EL TESORO BÍBLICO
Por Guillermo McGrath- ©1985 usado con permiso
Capítulo 11
La Biblia y la ciencia
La ciencia verdadera concuerda con la Biblia
En 1 Timoteo 6.20–21, la Biblia nos advierte: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo. Amén.” Estos versículos nos recuerdan que hay tal cosa como una “ciencia falsa” que causa a los hombres a errar de la fe bíblica. Por inferencia también sugiere que hay una ciencia verdadera, que defiende la escritura y está de acuerdo con ella. En este capítulo repasaremos la diferencia entre la ciencia falsa y la ciencia verdadera. Hablaremos de muchas pruebas infalibles de la ciencia verdadera que confirman la Biblia, y consideraremos la armonía entre el punto de vista bíblico y el científico del universo.
A. La ciencia falsa contra la ciencia verdadera
Como acabamos de leer en 1 Timoteo 6.20–21, hay tal cosa como la falsamente llamada ciencia. La palabra ciencia muchas veces se define como el conocimiento sistematizado derivado de la observación, del estudio, etc., o como un arte o una técnica. Cuando las personas piensan o hablan del “método científico”, generalmente se refieren a enfocar el conocimiento de manera que no da por supuesto nada sin poner a prueba ese conocimiento por la observación, el estudio, etc. La ciencia trata de definir el conocimiento por pasar de hechos observados a teorías sistemáticas acerca de esos hechos. Pero la ciencia falsa hace teorías incorrectas por observar o interpretar equivocadamente los hechos. No hay ni un libro de texto que trata de la física de hace cincuenta años que no está ahora totalmente anticuado. Las teorías anteriores han sido probadas erróneas y todo el tiempo se está inventando teorías nuevas para tratar de explicar las nuevas observaciones de la naturaleza. No obstante, lo maravilloso de la Biblia es que siempre es actual, y siempre es práctica y apropiada. Pero el libro de texto de la ciencia de ayer termina en la basura hoy.
Es notable que todo el conocimiento humano, incluso la ciencia, es limitado por lo desconocido y lo misterioso. Por esto el hombre tiene que aceptar unas cosas por fe. Un ejemplo de esto es la cuestión de cómo llegó a existir el mundo —¿fue creado o evolucionó por casualidad? La ciencia verdadera está de acuerdo con la Biblia: “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía” (Hebreos 11.3). Puesto que el mundo originó hace tanto tiempo que ninguno de nosotros estaba presente para observar el método exacto, por la fe aceptamos la explicación de aquel que lo hizo. Pero el científico falso no está satisfecho con eso; él afirma que quiere regirse por los hechos y no por la fe. Por tanto, compone una teoría que es algo así:
Se supone que el mundo originó por la colisión accidental de dos soles que cruzaban accidentalmente el espacio. Y accidentalmente o por casualidad una masa de materia caliente fue arrancada de ellos. Y accidentalmente entró en órbita alrededor de nuestro sol. Por casualidad gradualmente se enfrió. Y accidentalmente después de unos millones de años unos rayos cósmicos cayeron en un poco de agua que por casualidad se había formado en este planeta nuevo. Y por casualidad los rayos cósmicos causaron a un átomo de materia muerta a volverse en un átomo de materia viva. Y por casualidad esto se multiplicó y llegó a ser millones de células. Y por casualidad esas células se convirtieron en gérmenes pequeños. Y los gérmenes llegaron a ser amebas, y las amebas llegaron a ser plantas, y las plantas llegaron a ser animales, y los animales llegaron a ser hombre —¡todo por casualidad o accidente!
Ahora, ¿cuál requiere tener más fe; creer la explicación de la Biblia, o creer tal teoría? Resulta que las suposiciones de la ciencia acerca de los orígenes del mundo son no más que teorías que no se pueden comprobar. La teoría de la evolución es solamente una teoría; no es un hecho científico.
¡Creer las teorías no probadas y poco probables de la ciencia falsa acerca del origen de la creación y la vida sería como creer que este libro es el producto de una explosión en una imprenta! Allí estaban todos los materiales: el papel, la tinta, el tipo, el material para la cubierta, las grapas, las láminas, etc. Pero en vez de creer que una inteligencia juntó todas estas cosas en orden, sería como creer que hubo una explosión accidental y cuando el humo disipó, bueno, ¡allí estaba el libro ! Si requiere una fe ciega para creer tal cosa. Pero la fe que se requiere para creer que el cielo y la tierra fueron formados por Dios y que el orden y el plan que son evidentes por todas partes en el universo son el resultado de una Mente divina —tal fe es sana, creíble, y aceptable. Mucho de lo que se llama ciencia hoy no es ciencia verdadera, sino falsa. ¿Qué es la diferencia básica entre las dos? La ciencia verdadera trae certeza y está en armonía con la Biblia; la ciencia falsa causa preguntas, multiplica las dudas, y exalta el razonamiento y la teoría humana sobre Dios.
Daniel 1.4 nos dice que el rey de Babilonia mandó escoger de entre los jóvenes cautivos judíos los que eran “de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia”. Entre éstos estaba Daniel de quien se dice más tarde que él era un hombre de “mayor espíritu y ciencia y entendimiento, para interpretar sueños y descifrar enigmas y resolver dudas” (Daniel 5.12). La ciencia verdadera es así. Disuelve las dudas y confirma la palabra de Dios. Es práctica y factible. En 1 Timoteo donde habíamos leído la advertencia acerca de la falsamente llamada ciencia, el escritor advierte, además, acerca de los que siempre acarrean disputas, que están envanecidos y deliran acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen blasfemias y disputas necias y malas sospechas (1 Timoteo 1.4; 6.4). La ciencia verdadera disuelve las dudas; la ciencia falsa acarrea o causa preguntas que no puede contestar. Bien recuerdo haber tenido muchos profesores en el colegio o en la universidad que se deleitaban en causar preguntas. Muchas veces introducían alguna teoría propia poco probable con decir: “Ahora, yo no tengo ninguna respuesta, pero...” ¡Si no tienen las respuestas mejor sería que dejaran de enseñar y estudiaran un poco hasta encontrar las respuestas! Es popular entre los que tienen mucha sabiduría mundana negar que tengan respuestas algunas, pero los que creen la palabra de Dios creen certezas y han hallado la clave a resolver dudas.
La ciencia falsa engendra escepticismo acerca de la Biblia y lleva a los hombres a tratar de confiar sólo en su propio razonamiento y entendimiento. No es de extrañar que después se desvían. La ciencia sin Dios pretende que el hombre es su propio dios, pero sólo le causa portarse como un diablo. Fue la “ciencia” alemana que inventó “la crítica superior” de la Biblia y le robó a una nación entera su moralidad y fe. ¿Cuál fue el resultado? Los alemanes “científicos” asesinaron a millones, dejaron a Europa en ruinas, practicaron, científicamente, el genocidio, quemaron a seres humanos en hornos de gas, extrayendo su manteca para hacer jabón y usando su pelo para rellenar cojines del ejército. Hasta hicieron “experimentos científicos” con esclavos vivos como con conejillos de Indias. El “marxismo científico” en Rusia y en la China asesinó a decenas de millones, esclavizó a otros millones, trató de exterminar la religión, y terminó con predicar dogmas ateístas tan complicados e increíbles que sólo una inquisición por la policía secreta y “purgas” continuas mantuvieron la gente subyugada con terror. La ciencia sin Dios es una ciencia falsa y llega a ser idolatría. La ciencia sometida a Dios y a su palabra llega a ser una sierva a la humildad. La ciencia sin Dios llega a ser un tirano sobre los hombres.
B. Muchas pruebas infalibles de la Biblia de la ciencia verdadera.
En Hechos 1.3, la Biblia dice de nuestro Señor Jesucristo que “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables”. Un autor y abogado famoso, Lew Wallace, una vez proyectó examinar científicamente la evidencia de la resurrección de Jesucristo. Cuando empezó era un agnóstico moderado, pero cuando terminó su estudio había llegado a ser un creyente ferviente. Dijo que hay más que suficiente evidencia científica de la resurrección de Cristo para convencer a cualquiera que tenga una mente accesible a la verdad. La Biblia misma es su propio testigo mejor para convencer la mente sincera de la exactitud e inspiración bíblica. Examinemos sólo unos pocos de los muchos ejemplos de la exactitud científica de la Biblia, siglos antes que la ciencia misma descubriera los hechos y las leyes que gobiernan los fenómenos naturales.
Génesis 1.1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Por ley de matemática, hay sólo una posibilidad en diez mil millones que todas las condiciones necesarias para la vida como existe ahora en la tierra pudieran haber sucedido por no más que casualidad o accidente (la cual es la teoría tras la evolución). La tierra rota sobre su eje a la velocidad de 1.675 kilómetros por hora. Si rotara a la velocidad de 167 kilómetros por hora nuestros días y noches serían diez veces más largos de lo que son ahora. El sol caliente quemaría nuestra vegetación durante cada día largo y durante la noche larga se congelaría cualquier retoño superviviente. El sol tiene una temperatura en la superficie de 6.650 grados centígrados y nuestra tierra está exactamente a tal distancia que el sol nos calienta justamente suficiente y no demasiado. Si el sol emitiera sólo la mitad de su radiación presente nos congelaríamos, y si emitiera otra mitad más de lo que emite ahora nos asaríamos. La inclinación de nuestra tierra, una inclinación de veintitrés grados, da a la tierra las estaciones. Si no hubiera sido inclinado así, los vapores del océano moverían hacia el norte y hacia el sur, amontonando continentes enteros de hielo. Si nuestra luna no estuviera a su distancia presente de la tierra, sino, digamos que estuviera a una distancia de sólo 80.000 kilómetros, ¡las mareas serían tan enormes que dos veces al día todos los continentes estarían inundados y aun los montes pronto se desgastarían! Si nuestra atmósfera hubiera sido sólo un poquito más enrarecida, los meteoritos que ahora se queman en el espacio por millones cada día estarían chocando con la tierra, encendiendo fuegos por todas partes. A causa de estos ejemplos y centenares de otros es obvio que nuestro universo no “evolucionó” por accidente o por casualidad, sino que fue proyectado y puesto a operar por una ingeniería divina e inteligente, ¡Dios!
La Biblia afirma positivamente que un diluvio vasto sumergió la tierra entera. Las aguas se derramaron en cantidades enormes de los cielos y las mismas fuentes del gran abismo fueron rotas, destruyendo el mundo de ese tiempo, salvo a Noé y su familia. La Biblia dice que en los postreros días vendrán burladores que serán voluntariamente ignorantes del diluvio (2 Pedro 3.3–6). ¡Rehusarán creer todas las muchas evidencias de él que están delante de sus propios ojos! Las tradiciones de casi cada pueblo antiguo testifican de una catástrofe por un diluvio mundial. Los grandes montones y pilas de estratos de fósiles podrían haber sido formados sólo por la combinación violenta de agua y torbellino. Se han hallado muchos restos de animales antiguos que estaban congelados rápidamente en Alaska y en Siberia. Unos fueron hechos pedazos. Otros fueron amontonados en desorden, estrato sobre estrato, con las mismas plantas tropicales que estaban comiendo todavía en las bocas. Parece que en un instante los aguajes y tempestades los inundaron. Estas cosas se pueden explicar sólo por un diluvio vasto combinado con la inclinación del eje de la tierra para cambiar las estaciones. La profundidad total de todos los estratos de fósiles nunca es más de tres o cuatro kilómetros. ¡Lo que los evolucionistas afirman ser las “piedras más viejas” a veces pueden ser halladas en la superficie mientras las “piedras más nuevas” se descubren muy en la profundidad! ¡Se encuentran “fósiles viejos” descansando sobre los “fósiles nuevos”! Esto se puede explicar fácilmente como el resultado de las corrientes tremendas del diluvio que llevaron grupos de criaturas semejantes, depositándolos en un yacimiento, y después otras corrientes depositaron otros animales encima de ellos. ¿Por qué tiene que haber llevado inmensos millones de años para efectuar su depósito? Sólo para satisfacer la teoría de la evolución. Los cementerios enormes de fósiles que se hallan por todo el mundo muestran cada señal de haber sido depositados con precipitación. Si la evolución fuera cierta, ¿por qué no está pasando nada parecido ahora? Sería casi imposible que un pez moderno fuera enterrado entero en el sedimento. Pronto estaría desintegrado por el trabajo de la bacteria, los parásitos, y los animales que se alimentan de carroña. Rápidamente se descompondría, y lo mismo es cierto de los restos de los animales de tierra. ¡Pero se han encontrado fósiles de peces enterrados en bancos enteros por millones, extendiéndose por muchos kilómetros! Lo mismo es cierto de los yacimientos asombrosos de elefantes en Siberia. La única explicación que corresponde con la evidencia es que “el mundo de entonces pereció anegado en agua”. Los burladores voluntariamente cierran los ojos a la evidencia de la intervención y del juicio de Dios.
La Biblia hace la declaración notable que había aguas sobre la expansión (en un toldo vasto de vapor) antes del diluvio (Génesis 1.7), y que no llovió antes del diluvio (Génesis 2.5–6). Así cuando las aguas de repente precipitaron de las ventanas abiertas del cielo (literalmente “las compuertas del diluvio”), el nivel de los océanos subió enormemente, el clima fue cambiado, y el diluvio facilitado. Tal toldo de agua arriba hubiera servido como una especie de invernáculo efectuando una temperatura y un clima uniforme y saludable. Eso explicaría la vida más larga y el tamaño superior de los antiguos. Lejos de haber evidencias de una evolución de las formas de vida inferiores a las formas mejores, hay mucha evidencia de deterioración y degeneración. Muchos mamíferos del presente son pequeños y endebles en comparación con sus progenitores originales. Esto también es cierto de los reptiles del presente al compararlos con los progenitores gigantescos de los días antediluvianos. Se ha hallado una gran cantidad de huesos fósiles del hombre moderno, pero se han hallado muy pocos que podrían ser llamados “primitivos”. (Y aun ellos son de muy poca certeza como en el caso del llamado hombre de Spy construido de dos esqueletos quebrados hallados en Spy, Bélgica. El “científico” que restauró este espécimen le representó con una frente baja, sin barbilla, con rasgos de mono, etc. Pero el hecho es que nunca fue hallado ninguna calavera, así que la “reconstrucción” dependió enteramente de la imaginación del “científico”, ¡o debemos decir de su prejuicio!) ¡A menudo se puede observar especímenes del llamado hombre Neandertal andando entre los gentíos de las ciudades modernas! ¡No hay rasgos esqueléticos en estos llamados hombres primitivos que no se pueden hallar en razas o en individuos modernos!
Los griegos antiguos y otros creyeron que la tierra fue sostenida por un gigante nombrado Atlas o en la espalda de una tortuga gigante que nadaba en agua. Después los científicos descubrieron que la tierra rota en el espacio. Pero en Job 26.7 la Biblia nos dice que Dios “extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada”.
Era un gran descubrimiento científico que la atmósfera pesa aproximadamente un gramo por un centímetro cuadrado al nivel del mar. ¡Pero en Job 28.25 leemos: “Al dar peso al viento”! Así Dios reveló hace siglos que se podría medir el peso del aire.
Hace miles de años Dios reveló en Levítico 17.11 (y en otras escrituras) que la sangre es preeminentemente importante en el mantenimiento de la vida: “Porque la vida de la carne en la sangre está”. La continuación de la vida depende de la provisión continua de agua, oxígeno, y alimento a todas las células del cuerpo, la cual sólo la circulación de la sangre puede proveer. Dios hizo nuestros cuerpos; entonces ¿por qué no debe tener su palabra un entendimiento superior de la biología mucho antes que los científicos llegaron a descubrirlo? Semejantemente, las leyes científicas y médicas de Moisés se adelantaron mucho del tiempo en que vivió, como lo hicieron también las leyes civiles. Sólo una revelación divina puede ser la explicación de esto. El entendimiento de Moisés sobre la bacteriología era muy superior. Esto es evidente en sus reglamentos higiénicos de la comida, del agua, y del aseo personal. Mientras que los ingleses del tiempo de la reina Isabel todavía pensaban que bañarse demasiado a menudo (más de una vez en seis meses) era peligroso para la salud, ¡Moisés supo que no es así! Mientras que George Washington probablemente fue matado por sus doctores que continuamente le estaban sangrando durante una enfermedad de pulmonía, hace muchos miles de años Moisés supo que la vida está en la sangre.
Considera el “ciclo del agua” descubierto por la ciencia moderna de la meteorología. El agua es precipitada como lluvia o nieve. Después la tierra es desaguada por los ríos que llevan el agua al océano. Entonces por la evaporación es levantado de vuelta a los cielos y llevado por los vientos para ser precipitado a la tierra otra vez. Siglos antes de que los científicos descubrieran esto o el hecho que las grandes corrientes del viento y del agua siguen su recorrido bien definido, la Biblia dijo: “El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo” (Eclesiastés 1.6–7). Considera también las palabras de Eliú en Job 36.27–29: “El atrae las gotas de las aguas, al transformarse el vapor en lluvia, la cual destilan las nubes, goteando en abundancia sobre los hombres. ¿Quién podrá comprender la extensión de las nubes, y el sonido estrepitoso de su morada?” ¡Nota el ciclo de la hidrología!
O considera que por muchos siglos los “científicos” del mundo creyeron que la tierra es plana, y, sin embargo, la Biblia dijo claramente mucho tiempo antes en Isaías 40.22: “El está sentado sobre el círculo de la tierra”. La palabra que es traducida “círculo” es la palabra hebrea khug que más exactamente significa esfericidad o el estado de ser redondo.
El Salmo 19 por mucho tiempo hizo gracia a unos llamados “científicos” porque habla del sol como que saliera de un extremo de los cielos en un gran recorrido. ¡Pero recientemente los astrónomos más avanzados han descubierto que el sol realmente mueve por el espacio (a una velocidad de 1.160.000 kilómetros por hora) en una órbita tan gigantesca que calculan que llevaría más de dos millones de siglos para concluir su recorrido! ¿Quién puede acusar al Espíritu Santo de ignorancia en cuanto a la astronomía moderna? Asimismo, los científicos pensaron por muchos siglos que podrían numerar todas las estrellas y todas las constelaciones. Ahora se reconoce que Jeremías 33.22 es realmente correcto: “No puede ser contado el ejército del cielo”. Hay bastante más de cien mil millones de estrellas en nuestra galaxia —¡y probablemente hay mil millones de galaxias!
Y ¿qué de la energía atómica, el descubrimiento más ostentado de entre todos los modernos descubrimientos científicos? Hebreos 11.3 nos recuerda que “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Así también ahora los científicos nos dicen que el universo material que podemos ver, y toda la materia en él, es hecho de pequeñas cosas invisibles llamadas átomos. Y los átomos son hechos de partículas más pequeñas, y las partículas más pequeñas son hechas de otras partículas que son aun más pequeñas que no se pueden ver ni aun con microscopios de electrones, sino sólo se puede conjeturar que existen. Y 2 Pedro 3.12 nos recuerda que los mismos elementos del mundo, la estructura atómica elemental, se volverá en explosiones atómicas por el dedo de Dios en el día del Señor. En ese día los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán. Así que la misma agua de los mares y de la atmósfera puede quemarse por medio de la reacción recíproca de los átomos de hidrógeno y oxígeno, y en consecuencia el mar ya no existirá más (Apocalipsis 21.1). Y ¿qué previene que este gran día de venganza no venga sobre la tierra inmediatamente? ¡Sólo la paciencia de Jesucristo! Él quiere extender el tiempo del día de la salvación para que más almas vuelvan a Dios. Tanto Hebreos 1.2–3 y Colosenses 1.17 enseñan que es Cristo que sustenta todas las cosas y las mantiene con la palabra de su poder. ¡Es mucho mejor decidir recibirle como nuestro Salvador ahora que tenerle como nuestro Juez cuando él decida cerrar la cortina de la historia sobre los dictadores y científicos insensatos que aun ahora están acumulando suficientes bombas atómicas para poder destruir toda vida sobre la tierra! Apocalipsis 11.18 dice del tiempo del fin: “Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y ¡de destruir a los que destruyen la tierra!” ¡Amén! ¡Sí, ven en breve, Señor Jesús!
Se podría decir mucho, mucho más de la exactitud científica de la Biblia si el tiempo y el espacio aquí permitieran. El día largo de Josué podría ser explicado científicamente. Se podría mostrar que son necios los que se mofan de la historia de que Jonás fue tragado por un gran pez del mar. Esto se podría hacer con citar los nombres y las fechas de personas de tiempos modernos que tenían una experiencia semejante y vivieron para contar de ella. Se podría hablar de la esposa de Caín y de su origen, haciendo notar la vida larga del pueblo antiguo, sus muchos descendientes, y la práctica antigua de casarse con las hermanas. Pero ¿por qué preocuparse de hacerlo aquí? Basta con decir otra vez que la ciencia verdadera está en armonía con la Biblia. La ciencia falsa intenta atacar a Dios por crear dudas sobre su palabra. Pero los hombres que buscan frenéticamente “el eslabón perdido” entre el hombre y el animal, para “probar” la teoría falsa de la evolución, están tratando de hacer algo mucho más imposible. Tratan de escapar de la verdad de que hay un Dios viviente, ¡que juzgará a los vivos y a los muertos en el último día por medio de su Hijo Jesucristo! Lo que los hombres necesitan gravemente no es descubrir “el eslabón perdido” entre el hombre y el animal, sino es descubrir el eslabón perdido entre el hombre y Dios. ¡Y ese Eslabón, ese Puente, es el Señor Jesucristo! ¡Él es el único Mediador (o eslabón) que puede capacitar al hombre pecaminoso pasar seguramente a la presencia de un Dios santo y disfrutar del cielo por la eternidad!
¿Quiénes son los sabios?
¿Quiénes eran los sabios de hace muchísimos años?
No era Herodes que perder su corona temía;
Ni los fariseos que eran de gran altanería;
Ni los sacerdotes, ni escribas con su desengaño;
Ni los que cambiaron monedas por dinero extraño;
Sino eran tres que muy fatigoso viaje hacían,
Con fe intrépida, con una estrella por guía,
La estrella que guió a bajo pesebre de antaño.
¿Quiénes son los sabios de hoy, cuando de todos se trata?
No los científicos, ni grandes, ni versados cultos;
No los que llevan la corona real que es tan bella;
Ni las manos que buscan contar fortunas de plata;
Sino los que de entre el gentío y los tumultos,
Aún llegan a Belén, guiados por esa estrella.
—B.Y. Williams
Versión española de María Juana de Mejía
Preguntas de estudio
para diálogo en la clase y la iglesia
1. ¿Cuáles son las dos clases de ciencia que son esencialmente diferentes?
2. ¿Cuál es la diferencia entre las dos clases de ciencia?
3. ¿Cuál es el mejor testigo de la exactitud científica de la Biblia?
4. ¿Cuál es la mejor prueba de que el universo fue diseñado por Dios?
5. ¿Por qué es el diluvio la mejor explicación para el estado del estrato geológico?
6. ¿Qué efecto sobre la vida tenía el toldo antiguo de agua?
7. ¿Qué dice la Biblia sobre la rotación de la tierra? ¿Qué dice sobre su esfericidad?
8. Hablen de la notable ciencia de higiene de Moisés.
9. Hablen del ciclo del agua y de la energía atómica.
10. ¿Cuál es el verdadero eslabón perdido que los científicos necesitan más hallar?