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Lección 7

La fe paga bien por mal

El fiel hermano y seguidor de Jesucristo, Dirk Willemsz, demostró en su vida el gran valor del mandamiento: “Amad a vuestros enemigos, ... haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que ... os persiguen” (Mateo 5.44).

        Las autoridades neerlandeses mandaron capturar a ese hermano anabaptista en 1569. Al ver al cazador de ladrones acercándose, el hermano Dirk huyó y escapó, cruzando un río congelado. Siguiéndolo, el cazador de ladrones procuró cruzar el mismo río, pero se quebró el hielo y él cayó en el agua helada. Viendo que su perseguidor iba a ahogarse, Dirk volvió y lo rescató. El cazador de ladrones, profundamente conmovido por esta demostración de amor, quiso librar al hermano, pero su jefe, gritándole desde la otra orilla, no le permitió hacerlo.

        Varias semanas después, cuando llegó el día de la muerte del hermano Dirk, hacía mucho viento en las llanuras neerlandeses. A causa del viento, las llamas del fuego no alcanzaron la parte superior del cuerpo del hermano (quien estaba atado con cadenas a una estaca para ser quemado vivo). Por esto, pasó largo rato sufriendo mientras se quemaban sus piernas. En el pueblo cercano de Leerdam le oyeron exclamar más de setenta veces: “¡O Señor, mi Dios!”

        El juez, montado a caballo, dijo al fin:

        —Dale a ese hombre el golpe de gracia.

        No sabemos, pues, la manera exacta en que murió, pero sabemos que soportó con gran firmeza esa última prueba de su vida, y seguramente recibió la corona de gloria eterna.

—de Martyrs Mirror, páginas 741–742

Propósito del estudio: Ver que la fe en el corazón del creyente le hace amar aun a sus enemigos.

Versículos de memoria: “Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12.20–21).

Escrituras para estudiar:

  1.  Mateo 5.38–48 ¿Cómo debemos tratar a nuestros enemigos?

  2.  Romanos 12.14, 17–21 En vez de odiar, el cristiano ahora __________ a todos.

  3.  1 Pedro 2.21–25 Cristo es nuestro ejemplo perfecto en cuanto a cómo responder a la persecución. ¿Cómo respondió él?

Amor del corazón

      El hermano Dirk poseía la fe por la cual vale morir. Esta fe le enseñaba a amar aun a sus enemigos. Al darse cuenta del accidente de su enemigo, Dirk hizo lo que Jesús hubiera hecho. A lo mejor, ni pensó en hacer otra cosa. Él supo que después de haber hecho lo bueno, iba a gozarse para siempre en la gloria venidera (Romanos 8.18).

      Además de la fe, el hermano Dirk Willemsz tenía en su corazón el amor de Cristo. Vio a su enemigo hundiéndose en las aguas frías del río y supo que dentro de pocos minutos el alma de este pecador estaría hundida en las llamas del infierno. Por causa de su amor Dirk no pudo dejarle morir así. Aun mientras estaba sufriendo el dolor horrible de la hoguera, el hermano Dirk no se arrepintió de haber salvado la vida de aquel que lo trajo a esa muerte.

      El amor, producto de la fe en el corazón del creyente, es el fundamento de la no resistencia cristiana. Solamente cuando tenemos el amor de Cristo podemos perdonar y amar como él nos perdona y ama (1 Juan 4.19).

Los cristianos y la no resistencia

      Es muy fácil decir que amamos a nuestros enemigos, y cuando vivimos en tiempos de paz no cuesta mucho decir que estaríamos dispuestos a morir antes de defendernos. Pero los creyentes del siglo dieciséis no solamente lo dijeron. Muchos de ellos, como el hermano Dirk, demostraron la no resistencia aun en medio de gran prueba de su fe. Tenemos en el registro de los mártires las historias de muchos que murieron porque no resistieron a sus apresadores.

      Si los cristianos de aquel entonces hubieran sido una pequeña minoría, pudiéramos pensar que no resistieron por falta de fuerza. Pero no era así. Tantos se convirtieron en ciertos distritos de los Países Bajos, Alemania, y Suiza que los anabaptistas evangélicos llegaron a ser una mayoría. En algunas zonas las autoridades temieron una revolución. Pero cuando lograron conocerlos bien, entendieron que esos cristianos no tenían ideas subversivas. Hasta muchos de sus perseguidores confesaron que los anabaptistas no eran ningún peligro al bienestar del país.

      En aquella época casi todos los hombres llevaban una espada corta, pero los hermanos anabaptistas no llevaban consigo más que un bastón. Por esto, los Taeuferjaeger (cazadores de anabaptistas) fácilmente identificaban a sus víctimas. Si llevaba un bastón en vez de una espada, era muy posible que era anabaptista. Los hermanos hubieran podido pensar: Bueno, no vamos a matar a nadie, pero vamos a llevar las espaditas para que no nos reconozcan. No lo hicieron. Para los anabaptistas evangélicos, proteger la fe verdadera era más importante que proteger la vida misma.

      Durante la guerra civil norteamericana, los ejércitos del norte y los del sur invadieron las tierras los unos de los otros. Había cristianos no resistentes tanto en el sur como en el norte que no participaban en ninguno de los ejércitos. Esto les trajo el odio de los dos lados. Algunos cristianos sufrieron persecución por no ayudar en la guerra. Pero cuando cualquier soldado llegaba a las casas de esos cristianos, siempre halló quien le diera comida y provisiones —como dice la Biblia: “Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber” (Romanos 12.20).

      Asimismo la fe no resistente de muchos hermanos de hoy día se está probando. En algunos países hay guerras civiles y revolución. Pero los hermanos fieles no toman partido. Esto les ha traído la sospecha de muchos, y sus gobernantes a veces los acusan de apoyar a los subversivos.

      Sin embargo, todos los que conocen bien a los creyentes bíblicos saben que esas personas son ciudadanos buenos. Saben que los cristianos están dispuestos a morir por una causa también —la de la fe verdadera.

      Oremos, pues, que los cristianos no fallen en la prueba de su fe (Santiago 1.3), aun los que viven en países donde el servicio militar es obligatorio. Y oremos que Dios nos conceda el valor de estar dispuestos a morir por nuestros enemigos, si fuera necesario, como lo hizo nuestro hermano Dirk Willemsz del siglo dieciséis.