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Segunda parte-El gran tropiezo
¿Es éste el cristianismo histórico?
Las cosas que hasta aquí he compartido con usted probablemente le han causado cierta inquietud espiritualmente. De hecho, quizá lo hayan ofendido. Yo estoy consciente de que todo esto es un campo nuevo para la mayoría de los cristianos. Pero es importante que usted comprenda que lo que he estado compartiendo con usted no es la opinión personal de David Bercot. Este no es otro de esos libros donde el autor dice que todas las demás personas han malinterpretado la Biblia a través de los siglos, y que él es el único que finalmente ha encontrado la verdad. Libros de ese tipo no faltan, y para mí no tienen mucho valor.
No, lo que he estado compartiendo con usted sobre la guerra, la no resistencia y el gobierno es realmente la posición histórica de la iglesia cristiana. Estas fueron las enseñanzas originales de la iglesia, y fueron la opinión universal o casi universal de todos los cristianos hasta la época de Constantino en el siglo IV.
Sin embargo, no les pido que me crean porque yo lo digo. Quiero que lo sepan de buena tinta. Por tanto, en las páginas que siguen a continuación compartiré con usted el testimonio de aquellos cristianos que vivieron próximos al tiempo de los apóstoles. Por favor, comprenda que estas no han sido citas de textos seleccionadas cuidadosamente para probar ciertos puntos. No he seleccionado determinadas citas de los cristianos primitivos para omitir aquellas que apoyan una opinión diferente. La iglesia primitiva ha sido mi campo de estudio durante los últimos veinte años, y no sé de nadie antes del tiempo de Constantino que expresara una opinión diferente a la que se presenta a continuación.
Extranjeros en este mundo
Cuando la iglesia aún se encontraba próxima al tiempo de los apóstoles, los cristianos verdaderamente vivían en este mundo como extranjeros. Ellos vivían según los valores del reino, lo cual los hacía notablemente diferentes del mundo a su alrededor. Su mira estaba puesta en Jesucristo y su reino, y por lo tanto, los asuntos públicos de este mundo no tenían la menor importancia para ellos.
Hermas, quien escribió cerca del año 150 d. de J.C. o tal vez antes, desde la ciudad de Roma, dijo lo siguiente:
Ustedes, los siervos de Dios, saben que moran en tierra ajena. Pues su ciudad está lejos de aquí. Si conocen, pues, la ciudad en la cual vivirán, ¿por qué consiguen tierras aquí, hacen preparativos costosos y acumulan moradas y edificaciones inútiles? El que hace preparativos para esta ciudad no puede regresar a la suya. (…) ¿Acaso no comprenden que todas estas cosas pertenecen a otro y están bajo la autoridad de otro? (…) Por tanto, presten atención. Al igual que aquel que vive en tierra ajena, no hagan preparativos adicionales para sí mismos, salvo para lo que sea estrictamente necesario. Y prepárense a abandonar esta ciudad cuando el amo de esta ciudad venga para echarlos fuera de ella por desobedecer su ley.1
Tatiano, quien vivió en el Medio Oriente, escribió su defensa del cristianismo aproximadamente en el año 160 d. de J.C. En su escrito, al hablar en nombre de todos los cristianos, él proclamó: “Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias [financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. (…) ¡Morid al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivid para Dios!”2
Clemente de Alejandría fue un cristiano instructor en la iglesia de Alejandría, Egipto. Sus escritos, que datan aproximadamente del año 195 d. de J.C., expresan la indiferencia de los cristianos primitivos en cuanto a la política, el patriotismo y los acontecimientos de este mundo. Él resumió el sentir de los cristianos primitivos cuando escribió: “No tenemos nación alguna en la tierra. Por tanto, podemos desdeñar las posesiones terrenales”.3
Tertuliano, quien escribió entre los años 195 y 212 d. de J.C., fue un escritor enérgico que perteneció a la iglesia en Cartago, África del Norte. Al igual que sus hermanos cristianos de aquella época, él testificó que los cristianos no tienen ningún interés en los asuntos políticos y gubernamentales a su alrededor:
Todo celo en la búsqueda de gloria y honor está muerto en nosotros. De modo que nada nos presiona a participar en sus reuniones públicas. Además, no hay otra cosa más totalmente ajena a nosotros que los asuntos del estado. Reconocemos un único dominio que lo abarca todo; el mundo. Renunciamos a todos los espectáculos de ustedes. (…) Entre nosotros nunca se dice, ve o escucha nada que tenga algo en común con la locura del circo, la deshonestidad del teatro, las atrocidades de la arena o el ejercicio inútil del campo de lucha libre. ¿Por qué se ofenden con nosotros si diferimos de ustedes en cuanto a sus placeres?4
Citando a sus hermanos cristianos, Tertuliano escribió: “En lo que a ustedes respecta, ustedes son extranjeros en este mundo, ciudadanos de Jerusalén, la ciudad que está en el cielo. Nuestra ciudadanía, dice el apóstol, está en los cielos.”5
Orígenes fue uno de los hombres más brillantes de su tiempo. Durante varias décadas, él sirvió como maestro en la iglesia en Alejandría. Posteriormente, se trasladó a Cesarea donde fue ordenado como anciano o presbítero. Uno de los trabajos más valiosos de Orígenes fue su respuesta a Celso, un pagano crítico del cristianismo:
Celso también nos insta a que “ocupemos un cargo en el gobierno del país, si es necesario para la observancia de las leyes y el apoyo de la religión”. Sin embargo, reconocemos en cada estado la existencia de otra organización nacional que fue fundada por la palabra de Dios. Y exhortamos a aquellos que son poderosos en la palabra y de una vida irreprensible a que gobiernen las iglesias. (…) No es con el propósito de evadir los deberes públicos que los cristianos rechazan los cargos públicos. Más bien, es para que ellos puedan reservarse para un servicio más divino y necesario en la iglesia de Dios, la salvación de los hombres.6
Cipriano sirvió como obispo de Cartago aproximadamente en el año 250 d. de J.C. Él dejó una recopilación cuantiosa de correspondencia con otros cristianos y otras iglesias, la cual nos da una idea significativa de las creencias de los cristianos en su tiempo. A manera de confirmación de lo que sus hermanos cristianos estaban diciendo, él escribió: “De una vez y por todas debemos recordar que hemos renunciado al mundo, y que mientras tanto vivimos aquí como extranjeros y advenedizos”.7
La no resistencia
Los cristianos primitivos no sólo se distanciaron del gobierno y de otros asuntos de este mundo, sino que también siguieron de una forma muy literal las enseñanzas de Jesús sobre la no resistencia. Los siguientes son algunos pasajes representativos de los mismos autores que cité anteriormente:
Clemente de Alejandría escribió: “A los cristianos no les es permitido usar la violencia para corregir las faltas del pecado”.8
Tertuliano confirmó esto, diciendo: “¿Qué diferencia hay entre el provocador y el provocado? La única diferencia es que el primero fue el primero en hacer el mal, pero el último lo hizo después. Cada uno está condenado ante los ojos del Señor por herir a un hombre. Por cuanto Dios prohíbe y además condena toda maldad. Cuando se hace un mal, no se toma en cuenta el orden. (…) El mandamiento es absoluto: no se paga mal con mal”.9
Otra vez, Tertuliano escribió: “El Señor salvará a su pueblo en ese día, como a ovejas. (…) Nadie les da el nombre de “ovejas” a los que caen en combate con las armas en la mano, o a los que son asesinados mientras repelen la fuerza con la fuerza. Más bien, este nombre les es dado únicamente a los que caen, entregándose a sí mismos en sus propios lugares de servicio y con paciencia, en lugar de luchar en defensa propia”.10
Lactancio fue un cristiano muy culto que escribió en la primera parte del siglo IV, diciendo: “Cuando sufrimos semejantes cosas impías, no resistimos ni siquiera de palabra. Más bien, le dejamos la venganza a Dios”.11 Y nuevamente dice: “El cristiano no perjudica a nadie. Él no desea la propiedad de los demás. De hecho, él ni siquiera defiende la suya propia si se la quitan por medio de la violencia. Por cuanto él sabe cómo soportar pacientemente un mal hecho en su contra”.12 Y dice finalmente: “No nos resistimos a los que nos lastiman, porque debemos ceder ante ellos”.13
Otro escritor cristiano de la iglesia primitiva a quien no he presentado aún es Atenágoras. Él escribió una defensa del cristianismo aproximadamente en el año 175 d. de J.C., en la cual dijo: “Hemos aprendido a no devolver golpe por golpe ni tampoco a presentar demandas en contra de los que nos saquean y roban. No sólo eso, sino que a los que nos den en una mejilla, hemos aprendido a volverle la otra también”.14
Los cristianos en el ejército
No hay evidencia alguna en los escritos romanos seculares ni en los escritos cristianos que demuestre que algún cristiano sirviera en los ejércitos romanos antes del año 170 d. de J.C. Sin embargo, a pesar de la condena de la iglesia primitiva en contra de la guerra y los asesinatos, el testimonio de la historia revela claramente que después del año 170 d. de J.C., hubo algunos cristianos en el ejército romano. Algunos escritores se han basado en esto para argumentar que, en realidad, los cristianos primitivos no se oponían a la guerra. No obstante, esa no es una presentación honesta de la historia, ya que el testimonio unánime de todos los escritores cristianos primitivos es que todos los cristianos se negaron a involucrarse en la matanza de personas.
Entonces, ¿cómo reconciliamos esta aparente contradicción? El trabajo de un cristiano primitivo titulado La tradición apostólica, recopilado por Hipólito cerca del año 200 d. de J.C., esclarece el asunto. Al describir cómo la iglesia debe tratar a los candidatos para el bautismo, Hipólito afirma: “A un soldado de la autoridad civil se le debe enseñar a que no mate a los hombres y a que se niegue a hacerlo si se le ordenara, y también a negarse a prestar juramento. Si él no está dispuesto a cumplir, se le debe rechazar para el bautismo. Un comandante militar o un juez de la corte que esté activo tiene que renunciar o ser rechazado. Si un candidato o un creyente busca convertirse en soldado, tendrá que ser rechazado por haber despreciado a Dios”.15
Parece que a partir de cerca del año 170 d. de J.C., la política general de la iglesia era que si un soldado se convertía a Cristo, él no tenía que abandonar el ejército para ser bautizado. Sin embargo, él tenía que estar de acuerdo con nunca usar la espada ni prestar juramento. Pero, si un civil cristiano entraba voluntariamente al ejército, o si un soldado retirado regresaba al ejército por gusto propio, esa persona era excomulgada de la iglesia. Incluso hasta el siglo IV, ésta todavía era la política general de la iglesia.16
¿Por qué la iglesia no les exigía a los soldados recién convertidos que abandonaran el ejército antes de bautizarlos? Porque normalmente un soldado servía un período de 25 años en el ejército. Por lo general, su única manera de salir del ejército era por medio de la muerte o por medio del cumplimiento de su servicio. Permanecer en el ejército sin usar la espada no hubiera sido tan difícil como podría parecernos a nosotros hoy día. Debemos recordar que el Imperio Romano se encontraba relativamente en paz durante este período del cristianismo primitivo, por tanto era muy posible que un cristiano pudiera pasarse toda su vida en el ejército sin que se le exigiera derramar sangre o emplear la violencia contra alguna persona. De hecho, durante el período del cristianismo primitivo, los soldados mayormente servían como encargados de mantener la paz civil y como ingenieros en la construcción de caminos, muros y acueductos.
En realidad, los primeros registros de cristianos en el ejército (c 170 d. de J.C.) afirman específicamente que los cristianos se negaban a usar sus espadas y que solamente oraban. Dios contestó sus oraciones al enviar una lluvia intensa que hizo que los invasores se retiraran sin que hubiera una batalla.17
Por favor, comprenda que no estoy diciendo que la posición de la iglesia primitiva después del año 170 d. de J.C. hacia los soldados recién convertidos era necesariamente la posición correcta. Solamente estoy diciendo que la posición de la iglesia no representaba una aceptación de la guerra ni tampoco expresaba un rechazo explícito de la no resistencia.
Cuando los reinos se oponen entre sí
Por no pertenecer a este mundo, el reino de Dios comúnmente entra en conflicto con los reinos de este mundo. Al igual que Pedro y los apóstoles, los cristianos primitivos se negaron a violar cualquiera de los mandamientos de Jesús, incluso cuando el César lo exigía.
Orígenes escribió: “¿Qué tal si la ley de la naturaleza, o sea, la ley de Dios, manda que se haga lo que se opone a la ley escrita? Hasta la propia lógica nos dice que nos despidamos del código escrito (…) y que nos entreguemos a nuestro Legislador, Dios. Esto es así aun cuando al hacerlo sea necesario que nos enfrentemos a peligros, a innumerables pruebas, y hasta la muerte y la deshonra”.18
Lactancio agregó: “Cuando los hombres nos mandan que actuemos contrario a la ley de Dios, y contrario a la justicia, ninguna amenaza o castigo que nos sobrevenga debe disuadirnos. Por cuanto preferimos los mandamientos de Dios a los mandamientos del hombre”.19
En conclusión, la no resistencia y la separación del mundo fueron las prácticas históricas del cristianismo.
Notas finales
1 Hermes The Shepherd, Libro III, cap. 1; ANF, Tomo II, 31.
2 Tatian To The Greeks, cap. 11; ANF; Tomo II, 69.
3 Clemente de Alejandría The Instructor, Libro III, cap. 8; ANF, Tomo II, 281.
4 Tertuliano Apology, cap. 38; ANF, Tomo III, 45,46.
5 Tertuliano De Corona, cap. 13; ANF, Tomo II, 101.
6 Orígenes Against Celsus, Libro VIII, cap. 75; ANF, Tomo IV, 668.
7 Cipriano On Mortality, cap. 26; ANF, Tomo V, 475.
8 Clemente de Alejandría, citado en Sermón 55 de Máximo. ANF, Tomo II, 581.
9 Tertuliano Of Patience, cap. 10; ANF, Tomo III, 713.
10 Tertuliano Against Marcion, cap. 39; ANF, Tomo III, 415.
11 Lactancio The Divine Institutes, Libro V, cap. 21; ANF, Tomo VII, 158.
12 Lactancio cap. 24; ANF, Tomo VII, 160.
13 Lactancio cap. 18; ANF, Tomo VII, 184.
14 Atenágoro Plea for the Christians, cap. 1; ANF, Tomo II, 129.
15 Hipólito (Traducción de Gregory Dix y Henry Chadwick) The Apostolic Tradition (Ridgefield, CT: Morehouse Publishing, 1992) 26.
16 Canon XII de Nicea; Philip Schaff, ed. The Nicene and Post-Nicene Fathers, First Series. Tomo 10 (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1983), 27.
17 “Epistle of Marcus Aurelius to the Senate,” ANF, Tomo I, 187.
18 Orígenes Against Celsus, Libro V, cap. 37; ANF, Tomo IV, 560.
19 Lactancio, Libro 6, cap. 17; ANF, Tomo 7, 182–183.
Introducción
El reino que trastornó el mundo - Introducción
Primera Parte
El reino de valores trastornados
4 ¿Has hecho ya el compromiso del reino?
5 Un cambio en nuestro concepto de las riquezas
6 Un nuevo estándar de honradez
7 Las leyes del reino sobre el matrimonio y el divorcio
Segunda parte
El gran tropiezo
10 Pero, ¿no dicen las escrituras que…?
11 ¿Qué tal de los reinos del mundo?
12 La vida bajo la influencia de dos reinos
14 ¿Nos hace esto activistas en pro de la paz y la justicia?
15 ¿Ha vivido alguien así en la vida real?
16 ¿Es este el cristianismo histórico?
Tercera parte
¿Cuál es el evangelio del reino?
17 El camino de Jesús a la salvación
20 El reino no puede permanecer en secreto
Cuarta parte
Nace un híbrido
21 ¿Qué le pasó al evangelio del reino?
23 ¿Acaso estaba Dios cambiando las reglas?
24 Cómo desaparecieron las enseñanzas de Jesús
25 La era de oro que nunca tuvo lugar
26 Agustín: apologista del híbrido
27 ¡Falsificación en el nombre de Cristo!
Quinta parte
Cuando ser un cristiano del reino era ilegal
31 Los valdenses se encuentran con los reformistas suizos
33 La bandera del reino se levanta de nuevo