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Lección 11

La fe vence la herejía

(Un dibujo debe insertarse aquí)

Aproximadamente ochenta valdenses fueron quemados vivos
        por su supuesta herejía en Estrasburgo, Francia, en el año 1215. Estos mártires murieron por su fe y su obediencia a los manda­mientos de Jesús y los apóstoles.

—de Martyrs Mirror, página 313

Propósito del estudio: Advertirnos a cuidar bien las doctrinas y las normas del Nuevo Testamento.

Versículo de memoria: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2 Pedro 2.1).

Escrituras para estudiar:

  1.  Mateo 24.23–28 ¿Cómo lo sabremos cuando el Señor vuelve?

  2.  2 Tesalonicenses 2.1–12 ¿Qué será el fin de todos los que practican el engaño?

  3.  2 Timoteo 4.14–18 ¿Quién es el único que nos puede guardar del engaño?

Lectura adicional: William R. Estep, Revolucionarios del siglo XVI, páginas 109–128. (Disponible de la agencia de distribución de la Casa Bautista de Publicaciones en cada país latinoamericano, o de Casa Bautista de Publicaciones, Apartado 4255, El Paso, TX 79914, EE.UU.)

La evangelización de los Países Bajos

      El evangelista Melchor Hofman fue uno de los primeros predicadores evangélicos en los Países Bajos. Hofman tuvo un celo ardiente. En su primera campaña en Ernden en 1530 se convirtieron y se bautizaron aproximadamente trescientas personas: ricos, pobres, campesinos, propietarios, y siervos. Inmediatamente después tuvo que huir por causa de la persecución por los católicos, pero dejó en­cargado a un pastor, Jan Volkertsz Trijpmaker.

      Desde aquel comienzo la iglesia bíblica se difundió por todos los Países Bajos: Holanda, Flandes, Frisia, Zelanda, y las partes norteñas de Alemania. Entre los convertidos y primeros líderes del movimiento se hallaron dos hermanos: Obbe y Dirk Filips.

Empieza la herejía

      Entre tres años Melchor Hofman llegó a creer que el reino de Dios había de manifestarse en la tierra con la ciudad de Estrasburgo, Francia, como “la Nueva Jerusalén”. Creía que él mismo sería el nuevo Elías, precursor de Cristo. Creía que Cristo iba a quitar de la tierra a los impíos y perseguidores. Entonces los pobres afligidos anabaptistas subirían al poder y reinarían mil años con Cristo.

      Obbe y Dirk Filips reconocieron la fantasía de esta creencia. Vieron que lo dicho por Hofman estaba basado sobre el frágil fun­damento de visiones antibíblicas. Con mucha paciencia, pero con poco éxito, Obbe y Dirk advirtieron a los hermanos de este error. Melchor Hofman al fin cayó preso, pero lamentablemente surgieron en su lugar hombres aun más fanáticos que él. Abundaron las visiones y “revelaciones” sobrenaturales.

La herejía crece

      Un tal Jan Matthijsz empezó a llamarse Enoc, y Jan van Leiden se llamó el rey David. Cambiaron “la Nueva Jerusalén” de Estrasburgo a Münster. Un protestante, Bernhard Rothman, ya estaba denunciando los errores del catolicismo en las iglesias de Münster. Él y los dos Janes se pusieron de acuerdo que predicarían el bautismo de creyentes adultos; por eso llegaron a ser conocidos como anabap­tistas. Estos tres tomaron la ciudad de Münster con fuerza armada, cosa muy contraria a lo que enseñaban los otros anabaptistas en aquellos días.

      Los anabaptistas de Münster enviaron “apóstoles” al territorio de alrededor para invitar a todos a venir a Münster para participar en la manifestación del reino de Dios. Les prometieron que en Münster recibirían diez veces lo que hubieran abandonado al venir. No les dijeron hasta que llegaron a Münster que tendrían que servir como soldados en el ejército de esa ciudad.

      Estos falsos maestros gobernaban la ciudad de Münster por varios años. Pero al fin el ejército católico del obispo de Waldeck los venció, y los destrozó completamente.

(Debe insertarse un dibujo aquí)

Hans Missel, un joven, se convirtió en el distrito de
         Wuerttemberg, Alemania. Fue arrestado por causa de su fe en Dios y decapitado el 13 de diciembre, 1571, en Warthausen. Murió gozoso. Su verdugo dijo:

        —Este hombre es mejor que todos nosotros juntos.

        Muchos presenciaron su muerte.

—de Martyrs Mirror, páginas 893–984

El fruto de la herejía

      La revolución que estos falsos profetas habían predicado se espar­ció a otras ciudades. Muchos anabaptistas se sentían fatigados por la persecución y estaban dispuestos a oír que ya había llegado la hora de defenderse con la espada y de traer el reino de Dios a la tierra.

      Sabemos que el movimiento de Münster, aunque fue un movi­miento anabaptista, no era parte de la iglesia de Jesús. Al contrario, esa secta hizo gran daño a la iglesia verdadera en los Países Bajos.

      Para muchos años después de esa tragedia, los anabaptistas evangé­licos (como Dirk Filips) sufrieron gran desprecio por causa de la mala fama de los anabaptistas de Münster.

Menno Simons se convierte  (Véase la biografía completa de Menno)

      Mientras los anabaptistas de Münster propagaban la herejía, Menno Simons se convirtió. Él era un sacerdote católico, pero le gustó leer la Biblia.

      De la Biblia Menno entendió bien que los anabaptistas de Münster estaban equivocados. A la vez sabía que muchos anabaptistas evangélicos andaban por los Países Bajos como ovejas sin pastor. Cada vez que un anabaptista sufrió el martirio, a Menno le remordió la conciencia. Le recordó que su vida como sacerdote era lujosa y carnal.

      Al fin, Menno no pudo aguantar esa hipocresía. Creyó a Dios de todo corazón y recibió la salvación. Se identificó con la iglesia de Jesús (los anabaptistas evangélicos) aun a pesar de la dura persecución. Se dio sin reserva a combatir los errores de los anabap­tistas de Münster.

      El primer libro que escribió Menno Simons era Una prueba clara e indiscutible de las santas escrituras contra la blasfemia grande y abominable de Juan de Leiden (traducido).

      Si no hubiera sido por la obra incansable de Menno Simons y Dirk Filips, a lo mejor los anabaptistas hubieran sido extinguidos en los Países Bajos. Pero, gracias a Dios, él no dejó que la luz se apagara. Por la obra de buenos líderes la fe de los creyentes recibió nuevo ánimo. Dentro de no muchos años, las autoridades reconocieron la diferencia grande entre los anabaptistas y los herejes. A los primeros la gente les puso por sobrenombre menonitas; y a los últimos, münsteritas.

      ¿Cómo podemos evitar tragedias como las que tuvieron lugar en Münster? Vamos a examinar la situación y las características de aquel movimiento, para aprender cómo surgen las herejías.

  1.  Todos los anabaptistas pudieron ver claramente los problemas del catolicismo. ¡Cuidado, hermanos! Muchas veces cuando resistimos con toda nuestra fuerza a algún mal, viene otro mal, tal vez por medio de “hermanos” que nos engañan.

  2.  Los anabaptistas estaban perseguidos y afligidos. Cuando estamos ya cansados de pruebas que nos llegan en la vida cristiana, Satanás nos muestra un “cristianismo” más fácil.

  3.  Los münsteritas basaron su fe en sueños y revelaciones. Si creemos toda la palabra de Dios, y la obedecemos, escaparemos de los errores de la herejía. No hace falta ninguna revelación sobrenatural en que basar nuestra fe. Y si alguna revelación con­tradice la Biblia, podemos saber de inmediato que viene de Satanás, no de Dios.

      Hemos visto cuánto daño hizo la herejía de Münster al anabap­tismo evangélico en los Países Bajos y en Alemania. Tanto los católicos como los protestantes se asieron de esa tragedia para defender su odio contra los creyentes. Sin embargo, la iglesia de Jesús siguió adelante. Ni espada, ni fuego, ni agua, ni horca pudo hacerla parar.

      Lamentamos la mala reputación dada por los münsteritas al ana­baptismo. Pero al ver como la iglesia de Jesús volvió a vencer y crecer después, podemos concluir que las puertas del Hades no prevalecieron contra ella (Mateo 16.18). Jesús no permitirá que los mundanos destruyan su pueblo. Ni los enemigos de adentro ni los de afuera lo pueden hacer.

      Siempre habrá herejías. Pablo escribió: “Es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados” (1 Corintios 11.19). Siempre lamen­taremos esas herejías, y siempre vamos a advertir contra ellas. Pero las herejías nunca van a vencer a la iglesia de Jesús.