Inicio/Home

UN ESTUDIO DEVOCIONAL DEL SERMÓN DEL MONTE

Por Guillermo McGrath

 

LECCIÓN II

Las bienaventuranzas

La humanidad siempre ha buscado felicidad. En realidad, la Declaración de Independencia (de los Estados Unidos) dice que el hombre debe tener el derecho a “la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad”. Las bienaventuranzas contienen el secreto de cómo conseguir una felicidad que no dependa de que las circunstancias externas siempre estén perfectas.

¡En verdad, las bienaventuranzas prometen felicidad a los que son pobres, a los que lloran, a los perseguidos y a los que aparentemente son desprovistos de lo que el mundo cree ser esencial para la felicidad! ¿Cuál es este secreto extraño que pone la felicidad verdadera al alcance de cualquier ser humano, aunque no tenga riqueza, poder, seguridad material, fama, ni libertad?

El secreto se halla en el concepto bíblico de ser bienaventurado. La palabra hebrea del Antiguo Testamento Barukh significa afortunado, talentoso, feliz, ser alabado, y agradecido. La palabra del Nuevo Testamento makarios significa feliz, afortunado, agradecido, ser admirado, ensanchado. En ambos casos, el significado se refiere a la felicidad de una persona en contentamiento con el más alto bien, y en la disposición de la persona en vez de las circunstancias externas de su vida. Antes de decir más, lee otra vez las bienaventuranzas:

 

“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.

Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:

Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.

Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.”

Ahora que las has leído otra vez, ¿cuál fue tu impresión? ¿Te fijaste en que dice que Jesús se sentó y les enseñó? Cuando nos sentamos a los pies de Jesús, él nos enseña el cómo ser bienaventurados, felices, agradecidos y contentos. ¡Su presencia con nosotros puede cambiar cualquier circunstancia difícil y exterior de la vida a un paraíso! ¡Aun si estamos en la cárcel, estar encarcelado con Jesús es mejor que ser un carcelero sin Jesús! ¿Recuerda a Pablo y a Silas, azotados y encarcelados injustamente, pero cantando? El carcelero era el que estaba infeliz y les rogó para el secreto de la bienaventuranza.

La felicidad mundana depende de que los acontecimientos o las circunstancias exteriores siempre sean perfectamente agradables. La bienaventuranza cristiana depende solamente en tener la mente y el Espíritu de Cristo viviendo y obrando dentro de nosotros, transformándonos a su imagen. Lee 2ª Corintios 3.17,18. Es Cristo en ti la esperanza de gloria (Col. 1.27).

Las nueve bienaventuranzas no son nueve diferentes clases de personas; son nueve aspectos del mismo carácter. En realidad, describen la mente de Cristo, el carácter de Jesús. ¡Si tú tienes a su disposición creciendo y desarrollándose dentro de ti, con razón eres bienaventurado! ¿No es esto lo que quiere decir el Nuevo Testamento cuando después nos dice que estamos agonizando “hasta que Cristo sea formado en vosotros?” (Gá. 4.19)

Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él” (Jn. 14.23). “Si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Ro. 8.9). El carácter cristiano no se expresa con hacer el bien, sino con ser semejante a Dios,

Dios originalmente diseñó que el hombre fuera una morada o un domicilio para sí mismo. ¡No hay hombre bienaventurado si no concuerda con este diseño! ¡Si no lo tienes todavía, déjale entrar en tu vida ahora (Ap. 3.20)!

En Cristo y Cristo en ti

El alivio de la salvación es confesar tus pecados, tenerlos lavados por la sangre de Jesús, ser perdonado y ser trasladado en Cristo. Pero el gozo, la gloria, la hermosura y la bienaventuranza adicionales a la salvación es saber que no solamente tenemos una nueva posición en Cristo, sino que hemos recibido una nueva disposición de Dios: ¡Cristo en nosotros!

El Sermón del Monte solamente puede ser comprendido correctamente, invitando a hombres a vivir una vida llena del Espíritu. El Espíritu Santo nos ministra a Cristo a nosotros y en nosotros, ¡para que nuestros cuerpos y nuestras almas lleguen a ser templos de Dios (1 Co. 3.16; 6.19,20)!

Cada bienaventuranza es una declaración de felicidad, conectada a una promesa. Considéralas una por una.

“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es si reino de los cielos.” Solamente si somos lo suficientemente honrados, para reconocer nuestra pobreza sin la presencia de Dios, puede él entrar en nuestras vidas y desarrollar en nosotros su amor divino. ¡El reino de los cielos es donde ha entrado la presencia del Rey! Amor es la bandera que ondea sobre nuestro templo cuando el Rey reside allí.

Una persona que es orgullosa en espíritu no confesará su necesidad de Dios y así le negará la entrada. ¡Ay de aquellos que se creen suficientes por sí mismos! ¡Qué arrogancia! Ningún hombre es una isla en sí mismo. Nadie se completa hasta que su vacío interior se llene de la Presencia Divina.

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”. Solamente los que lloran por sus pecados en arrepentimiento verdadero pueden ser consolados por la habitación en sus vidas por el Espíritu consolador. ¡Ay de aquellos que siempre están bromeando y contando chistes y nunca consideran la desgracia de su necesidad! Las risas vacías no dan consuelo; las diversiones no satisfacen a nadie. Las diversiones nos ayudan a pasar el tiempo, pero ¿qué haremos con la eternidad? Gracias a Dios por el arrepentimiento. Es bienaventurado confesar nuestros pecados y hallar perdón.

“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” La mansedumbre no es debilidad, sino poder controlado. El poder espiritual para ser sumiso para asimilar daños sin vengarse—al fin esto disipará toda tiranía y serán los mansos justos que heredarán los nuevos cielos y la nueva tierra.

¡Ay de los dictadores sangrientos quienes dejan cuerpos y pueblos despedazados tras sí! Al fin ellos serán vencidos por los mansos terribles. ¿Dónde está Alejandro Magno hoy con todas sus conquistas? Pero el Nazareno manso y humilde todavía está conquistando nuevas tribus.

Fue G. Campbell Morgan quien dijo:

 

“En estas bienaventuranzas de apertura, el Rey reveló la verdad acerca de la naturaleza de su reino, al aclarar este hecho singular, sencillo y todo inclusive: que el reino de los cielos tiene que ver primeramente con el carácter... Las ideas humanas de un reino giran alrededor de pensamientos de poder racial, de habilidad militar, de pompa material. Aún hoy día se oye gente, principalmente faltos del espíritu cristiano, que se jactan de tales cosas, pensando que la grandeza consiste en armamentos”.

 

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” ¿Cómo puede alguno estar contento con cosas insignificantes? ¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?

El mundo ofrece riqueza, honor, fama, gloria y poder, ¡pero el mundo y sus deseos están pasando! Si nosotros miramos a Jesús, encontraremos satisfacción, paz y contentamiento.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” Cuando estés en una posición de poder con la capacidad de hacerle un mal a otra persona (o aún a un animal), te es una bienaventuranza abstenerte de tal cosa y, en vez de eso, mostrarle misericordia. Con todo, todos deseamos misericordia de Dios. Cuando vemos nuestra propia depravación, no podemos menos que orar: “¡Dios sé propicio a mí!” Cuando fue acometido por los fariseos amargamente críticos por dar él ciertas libertades a sus discípulos en el día sábado, Jesús replicó: “Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo” (Mt. 12.7,8).

El mayor cambio del Nuevo Pacto con respecto al Viejo Pacto está en el énfasis en que la ley debe estar en nuestro interior. Todo el sistema del templo y las observancias del día sábado se han puesto a un lado; dándose énfasis al amor, a la misericordia y al perdón, y a una relación directa con Dios por medio de Cristo. Las prácticas del día sábado y del templo son obviamente ausentes en el Sermón del Monte. (La única vez que se menciona en Mateo 5.23,24 de traer una ofrenda al altar se le resta importancia en relación a la mayor importancia de reconciliarse primero con su hermano).

El Nuevo Testamento habla de misericordia, misericordias, misericordioso más de sesenta veces (en la traducción inglesa). Nuestro Señor dice en Mateo 23.23 que los escribas y los fariseos se han especializado en cosas menores mientras que han descuidado la misericordia, la justicia, la fe y las cosas más importantes de la ley. El ideal de Miqueas 6.8 es parecido al ideal del Nuevo Testamento en relación a actitudes de compasión en vez de dureza del corazón, amargura, resentimiento y venganza:

“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios”.

“Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia, y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Stg. 2.8,13).

“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.” Uno de los deseos del cuerpo es el deseo sexual. Las relaciones sexuales dentro del matrimonio son puras, sin mancilla y honrosas (He. 13.4). Pero el sexo fuera del matrimonio es condenado, sea masturbación, fornicación, adulterio, u homosexualidad. La pornografía alimenta la lascivia.

No se logra felicidad verdadera aumentando nuestros compañeros sexuales sino con el sumo bien, la comunión con Dios. Ver a Dios, ser visitado por Dios, permitir que Dios venga y more dentro de nuestro templo personal es verdaderamente bienaventurado. Queremos purificarnos como él es puro (1 Jn. 3.3).

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.” Jesucristo es el Príncipe de Paz y sus discípulos se especializan en el ministerio de la reconciliación. En las dos grandes épocas de la historia de la Iglesia, la Iglesia primitiva y la restitución anabautista, los discípulos de Cristo entendían claramente que eran llamados a ser pacificadores en vez de guerreros.

Menno Simons dijo: “Los regenerados no participan en la guerra, ni toman parte en disensión. Ellos son los hijos de paz quienes han vuelto sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces, ni conocen guerra. Le dan a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios. Su espada es la espada del Espíritu, la cual manejan con buena conciencia por medio del Espíritu Santo”.

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Desde el principio de su ministerio, nuestro Señor aclaró que su enemigo Satanás sería también el enemigo del cristiano: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn. 15.20). Será por la misma razón: “Los hombres amaron más las tinieblas que la luz... porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz” (Jn. 3.19,20).

Cuan distinta suena la Palabra de Dios a la popularidad fácil de los modernistas, quienes desprecian la cruz: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3.12). Pero otra vez, no debe ser persecución por nuestras propias faltas antagónicas, pero como el Señor prometió: “por mi causa”. La luz es aborrecida porque siempre expone las tinieblas.

La octava bienaventuranza específica persecución por causa de la justicia y la novena bienaventuranza específica persecución por mi causa. Es significativo que dos de las nueve bienaventuranzas traten de la persecución. La octava promete la bienaventuranza de estar seguros de que el reino de los cielos es nuestro y la novena nos promete gran gozo, confianza valiente y grandes galardones en el cielo. Millones de mártires han sellado su fe con un bautismo de sufrimiento y muerte. ¡La sangre de los mártires convirtió a muchos otros!

Los enemigos del cristianismo son muchas veces comparados con animales irracionales (o bestias). La Biblia advierte de lobos rapaces, una generación de víboras, perros, cerdos que pisotean la verdad y vuelven y os despedazan, el león buscando a quién devorar, y el dragón que persigue a la mujer (la Iglesia).

Se ha dicho que devolver un bien por un bien es cosa de hombres, el devolver un mal por un bien es cosa de bestias, pero el devolver un bien por un mal es de Cristo.

Las bienaventuranzas entendidas por el contrario

Una manera de comprender su significado es mostrado como el mundo cree que es ser bienaventurado, o sea lo opuesto al diseño de Dios:

 

Bienaventurados los orgullosos, porque de ellos es la alabanza de los hombres.

Bienaventurados los despreocupados, porque casi nunca son serios.

Bienaventurados los que se imponen, haciendo valer sus derechos.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de placeres, porque nunca se aburrirán.

Bienaventurados los duros, porque nada los detendrá de llegar a sus metas.

Bienaventurados los inmorales, porque ellos verán realizadas sus lascivias.

Bienaventurados los guerreros, porque se les dirá que de ellos es la tierra de los libres y la patria de los valientes.

Bienaventurados los que evitan la persecución por la transigencia, porque ellos serán populares con la muchedumbre.

Bienaventurados sois cuando todo el mundo te alabará, porque eso querrá decir que ahora podréis ser un político exitoso. (-J. Brown).

 

Otras paralelas bíblicas a las bienaventuranzas

Las nueve bienaventuranzas del Sermón del Monte corresponden a los nueve frutos del Espíritu (Gá. 5.22) y las nueve frutas y especias del Cantar de los Cantares de Salomón (Cnt. 4.12-16):

 

Pobres en espíritu

Amor

granados = manzana de amor

Los que lloran

Fe

incienso = arrepentimiento

Los mansos

Mansedumbre

mirra = resina sanadora

Hambre de justicia

Bondad

canela = aceite antiséptico

Los misericordiosos

Benignidad

caña aromática = perfume suave

Los de puro corazón

Dominio propio

áloes = gelatina purificadora

Los pacificadores

Paz

nardos =ungüento suave

Los perseguidos

Paciencia

azafrán = condimento picante

Los vituperados por causa de Jesús

Gozo

alheña = aceite de alegría

 

Lucas 6.20-26 contiene cuatro bienaventuranzas y cuatro ayes. El libro del Apocalipsis contiene siete bienaventuranzas: Ap. 1.3; 14.13; 16.15; 19.9; 20.6; 22.7; y 22.14. Otras bienaventuranzas famosas: Sal. 1.1; 2.12; 32.2; 66.20; 84.4; 40.4; 112.1; 119.2; Pr. 8.34; Mt. 21.9; Lu. 11.28; 14.15; Sal. 41.1; Stg. 1.12; Jn. 20.29; Ro. 4.7; Lo. 12.37,38; Job 1.21; Gn. 9.26; 14.20. ¡Que Dios te haga bienaventurado también!

 
El Testimonio del Reino: Mt. 5.13-16

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”.

“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

Esta sección advierte a la iglesia de perder su testimonio por perder su santidad. También nos advierte del peligro más sutil de tratar de esconder su testimonio. ¡Alumbremos! (Fil. 2.15,16).

 

“¿Es posible cumplir las bienaventuranzas? ¡Nunca! A no ser que Dios pueda hacer lo que Jesús dice que puede, a no ser que él pueda darnos el Espíritu Santo quien nos rehace y nos lleva a un nuevo (reino). El elemento esencial en la vida del santo es sencillez, y Jesucristo hace el motivo de la piedad gloriosamente sencillo, a saber, sé cuidadosamente descuidado de todo menos de tu relación conmigo (con Cristo). El motivo del discípulo es el de ser agradable a Dios. La verdadera bienaventuranza del santo está en resueltamente colocar y mantener a Dios en primer lugar. En esto se encuentra la desproporción entre los principios de Jesucristo y toda otra enseñanza moral: Jesús basa todo en la realización de Dios, mientras que los demás maestros basan todo en la realización de uno mismo. Hay una diferencia entre devoción a principios y devoción a una persona. Jesucristo nunca proclamó una causa; él proclamó devoción personal a sí mismo —“por mi causa”.                —O. Chambers.