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Una corriente alternativa

No todos los movimientos medievales de reforma enfocaron el evangelio del reino. Junto a la corriente del reino, también fluyó una corriente distinta, la corriente de los reformistas agustinianos.

A primera vista, parecería que ningún movimiento relacionado con Agustín podría ser un verdadero movimiento de reforma. Al fin y al cabo, él fue el apologista de todo el híbrido constantiniano. Pero la Iglesia en los días de Agustín había sido parte del híbrido durante menos de un siglo. Con el paso del tiempo, la Iglesia se apartó aun más de las enseñanzas de Jesús. La veneración de las imágenes, de María y de los santos apenas comenzaba a practicarse en los días de Agustín. En su tiempo, no existían ni indulgencias papales ni cardenales. A los miembros de la congregación se les permitía beber de la copa de la comunión.

De modo que regresar al cristianismo de los días de Agustín era en sí una reforma importante. Sin embargo, dicha reforma se encontraba siempre dentro del híbrido constantiniano. De ninguna manera era un regreso al evangelio del reino.

Los movimientos agustinianos contra
los movimientos del reino

Aunque tuvieron muchos puntos en común, los movimientos de reforma agustinianos se diferenciaron significativamente de los movimientos del reino en los siguientes aspectos:

1. La aceptación del híbrido constantiniano. Para comenzar, todos los reformistas agustinianos aceptaron el híbrido constantiniano. Ellos no se opusieron a la unión de la Iglesia y el estado. De hecho, siempre buscaron llevar a cabo sus reformas mediante el poder del estado.

2. El rechazo de la no resistencia. Debido a que ellos aceptaron la unión de la Iglesia y el estado, los reformistas agustinianos no se opusieron al uso de la espada. Todos ellos reconocían que la espada era necesaria para el funcionamiento y la preservación del estado. Y puesto que el estado estaba unido a la Iglesia, la Iglesia no debía oponerse a que sus miembros participaran en la guerra, en la ejecución de la pena capital ni en las torturas.

3. El rechazo de otras enseñanzas del reino. Los movimientos agustinianos casi siempre adoptaron la misma forma: La teología del Nuevo Testamento (¡supuestamente!) sobrepuesta a la moral y el estilo de vida del Antiguo Testamento. Los reformistas agustinianos enseñaron que no había necesidad de seguir literalmente las enseñanzas del reino de Jesús sobre las riquezas y los juramentos. Muy pocas veces se refirieron a la separación del mundo. No obstante, hay que señalar a su favor que los reformistas agustinianos por lo general atacaron las añadiduras que la Iglesia romana le hizo al evangelio después de la época de Agustín. Sin embargo, todos ellos, sin excepción, aceptaron la mayoría de los cambios hechos antes de la muerte de Agustín.

4. El énfasis en la teología por encima del estilo de vida. Otra diferencia entre los movimientos agustinianos y los movimientos del reino fue que los movimientos agustinianos a menudo enfatizaron la teología como la esencia del cristianismo. Por el contrario, los movimientos del reino enfatizaron el estilo de vida, no la teología. Además, la teología enfatizada por los reformistas agustinianos fue la teología de Agustín. Estos reformistas por lo general hablaban de la autoridad suprema de la escritura. Sin embargo, en la práctica, esa autoridad fue la escritura interpretada por Agustín. No por casualidad, prácticamente todos los reformistas agustinianos enseñaron la predestinación absoluta como punto fundamental de su plataforma reformadora.

5. La educación. La mayoría de los reformistas agustinianos fueron hombres con educación universitaria. De hecho, por lo general estos movimientos de reforma podían presumir de contar con al menos una universidad importante que les servía como un fuerte aliado. En cambio, la mayoría de los movimientos del reino fueron iniciados por laicos, y generalmente ellos no contaban con apoyo de las universidades.

Juan Wyclif

Quizá el más destacado reformista agustiniano de la Edad Media fue Juan Wyclif. Él trabajó como profesor de filosofía y teología en la Universidad de Oxford en la Inglaterra del siglo XIV. Wyclif fue popular en los círculos académicos ingleses de su tiempo, y contó con el apoyo de la corte real inglesa.

Al igual que los reformistas agustinianos que lo siguieron, Wyclif enseñó en contra de la mayoría de los cambios en la Iglesia Católica después de la época de Agustín: la doctrina de la transubstanciación; la veneración o adoración de las reliquias, las imágenes y los santos; y el otorgamiento de indulgencias.1

Wyclif también rechazó las afirmaciones exaltadas del Papa. De hecho, él llamó a la Iglesia romana “la sinagoga de Satanás”, y dijo que el Papa era el anticristo. Wyclif vio correctamente que “Pedro y Clemente, junto con otros colaboradores en la fe, no habían sido papas, sino colaboradores de Dios en la obra de edificar la iglesia de nuestro Señor Jesucristo”.2 Wyclif quiso que la Iglesia nacional en Inglaterra fuera independiente del Papa. Él denunció a todas las órdenes religiosas en el lenguaje más vehemente, atreviéndose al punto de decir que nadie podría ser un verdadero cristiano si pertenecía a una orden.3

En sus escritos, Wyclif atacó con furia las riquezas de la Iglesia Católica. De hecho, él enseñó que ni los clérigos ni la Iglesia debían poseer ninguna propiedad.4 Sin embargo, Wyclif no llegó al punto de abrazar todas las enseñanzas de Jesús contra la acumulación de riquezas en la tierra. Él no tuvo objeción en contra de que los reyes y los miembros de la nobleza atesoraran riquezas en la tierra; él simplemente no deseaba que la Iglesia lo hiciera. Wyclif incluso llegó a decir que si la Iglesia no le cedía a la corona sus inmensas propiedades, la corona debería apoderarse de ellas por la fuerza. Esto precisamente fue lo que hizo Enrique VIII aproximadamente 150 años después de la muerte de Wyclif.

Al igual que otros reformistas agustinianos, Wyclif aceptó completamente el híbrido constantiniano. La única parte de dicho híbrido que él rechazó fue la falsa Donación de Constantino a la cual hice referencia anteriormente. En los días de Wyclif, este documento aún era aceptado como auténtico. Ya que Wyclif creía que el estado era el hermano gemelo de la Iglesia, él enseñaba que un señor secular tenía que vivir en un estado de justicia. Él decía: “Nadie que esté en pecado mortal es señor de nada”.5 Es decir, si un gobernante está viviendo en pecado mortal, él automáticamente pierde su cargo de liderazgo y sus súbditos ya no tienen que obedecerlo. Esto, por supuesto, se opone directamente a lo que enseña el Nuevo Testamento. Prácticamente todos los emperadores romanos vivieron en pecado mortal. Pero Pablo dijo que debíamos someternos a ellos, no derrocarlos. La enseñanza de Wyclif preparó las bases para una revolución armada si el cuerpo cristiano creía que el rey o cualquier otro líder estaba viviendo en pecado (o pertenecía a una iglesia errónea).

Al igual que Agustín, Wyclif creyó en la predestinación absoluta. Él enseñó que antes de que las personas nazcan, están inalterablemente predestinadas ya sea a la vida eterna o a la perdición eterna. Según él dijo, esto no es el resultado del conocimiento previo de Dios, sino de su decisión arbitraria. Wyclif escribió: “Yo aseguro como una cuestión de fe que todo lo que pasará, pasará por necesidad. De manera que si se sabe de antemano que Pablo estará perdido, él no podrá arrepentirse verdaderamente”.6

A diferencia de los predicadores del reino en Francia e Italia, Wyclif quiso llevar a cabo una reforma por medio del poder del estado. Desde el comienzo, Wyclif obró dentro de los círculos de poder de Inglaterra, y el rey y otros miembros de la nobleza lo protegieron del Papa. De hecho, el protector especial de Wyclif fue John de Gaunt, un duque que tenía una gran influencia sobre el anciano Rey Eduardo de Inglaterra.

La Iglesia Católica declaró que muchas de las propuestas de Wyclif eran herejías. Sin embargo, gracias a sus amigos poderosos, Wyclif se las arregló para librarse de la hoguera. En el año 1384 murió de muerte natural. No obstante, casi cincuenta años después de su muerte, la Iglesia hizo que exhumaran su cuerpo, que lo quemaran hasta convertirlo en cenizas y que lo lanzaran al río.

Los lolardos

La influencia de Wyclif se mantuvo viva en Inglaterra por medio de sus discípulos a quienes los católicos llamaron los lolardos. Wyclif siempre había defendido la autoridad de la escritura por encima de la autoridad de la Iglesia. Uno de los grandes logros de los lolardos fue su traducción de la primera Biblia inglesa. Aunque en la actualidad esta primera Biblia inglesa se le atribuye al propio Wyclif, en realidad la traducción fue hecha por sus discípulos y amigos.7

En un principio, los lolardos incluyeron en sus filas a muchas personas adineradas y de poder. Todavía muy influenciados por el híbrido constantiniano, en 1394 los lolardos presentaron un panfleto ante el Parlamento inglés, solicitándole reformar la Iglesia. Sin embargo, las reformas que ellos proponían eran una mezcla interesante de enseñanzas agustinianas y del reino. En su panfleto los lolardos atacaban el celibato del sacerdocio, el agua bendita, los rezos por los muertos, las peregrinaciones a Roma, los rezos y las ofrendas a las cruces y a las imágenes, y la confesión a los sacerdotes.8 Ellos demandaban un fin de la práctica del Papa o sus obispos de llevar a cabo todas las ordenaciones en Inglaterra.9

Los lolardos, además, atacaban la práctica del clero de ocupar al mismo tiempo cargos espirituales y cargos gubernamentales, diciendo:

Tener al rey y al obispo en una persona, al prelado y al juez sobre causas temporales, al cura y al oficial en el cargo secular, pone a cualquier reino más allá de la buena administración. Se puede probar claramente esta conclusión ya que lo temporal y lo espiritual son dos mitades de la Santa Iglesia en su conjunto. Y por tanto, el que se ha dedicado a uno de estos cargos no debe entrometerse en el otro, ya que nadie puede servir a dos amos.10

Al igual que Wyclif, los lolardos no tuvieron un entendimiento completo del evangelio del reino. Ellos quisieron separar los cargos seculares de los religiosos, pero continuaron creyendo que los poderes seculares y religiosos en conjunto formaban la “totalidad de la Santa Iglesia”. Es decir, el reino de Dios seguía casado con el estado.

Sin embargo, después de la muerte de Wyclif, los lolardos se apartaron un poco de la teología agustiniana y se acercaron más al evangelio del reino. Por ejemplo, a pesar de su comprensión imperfecta del reino, los lolardos se dieron cuenta de que la guerra era incompatible con el cristianismo:

La matanza de hombres en la guerra, o por medio de una supuesta ley de justicia con motivo de una causa temporal, sin una revelación espiritual, se opone expresamente al Nuevo Testamento que de veras es la ley de la gracia y llena de misericordias. Esta conclusión se demuestra claramente por medio de los ejemplos de la predicación de Cristo aquí en la tierra, por cuanto él especialmente le enseñó al hombre a amar a sus enemigos, a mostrarles piedad y no a matarlos. La razón es la siguiente: (por lo general) cuando los hombres pelean, el amor se olvida después del primer golpe. Y quienquiera que muere sin amor cae directamente por el camino recto al infierno.

Además, nosotros sabemos bien que ningún clérigo puede por medio de la escritura o algún motivo lícito remitir la pena de muerte por un pecado mortal y no por otro. Pero el Nuevo Testamento es la ley de la misericordia, y prohíbe toda clase de matanza. Ya que el evangelio dice: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás.” (…) [Los cruzados] no merecen las gracias del Rey de Paz. Ya que es por medio de la humildad y la paciencia que se multiplica la fe. Cristo Jesús aborrece y amenaza a los hombres que pelean y matan, pues él dice: “El que hiera a espada, a espada perecerá”.11

Como era de suponer, el Parlamento no aprobó estos artículos lolardos. De hecho, al cabo de algunas décadas, la corona y la Iglesia Católica se unieron en un intento por exterminar completamente a los lolardos. Los poderes católicos persiguieron a los lolardos despiadadamente, y muchos de ellos fueron quemados en la hoguera. Otros se retractaron de sus doctrinas cuando fueron confrontados con la tortura y la muerte. Los sobrevivientes permanecieron en la clandestinidad. Los lolardos continuaron reuniéndose, pero en secreto. En sus reuniones sencillas enfatizaron el estudio de la Biblia y la predicación de la palabra.12

Después que el movimiento lolardo perdió el apoyo del rey y la nobleza, comenzó a asumir muchas de las características de los movimientos medievales del reino. Sus miembros ahora eran casi exclusivamente comerciantes, campesinos y pobres urbanos. La Iglesia Católica nunca pudo exterminarlos, de manera que los lolardos todavía existían cuando la Reforma llegó a Inglaterra.13

Sin embargo, lo que la Iglesia Católica no pudo hacer, lo hizo la Reforma. Los lolardos sobrevivientes fueron absorbidos por la Reforma inglesa y su teología agustiniana. Después de la época de la Reina María (1553–1558), ellos perdieron sus enseñanzas características y su identidad.

 

Notas finales

  1  Henry Gee y John William Hardy, eds, “Wycliffe Propositions Condemned at London,” Documents Illustrative of English Church History (London: MacMillan and Co., Ltd., 1910) 108–109.

  2  “Council of Constance,” Sesión 15, 6 de julio de 1415, en http://www.dailycatholic.org/history/16ecume3.htm.

  3  Gee y Hardy 110.

  4  Gee y Hardy 109, Conclusión 10.

  5  Gee y Hardy, Conclusión 16.

  8  Gee y Hardy 128–131.

  9  John A. F. Thomson, The Later Lollards 1414–1520 (London: Oxford University Press, 1965) 247.

10  Henry Gee y John William Hardy, eds, “The Lollard Conclusions,” Documents Illustrative of English Church History (London: MacMillan and Co., Ltd., 1910) 128, Conclusión 6.

11  Gee y Hardy 131, Conclusión 10.

12  Thomson 244–21.

13  J. Strype, Ecclesiastical Memorials, Parte II (London, 1822) 54–55.