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El Purgatorio
Murió un amigo mío. Se hizo el lamento y la misa. Casi todo el pueblo acompañó al ataúd al cementerio donde fue sepultado. Por ocho días, todas las noches se hizo el rosario de ánimas. El día noveno se hizo el novenario, el rosario más grande. Hubo mucha gente, mucho rezar, y mucha comida. Todos estos rosarios los hicieron para el difunto. —Los hicimos —me dijeron— para aligerar su paso del purgatorio al cielo. Yo no fui a estos rosarios. No fui porque no creo en el purgatorio. Muchos me dirían: “¿Cómo que no crees? ¡Todo el mundo sabe que hay purgatorio! Los sacerdotes lo enseñan y... bueno, siempre se ha dicho que hay purgatorio. ¿Y tú no lo crees?” Explicaré por qué no lo creo. Pero primero, veamos:
¿Qué dice la Iglesia Católica?
Según la Iglesia Católica, el purgatorio es el lugar adonde van las almas de las personas que mueren en gracia, pero que no son libres de toda imperfección. La Iglesia Católica enseña que las almas de tales personas necesitan ser libradas de tres defectos: (1) la culpa de pecados veniales, (2) la inclinación hacia el pecado (deseos des ordenados), y (3) el castigo temporal que resulta del pecado.[1]
Además, la Iglesia Católica enseña que “las oraciones y las buenas obras de los vivos pueden ser útiles a los difuntos, por aliviar y abreviar sus penas”.4 Y que “el sacrificio de la misa es propiciatorio, que por consiguiente tiene la virtud de borrar los pecados y de satisfacer la justicia divina por los vivos y por los difuntos”. Por enseñar esto, la Iglesia Católica dice que aunque el sacrificio de Cristo fue suficiente para quitar nuestra culpa, no fue suficiente para cancelar nuestro castigo. Según ellos, todos tendremos que ir al purgatorio para pagar el castigo de nuestros pecados. Pero:
¿Qué dice la Biblia?
La Biblia no dice nada del purgatorio.[2] Ni una palabra. En toda la Biblia no se encuentra esa palabra. Ni una vez se refiere a un lugar adonde van las almas para pagar por el pecado antes de pasar al cielo.
La Biblia nos enseña que por nuestros pecados somos condenados a la muerte eterna. Enseña que Cristo murió por nuestros pecados, tomando sobre sí la maldición de nuestros pecados. La Biblia dice claramente que la muerte de Jesús es suficiente para pagar el castigo de todos nuestros pecados. Leamos lo que dice: “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios ...; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados (Hebreos 10.10–14). A base del sacrificio de Cristo, Dios dice en el mismo pasaje: “Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión [perdón] de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”(Hebreos 10.17–18). Es por Cristo que hay remisión de pecados. Él puede salvarnos. “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7.25)
Nota que dos veces la Biblia dice que la ofrenda de Cristo fue hecha una vez para siempre. Además, dice que con un solo sacrificio Cristo hace perfectos a los salvos. Y dice que, después de la muerte de Cristo, ya no hay más sacrificio por el pecado. Con el sacrificio de sí mismo, Cristo salva perpetuamente, o completamente para siempre, a los que llegan a Dios por medio de él. La Biblia no dice nada de tener que pagar el castigo de nuestros pecados si recibimos la salvación en Cristo. Según la Biblia, los únicos que tienen que pagar sus pecados son los que no han experimentado el perdón de Jesús y los que han dejado el perdón de Jesús para volver al pecado. “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6.23).
Según la Biblia, ¿qué espera a los justos cuando mueren?
David, rey de Israel, escribió: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23.4). Salomón, otro rey de Israel, escribió: “El justo en su muerte tiene esperanza” (Proverbios 14.32). Lázaro, el mendigo lleno de llagas, murió. De su muerte Jesús dijo: “Murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham” (Lucas 16.22). El malhechor, muriendo por su pecado en una cruz, oyó las palabras de Jesús: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23.43). Esteban, muriendo a manos de los judíos eno jados, vio —no las llamas del purgatorio— sino “los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (Hechos 7.56). El apóstol Pablo, quien antes de convertirse había perseguido a los cristianos, tenía esta esperanza: “Para mí ... el morir es ganancia” (Filipenses 1.21). La Biblia no dice nada de algún castigo que espera a los justos después de la muerte. Al contrario nos hace saber que pura dicha espera a los justos cuando mueren.
¿Por qué, pues, no creo que haya purgatorio?
No creo que haya purgatorio porque Dios no habla de él en la Biblia. Y si Dios no nos ha dicho que hay purgatorio, ¿quién tiene autoridad de decirlo? Sólo Dios puede decir lo que está más allá de la muerte. Si los hombres lo dicen, es sólo invención de hombres. Y aunque lo dicen miles de veces a través de miles de años, no es sino tradición de hombres. Pablo advierte: “Mirad que
5nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, ... y no según Cristo” (Colosenses 2.8). Unos católicos ya admiten que su doctrina no se basa en la Biblia. Cito de The New Catholic Encyclopedia (La Nueva Enciclopedia Católica): “En el último análisis, la doctrina del purgatorio está basada en la tradición, y no en las Sagradas Escrituras.”
Es verdad, porque la Biblia no dice nada del purgatorio. En toda la Biblia no encuentro esta palabra. Ni una vez leo de un lugar adonde van las almas para pagar el pecado antes de pasar al cielo. Yo creo lo que dice la Biblia en Colosenses 2.13–14: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola a la cruz.” Yo creo que cuando la Biblia dice “todos los pecados”, quiere decir “todos los pecados”. Yo creo lo que dice la Biblia. Y en cuanto a lo eterno, y al mundo de lo invisible, no puedo creer nada más de lo que dice la Biblia. No puedo añadir a ella
Amigo, necesitas ser limpio ahora por la sangre de Cristo para poder entrar en el cielo. No esperes la purificación en el purgatorio, pues no la encontrarás. Búscala hoy en Jesús. Si encuentras purificación en él, no tendrás nada que temer en la muerte. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1.18). —Marcos Yoder
1. The New Catholic Encyclopedia (La Nueva Enciclopedia Católica), tomo 11, página 1037, (traducido).
2. Ibid., página 1035. 3. Diccionario de Teología (Hecho con permiso del señor vicario eclesiástico de Madrid y su partido), tomo 3, página 827. 4. Ibid. 5. The New Catholic Encyclopedia (La Nueva Enciclopedia Católica), tomo 11, página 1034, (traducido).
[1] La Iglesia Católica enseña que el castigo del pecado no se quita cuando se perdona la culpa. Se tiene que pagar este castigo o en esta vida o en la vida venidera.
[2] Tampoco se encuentra la palabra “purgatorio” en los libros apócrifos. Aunque el segundo libro de Macabeos menciona el orar por los difuntos, no da prueba de que se aprovecharon los difuntos de esas oraciones
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