No Te Importa
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¿No te importa?

Ignorar una oportunidad para obtener riquezas, fama y poder se considera como locura, estupidez o aun ingratitud.

En este relato de Juan Griffith podrás saber lo que verdaderamente estás descuidando y te lamentarás algún día de haberlo ignorado, mayor será ese lamento que por haber ignorado cualquiera de las tres cosas del primer párrafo.

En la niñez de Juan Griffith, su ambición era viajar. Fantaseaba sobre esto muchas veces, pero aquella ambición se derrumbó con la Gran Depresión que en el año 1929 sufrió los Estados Unidos. Mientras los vientos soplaban silbando sobre Oklahoma, su Estado natal, y levantando polvo, este joven hombre, con su mujer y su pequeño niño, cargó sus posesiones en un viejo vehículo y se fue en busca de una nueva vida a otro lugar. Se dirigieron al Estado de Missouri, y después de algún tiempo Juan, al fin, encontró empleo como controlador de un gran puente de ferrocarriles que atravesaban el río Mississippi. Cada día, en horas determinadas, el puente era levantado para que los lanchones y los barcos grandes pudieran pasar. En otros horarios el puente se bajaba para que los grandes trenes pudieran atravesarlo con sus pasajeros y cargamentos. Juan se deleitaba en su empleo, pensando cuán lejanos lugares aquella gente iría a visitar; y esto le regocijaba mucho, aunque no viajara él mismo.

Durante el verano del año 1937 Juan llevó a Greg, su hijo de 8 años, a su trabajo por vez primera. El pequeño Greg se maravillaba al ver el gran puente, y los excitantes trenes que rechinaban sobre él. También se maravillaba de la casa de control, la cual estaba llena de muchas diferentes palancas de mando, sobre las cuales su papá tenía absoluto control. Su padre le llevó a una cubierta de observación de donde podía ver los barcos y los trenes que pasaban. Al mediodía, Juan levantó el puente para que pudieran pasar algunas barcas que se acercaban. Como no pasaría ningún tren por un rato, se fue con su hijo a la cubierta de observación. Allí abrió una bolsa color marrón y almorzaron lo que llevaban en ella. Mientras comían, Juan le contaba a su hijito algunas historias de varias barcas que habían pasado y del gran temporal que provocó que el río Mississippi se saliera de sus riberas. Cuando Juan estaba contando esta historia, se asustó por el pitido de la bocina de un tren a la distancia. Miró su reloj, marcaba las 13:07.  ¡Había olvidado el expreso para la ciudad de Memphis! Con 400 personas a bordo, cruzaría el puente en pocos momentos. De prisa se levantó Juan y corrió hasta la casa de control. Puso su mano sobre la palanca de mando y el puente comenzó a bajarse. Al echar un vistazo hacia abajo para ver si no había alguna barca, una escena que se presentó ante sus ojos hizo saltar su corazón. ¡El pequeño Greg había caído de la cubierta de observación y estaba colgando entre los inmensos engranajes que hacían subir y bajar el puente! La pierna izquierda del pequeño estaba entre los dientes de los dos engranajes principales. Juan sabía que si empujaba la palanca para bajar el puente, su hijo moriría apretado por los 400 kilos de acero de aquellos engranajes. Su mente se estremeció de pánico y desesperación. No tuvo manera de librar a su hijo antes que el tren llegara al puente. Otra vez la bocina del ferrocarril sonó con fuerza. Pudo oír el traqueteo de las ruedas de la locomotora y el rápido resoplido del motor, mientras se acercaba más y más al puente, que aún estaba levantado. Traía 400 pasajeros, 400 almas a bordo, los cuales morirían si él no bajaba el puente pronto.

Juan era padre y el que estaba en los engranajes era su hijo. El sabía lo que tenía que hacer. Empujó la palanca para hacer que los engranajes bajaran el puente. El “Expreso Memphis” pasó tronando. Juan levantó su rostro lleno de lágrimas y miró a través de las ventanas del tren que pasaba de prisa. Hombres de negocios que leían sus diarios, cobradores mirando sus relojes, mujeres bien vestidas que tomaban café en el vagón comedor, mientras los niños comían helados. Con gran agonía Juan Griffith gritó hacia el expreso insensible:

—¡Sacrifiqué a mi hijo para ustedes!  ¿No les importa?

Ninguno le oyó.  El tren pasó de prisa...

Esta historia posiblemente te ha tocado el corazón y te ha hecho temblar las rodillas. El ver a su propio hijo molido entre aquellos engranajes para que los pasajeros pudieran vivir. Juan sintió que a ninguno le importaba.

¿Pero sabes que Dios hizo lo mismo por TI?  Él dio a su Unigénito Hijo para que muriera en la cruz por tus pecados y por este hecho puedes tener esperanza de vida eterna. (Lee San Juan 3.16).

¿Vas a ser insensible, como los pasajeros del <<Expreso Memphis>>, a quienes no les importó la muerte del pequeño Greg?

¿Vas a rechazar la oportunidad de vivir una vida de gratitud y agradecimiento a Dios por el sacrificio de Jesucristo, hecho para que TÚ pudieras vivir?

¿No te importa?  Si rechazas esta verdad, lamentarás haber perdido esta oportunidad, como lo lamentó el rico mencionado en San Lucas 16.19-31. Dice en los versos 22 y 23, <<...y murió también el rico...y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos. >>   Entonces el rico clamó por misericordia, pero era demasiado tarde.  ¡Una eternidad de tormentos!

Dios te ama. Quiere que te arrepientas de tus pecados y creas en Jesucristo para salvación. La Biblia dice en el segundo libro de Crónicas 30.9, <<...porque Jehová vuestro Dios es clemente y misericordioso, y no apartará de vosotros su rostro, si vosotros os volvéis a él. >>

Como Juan Griffith sacrificó a su hijo por los pasajeros del <<Expreso Memphis>>, Dios sacrificó a su Hijo por TI.

¿No te importa?