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El arrepentimiento
He aquí, amado lector el arrepentimiento que enseñamos, a saber: morir a la antigua vida pecaminosa y no vivir más de acuerdo a las concupiscencias de la carne, sino hacer lo que David hizo. Cuando fué reprobado por el profeta a causa de su pecado lloró amargamente, clamó a Dios, se apartó del pecado y no volvió a cometerlo nunca más. Pedro pecó gravemente sólo una vez. Mateo, después de su llamamiento no volvió a su antigua vida. Zaqueo y la mujer pecadora no tornaron a hacerse culpables de las obras impuras de tinieblas. Zaqueo hizo restitución de lo que había defraudado y estafado y dio a los pobres y desamparados, la mitad de su bienes. La mujer lloró amargamente y lavó los pies del Señor con sus lágrimas, lo ungió con ungüento precioso y se sentó humildemente a Sus pies a escuchar Su bendita palabra. Estos son los verdaderos frutos del arrepentimiento que es aceptable al Señor. (I:18a).
Este arrepentimiento enseñamos y no otro, a saber: que nadie puede gloriarse de la gracia de Dios y del perdón de sus pecados y de los méritos de Cristo, mientras que los verdaderos frutos del arrepentimiento no se han producido en su vida. No es suficiente que digamos que somos hijos de Abraham, es decir, que llevamos el nombre de Cristianos, sino que debemos hacer las obras de Abraham (Juan 8:39). Tenemos que andar como todo verdadero hijo de Dios es guiado y ordenado por la Palabra de Dios, como dice Juan: "Si nosotros decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos y no hacemos la verdad. Mas si andamos en luz como Él está en luz, tenemos comunión entre nosotros y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado". (I Juan 1:6 7). (I:18b).
Pero si quisieras arrepentirte y confesarte sinceramente, y recibir verdadera absolución de Dios, acércate a Él con corazón confiado, penitente, contrito, con alma dolorida y amargada; olvida el pecado, haz lo justo y recto a tu prójimo, ama, ayuda, sirve, reprueba y confórtale como debes. Y si has pecado contra él, o si alguna vez lo has perjudicado en alguna forma, confiésaselo y dale satisfacción. Porque ésta es la verdadera confesión auricular y penitencia enseñadas en la Palabra de Dios. (I:148a).
-Menno Simons
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