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Lección 6

El bautismo, sello externo de la fe

(Un dibujo debe insertarse aquí.)

Pieter Pieters fue barquero de la villa neerlandés de Asperen.
         Fue arrestado por el “crimen” de haber dado culto en su barca, el culto “condenado y prohibido de los menonitas”.

        Pieter no permitía que los católicos bautizaran a su bebé. Por esto las autoridades católicas torturaron mucho a Pieter Pieters y lo quemaron vivo en Amsterdam, el 26 de febrero, 1569. El hermano Pieter permaneció firme hasta el fin.

        Mientras iba el hermano Pieter al lugar de su muerte, un amigo suyo, Willem Jans, lo saludó y le gritó:

        —¡Lucha con valor, hermano querido!

        Por esto Willem fue también arrestado, y fue quemado vivo dos semanas después.

        Ahora ambos están con Jesús (Apocalipsis 20.4).  (Para ver el dibujo, cómprese el libro.)

—de Martyrs Mirror, páginas 738–740

Propósito del estudio: Ver que el bautismo es el sello externo de la fe y, por consiguiente, es algo que se debe administrar solamente a personas que tienen fe (algo que los bebés no pueden tener).

Versículo de memoria: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12.13).

Escrituras para estudiar:

  1.  Mateo 28.18–20 ¿Qué se debe enseñar a los recién bautizados?

  2.  Hechos 2.38 Según este versículo, ¿qué debemos experimentar antes de ser bautizado?

  3.  Tito 3.4–7 ¿Qué nos lava cuando llegamos a Jesús?

  4.  1 Pedro 3.21 Según este versículo, ¿qué es una cosa que el bautismo no puede hacer?

Lectura adicional. Dos folletos: Inocentes ante Dios, por Dallas Witmer, y ¿Qué dice la Biblia sobre el bautismo de los niños?, por Ernesto Strubhar (disponibles de Publicadores Lámpara y Luz).

El propósito del bautismo

      Los creyentes anabaptistas entendieron el significado del bautismo. Ellos bautizaron con agua solamente a los que ya habían sido bautizados “en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3.11). Entendieron que el bautismo de agua no les traía la salvación, sino que era un sello externo de lo que había ocurrido en sus corazones.

      Los líderes católicos y protestantes del siglo dieciséis no entendieron así la doctrina del bautismo. Ellos insistieron en que fuera necesario bautizar a cada recién nacido. De este modo aseguraron que todos pertenecerían a la religión nacional y que todos serían ciudadanos de su país. Tanto los líderes civiles como los líderes religiosos de aquel entonces lo consideraban traición no bautizar a los niños.

      Hoy a los niños se les consideran ciudadanos del país, sin ser bautizados. Son ciudadanos del reino de Jesús también porque son inocentes (Mateo 19.14). Pero cuando son grandes, tienen que escoger si van a entregarse al reino de Jesús, o si van a servir al reino de las tinieblas. Sólo cuando escogen servir a Cristo, tiene valor el bautismo.

El bautismo: un rito para los arrepentidos

El bautismo significa por lo menos tres cosas:

  1.  La identificación con Cristo y todas sus enseñanzas, como tam­bién con su pueblo: la iglesia verdadera.

  2.  El lavamiento del pecado. “El bautismo del arrepentimiento por el perdón de pecados” hace de manera simbólica lo que la sangre de Cristo hace en verdad. El que se bautiza renuncia para siempre el pecado.

  3.  El bautismo del Espíritu Santo (el nacimiento nuevo). “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8.9).

      Como todos pueden ver, esas cosas pertenecen a la vida del adulto. Los niños no necesitan identificarse con Cristo; Jesús afirmó que ya son de su reino. Los niños no necesitan el lavamiento del pecado; son hechos justos universalmente por el sacrificio de Cristo. Los niños no necesitan nacer de nuevo hasta que tengan la edad de reconocer que son pecadores ante Dios.

      Hoy en día muchos están evangelizando y bauti­zando a niños todavía inocentes. Pero los niños no necesitan nacer de nuevo porque son seguros hasta que el Espíritu de Dios los llame a rendirse a Cristo. El Espíritu los llamará cuando él quiere (Juan 6.44).

      Los padres deben disciplinar y enseñar a sus hijos para darles un carácter moral y piadoso. Deben mostrarles la ley de Cristo y rodearlos de un ambiente cristiano, pero nunca deben poner presión sobre ellos con el peso de la culpa prematura. Cuando ven a sus hijos (adultos jóvenes) ya convencidos de sus pecados por el Espíritu Santo, los padres pueden guiarlos al Salvador. Hechos santos por él y lavados del pecado, es necesario entonces que los conver­sos se identifiquen con Jesús y con su iglesia en el bautismo de agua.

¿Un bautismo secreto?

      Por causa de la persecución, los anabaptistas tenían que reunirse en la barca de Pieter Pieters. Muchos anabaptistas de su tiempo se reunieron, como él, en lugares escondidos para adorar a Dios y practicar el rito del bautismo. Bautizaron a nuevos creyentes en establos, en talleres, o por la noche en bosques lejanos de los pueblos. Por esto sus enemigos los acusaron de practicar ritos secretos y criminales.

      Sin embargo, los creyentes del siglo dieciséis no escondieron la luz del evangelio. Aunque practicaban sus ritos en secreto, andaban sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecían como luminares (Filipenses 2.15). El bautismo significó para ellos despojarse de la vida vieja y andar en la luz. Sus vidas, aun según los historiadores católicos, eran casi intachables en cuanto a la conducta, el hablar, y la moralidad. Todos, hasta sus perseguidores, confesaron que los anabaptistas evangélicos llevaban vidas más piadosas, más santas, y más humildes que el pueblo en general.

      Una vida verdaderamente cambiada por el bautismo del Espíritu Santo, nunca puede estar escondida. Como una ciudad asen­tada sobre un cerro, la iglesia de Jesús brilla con luz ardiente en medio de la oscuridad del pecado. Todos ven sus buenas obras, y por esto muchos llegan a glorificar al Padre que está en los cielos (Mateo 5.14–16).