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La mayordomía
Dallas Witmer

Traducido y adaptado por Timoteo Miller

Prólogo

Vivimos en tiempos peligrosos. La Biblia dice que en los últimos tiempos vendrán días difíciles: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Timoteo 3.2–5).

Los versículos citados anteriormente describen de forma clara los problemas que surgen cuando las personas se aman a sí mismas y a los deleites de la vida más que a Dios y a los demás. Tales personas son orgullosas, rehúsan reconocer que Dios es dueño de todas las cosas y que ellos nada más son mayordomos de las posesiones de Dios. Estas personas necesitan un cambio de corazón antes que puedan entender y practicar la mayordomía cristiana.

Además, nosotros que somos creyentes deseamos perfeccionar nuestra práctica de la mayordomía para que podamos continuar creciendo en la vida cristiana. Dios desea que siempre abundemos en todo lo que glorifica a Dios y sea de beneficio para otros, y la buena mayordomía ayuda mucho en esto. Si somos buenos mayordomos, al final podremos escuchar las palabras de Dios: “Bien, buen siervo y fiel; (...) entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25.21).

Este estudio fue escrito con el propósito de edificar a los cristianos. El autor no pretende tener todas las respuestas, pero aborda casi todas las áreas de la vida cristiana que tienen que ver con la mayordomía.

Nosotros esperamos que al estudiar este tema usted reciba muchas bendiciones y que sea lleno del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1.9–10).

—La publicadora

 

Lección 1

Dios, el dueño absoluto y universal

Introducción

Usted tal vez se sorprenderá si le dijera que nosotros no poseemos nada. Nos hemos educado diciendo: Esta es mi casa, mi dinero, mi familia, mi vida, mi tiempo, mis talentos, etc. Nuestra tendencia es exigir muchas cosas para el beneficio de nosotros mismos. Pensamos que el dinero que nos ganamos es nuestro y que las cosas que compramos con nuestro dinero son nuestras. Estamos convencidos de que poseemos estas cosas y que si alguien nos las quita, es un acto de robo.

Cuando Dios manda que no robemos se sobreentiende que hay un dueño legítimo para cada cosa. Este concepto es bíblico. Cuando Ananías le mintió al Espíritu Santo acerca de la venta de su tierra, Pedro preguntó: “Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder?” (Hechos 5.4) Así que nosotros tenemos razón al decir que somos los dueños. Pero debemos confesar que nosotros no somos los dueños en el sentido más literal de la palabra dueño, pues la Biblia nos enseña que todas las cosas pertenecen a Dios. Para conveniencia, nosotros hablamos de “poseer” las cosas, y usamos los adjetivos posesivos “mi” y “mío” al referirnos a las cosas que tenemos.

Todo lo que cualquiera posee en esta vida es nada más una parte de la mayordomía que Dios le dejó. Dios es dueño de todo. Cuando hablamos de lo que nosotros poseemos, hablamos desde un punto de vista puramente terrenal. Sin embargo, en esta lección y a lo largo de este estudio nosotros estaremos analizando este tema desde un punto de vista que toma en cuenta el cuadro más amplio. Nuestra meta será mostrarle la realidad que sólo Dios es dueño en sentido absoluto, y nosotros nada más somos mayordomos. Que Dios lo bendiga al estudiar esta lección. Prepare su corazón para recibir y hacer lo que Dios le enseñe por medio de la misma.

Para leer y estudiar

1. Pruebas que demuestran que Dios es dueño de todo. (Escriba junto a la cita bíblica lo que le pertenece a Dios.)

• Salmo 24.1:

• Nehemías 9.6:

• Job 41.11:

• Salmo 50.9–12:

• Ezequiel 18.4:

• Hageo 2.8:

• Mateo 6.13:

• Romanos 13.1:

2. La responsabilidad del hombre en el mundo de Dios:

• Su comisión en la creación (véase Génesis 1.26–29).

• La amonestación de ser buen administrador (véase Lucas 16.9–12).

• Dios nos dio todo (véase 1 Corintios 4.7).

• El concepto cristiano de lo que es nuestro (véase Hechos 4.32).

• Un ejemplo de mala administración (véase Lucas 12.16–21).

• El ofrendar (véase 2 Corintios 9.7–8).

 

Bosquejo de la lección

A. Dios es el único dueño verdadero

B. Características del buen mayordomo

C. Las demandas de Cristo en su propia vida

 

A. Dios es el único dueño verdadero

1. Tres razones por las que el hombre no puede poseer nada

      a.        El hombre no puede crear nada

Muy pocas personas reconocen que Dios es el único dueño de este universo porque él lo creó. Esta verdad establece que el hombre no puede poseer nada, pues no puede crear nada. Las “creaciones” o inventos del hombre (cohetes, rascacielos, medicinas, etc.) son nada más aplicaciones, adaptaciones o combinaciones de lo que Dios ya creó. Crear es “hacer que empiece a existir una cosa”. Si usted necesita dinero, ¿puede crearlo? Si usted necesita más tiempo para terminar un trabajo, ¿puede usted crear más tiempo? No, nosotros no podemos crear nada. Sólo Dios puede hacer algo de la nada. Esto hizo él cuando formó el universo. Por eso, todo ser humano debe reconocer que sólo Dios es capaz de poseer algo. “Señor, (...) tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4.11).

      b.        El hombre no  tiene control absoluto   sobre nada

¡Qué vanos son los títulos y los demás documentos que el hombre tiene para probar que es dueño! En un instante, Dios puede reducir a cenizas y escombros las mansiones que los hombres “poseen”. En tiempo de guerra toda su “propiedad” puede ser usada por el gobierno para la guerra. Y en cualquier momento el fraude y el robo pueden quitarle la supuesta propiedad a cualquiera. Es imposible que el hombre tenga control absoluto sobre alguna cosa que dice ser suya. Ya que no podemos controlar por completo nuestras posesiones, queda claro que nosotros no somos los verdaderos dueños de las mismas, sino que lo es el que ejerce control absoluto sobre estas cosas. Y ¿quién es ése? Job sabía que es Dios. Él dijo: “Jehová dio, y Jehová quitó” (Job 1.21). El que posee puede demostrarlo por medio de su control.

      c.        Dios ya lo posee todo

¿Tiene usted una escritura segura para “su” terreno? Imaginemos que usted compró su terreno y se le dio una escritura, la cual usted registró en la municipalidad. Ahora el gobierno de su país lo reconoce a usted como dueño legítimo de ese terreno. Es una escritura segura, ¿verdad? No, no es segura. Por ejemplo, supongamos que hay un proyecto para hacer una carretera desde un pueblo a otro y esta ruta pasa justo por el centro de su propiedad. ¿Qué hará usted? ¿Presentará su escritura y amenazará con llevar el caso a un juicio? ¿Eso impediría que esa carretera pase por su propiedad? Por supuesto que no. Su escritura está sujeta a lo que el gobierno quiera. Entonces, usted no tiene una escritura segura. Además, el dueño original, Dios, todavía mantiene todos los derechos sobre su propiedad. Quizá usted nunca lo había pensado, pero la escritura que usted tiene para “su” propiedad, aunque es legal, es sólo un arrendamiento de Dios. “De Jehová es la tierra y su plenitud” (Salmo 24.1). Así que usted nada más arrienda su terreno de Dios.

2. Razones por las que el hombre piensa que él es dueño

      a.        Es orgulloso

Dios es dueño absoluto del universo, no sólo porque él es tan fuerte que nadie se lo puede quitar, sino porque es dueño por derecho. De todas las cosas que Dios creó, el hombre pecador es el único ser viviente en todo el universo que trata de negar esta verdad.

Dios posee todo simplemente porque él es Dios. Al estudiar la Biblia, nosotros podemos asegurarnos que así es. Los atributos de Dios, tales como su omnipotencia y santidad, hacen que Dios no tenga ningún rival que represente amenaza alguna al hecho que él es propietario absoluto de todo lo que existe. No obstante, el hombre incrédulo siempre sigue pensando que él mismo es el dueño de las cosas que posee, aun cuando a menudo ve que no las puede controlar como quisiera.

Es a causa del orgullo que las personas no reconocen que Dios es dueño absoluto de sus posesiones. Lucifer tampoco quiso reconocer que Dios es dueño de todo. Por eso Dios lo echó del cielo. ¿Cuál fue el pecado principal de Lucifer? ¡El orgullo! Hoy los descendientes espirituales de Lucifer demuestran las mismas tendencias al afirmar que ellos son los propietarios de las cosas que poseen.

La gente se enorgullece por sus riquezas, sus familias y sus talentos. Abusan de todas estas cosas para promover sus propios intereses. Incluso el propio evangelio sufre abuso porque los hombres se benefician de ello para su propia gloria. Dios desea que las personas se humillen y reconozcan que ellos no son los dueños de estas cosas, sino solamente mayordomos, encargados de las mismas. “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintios 4.7)

      b.        Rechaza el cargo de mayordomo que Dios le ha dado

Dios le ha encargado a toda persona que sea mayordomo fiel de su creación. Dios les dijo a Adán y Eva: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1.28). Este deber de cuidar las cosas de Dios no era solamente para Adán y Eva; es para usted también.

A los mayordomos hoy día también los llamamos gerentes. Un gerente es responsable por las cosas y asuntos de otro. En el mundo actual, muchos desean llegar a ser un gerente de alguna empresa. Ser un gerente es un honor. Un gerente normalmente recibe cada vez más responsabilidad en la compañía al mostrarse digno de confianza. En muchos casos, los dueños casi ni se dan cuenta cómo marcha su negocio porque confían demasiado en su gerente.Al aumentar las responsabilidades del gerente, por lo general aumenta su sueldo. Supongamos que cierto gerente sigue ascendiendo en sus responsabilidades en la empresa. Al llegar a ser responsable de toda la empresa, a él se le ocurre que él ahora es el dueño, que puede manejar la empresa como a él le dé la gana... y que puede también quedarse con la ganancia. ¿Por cuánto tiempo esta persona seguiría siendo gerente? Sólo hasta que el dueño se dé cuenta de su delito. ¿Y qué pasa con el gerente al final? Va para la cárcel.

Usted es uno de los gerentes de Dios. Nada de lo que está bajo su mando es suyo. Su propia vida es propiedad de Dios y se la ha dado para vivirla como él manda. Usted debe usar las capacidades que él le ha dado para traer honra y gloria a Dios, el dueño. Incluso su tiempo, cada minuto de su vida, le pertenece a Dios. Dios requiere que usted maneje todo de acuerdo con sus instrucciones: el dinero, la propiedad, la familia, el tiempo y los talentos que le ha dado. Dios va a recompensarle si los maneja bien. Pero le castigará duramente si desatiende sus responsabilidades como gerente, pues al desatender estas cosas no está usted malgastando sus propios recursos, sino los de Dios.

Jesús contó una historia en Lucas 12.16–21 que enseña algunos puntos importantes de la mayordomía. Estudie esta parábola.

Lucas 12 16–21
Texto bíblico

Dios dice:

El hombre carnal dice:

“La heredad de un hombre

“Aunque tú no

“¡Qué buen tra

rico había producido mucho”

lo mereces, yo te

bajador soy!”

(v. 16).

he bendecido.”

 

“Y él pensaba dentro de sí,

“Comparte tus

“ ¿ C ó m o y o

diciendo: ¿Qué haré, porque no

frutos con los

p u e d o s a c a r

tengo dónde guardar mis frutos?”

necesitados.”

mayor provecho

(v. 17)

 

de todo esto?”

“Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes” (v. 18).

“No olvides que yo soy el dueño; no robes mis cosas.”

“Estas cosas son mías, fruto d e m i s a b i o manejo.”

“Y diré a mi alma:Alma, muchos

“Ya te has olvi-

“¡Ajajá, ya soy

bienes tienes guardados para

dado de que yo

rico!”

muchos años; repósate, come,

soy el dueño.”

 

bebe, regocíjate” (v. 19).

 

 

“Pero Dios le dijo: Necio, esta

“¿No te había

“¡Ay, qué mala

noche vienen a pedirte tu alma;

dicho que todo

suerte!”

y lo que has provisto, ¿de quién

es mío, hasta tu

 

será?” (v. 20)

propia vida?”

 

“Así es el que hace para sí tesoro,

“¡Presten aten-

“Pero a mí no

y no es rico para con Dios”

ción, todos mis

me va a suceder

(v. 21).

gerentes!”

así...”

B. Características del buen mayordomo

1. Generosidad

La iglesia cristiana apenas había nacido cuando los cristianos empezaron a vender sus posesiones y a compartir el dinero que recibían para suplir las necesidades de los que no tenían suficiente. Su actitud en cuanto a los bienes materiales era como se describe en el siguiente versículo: “Y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía” (Hechos 4.32). Ésta es la actitud de cada persona que se ha rendido por completo al señorío de Jesucristo. Debido a esta actitud, cuando hay una necesidad dentro o fuera de la hermandad, los cristianos buscan maneras de ayudar. Dios vive en ellos, haciéndoles abundar para su gloria porque ponen todas sus cosas a disposición de quien se las ha encomendado.

2. Sumisión al señorío de Cristo

Un cristiano es una persona que voluntariamente afirma que Jesucristo tiene derecho, por creación y por redención, de manejar cada detalle de su vida. El cristiano se rinde incondicionalmente al señorío de Jesucristo. Si alguno profesa ser cristiano, pero no demuestra por medio de su vida que Cristo es el Señor de su vida y de las cosas que él posee, entonces tal persona no es cristiana.

Existen dos razones principales por las que Cristo tiene derecho a ser Señor en nuestras vidas. Primeramente, somos de él porque él nos creó (véase Juan 1.3). Aun nuestra vida se la debemos a él. No hay ninguna razón por la que nosotros no debamos sujetarnos por completo a su voluntad.

Además, somos de Cristo porque él nos redimió. Cuando el hombre pecó, Satanás “secuestró” el género humano y lo sometió a él. o

El reino de Dios y el reino de Satanás

“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la

“[El] Padre (...) nos ha santificación, y como fin, la vida librado de la potestad de eterna” (Romanos 6.22). las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”

los que por fe en Cristo se arrepienten y se convierten en cristianos son restaurados, redimidos y hechos parte otra vez de la familia de Dios. “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6.20).

En muchas iglesias se habla mucho de la salvación, pero muy poco del señorío de Cristo y de la mayordomía. Ellos alaban a Jesús como Salvador, mas no quieren que sea su Señor. Lo más triste es que Cristo no seguirá siendo Salvador en la vida del que rehúsa sujetarse a él como Señor. Los hombres deben comprender que la salvación es ese puente glorioso que los pecadores pueden usar para cruzar desde el reino opresor de Satanás al reino de Dios, donde Cristo gobierna.

El ejemplo de Saulo de Tarso, cuando se convirtió en cristiano, demuestra la actitud que Dios desea ver en la vida de cada cristiano. Lea Hechos 9.3–9. Cuando le rodeó una luz del cielo, él cayó postrado en tierra y preguntó: “¿Quién eres, Señor?” Al saber que era Jesús, preguntó: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” En muchas “conversiones” las personas no son como Saulo, sino que se levantan, usurpan la corona del Rey Jesús y declaran: “Así haré yo con mi vida”. Tal actitud no cabe dentro del reino de Jesús.

Cuando alguien verdaderamente se convierte en cristiano, Cristo es el Rey de su vida, Cristo manda en su vida, Cristo es Señor de su vida. Esa persona se convierte en mayordomo humilde y fiel de todos los recursos que Dios le ha dado.

3. Valores santificados

El hombre valora las personas de acuerdo con lo que puede ver con sus propios ojos. Al hombre que se ve que tiene mucho dinero se le respeta mucho. Al hombre pobre se le tiene lástima o se le desprecia. Pero Dios no valora así a las personas: “Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16.7). Esto lo dijo Dios justo antes de tomar a un muchacho pobre y humilde y hacerlo rey de Israel. Dios hoy nos quiere enseñar que no debemos tomar en cuenta ni la apariencia de un hombre ni la abundancia de sus cosas para valorarlo. Fíjese más bien en su carácter. Cuando las cosas y el dinero ya no influyen en nuestra opinión acerca de una persona, nosotros empezamos a ver su carácter. En la iglesia, ni el dinero, ni los talentos, ni los dones espirituales deben tener alguna parte en la valoración espiritual de un individuo. Sin embargo, su uso de estas cosas sí nos enseña algo acerca de su carácter. Toda la superficialidad del sistema del mundo pierde su brillo cuando los hombres reconocen que todo es de Dios. Entonces ellos empiezan a apreciar a otros por lo que son en lugar de por la cantidad de cosas que poseen.

¿Valora usted las cosas y las personas como Dios las valora, o como el hombre? El buen mayordomo cristiano vive a base de valores santificados.

4. Alabanza y acciones de gracias

“Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza” (Salmo 100.4).

Dios nos manda muchas veces que debemos alabarlo y darle gracias. El primer paso hacia la incredulidad y la perversión que se describen en Romanos 1 es el de ingratitud y falta de alabanza (véase Romanos 1.21). Así que, no es de maravillarnos si Dios nos exhorta a darle gracias. “Dad gracias en todo” (1 Tesalonicenses 5.18). “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5.20).

Dios también desea escuchar nuestras peticiones. Él nos dice que debemos pedir, buscar y llamar para recibir sus bendiciones. Pero, ¿por qué pedirle si siempre hemos tenido lo necesario? Porque si le pedimos, entonces eso nos recuerda que toda nuestra vida depende de él. No somos los dueños de nada, sino solamente mayordomos. Un dueño nunca tiene que dar gracias a nadie por las cosas que él tiene. En cambio, el mayordomo le debe todas las gracias a su amo, pues él no posee nada. De la misma manera somos nosotros los cristianos con nuestro Padre celestial, quien es dueño de todas nuestras posesiones.

C. Las demandas de Cristo en su propia vida

Ya estudiamos acerca de cómo Dios es dueño de todo, y hemos notado las bendiciones de vivir una vida de mayordomía bajo el señorío de Cristo. Pero, ¿será posible hacer de todo esto una realidad diaria? ¿Todavía irá usted al pueblo con su bicicleta para hacer sus compras con su dinero? ¿Se impacientará cuando alguien le atrasa en su trabajo o toma un poco de su tiempo? Pues de todos modos, ¿no es esta su vida?

De nada nos sirve saber todos los principios bíblicos relativos a la mayordomía si no los aplicamos a nuestra vida diaria. Otros verán si usted es fiel en su mayordomía por su manera de hablar y por lo que usted hace. ¿Confía usted en las riquezas materiales? ¿Usa sus bienes para el reino de Dios? La gente sabrá si es mayordomo fiel por su manera de usar las cosas que Dios le ha encomendado.

Cuando usted hace sus quehaceres, piense en los siguientes puntos:

1. Cristo es Señor de mi vida. ¿Acaso me he rendido totalmente a Dios como se rindió Saulo de Tarso? Él entregó toda su vida al señorío de Dios. ¿He mantenido una actitud de sumisión y obediencia a Dios desde que me entregué a él?

2. Todas mis posesiones en verdad pertenecen a Dios. ¿Acaso he rendido toda mi vida y todas mis posesiones a Dios? ¿Sería duro para mí confiar en Dios si él de repente me quitase todo lo que me ha dado?

3. No tengo ningún derecho. ¿Me siento herido cuando me tratan injustamente? ¿Acaso reconozco como debo que ya no tengo ningún derecho?

4. Mi tiempo es de Dios. ¿Acaso me impaciento cuando tengo que sacar tiempo de mi horario para ayudar a otra persona? ¿Me impacientaría si realmente creyera que mi tiempo es el tiempo de Dios y que él controla las circunstancias en mi vida?

5. Voy a dar en vez de acumular. ¿Qué porcentaje de lo que Dios me ha dado estoy dispuesto a dar a la iglesia o a otras necesidades? ¿Cuánto tiempo doy a Dios en servicio espiritual? ¿Qué tan grande porción de mis talentos invierto en promover el reino de Dios?

6. Voy a poner por obra las enseñanzas que aprendo en este estudio. ¿De qué me valdrá saber estas enseñanzas si no estoy dispuesto a ponerlas por obra? Vale más que permita que estas verdades afecten mis actitudes, estilo de vida y planes para el futuro, porque reconozco que todo pertenece a Dios.

 

Lección 2

La inversión y los desperdicios

Introducción

En la primera lección estudiamos una verdad fundamental de la mayordomía cristiana: Dios es dueño absoluto de todo. Si realmente creemos esto, ahora estamos listos para colocar la piedra angular sobre este fundamento sólido. Esa piedra angular consiste en entender claramente la diferencia entre la inversión y el desperdicio.

Para ser un buen administrador de algo, se tiene que saber distinguir entre lo que es inversión y lo que es desperdicio. Esto parece ser bastante fácil, y en muchos casos lo es, especialmente cuando se toma en cuenta sólo lo material. Permítame ilustrar la diferencia.

Imaginemos que usted tiene mil pesos. Usted se los ganó y puede gastarlos como le plazca. Con ese dinero pudiera dar un paseo turístico por todo su país. Por supuesto, eso sería un desperdicio completo porque al regresar a casa se dará cuenta que ya no tiene ni el dinero ni ninguna otra cosa a cambio del mismo. Otra opción sería esconder esos mil pesos en algún lugar seguro dentro de su casa. Diez años después todavía serían mil pesos, pero de seguro su valor sería menos debido a la devaluación. Durante diez años ese dinero no hubiera servido para nada, pero tampoco hubiera sido una pérdida tan drástica como echarlo todo a perder dando un paseo turístico. Pero hay una tercera opción. ¿Por qué no usar ese dinero para sembrar algunas hortalizas? Compre semillas y fertilizante, siembre lo que va a sembrar, cuídelo y en el momento de la cosecha, venda su producto. Es posible que usted saque el doble o el triple de lo que invirtió. Los primeros dos ejemplos por lo general se reconocerían como desperdicio, el último como inversión.

Pero la diferencia entre la inversión y el desperdicio no siempre es tan obvia. Muchos otros factores pudieran influir en los casos que mencionamos. Por ejemplo, supongamos que usted en verdad no necesita esos mil pesos, pero un vecino suyo sufre una tragedia y necesita ayuda. ¿Sería correcto en tal caso invertir su dinero en una siembra de hortalizas en vez de ayudar al vecino? O supongamos que usted ya está tan ocupado con otro trabajo que tener que cuidar esas hortalizas le quitaría todo su tiempo libre que anteriormente pasaba estando con su familia. El materialista no toma en cuenta ninguna de las circunstancias que mencionamos. Pero el cristiano sí las toma en cuenta. Para el cristiano, una buena inversión no es siempre lo que gana más dinero y el cristiano no siempre considera como un desperdicio lo que no le trae ingresos monetarios.

Hay dos maneras muy distintas de calcular la inversión y el desperdicio. Casi todos los calculan sólo a base de las ganancias materiales. Sin embargo, el cristiano no puede aceptar esa manera de pensar. El cristiano calcula la inversión y el desperdicio haciéndose la siguiente pregunta: ¿Acaso esto glorificará a Dios? Ésta es la manera de calcular que queremos enfocar en esta lección. Ojalá que al terminar de estudiar esta lección usted también llegue a calcular todo, haciéndose esta misma pregunta.

La mayordomía cristiana se resume en usar para la gloria de Dios lo que él nos ha dado y en ser usados nosotros mismos en la manera que mejor promueva al reino de Dios. Esto es inversión y glorifica a Dios. El rehusar someter nuestros recursos y nosotros mismos a la entera disposición de Dios constituye desperdicio.

“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4.11).

Verdades fundamentales de la mayordomía cristiana

Para leer y estudiar

1. ¿Qué aprovechará al hombre? (Véase Mateo 16.24–28.)

2. Lo más importante (véase Mateo 6.19–34).

3. El talento que se desperdició (véase Mateo 25.14–30).

 

Bosquejo de la lección

A. Lo que Dios piensa acerca del desperdicio

B. Dos puntos de vista acerca de la inversión y el desperdicio

C. Desperdicios que se cometen comúnmente

D. El desperdicio por mal manejo

E. ¿Para la gloria de Dios o la de nosotros mismos?

F. ¿Cuánto dinero debo guardar para mí?

G. Aplicando la mayordomía a su propia vida

H. Invirtiendo en las riquezas verdaderas

I. Acerca de los pájaros y los lirios

J. Buscando la mejor ganancia

A. Lo que Dios piensa acerca del desperdicio

Jesús les contó una parábola a sus discípulos de un hombre rico que tenía un mayordomo. Los empleados fueron al hombre rico y le dijeron que su mayordomo estaba malgastando sus bienes. Este hombre rico llamó a su mayordomo y le dijo: “Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo” (véase Lucas 16.1–2). Lo que menos desea un dueño es tener un mayordomo que desperdicia lo que está a su cargo.

¿Piensa usted que Dios pasará por alto nuestra irresponsabilidad si malgastamos el dinero, tiempo y otros recursos que él nos ha dado para que los administremos? Claro que no. Un mayordomo se contrata para que aumente los bienes de su amo. Malgastar los bienes de su amo es lo peor que un mayordomo puede hacer. No es de extrañarse que al mayordomo de esta parábola le quitaran su puesto.

Justo antes de esta parábola, Jesús le había contado otra parábola a la gente (véase Lucas 15.11–32) acerca de un joven derrochador. A esta parábola le pondremos por título:

La historia de dos herencias

Hace mucho tiempo un hombre tenía una propiedad y dos hijos. Según la costumbre de aquel tiempo, el padre algún día repartiría su propiedad entre sus dos hijos. Pero el hijo menor se negó a esperar y exigió que se le diese su parte de inmediato. Así que el padre dividió sus bienes entre sus dos hijos. El hijo menor se fue lejos de la casa para que su padre no pudiera ver en qué gastaba el dinero. Allí el pródigo malgastó su herencia. Una parte la malgastó en mujeres; el resto lo derrochó en busca de otros placeres. Tal desperdicio no pudo sino conducir a la ruina completa. Y así fue que se le acabó el dinero a este hijo menor al mismo tiempo que aconteció una gran hambre en la tierra donde estaba. De manera que este joven que había heredado una fortuna se encontraba en la pobreza más miserable y se vio obligado a pedir trabajo. Por fin, él consiguió un trabajo cuidando cerdos. Estando allá en el campo con los cerdos, el hambre del hijo pródigo lo llevó a la desesperación. Tenía tanta hambre que deseaba comer las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. En su desesperación se detuvo a pensar. Pensó en su padre. Él sabía que su padre, que tenía a su cargo la otra parte de la herencia, todavía estaría ganando dinero. Él era ese tipo de administrador. Su padre manejaba bien lo que tenía, pero no era materialista. Él también sabía que su padre era un hombre bondadoso y que siempre ayudaba a los necesitados. Al joven se le ocurrió que, aunque había pecado contra su padre, él de seguro le daría la bienvenida con el puesto de un peón.

El joven se dispuso a regresar a su casa. Él se sentía mal por todo lo que había malgastado. Sin lugar a dudas, él había aprendido mucho por medio de los golpes duros de la vida. Cuando él iba llegando a casa, su padre lo vio. Él corrió al encuentro de su hijo, se echó en su cuello y lo besó.

¡Qué escena debió haber sido aquella! Si alguien hubiera visto a esos dos ese día bien hubiera podido preguntarse quiénes eran ellos y porqué se abrazaban. El infeliz muchacho estaba vestido de harapos, mientas que su padre estaba bien vestido.

Tal era el contraste entre los dos hombres que se abrazaron ese día en el camino. Estos dos hombres habían seguido caminos totalmente opuestos. El uno se hizo rico; el otro pobre.

Es mucho lo que podemos aprender de esta parábola acerca del contraste entre una buena y una mala mayordomía, la cual nos da una idea similar de la diferencia entre invertir o desperdiciar. Cristo quiso enseñarnos a través de esta parábola que debemos usar sabiamente todo lo que él nos da en lugar de derrocharlo.

B. Dos puntos de vista acerca de la inversión y el desperdicio

1. El materialismo

El materialismo es la creencia que plantea que obtener riquezas es lo más importante. De acuerdo con los principios de esta creencia, las riquezas siempre deben ser invertidas en algo que genere más riquezas. Esta teoría pone al ego como señor de la vida y no toma en serio ni a Dios ni a la eternidad. Aunque la mayoría de las personas materialistas dicen que no son egoístas ni avaras, las mismas practican el egoísmo a diario en sus negocios. Tal vez regalan alguna cosita de vez en cuando al vecino pobre o tal vez hasta echan montones de dinero en la ofrenda. Sin embargo, su actitud y manera de actuar con relación a su dinero y demás cosas es muy materialista.

2. “Hacedlo todo para la gloria de Dios”

El cristiano no maneja su dinero y sus cosas sólo para tener la mayor ganancia material, sino para glorificar a Dios. Los cristianos verdaderos no son materialistas. Ellos ven más que sólo las cosas físicas; se enfocan en las cosas eternas. Para los cristianos, el dinero que se usa para la gloria de Dios es una buena inversión, aunque no traiga ganancias materiales. Además, para ellos lo que se usa en algo que no le trae gloria a Dios es un desperdicio, aunque traiga mucha ganancia económica. Los cristianos manejan su dinero y sus bienes para la gloria de Dios porque reconocen que todo lo que ellos tienen le pertenece a Dios.

Un buen mayordomo aumenta los bienes de su amo. Como cristianos, nosotros aumentamos los bienes de nuestro amo celestial al usarlos y al ser usados nosotros mismos de la manera que le trae la mayor gloria a Dios. La gloria de Dios es lo principal en la mayordomía cristiana. Cualquiera puede entender el mandamiento que se encuentra en 1 Corintios 10.31: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.

C. Desperdicios que se cometen comúnmente

La destrucción descuidada de cualquier recurso no glorifica a Dios. Él creó todas las cosas, cada una con un propósito distinto. Casi todos estaríamos de acuerdo en que es malo destruir los recursos que Dios nos ha dado. Sin embargo, los recursos más comunes son los que a veces destruimos y los que manejamos incorrectamente más a menudo.

Uno de los recursos más comunes es la comida. La manera más común en que se desperdicia la comida es al comer demasiado. La Biblia condena la glotonería, o sea, comer en exceso. Como cristianos, nosotros deseamos ser buenos mayordomos de Dios. Por consiguiente, no debemos comer sólo para darnos el gusto de una buena comida. Además, debemos ser prudentes en cuanto a las comidas que compramos, evitando gastar dinero en comprar comidas de poco valor nutritivo.

Vivimos en un tiempo en que el mundo tiene sus modas y cosas que según ellos son necesarias. El último estilo de reloj o de zapatos es lo que más cuesta y no necesariamente es lo mejor. Generalmente constituye un gran desperdicio de recursos estar comprando estas cosas de un valor monetario tan caro en lugar de comprar las que podemos usar y no son tan caras.

La Biblia dice que “en el barbecho de los pobres hay mucho pan; mas se pierde por falta dejuicio” (Proverbios 13.23). Tal vez la manera en que estos pobres pierden la mayor parte de este pan es por falta de administrar bien el tiempo que Dios les ha dado. Dios nos da el tiempo para que lo utilicemos en algo bueno. Dios condena la pereza (véase Romanos 12.11; 2 Tesalonicenses 3.10–12; Hebreos 6.12). ¡Él no quiere que seamos ociosos, sino que trabajemos para él! La verdad es que muchas personas son demasiado flojas en el trabajo. Muchos desperdician el tiempo. Por esa razón Dios no los puede bendecir.

Dios siempre es glorificado cuando usamos con sabiduría los recursos que él nos da, ya seamos agricultores, mecánicos, carpinteros o si hacemos cualquier otro tipo de trabajo provechoso.

D. El desperdicio por mal manejo

El mal manejo en cualquier tipo de negocio desperdicia mano de obra, materia prima y oportunidades. Los buenos gerentes son aquellos que son eficientes. Pero la verdad es que a pesar de tener un gerente bueno y eficiente cualquier negocio grande tiene más desperdicios que los pequeños. Esto se debe a que es más difícil administrar de manera eficiente todos los detalles de un negocio grande. Y cuando un negocio tiene un gerente que es culpable de mal manejo, entonces ese negocio muy pronto llega a ser ineficiente... y la ineficiencia desperdicia montones de recursos en poco tiempo. Existen negocios que por su buen estado económico pueden darse el lujo de desperdiciar algo; no obstante, esto no justifica el desperdicio. El mayordomo cristiano, aunque económicamente pueda darse el lujo de desperdiciar algún recurso, tratará de evitarlo porque reconoce que desperdiciar los recursos de Dios por puro gusto es malo.

E. ¿Para la gloria de Dios o la de nosotros mismos?

En la economía de cualquier país se ocupan por lo menos algunos negocios grandes para que la misma marche con éxito. Pero como cristianos, nosotros debemos considerar con cuidado cualquier oportunidad que se nos presente de agrandar nuestro negocio. Supongamos que hay un granjero cristiano que ha trabajado duro y ha economizado y ahora tiene suficiente para comprar otra finca, además de la que tiene. ¿Acaso él debe hacerlo? Viéndolo desde el punto de vista del materialista, parece una tontería no agrandar la hacienda de uno. Pues esto fomentaría más ingresos que a su vez se pudieran invertir para hacer aun más ganancia.

¡Nuestra tendencia es ser materialista! Cuando se nos presentan oportunidades como éstas, entonces lo primero que hacemos muchas veces es calcular a ver si con esto podremos ganar dinero. Cuando hemos establecido que sí, o sea que promete ser un proyecto exitoso, empezamos a trabajar en ello. Y sólo después pensamos seriamente en cuáles son los efectos que dicho proyecto pudiera ejercer en nuestra vida espiritual.

No debemos operar así. Lo primero que debemos considerar es: ¿Acaso esta oportunidad económica puede redundar en favor de la gloria de Dios? El impulso humano de ganar dinero debe sujetarse completamente a Dios. Este impulso en sí no es malo. Existen tres razones legítimas por las que es necesario que ganemos dinero:

1. Para mantenernos y proveer para aquellos que están a nuestro cargo.

2. Para tener con qué ayudar a los necesitados.

3. Para promover la obra de Cristo y su iglesia.

 No obstante, es posible abusar de cada una de estas razones. Por ejemplo, unos dicen que trabajan “para mantener a su familia” cuando en realidad lo hacen sólo para brindarles más lujos y placeres carnales. Hay personas que afirman que si ellos tan sólo pudieran ganar un poco más de dinero, entonces ayudarían a apoyar a las misiones. Sin embargo, el dinero que ganan ellos lo siguen invirtiendo en negocios más y más grandes o lo gastan en lujos que ni remotamente tienen que ver con las misiones.

El mayordomo fiel y verdadero desea cumplir con el llamamiento que Dios le ha dado. Dios llama a algunos a que ganen dinero para entregarlo a la causa de Cristo. Puede ser que parezca que tal cristiano tiene las mismas metas en la vida que el materialista. Pero hay una gran diferencia: el cristiano con el llamamiento de ganar mucho dinero entrega sus ganancias a la causa de Cristo y para el bien de otros, mientras que el materialista utiliza sus ganancias para fines egoístas y ambiciosos. Dios también llama a algunas personas a dejar su impulso natural de ganar dinero para así poder dar testimonio en una comunidad de pocos recursos económicos. Recuerde esto: si Dios le está llamando a usted para que le sirva en un puesto que no rinde mucho dinero, usted nunca le podrá ofrecer a Dios suficiente dinero para sustituir a lo que él le está llamando a hacer.

F. ¿Cuánto dinero debo guardar para mí?

Dios pone a cada cristiano en un lugar donde puede servirle y donde le es de agrado a él. Dentro de este marco, Dios le da cierta capacidad de ganar dinero. ¿Cuánto dinero el cristiano debe ganar y guardar para sí? Un principio bíblico que nos ayuda a saber la respuesta a esta pregunta es el hecho que el llamado de Dios en la vida de uno siempre armoniza con la mayordomía bíblica.

Como cristianos, nosotros debemos tener mucho cuidado de no permitir que el espíritu de codicia se apodere de nuestro impulso natural y legítimo de ganar dinero. La codicia termina con los valores espirituales y malgasta muchas áreas de la vida cristiana. Por el amor al dinero se sacrifica el bienestar del hogar, el amor hacia los hermanos y la devoción personal.

Cada cristiano puede conocer el nivel económico que debe tener al prestar atención a la voz del Espíritu Santo y al tomar en cuenta todos los requisitos bíblicos para su vida. Cualquier posesión que se tenga además de esto resulta en pérdida espiritual.

G. Aplicando la mayordomía a su propia vida

Hemos estudiado algunos principios acerca de la mayordomía, los cuales el mundo tiene por extremistas. ¿Qué pasaría si a partir de hoy usted empezara a aplicar cada uno de estos principios de la mayordomía en su vida? Si usted es uno de esos cristianos que durante toda su vida ha sido materialista, entonces habrá muchos cambios revolucionarios en su vida:

• Sus prioridades cambiarán.

• La manera en que usted maneja su dinero cambiará.

• Pueda que sea necesario cambiar sus horas de trabajo.

• Aun pueda que sea necesario cambiar de trabajo.

• Hasta pueda que sea necesario que se traslade a vivir a otra parte para traerle mayor gloria a Dios. Antes usted ni consideraba estas cosas porque lo hacía todo para obtener ganancia propia y no para la gloria de Dios.

No se avergüence usted de hacer esos cambios. Hay cristianos que descubren al cabo de muchos años que han vivido una vida egoísta. Si Dios le muestra a usted que ha vivido así, él ahora requiere que cambie sus prioridades materiales. Si Dios le está llamando a hacer algunos cambios en su vida, avergüéncese de no cambiar.

¿Qué si al analizar su sistema de valores ve que está ganando más dinero de lo que realmente necesita? Aquí hay tres cosas que puede ser que Dios le esté pidiendo que haga en este caso:

1. Quizá Dios quiere que le ofrezca todo el dinero extra para ayudar en su obra. Hay muchas necesidades en este campo. Tal vez usted dice que siempre le da al Señor el diezmo. Pero, ¿sabe qué? El Nuevo Testamento ni siquiera dice en ninguna parte que Dios espera que le dé el diez por ciento de sus ganancias. Los principios del Nuevo Testamento que se aplican a las ofrendas son: “Según haya prosperado” (1 Corintios 16.2) y: “Cada uno dé como propuso en su corazón; no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9.7).

Si Dios le ha prosperado mucho, pueda que él pida que le dé el noventa por ciento de sus ganancias.

2. Puede ser que Dios pida que sólo haga sus trabajos materiales durante una parte de cada día. Si las ganancias son tales que puede reducir las horas de trabajo, Dios podría darle muchas cosas para hacer con el resto de su tiempo. Por ejemplo, usted pudiera visitar a los incrédulos o distribuir tratados cristianos en su comunidad. Quizá debe ayudar a los miembros necesitados de la iglesia o a las personas ancianas con su trabajo, o visitar a los enfermos para animarlos. Puede ser que Dios desee que entregue su tiempo extra a la tarea de escribir artículos para alguna revista de la iglesia o para una casa editorial. ¡Y esto sólo es el comienzo de las posibilidades que pueden presentarse!

Quizá si usted se detiene y reflexiona, entonces verá que ha estado robándole a su familia así como a Dios. Usted quizá se asombraría al saber cuántos niños empiezan a caminar por el camino que conduce al infierno simplemente porque no tenían un padre que los guiara, o que no los guió lo suficiente. Él estaba trabajando para ganar más dinero cuando en realidad debía haber estado en casa trabajando con ellos, jugando con ellos y dándole dirección a sus vidas. Por favor, reduzca sus horas de trabajo si es necesario y pase tiempo con su familia, su primer campo blanco.

Recuerde la historia del hombre rico en Lucas 12. Este hombre fue condenado por ser egoísta en su decisión en cuanto a qué debía hacer con las riquezas extras que Dios le había dado. Nosotros debemos tener mucho cuidado al decidir qué hacer con lo que nos sobra. Dios pudiera decirnos: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”

H. Invirtiendo en las riquezas verdaderas

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6.19–21).

Cristo condenó la acumulación de riquezas. Y él nos dio una bella alternativa. Nosotros podemos hacer algo con nuestras posesiones materiales, algo más que sólo aumentarlas más y más. ¡Podemos invertirlas en los bienes raíces celestiales! Si Dios es el que nos dirige en todo, resulta que nuestro dinero corruptible, nuestro breve tiempo y nuestros talentos todos llegan a transformarse en depósitos en el banco celestial. Claro, Dios no nos paga una mensualidad ni hace un contrato anual por el uso de nuestros talentos. El cristiano sirve sin demandar nada a cambio (véase Lucas 17.10), pero Dios nos promete “una herencia incorruptible” (1 Pedro 1.4). Nuestra herencia celestial depende de nuestra entrega total de las posesiones materiales que tenemos estando en esta tierra.

Los tesoros celestiales están seguros. Jesús dijo que nada los tocará allí. Ningún ladrón puede robárselos.

Una razón práctica para abrir una “cuenta de ahorros en el cielo” es que nuestro corazón (nuestro amor y lo que nos interesa más) estará donde está nuestro tesoro. La vida es muy corta y la eternidad es demasiado larga. Esta tierra se terminará, así que nuestro corazón debe estar enfocado en el cielo. Si de corazón y mente nos estamos enfocando en el cielo, la muerte será nada más un paso que daremos entre este mundo de problemas y el gozo celestial. Cuando estemos allí, nosotros gozaremos de los tesoros que hemos acaparado allí durante nuestra estadía en la tierra, además de todos los galardones que Dios nos dará.

De manera que, mientras vivamos en esta tierra, hagámonos tesoros en el cielo. Hasta el hombre más pobre puede dar una taza de agua y así hacer un depósito a su cuenta de ahorros en el banco celestial (véase Marcos 9.41). Puede ser que al rico Dios le pida que venda todo lo que tiene y que reparta el dinero a los pobres (véase Mateo 19.21). Dios les promete tesoros en el cielo a ambos si cumplen con sus responsabilidades en cuanto a su manera de administrar los bienes materiales que tienen.

Jesús aclaró que no es posible que nosotros tengamos tesoros aquí y allá. Él dijo: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6.21). Ya que nadie tiene dos corazones, su tesoro (singular) y su corazón ambos estarán en un solo lugar; o en el cielo o en la tierra.

I. Acerca de los pájaros y los lirios

Lo que acabamos de estudiar nos hace ver claramente que Jesús tenía razón al decirnos que debemos buscar “primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6.33). Pero uno pudiera preguntarse: Si sólo pienso en lo espiritual y en todo pongo a Dios primero, ¿cómo podré cumplir bien con mis responsabilidades materiales? Para que no nos afanáramos, Jesús puso el ejemplo de los pájaros y los lirios (véase Mateo 6.25–34). Los pájaros y los lirios son prueba de que Dios siempre provee. A pesar de que ellos no trabajan horas extras para proveer para sus hijos, ¡Dios nunca los desampara! Al estar siempre alabando a Dios, ellos testifican contra el materialismo del hombre. Jesús dijo que si Dios provee tan bien para ellos, ¡cuánto más lo hará para nosotros! Esto no quiere decir que Dios espera que nosotros sólo estemos afuera en el campo como los lirios y los pájaros y que sólo dependamos de la lluvia y el sol para el sustento que necesitamos. Tampoco Dios quiere decir que nosotros debemos comer gusanos como hacen los pájaros. Dios nos dio mentes para hacer planes y nos dio manos para trabajar, pero nunca planeó que nosotros nos afanáramos más de lo que se afanan los pájaros y las flores. El mismo Dios que cuida tan bien de ellos nos dejó la promesa que si le ponemos prioridad a las cosas de Dios todas estas cosas materiales nos serán añadidas.

 


 

J. Buscando la mejor ganancia

El apóstol Pablo le aconsejó a Timoteo cómo se puede aprovechar al máximo el trabajo que Dios le da a cada uno. Después de indicarle a Timoteo las responsabilidades de su trabajo, él dice: “Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos” (1 Timoteo 4.15). Todos podrán ver nuestro éxito si hacemos de todo corazón cualquier cosa que Dios nos llama a hacer. En Eclesiastés

9.10 se nos amonesta a hacer todo según nuestras fuerzas. ¿Lo ha llamado Dios a ser pastor? Sírvale de todo corazón. ¿Lo ha llamado a enseñar la clase de la escuela dominical? Sea el mejor maestro que usted puede ser. ¿Es usted un carpintero, granjero, hombre de negocios o ama de casa? Dios sólo quiere carpinteros, granjeros, hombres de negocios y amas de casa que se han entregado totalmente a él. Si Dios lo ha guiado al trabajo que usted tiene, reconozca que su mero trabajo constituye parte del llamado de Dios en su vida. Trabaje en ello para Dios y no para los hombres (véase Colosenses 3.23–24). De la misma manera que un misionero no debe ir a un campo blanco sin ser llamado, así un agricultor no debe empezar a cultivar la tierra sin saber que Dios lo ha llamado a eso. Dios tiene un plan para cada persona. Él nos revela su plan por medio de la Biblia, el Espíritu Santo y la hermandad local de creyentes. Él espera que nosotros seamos diligentes en llevarlo a cabo.

A la mayoría de los cristianos, Dios les ha entregado más que una sola responsabilidad que cumplir. Por ejemplo, un hermano en la iglesia puede ser a la vez esposo, padre, agricultor, maestro de la escuela dominical y miembro de la junta de la escuela. Es necesario, pues, que este hermano sepa manejar su tiempo y recursos espirituales para que sea eficaz en todas las responsabilidades que Dios le ha dado. Él no debe descuidar su familia por estar enfocando todas sus energías en ser un miembro útil de la junta de la escuela. Tampoco conviene que deje de asistir a las reuniones de la junta escolar por estar todo el tiempo mejorando sus habilidades como agricultor. Para este hermano, entregarse totalmente al servicio de Dios significa:

1. amar a su señora como Cristo ama a la iglesia.

2. involucrar a su familia en cualquier trabajo posible para que pueda pasar más tiempo con ellos.

3. sembrar sus campos con todas sus fuerzas cuando es tiempo de sembrar.

4. informarse bien y ser activo en lo que se relaciona a la escuela.

5. estudiar bien la lección para la escuela dominical a fin de estar listo para dar una buena presentación.

No son todos los que pueden trabajar bien cumpliendo cinco diferentes responsabilidades; algunos pueden cumplir más, otros menos. Cuando un cristiano ve que no puede cumplir con todas las responsabilidades que le piden que tome, él puede pasar a otro aquellas que es posible que otro asuma (ejemplo: ser miembro de la junta de la escuela), para que él a su vez se entregue de lleno a las que otro no puede cumplir (ejemplo: ser buen padre para sus hijos).

 

Lección 3

Ser rico o no ser rico

Introducción

¿Desea usted ser rico? Si ese es su deseo, usted no es el único porque hay muchos que desean ser ricos. No obstante, pongámonos de acuerdo en algo muy esencial: existe una gran posibilidad que usted nunca sea rico. Esto es sin importar cuánto desee serlo. Sencillamente es así ya que por lo general las circunstancias que uno enfrenta en la vida le impiden a la gran mayoría de las personas ser ricas. Sin embargo, algo es muy cierto y eso es que nada puede impedir que usted lo intente.

¿Acaso usted en verdad debiera ser rico? Si usted tiene muchas “buenas” razones por las que piensa que debe ser rico entonces le repito que tampoco es el único que tiene “buenas” razones. Yo diría que existen muchas personas que tienen “buenas” razones por las que piensan que deben ser ricas. Incluso, hay personas que afirman que la razón por la que ellas desean ser ricas es para poder donar más dinero para la obra de Dios.

¿Acaso Dios desea que usted sea rico? ¿Ha pensado en eso? Si no lo ha pensado, una vez más, usted no es el único porque a muy pocas personas se les ocurre, ni mucho menos les interesa, saber lo que Dios quiere que sepan en cuanto a si deben o no ser ricas. Lo más interesante de esto es que en la Biblia Dios habla mucho acerca de las riquezas. Y como cristianos es nuestra responsabilidad conocer lo que Dios tiene que decirnos en cuanto a las riquezas.

En esta lección permitiremos que Dios, por medio de su palabra, nos explique acerca de este tema. Por favor, mientras Dios le hable por medio del estudio de la Biblia, abra su corazón y su mente a las verdades que encuentre y confórmese a su voluntad.

Para  leer y estudiar

1. La justicia enriquece (Salmo 37.1–20).

2. La fe en Dios enriquece (Santiago 2.1–5).

3. La bendición de Dios enriquece (Proverbios 10.1–22).

Bosquejo de la lección

A. Lo que son las riquezas

B. Dios habla acerca de las riquezas

C. Una pregunta personal: “¿Debo ser rico?”

***

A. Lo que son las riquezas

En esta lección utilizaremos las palabras rico y riquezas en el mismo sentido que las usa el Nuevo Testamento.

A modo de resumen, la palabra riquezas, de acuerdo a su uso en el Nuevo Testamento, consiste en “tesoros acumulados aquí en la tierra”. Esto fue una práctica que Jesús condenó categóricamente en Mateo 6.19. Las riquezas pueden ser tesoros acumulados en forma de dinero o bien pueden ser tesoros acumulados en forma de objetos o posesiones lujosas. Existen muchos que muestran su amor por las riquezas y los placeres egoístas.

Pues bien, ¿cuáles son los usos legítimos del dinero que Dios nos ha dado? La Biblia destaca tres usos legítimos del dinero:

1. Para cumplir con las responsabilidades o necesidades materiales de uno mismo, sin alguna muestra de egoísmo (véase 1 Timoteo 5.8).

2. Para darles a otros que tengan necesidades (véase Efesios 4.28)

3. Para promover el reino de Dios (véase 2 Corintios 9.7–14). Según el Nuevo Testamento, todo buen uso del dinero cabe dentro de estas tres categorías. Cualquier uso del dinero que no quepa dentro de estas tres categorías es condenado.

Cuando las personas procuran ganar dinero para hacer algo que no sea darle uno de estos tres usos legítimos, esas personas ganan el dinero impulsadas por la codicia, acumulan su dinero motivadas por la avaricia y a la hora de gastar ese mismo dinero lo hacen inducidas por el egoísmo. De acuerdo al Nuevo Testamento, tal hombre es rico y el dinero que él gana se llama riquezas.

Como usted puede darse cuenta, el Nuevo Testamento les atribuye a estas palabras un sentido muy negativo. (Por favor, recuerde que este mismo sentido negativo es el que se les atribuye a las palabras rico y riquezas en este estudio.) Al reconocer esto, usted podrá entender mejor porqué el Nuevo Testamento condena tan rotundamente a las riquezas. También podrá entender mejor los demás principios con relación a las finanzas que se exponen en el Nuevo Testamento. Algunos de estos principios son: la buena mayordomía, ofrendar con liberalidad, suplir las necesidades de los santos, etc.

En resumen, la manera en que usted utiliza su dinero, no necesariamente la cantidad de dinero que usted tenga, es lo que determina si usted es rico o no es rico, o si usted es un buen mayordomo o no lo es.

B. Dios habla acerca de las riquezas

Los hombres han escrito bastante acerca de los peligros de las riquezas. Pero dejemos que sea el propio Dios quien nos informe sobre este tema. Por favor, ahora lea cuidadosamente y note que Dios le hablará acerca de las riquezas:

1. A través del Antiguo Testamento

Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre (Deuteronomio 6.10–12).

No confiéis en la violencia, ni en la rapiña; no os envanezcáis; si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas (Salmo 62.10).

El que confía en sus riquezas caerá; mas los justos reverdecerán como ramas (Proverbios 11.28).

No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo (Proverbios 23.4–5).

Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; manténme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios (Proverbios 30.8–9).

El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos? (Eclesiastés 5.10–11)

2. A través de las enseñanzas de Jesús

Entonces Jesús, mirándole [al joven rico], le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios. Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna (Marcos 10.21–30).

Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mateo 6.24).

Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa (Marcos 4.18–19).

Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios (Lucas 12.20–21).

Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento (Marcos 12.41–44).

Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. (...) Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo (Lucas 6.20, 24).

Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas (Apocalipsis 3.17–18).

3. A través de las enseñanzas de los apóstoles

Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos (2 Corintios 8.9).

Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas (1 Timoteo 6.6–11).

A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna (1 Timoteo 6.17–19).

El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas (Santiago 1.9–11).

¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. (...) Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia (Santiago 5.1–3, 5–6).

 

C. Una pregunta personal: “¿Debo ser rico?”

La mayoría de las personas en el mundo nunca tendrán que preocuparse por contestar esta pregunta ya que ellas trabajan todo el día nada más para comer, vestirse, hacer los pagos de las hipotecas, los pagos de las rentas, etc. Sin embargo, esto no quita que algún día a usted se le presente una buena oportunidad de hacerse rico. En ese caso, usted deberá saber cómo Dios quiere que responda a semejante pregunta: ¿Debo aprovechar esta oportunidad de hacerme rico?

Si se le presentara tal oportunidad, ¿acaso dejará a su familia a un lado para dedicarse por completo a sus negocios? ¿Estará dispuesto a cambiar la dulce paz de Dios por una vida agitada y bulliciosa al entregarse a la loca cacería de las riquezas materiales? Además, por si no lo sabía, usted tendrá que cambiar de amo. Dios dice que para seguir en pos de las riquezas usted tiene que rechazar el señorío de Cristo y someterse al cruel y exigente Don Dinero. (Lea Mateo 6.24.)

Ojalá usted decida no dejarse arrastrar por la codicia y quedarse voluntariamente bajo el señorío de Cristo en lugar de vender su alma para la adquisición de las riquezas.

Sin embargo, por favor, yo deseo que usted esté sobre aviso porque las riquezas y el prestigio bien pueden dominar su mente aun cuando no sea rico ni tenga ningún negocio grande. Si usted honra al rico más que al pobre, las riquezas dominan su mente. Si usted siente envidia por las facilidades que tiene el rico, sabiendo que él no tiene paz en el alma, usted es siervo de las riquezas. Le ruego que entregue cada pensamiento, cada motivo y cada deseo de su corazón a la obediencia de Cristo. “No os hagáis tesoros en la tierra (...); sino haceos tesoros en el cielo (...). Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6.19–21).

1. La diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento

Muchas personas, al darse cuenta de las enseñanzas de Jesús acerca de las riquezas, se justifican a sí mismas y a su deseo de acumular riquezas terrenales al plantear que hubo muchos hombres fieles en la Biblia que eran ricos. Esas personas nos recuerdan que Job, Abraham, Salomón y José de Arimatea eran todos ricos... y Dios estaba con ellos.

Veamos los versículos bíblicos que nos hablan acerca de la riqueza de estos hombres de Dios:

[Job tenía] siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales (Job 1.3).

Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro (Génesis 13.2).

Y excedió el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riqueza y en sabiduría (2 Crónicas 9.22).

Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús (Mateo 27.57).

El primer dato curioso es que todos los hombres mencionados anteriormente vivieron bajo el Antiguo Testamento. En esa época, Dios galardonaba a sus hijos obedientes al bendecirles con riquezas terrenales. No obstante, nosotros que vivimos bajo el Nuevo Testamento no tenemos tal promesa. En cuanto a lo terrenal, Dios sólo nos promete que él suplirá nuestras necesidades. Las únicas riquezas que él nos promete son las que están en el cielo. Para verificar en cuanto a este cambio, por favor, compare Deuteronomio 28.1–14 con Lucas 6.20; Romanos 8.35–37; Filipenses 4.19; 2 Timoteo 3.12.

En el Antiguo Testamento, Dios sólo requería que se le dieran los diezmos y las ofrendas. Las demás riquezas que ellos tenían les quedaban para ellos y la acumulación de las mismas era señal de la aprobación de Dios sobre sus vidas. En cambio, el Nuevo Testamento no nos dice que debemos diezmar, sino que nos enseña que ahora todo lo que ganamos pertenece a Dios, no tan sólo la décima parte. Y Dios prohíbe que acumulemos las riquezas terrenales que él nos encarga. Él demanda que le entreguemos el cien por ciento al señorío de Cristo y que lo empleemos todo para su gloria, dando donde hay necesidades o reinvirtiéndolo para apoyar la obra de Dios. De acuerdo a los principios del Nuevo Testamento, Dios pudiera exigirnos que entreguemos el diez o el quince por ciento, o aun más, a la iglesia. Y en cualquier caso, él siempre demanda que acumulemos tesoros en el cielo y no en la tierra.

2. Las riquezas envician a quienes las persiguen

Todos sabemos que muchas personas mueren cada día al contraer diversas enfermedades relacionadas al consumo del tabaco. Nos asombra que a pesar de todo esto, tantas personas continúen consumiéndolo. De igual modo, nosotros sabemos que el consumo de las drogas y el alcohol sume a millones en la miseria y en las más indecibles desdichas. Sin embargo, millones de personas continúan consumiéndolos. ¿Por qué? Porque se han enviciado con estas sustancias; son adictos. Resulta alarmante ver que aunque sus amigos y familiares están muriendo en todas partes a causa de las enfermedades que contrajeron al consumir estas sustancias dañinas, ellos las continúan usando.

También resulta alarmante considerar los efectos desastrosos en las vidas de las personas que se han enviciado con las riquezas y con la búsqueda de las mismas. Dondequiera que vamos podemos ver los efectos esclavizantes de la codicia, la envidia y la avaricia. Estos vicios corrompen tanto las vidas de los ricos como también la de los pobres que desean hacerse ricos. No es difícil ver que la adicción a las riquezas (la codicia) es perjudicial para la salud de uno mismo y la de los que están bajo su cuidado. De esto también tenemos muchos ejemplos en la Biblia. Piense, por ejemplo, en Nabal (véase 1 Samuel 25.2–11). Considere la caída de Salomón (véase 1 Reyes 11.11) y la de Nabucodonosor (véase Daniel 4.29–33). Por favor, reflexione sobre la arrogancia de los ricos en la iglesia de Laodicea (véase Apocalipsis 3.17). Y no olvide leer las advertencias que dio Pablo en 1 Timoteo 6.

Si usted es una de las pocas personas en este mundo a quienes Dios les ha dado mucho dinero, no diga que ese dinero es suyo. Si usted piensa que el dinero que Dios le ha dado es de usted entonces ese mismo dinero llegará a ser su dueño; lo esclavizará y lo matará. Usted debe aprender a compartir de forma generosa el dinero que Dios ha puesto en sus manos para la honra y la gloria del Creador. Dios tiene incontables bendiciones reservadas especialmente para derramarlas sobre los pobres… y sobre aquellos que voluntariamente se hacen pobres a causa del reino de Dios (véase Lucas 6.20).

 

Haga un examen personal

1. Mientras usted se ha mantenido fiel, ¿acaso ha fallado Dios alguna vez en suplir sus necesidades y las de su familia?

2. ¿Aspira usted a tener riquezas? Ya sea cierto o no lo sea, otros pueden ver esto en su vida por medio de su forma de ser. Esto incluye su forma de pensar, su forma de expresarse y hasta su forma de actuar.

 

Lección 4

Usando los recursos naturales de Dios

Introducción

Desde el pequeño astro que Dios ha preparado para el hombre en su gran universo, nosotros divisamos un poquito del enorme universo creado por Dios. ¡Y con razón nos quedamos boquiabiertos! El salmista testificó en Salmo 104.24: “¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios.”

Para negar lo que es obvio, los evolucionistas tratan de convencerse que las maravillas de la naturaleza llegaron a existir al azar. Ellos reconocen que si admitieran que Dios lo creó todo, entonces se verían obligados a consentir en que Dios tiene el derecho de dirigir sus vidas. Así que, en un intento por escapar de la realidad de su responsabilidad moral ante Dios, optan por negar al Creador. Sin embargo, ¡él sigue siendo su Creador! No porque las personas nieguen la existencia de Dios quiere decir que Dios no existe.

Nosotros siempre debemos recordar el mensaje que podemos extractar de lo que dice la Biblia con relación a este asunto. Su mensaje nos dice que el que creó todos los recursos naturales también tiene derecho a gobernarlos. En este caso, Dios manda cómo el hombre debe relacionarse con él, cómo el hombre debe relacionarse con los otros de su clase y también cómo el hombre debe relacionarse con la naturaleza.

Esta lección trata sobre las responsabilidades que tenemos al ser nombrados por Dios como mayordomos de los recursos naturales que él ha creado.

Para leer y estudiar

1. Al hombre se le dio la mayordomía de la tierra (véase Génesis 1.28; Salmo 115.16).

2. El hombre no es dueño de la tierra (véase Salmos 24.1–2; 50.10–12; Isaías 40.12–17).

3. Dios ha dado leyes para el buen uso de los recursos naturales (véase Levítico 25.1–7; Proverbios 27.23–27; Eclesiastés 5.9).

4. La ecología que Dios ordena es para el bienestar de su creación (véase Salmo 104; Proverbios 12.10–11, 27).

Bosquejo de la lección

A. La tierra será destruida

B. Nuestra responsabilidad ecológica

C. Abusos comunes de los recursos naturales

D. El equilibrio ecológico

E. Siendo buenos mayordomos para la gloria de Dios

***

A. La tierra será destruida

Ya sea que usted lo crea o no lo crea, el planeta donde vivimos está destinado a la destrucción por medio del fuego. Dios nos lo afirma en términos inequívocos: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3.10).

En el principio, cuando Dios creó la tierra, el mundo era hermoso y perfecto. Pero los humanos pronto destruimos la belleza más sobresaliente de aquella naturaleza creada por Dios cuando nos rebelamos contra él. A partir del día que pecamos, la propia tierra fue envejeciéndose como ropa de vestir” (Isaías 51.6).

Gran parte de la belleza original de nuestro planeta ya está irremediablemente arruinada a causa de nuestro pecado. De hecho, todo el universo es como un gigantesco reloj que está perdiendo su cuerda. ¡Un día se detendrá para siempre!

B. Nuestra responsabilidad ecológica

A pesar del hecho de que este planeta está destinado a la hoguera divina, Dios no nos ha ordenado en ninguna parte de la Biblia a que destruyamos la belleza o los recursos que todavía existen en el planeta tierra. Al contrario, Dios nos ha ordenado que los conservemos. Es nuestra responsabilidad hacer todo lo posible por mantener la tierra en buenas condiciones ecológicas hasta el día que Dios dé la orden para que sea quemada.

Pero, ¿por qué? ¿Acaso no todo va a ser quemado? Sí, todo será quemado porque Dios lo ha dicho, pero Dios es el único que tiene la autoridad de hacerlo ya que él es el Creador.

1. La tierra es de Dios

La Biblia testifica que “del Señor es la tierra y su plenitud” (1 Corintios 10.26). Al nosotros administrar sus recursos, tenemos que pensar en algo más que sólo nuestra propia paz y prosperidad. Debemos tomar en cuenta la gloria de Dios porque para eso mismo él creó a la tierra. Dios manda que administremos su planeta de una forma que los recursos naturales no se echen a perder. Cuando cuidamos la tierra de forma adecuada, entonces la misma glorifica a su Creador, mostrando su poder y su infinita sabiduría.

2. Nuestros hijos vivirán sobre la tierra

No debemos ser egoístas con los recursos naturales. La Biblia nos amonesta que no debemos mirar “cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Filipenses 2.4). Use los recursos naturales que hay en la tierra, pero no los malgaste. Luego, deje que las generaciones futuras tengan una buena herencia con relación a lo que hay en la tierra. Y una buena herencia refiriéndose al tema de la tierra es heredar una tierra limpia, productiva y encantadora.

La naturaleza es algo que Dios nos ha dejado a los humanos. Es la responsabilidad de toda generación hacer uso de ella con sabiduría y hacer que las generaciones futuras la hereden en buenas condiciones.

C. Abusos comunes de los recursos naturales

Por lo general, cuando se menciona este tema ni siquiera pensamos en el aire. Tomamos por sentado que siempre habrá aire saludable para respirar. Hace algún tiempo nadie pensaba en todo el humo, el dióxido de carbono y otros gases tóxicos que se expulsaban al aire. Ahora las grandes ciudades del mundo están aprendiendo que hay que usar el recurso natural del aire de manera más responsable.

Las industrias vierten desechos en nuestros lagos, ríos y arroyos. Incluso las empresas agrícolas echan basura y muchos desperdicios venenosos en nuestros ríos y arroyos, de tal modo que el mundo entero se está dando cuenta que se tiene que regular y controlar el acceso a los recursos naturales de los ríos, lagos y arroyos.

En tiempos pasados la gente pensaba que los árboles eran un recurso natural casi inagotable. Pero a causa de la tala indiscriminada y el mal aprovechamiento de la madera, hoy hay muchos lugares que carecen de madera. Como resultado, se ha tenido que aprobar leyes estrictas para que la gente no acabe con los árboles que sobreviven.

Los océanos del mundo también parecen fuentes inagotables. Parecería imposible que el hombre pudiera ejercer influencia alguna en el bienestar o la destrucción de las millones de especies marinas y otras criaturas que viven en los océanos. Sin embargo, a causa de los ríos contaminados que desembocan en el mar y debido a la manera que se limpian los barcos que transportan el petróleo, el hombre está afectando el medio ambiente de los vastos océanos.

Los agricultores, los que trabajan la madera, los que desarrollan las industrias y cualquier otro ciudadano tienen la opción de conservar o destruir la naturaleza por medio de sus hábitos diarios. Dios le confió la tierra al hombre. Esto quiere decir que él le confió una pequeña parte a usted. ¿Está usted cuidando o desperdiciando los recursos naturales que Dios ha puesto a su cuidado?

D. El equilibrio ecológico

Una maravilla de la creación es la manera en que trabajan juntos los diferentes elementos de la naturaleza. Equilibrio ecológico es el término que usamos para describir esta armonía.

La ecología es una “rama de la biología que se encarga del estudio de la relación de los seres vivos entre sí y con el medio”. Podemos destacar la importancia del equilibrio ecológico relatando la historia de Australia y los conejos:

Australia no tenía conejos hasta mediados del siglo XIX. Lamentando esta ausencia de conejos, los australianos importaron veinticuatro parejas del conejo europeo, Oryctolagus cunicularus, en 1859. Pero Australia no tenía ningún enemigo natural de los conejos. En muy poco tiempo, los pocos conejos que habían importado se multiplicaron y crecieron hasta convertirse en varios cientos de millones de ellos. Lo que sucedió fue que estos conejos se convirtieron en una peste perjudicial para la agricultura australiana. Llegaron a ser perjudiciales ya que en todo el país no había zorros, lobos u otros enemigos naturales del conejo. Australia sufría una falta de equilibrio ecológico porque el hombre había arruinado el equilibrio ecológico natural que existía allí antes de la importación del conejo.

Así es el sistema natural del equilibrio ecológico. Los hombres pueden promover este equilibrio, o pueden destruirlo.

En el mundo existen muchos ciclos naturales que ayudan a mantener el equilibrio ecológico del globo terráqueo. Un ciclo natural es un proceso en la naturaleza que se repite una y otra vez para beneficio de la misma. Uno de estos ciclos es el que se llama el “ciclo del agua”.

Por favor, abra su Biblia en el Salmo 104. Estudie lo que dice este salmo acerca de la ecología. Note los ciclos naturales que se mencionan y la interdependencia entre las plantas, los animales y los minerales. Pero sobre todo, note el papel del hombre en el equilibrio ecológico.

Dos tercios de la tierra están cubiertos de agua. Hay agua debajo de nosotros, sobre nosotros… y dentro de nosotros. Toda la naturaleza depende del agua y del ciclo del agua.

El ciclo del agua funciona de la siguiente manera:

El agua de mares, ríos y lagos, al calentarse por la acción del sol, se evapora continuamente, pasando a la atmósfera en forma de vapor de agua. Este vapor, disperso en el aire, cuando asciende hacia capas más altas de la atmósfera llega a zonas más frías, se condensa en forma de minúsculas gotas de agua líquida que permanecen en suspensión, formando en su conjunto las nubes.

Sometidas las nubes a nuevas bajadas de temperatura, sus minúsculas gotas de agua se funden, formando gotas de mayor tamaño, que por acción de la gravedad caen a tierra en forma de lluvia o nieve. De este modo, las lluvias y nevadas devuelven a la superficie de la tierra el agua que inicialmente había sido evaporada por la acción del sol. (Citado de la “Enciclopedia Universal, 1999/2000”)

Supongamos que ya no hubiera más evaporación. Toda el agua se quedaría en los mares y la tierra se secaría. La realidad es que la humedad en el aire (agua evaporada) esparce los rayos del sol y así nos protege de la intensidad del sol. Además, la evaporación produce agua pura que a su vez purifica el aire cuando llueve. Sin la evaporación, la vida de todos los animales terrestres se terminaría.

¿Y qué pasaría si ya no hubiera más condensación del agua evaporada? La tierra y los mares se secarían.

Además, si fallara la gravedad entonces el agua no volvería a los mares. Todos los peces y la fauna marina morirían. Todos los animales terrestres morirían también porque las plantas se secarían. Y una vez muertos los animales que comen plantas, morirían también los animales que comen carne, ¡pues ellos se alimentan de los animales que comen plantas!

Otro ciclo natural es el ciclo del día y la noche que sucede a causa de la rotación de la tierra. Este ciclo es beneficioso para toda la creación. Algunos animales necesitan la oscuridad de la noche para descansar, mientras otros descansan durante el día. El hombre descansa por la noche. Sin la regularidad del ciclo de los días y las noches, los hombres podrían dejar de dormir con la debida regularidad que sus cuerpos exigen para su desarrollo normal.

E. Siendo buenos mayordomos para la gloria de Dios

Dios comisionó al hombre para que domine y gobierne la tierra, administrándola como su mayordomo. El hombre ha entrelazado los continentes con un laberinto de carreteras, ha construido aparatos que vuelan en el aire y aun en el espacio, ha perforado grandes profundidades en la tierra para extraer valiosos minerales y ha detenido ríos, construyendo grandes diques y represas.

Muchas de estas invenciones e “interrupciones” en la naturaleza son buenas y muy beneficiosas. Millones de hectáreas de tierra desértica en el noroeste de México están produciendo abundantes cosechas debido a que el hombre ha controlado las fuentes de agua. Existen regiones en Brasil que hasta hace pocos años eran puras zonas boscosas. Los hombres intervinieron y cortaron algunos de esos sectores de árboles y así ese país ha llegado a producir grandes cantidades de alimentos hasta para el resto del mundo.

Al administrar los recursos naturales de Dios, nosotros debemos tener mucho cuidado de no arruinarlos para las generaciones futuras. Debemos enseñar y practicar la conservación (véase Eclesiastés 5.9).