Lección 12
La fe resiste el sufrimiento
(Un dibujo debe insertarse aquí)
Hans
Bret trabajaba en una panadería. Era hijo de un señor
inglés, Thomas Bret, y dio clases bíblicas a los recién convertidos en
la ciudad donde vivía: Amberes, Bélgica.
El 6 de mayo, 1576, las autoridades católicas lo arrestaron y lo echaron en la mazmorra del castillo de Amberes. Allí lo interrogaron muchas veces.
Hans era un joven educado. Sabía el latino. Por la gracia de Dios pudo defenderse bien ante los monjes que venían para convertirlo a la religión católica. Era joven, pero permaneció firme.
Durante los ocho meses que estuvo en la cárcel, Hans Bret escribió cartas a su familia, a la iglesia de Amberes, y a su hermano inconverso, David, que vivía en Inglaterra. A Hans le gustaba leer, y había tenido varios libros. Pero en la cárcel no le permitieron leer. Los prisioneros anabaptistas que estaban allí con él no tenían siquiera el privilegio de cantar himnos. Hans dijo en sus cartas que le era difícil hallar papel en que escribir.
Llegado el día de su ejecución, el verdugo se acercó a Hans y le mandó que asomara la lengua. Hans la asomó. El verdugo la agarró y la traspasó con un tornillo. Luego, quemó su lengua con un hierro caliente para que la lengua se hinchara y para que el tornillo no saliera.
Después de torturarlo así, las autoridades católicas lo ataron a una estaca y lo quemaron vivo en la ciudad de Amberes, el 4 de enero, 1577.
—de Martyrs Mirror, páginas 1037–1054
Propósito del estudio: Ver que los creyentes verdaderos pueden ver más allá de los sufrimientos terrenales y así resistir cualquier persecución.
Versículo de memoria: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8.18).
Escrituras para estudiar:
1. Hechos 5.40–42 ¿Cómo reaccionaron los apóstoles cuando sufrieron por causa del nombre de Cristo?
2. Hechos 7.54–60 ¿Cómo respondió Esteban al sufrimiento?
3. 1 Corintios 9.25–27 Según estos versículos, ¿qué debemos hacer con los deseos de nuestro cuerpo?
4. 1 Pedro 4.1 Según este versículo, ¿qué hizo nuestro ejemplo perfecto, Cristo?
5. 1 Pedro 4.12–19 Como cristianos ¿qué clase de vida debemos esperar en esta vida?
Lectura adicional: William R. Estep, Revolucionarios del siglo XVI, páginas 47–53. (Disponible de la agencia de distribución de la Casa Bautista de Publicaciones en cada país latinoamericano, o de Casa Bautista de Publicaciones, Apartado 4255, El Paso, TX 79914, EE.UU.)
Cuando mataron a la señora de Paul von Dresden, de Alemania, ella clamó en voz alta:
O Señor, ilumina a los que tanto sufrimiento nos infligen, para que entiendan lo que están haciendo. Te doy gracias, oh Dios, que tú me has tenido por digna de sufrir por causa de tu nombre.
Algunos historiadores dicen que los mártires en el siglo dieciséis recibieron una fuerza sobrenatural y extraordinaria para resistir con tanta calma lo que sufrieron. Esto es cierto. Pero la verdad es que la misma “fuerza sobrenatural” está obrando en la iglesia de Jesús hoy en día. Es el poder del Espíritu Santo que obra en los que tienen una fe viva en Jesús.
Si nuestra fe nos ha justificado y salvado, si Dios nos ha hecho personas nuevas, y si andamos en el Espíritu, tenemos la misma capacidad de sufrir el martirio que tuvo la señora von Dresden y muchos otros.
Cuando los mártires —con la lengua hinchada de quemaduras y fijada con tornillos a su paladar— sonreían y daban señales de su gozo espiritual, demostraban así que tenían la fe verdadera. Cuando los verdugos les ofrecían la libertad en vez del martirio, escogían éste.
¿Qué ha hecho tu fe para ti? ¿Estarías dispuesto a hacer lo mismo? ¿Estarías dispuesto a dejar a tus hermanos, a tus padres, a tu mujer, a tus hijos, y tu casa y tu tierra por el nombre del Señor? Si por la fe lo haces cuando Dios lo exige, vas a recibir cien veces más después, ¡y heredarás la vida eterna!
Seamos, pues, discípulos fieles en nuestros hogares, en el trabajo, y en la hermandad de creyentes. Y si nos llega de repente la persecución, Dios nos dará gracia para vencer, sí, aun hasta en el martirio. Puede ser que como Jesús en el huerto nos sintamos débiles al pensar en el sufrimiento. Pero sabemos que si Dios es por nosotros, nada nos separará del amor de Cristo: ni tribulación, ni angustia, ni persecución, ni hambre, ni desnudez, ni peligro, ni espada. “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8.37).
¿Por qué no sufrimos más persecución nosotros?
Hoy día la mayoría de los cristianos sufren muy poco por su fe. Unos se han separado de familias mundanas. Otros han tenido que dejar un trabajo bueno por sus creencias bíblicas. Pero la mayoría de nosotros hemos sufrido muy poco por Jesús, aquel que nos compró con su sangre (1 Corintios 6.20).
La persecución siempre ha tocado a cristianos activos. ¿Por qué decapitaron a Juan el Bautista? ¿Era porque se escondió calladamente en el desierto? No. Juan el Bautista había reprendido al rey por su adulterio. ¿Por qué sufrieron persecución los apóstoles y los mártires del siglo dieciséis? Porque predicaron sin pena la salvación. Predicaron en las ciudades, en la selva, en la cárcel, en el campo... dondequiera que Dios los llevara.
El mundo trata bien a los “cristianos” que se callan y se esconden. Lo que el mundo no aguanta es que el cristiano le desafíe con la verdad.
Los mundanos pueden tolerar a nuestras iglesias si piensan que no somos más que una minoría extraña y que nuestra religión consiste en vestirnos como monjas y viejitos. Pero si empezamos a esparcir vigorosamente el mensaje completo del evangelio, van a pensar de otro modo.
¿Será posible, hermanos, que hemos estado predicando un evangelio débil para escapar así la persecución? “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 2.3).
(¡Fíjese bien a sus piernas!)
Joost Joosten se
convirtió en la provincia neerlandés de Zeeland.
Un estudiante del idioma latino, fue arrestado a la edad de 18 años. Las
autoridades católicas lo torturaron sobre una rueda (jalándole sus extremidades)
y perforaron sus piernas con hierros calientes. Al fin lo quemaron vivo en la
ciudad de Veere, “el lunes antes de la navidad” en 1560.
Cuando las llamas del fuego empezaron a rodearlo, Joost cantó con voz alegre la última estrofa de un himno que había escrito: “Dios, siempre estás en mi mente...”
Ahora Joost está para siempre con Dios.
—de Martyrs Mirror, página 651