si la riqueza fuera de Dios, el cristiano no la perdería
si obedeciera la palabra de Dios y la compartiera con los pobres.
¡Qué contraste entre el mensaje de ellos y él de nosotros!
Ahora hagamos el
contraste entre lo que enseñaban los cristianos primitivos y lo que se enseña en
muchas iglesias hoy. Por ejemplo, Kenneth Hagin, un maestro y escritor cristiano
muy conocido en los Estados Unidos hoy, afirma haber tenido este diálogo con
Dios:
”El Señor
siguió diciendo: ‘Y tú, Satanás, ¡cuida tus manos de tocar el dinero mío!’
Porque es Satanás el que estorba para que usted no lo tenga; no soy yo.
”‘Reclámalo porque está aquí sobre la tierra y Satanás se ha apoderado del
dinero, porque él es el dios de este siglo. Di: “Yo reclamo . . .”, nombrando lo
que tú quieras o necesites.’
”Algunos
van a disputar: ‘Bien, yo puedo creer que Dios proveerá para nuestras
necesidades, pero me parece bastante raro cuando usted me dice que ¡él va a
darme todo lo que desee!’ Eso mismo dije yo al Señor: ‘Sí, Dios, puedo creer que
tú deseas suplir lo que necesitamos. Pero ¿suplirás todos nuestros deseos?’
”El me
contestó: ‘Tú pretendes ser muy rigorista en atender a mis palabras. En el Salmo
23 que tú tantas veces citas, dice: “Jehová es mi pastor, NADA me faltará”.’
”Dice en
Salmo 34: ‘Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; pero los que buscan a
Jehová NO TENDRÁN FALTA de ningún bien.’ (v. 10).
”Reclama
lo que necesites o desees. Di: ‘Satanás, cuida tus manos de tocar mi dinero’.
Luego, di: ‘Vayan, espíritus ministradores, y traíganme el dinero’.”10
Otra vez, en los
primeros siglos, los herejes, no los cristianos, enseñaban esa teología
de prosperidad. Por ejemplo, uno de los herejes más infames del tercer siglo,
Pablo de Samosata, enseñaba y practicaba un mensaje de prosperidad. Unos
ancianos cristianos contemporáneos decían esto de él: “Anteriormente él era
pobre y desamparado. No heredó nada de su padre. No ganó nada por una empresa o
un negocio. Pero ahora posee gran riqueza por medio de sus engaños y hechos
vergonzosos. . . . El ha hecho ricos [también a sus seguidores]. Por este
motivo, los que desean la riqueza le aman y le admiran.”11
¿Disfrutaron los cristianos de mejor salud?
En cuanto al
“evangelio de salud”, la historia, tanto la cristiana como la secular, nos
enseña que los cristianos no disfrutaron de mejor salud que los mundanos a su
alrededor. Las cartas escritas por los cristianos dan testimonio de que ellos
padecieron de las mismas enfermedades y calamidades de que padecieron los demás.
Los cristianos
primitivos creyeron en la sanidad divina, pero sus testimonios acerca de los
milagros de sanidad confirma que tales sanidades las administraban a los
incrédulos como señal para éstos. Normalmente no las recibían ellos mismos como
si fuera una bendición prometida por Dios.
Cipriano escribió de
la desilusión de algunos cristianos cuando padecieron de alguna enfermedad: “Les
molesta a algunos que el poder de la enfermedad nos ataque a nosotros de la
misma manera que ataca a los paganos. [Es] como si el cristiano creyera en
disfrutar de los placeres de este mundo y escapar de las enfermedades, en lugar
de soportar las adversidades aquí y esperar los goces venideros. Mientras
permanezcamos sobre la tierra, pasaremos por las mismas tribulaciones que los
demás de la raza humana, aunque vivamos separados de ellos en espíritu. . . .
Así como cuando la tierra se hace estéril y no hay cosecha, el hambre no hace
acepción de personas. Cuando un ejército enemigo captura una ciudad, todos son
llevados cautivos sin distinción. Cuando las bellas nubes no dan su agua, la
sequía afecta a todos por parejo. . . . Padecemos de enfermedades de los ojos,
de fiebre, y de debilidad del cuerpo, en la misma manera que los demás.”12
Los cristianos
primitivos no tenían una religión que prometía la prosperidad material ni una
salud superior en esta vida. Pero sí creían en el poder de Dios. Como ya hemos
visto en los capítulos anteriores, su fe en el poder de Dios y su protección
sobresale ante la fe de los cristianos de hoy en día.
Habiendo dicho esto,
sus diferencias con nosotros no descansan con este tema de la prosperidad.
Difieren con nosotros en varios puntos morales a los cuales hacemos frente hoy.
Aquí doy otros pasajes que los cristianos primitivos usaban como base de
sus enseñanzas sobre la riqueza material: “Aún te falta una cosa: vende todo lo
que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”
(Lucas 18.22). “Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja,
que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18.25). “Porque todo lo que hay
en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de
la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2.16). “Tú, pues, sufre
penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los
negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (2
Timoteo 2.3-4). “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan
la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas sino en el Dios vivo, que
nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6.17).
“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Timoteo
6.8). “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán.
Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla.
Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y
devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los
días postreros” (Santiago 5.1-3). “Porque es necesario que el obispo sea
irreprensible . . . no codicioso de ganancias deshonestas . . . no avaro” (1
Timoteo 3.2-3).
Los capítulos
Introducción
1 El prisionero
2 Los cristianos primitivos
3 Ciudadanos de otro reino
4 La cuestión de cultura
5 ¿Por qué tuvieron éxito?
6 Acerca de la salvación
7 Acerca de la predestinación y el libre albedrío
8 Lo que el bautismo significaba
9 La prosperidad: ¿una bendición?
10 El Nuevo Testamento y el Antiguo
11 ¿Quién entiende mejor?
12 ¿Se falsificaron las enseñanzas?
13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó
14 Los muros restantes se derrumban
15 El cristiano más influyente
16 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo?
17 El renacimiento del cristianismo primitivo
18 ¿Qué quiere decir para nosotros?
Diccionario biográfico
Notas del texto