Por Guillermo McGrath ©1985
Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15Capítulo 5 - La historia y la arqueología bíblica
Datos útiles de los tiempos bíblicos
Es cierto que la Biblia permanece completa en sí misma y que ella misma es su mejor intérprete, pero es muy útil también saber algo de la historia de los tiempos bíblicos. La Biblia misma es el libro de historia más maravilloso en todo el mundo, y más de la mitad de su contenido se clasifica como historia. (En una Biblia de 1.281 páginas, por ejemplo, ¡681 páginas enteras son dedicadas a la historia!) Cuando consideramos que el tema de la Biblia es Jesucristo, entonces verdaderamente la historia es la historia de él. Los bosquejos y los datos siguientes acerca de la historia de la Biblia son recogidos para tu información e inspiración. Recuerda que cuando toda la historia se haya terminado sólo lo que fue hecho para Cristo durará.
1. El período desde Adán a Abraham: 4000–1921 a.c.
Aunque no hay un sistema de cronología bíblica con aceptación general, en Génesis 5 los números parecen indicar que pasaron 1.656 años desde Adán hasta el diluvio, y en Génesis 11 parecen indicar 427 desde el diluvio hasta el llamamiento de Abraham, o sea, un total de 2.083 años desde Adán hasta Abraham. El mundo antediluviano estaba corrompido y lleno de violencia. Los arqueólogos, al excavar en las ruinas antiguas del Oriente Próximo, encuentran a menudo antiguas ciudades fortificadas cubiertas de un estrato grueso de depósito diluviano. Ur de los caldeos de donde originó Abraham, era una ciudad-estado inicua y sofisticada, con una población grande. Los arqueólogos han descubierto evidencias de palacios, ejércitos, comercio, casas con comodidades internas, y también sacrificios de humanos, templos para ídolos, armas, y muchos escritos en tablillas de barro e inscripciones en piedras. Dios apartó a Abraham de aquellas culturas idólatras. Abraham se hizo un extranjero y peregrino que buscaba una ciudad celestial (Hebreos 11.8–16). Desde Adán hasta Abraham, Dios también enseñó a su pueblo a ofrecer sacrificios de sangre para la expiación de los pecados, una figura que señalaba hacia Cristo.
2. El período patriarcal desde Abraham hasta Moisés: 1921–1451 a.c.
Durante este período, los patriarcas vagaron como extranjeros y peregrinos en la tierra prometida. sus descendientes bajaron a Egipto bajo la protección de José. Éxodo 12.40 habla de 430 años en Egipto y Gálatas 3.17 habla de 430 años desde el pacto de Abraham hasta Moisés y la ley. Así como Abraham sin duda había sido expuesto a la sabiduría y la corrupción de la civilización sumeria antes de su llamamiento, así también Moisés fue expuesto a la sabiduría y la corrupción de la civilización egipcia antes de que fuera llamado por Dios a guiar a Israel de Egipto. Josefo registra la tradición que Moisés había sido un general valiente que guió a los ejércitos egipcios a una victoria sobre los etíopes, y que fue allí donde consiguió a su esposa etíope. A lo menos sabemos que Moisés pudiera haber sido un príncipe en Egipto si no hubiera querido identificarse con el pueblo de Dios (Hebreos 11.24–27). Nota las cuatro transigencias de mundanería que Faraón ofreció a Moisés para intentar entrampar a los hebreos (Éxodo 8.25, 28; 10.10, 24). Puesto que estas cosas son figuras de las transigencias que Satanás ofrece a la iglesia, ¿qué representan? Antes de que los hebreos pudieran escapar de Egipto, tenían que ponerse bajo la sangre del cordero de la pascua, una figura de Cristo. Los cuarenta años en el desierto a causa de la desobediencia nos llevan al año 1451 a.c.
3. El período de los jueces: 1451–1095 a.c.
Pudiéramos decir que cuando Josué cruzó el Jordán y comenzó la conquista de Canaán, estaba sirviendo como el primero de los jueces. La palabra “Josué” significa “libertador”, y los jueces son llamados “libertadores” en Nehemías 9.27. Cuando el pueblo pecó, Dios hizo levantar a los opresores para molestarlo. Él quería purificarlo y por medio del sufrimiento y la aflicción hacerlo pedir la ayuda de él. Entonces él levantó a libertadores para derrotar al enemigo y dar descanso a su pueblo. Lo triste es que en los tiempos de prosperidad y paz, el pueblo estaba propenso a olvidar a Dios y a seguir a los ídolos de los cananeos. Durante este período de los jueces, no había otro rey sobre el pueblo de Dios salvo Dios mismo. Así que esto era un tiempo de teocracia (gobernación por Dios) por medio de los jueces y los profetas. El descanso perfecto para el pueblo de Dios llegó sólo cuando vino el Salvador perfecto.
4. El período de los reinos: 1095–587 a.c.
Una de las rebeliones más tristes del pueblo de Dios ocurrió cuando rechazaron a Dios como su único rey y demandaron un rey como las naciones del mundo (1 Samuel 8.5, 7; 12.19). Samuel les profetizó que sus reyes los oprimirían, los pillarían, y los reclutarían para el trabajo forzado y para la guerra (1 Samuel 8.9–22). Mientras que el reinado directo de Dios fue caracterizado por lo que Dios les daba, el rey tomaría mucho de ellos. Saúl (1095–1055), David (1055–1015), y Salomón (1015–975) reinaron y conquistaron mucho territorio, pero cuando murió Salomón el pueblo fue dividido en dos reinos llenos de celos y de guerra civil. El templo fue dedicado en 1004, pero después de todo, era sólo un templo hecho a mano. Llegó el día cuando la gloriosa manifestación visible de Dios huyó del templo profanado y guió al pueblo al destierro.
El reino de Israel duró sólo del año 975 hasta 721 a.c., y luego el pueblo fue llevado a la cautividad. La Biblia enseña claramente que Dios reina y domina entre las naciones del mundo, estableciendo reyes y quitándolos. Él llamó a los asirios y a los otros enemigos para castigar a su pueblo rebelde (Isaías 10.5–16). Dios se revela como el Juez de toda la tierra (Génesis 18.25). Detrás de las escenas de la historia es Dios que gobierna todo y dirige los eventos. Pero él no sólo gobierna las fuerzas de la naturaleza, también se interpone en la guerra espiritual entre los ángeles y hace que las naciones o se eleven o caigan (Daniel 2.21, 37; 4.17, 25; 10.13). En 587 a.c. el reino de Judá también fue a la cautividad bajo su vara.
5. El período de la restauración: 587–400 a.c.
Después de los años del destierro y la cautividad, Dios cumplió sus promesas y restableció a su pueblo en su propia tierra. Allí reconstruyeron el templo y los muros de Jerusalén. El templo nuevo fue dedicado en 516 a.c. y Nehemías volvió en 445 para gobernar y para reparar los muros.
Profeta tras profeta recordó a los judíos que su vocación era ser un reino de sacerdotes, viviendo en santidad y humildad ante Dios (Éxodo 19.4–6), pero ellos codiciaron un reino de fuerza y poder y esplendor terrenal. Viendo su obstinación Dios les dio el rey que pedían, pero cuando se endurecieron en su pecado tuvo que quitarles el reino, recordándoles que él es el rey sobre todos los paganos (Salmo 47.2, 7–8). Después de la cautividad babilónica, Judea permaneció como una provincia menor bajo el gobierno persa por 200 años. Malaquías, el último profeta del Antiguo Testamento, no profetizó más de la restauración de un reino judío carnal. Se preocupó de preparar al pueblo para la venida del Mesías y de un pacto nuevo (Malaquías 3.1).
6. El período entre los dos Testamentos: 400–4 a.c.
Dios había profetizado por medio de Daniel que habría cuatro imperios grandes que afectarían a su pueblo: El babilónico (que duró hasta que Babilonia fue capturada en el año 536 a.c. por Ciro); el imperio persa (que duró hasta 330, cuando fue conquistado por Alejandro Magno); el imperio griego o helenístico (establecido por Alejandro y en su muerte fue dividido entre sus generales y sus sucesores, Tolomeo, Antíoco, etc.); y finalmente, el Imperio Romano. Durante el período entre los Testamentos, por medio de la rebelión de los macabeos y su dinastía, los judíos ganaron su independencia por un tiempo breve, 166–63. En 63 el general romano, Pompeyo, capturó Jerusalén y el país llegó a ser una provincia de Roma. Fue gobernada en parte por los gobernantes romanos y en parte por los reyes herodianos, hasta que el estado fue destruido en el año 70 a.d.
Durante el período entre los Testamentos, se escribieron los libros apócrifos, pero ni los judíos, ni Cristo, ni la iglesia primitiva jamás los reconocieron como libros inspirados como lo es la Biblia. Ni Cristo ni los apóstoles jamás citaron de los libros apócrifos; no se usaron en el Nuevo Testamento. Sin embargo, contienen muchos dichos y ejemplos sabios (así como unos absurdos) y han sido citados por muchos líderes de la iglesia.
7. El período del Nuevo Testamento: 4 a.c.–96 a.d.
Jesucristo nació cerca del año 4 a.c., en “el cumplimiento del tiempo”. Fue circuncidado como infante, confirmado como un hijo del pacto cuando tenía doce años (esto fue considerado por los judíos la edad en que el niño se hacía responsable por sí mismo), y fue bautizado y entró en su ministerio a la edad de treinta años. Su nacimiento de una virgen, su vida, sus enseñanzas, su muerte, su resurrección, y su ascensión a lo alto para sentarse en su trono —todas estas cosas fueron demostraciones milagrosas y maravillosas del poder sobrenatural de Dios. Su ministerio fue precedido por el de Juan el Bautista, el último y el mayor de los profetas. (Pero Cristo dijo que el más pequeño en el reino de Dios es mayor que Juan. ¿Por qué? Se habla de él como el mayor nacido de mujer, ¡pero el más pequeño en el reino del cielo es nacido de nuevo, nacido del Espíritu!). Así que desde allí en adelante, Cristo presentó una dimensión nueva del reino de Dios. Antes del ministerio de Cristo, existían estos reinos bajo la época del Antiguo Testamento:
1. El reino original, absoluto de Dios, en la creación.
2. El reino de Satanás (Mateo 12.26). Después de su rebelión contra Dios, habla de él como el príncipe de este mundo (Juan 12.35; 14.30; 16.11). Entre sus súbditos están los ángeles caídos o los poderes y gobernantes demoníacos (Efesios 6.12). El reino de Satanás no es absoluto; es limitado y refrenado por el poder dominante de Dios (Job 1.10–12); él puede hacer sólo lo que Dios permite (Job 2.6). En este sentido es usado como instrumento de prueba.
3. Los reinos humanos del mundo, corrompidos por la influencia de Satanás en la avaricia y la ambición de hombres (Lucas 4.5–6), pero aún están bajo el poder dominante de Dios (Daniel 2.21, 37; 4.17, 25). Satanás y los hombres tienen poder; Dios es todopoderoso.
4. Un reino de sacerdotes (Éxodo 19.6), compuesto de siervos escogidos de Dios —profetas, sacerdotes, gente, y aun sacerdotes-reyes como Melquisedec. Todos éstos eran una orden especial de misioneros y mensajeros de la voluntad de Dios. Los sacerdotes-reyes hacen tres cosas: interceden, profetizan (o predican), y gobiernan (o juzgan).
5. El reino carnal concedido por Dios como un convenio con los judíos rebeldes (1 Samuel 8.7–22; 12.19).
Éstas, entonces, fueron las cinco clases de reinos en el Antiguo Testamento: el reino de Dios, el reino de Satanás, los reinos mundanos, el reino de sacerdotes, el reino judío carnal. Pero desde el principio de su ministerio, nuestro Señor predicó una dimensión nueva del reino de Dios —algo nuevo que armoniza con el pacto nuevo. ¿Cuál era esa dimensión nueva, superior a cualquier cosa ofrecida bajo el Antiguo Testamento? Tiene que ser entendido como un reino en que se entra sólo por el nuevo nacimiento, el nacimiento del Espíritu Santo. Por tanto, es superior al reino del Antiguo Testamento, un reino de sacerdotes y profetas. Los súbditos de aquel reino fueron inspirados por el Espíritu, pero sólo nacidos de mujeres. Estudia Mateo 11.11; Lucas 7.28. Aquí hay una lista de las características del nuevo reino:
• Su llegada es la buena novedad —¡el evangelio del reino de Dios! (Lucas 8.1)
• Se ha acercado (Marcos 1.15)
• Hay que arrepentirse para entrar en él (Mateo 4.17)
• Hay que ser convertido para entrar en él (Mateo 18.3)
• Hay que nacer de nuevo para entrar en él (Juan 3.5)
• Hay que nacer de nuevo para aun verlo (Juan 3.3)
• Se recibe, recibiendo a Cristo (Juan 1.12–13; Hebreos 12.28; Lucas 18.17)
• Ha llegado cuando entra en el corazón (Mateo 12.28; Lucas 11.20)
• No es de afuera, sino de adentro (Lucas 17.20–21)
• Pertenece a los pobres en espíritu y a los perseguidos (Mateo 5.3, 10)
• Consiste en justicia, paz, y gozo interno (Romanos 14.17)
• No puede heredarse por carne y sangre (1 Corintios 15.50)
• No consiste en palabras, sino en poder (1 Corintios 4.20)
• Es quitado de los que no llevan ningún fruto (Mateo 21.43)
• No es de este mundo, con pompa y poder terrenal (Juan 18.36)
• Es un reino de sacerdotes (1 Pedro 2.9; Apocalipsis 1.6; 5.9–10)
• Tiene una ley real (Santiago 2.8)
• Los que están en el reino son libertados de la esclavitud de Satanás (Colosenses 1.13; Gálatas 1.4)
• Sus llaves pertenecen a los que confiesan a Cristo (Mateo 16.19)
• Los que están en él ahora, reinan ahora con Cristo (Efesios 2.6; Apocalipsis 3.21)
• Existe en los corazones que están sujetos a la monarquía de Cristo (Juan 18.37)
Un reino tiene que tener las cosas siguientes para ser un reino verdadero: un rey, unos súbditos sobre los cuales él reina, una ley y una constitución real, poder y autoridad, un trono, una esfera o un territorio sobre el cual reina el rey. El reino del Nuevo Testamento de Dios introducido por Jesucristo llena todos estos requisitos: Cristo es el Rey; los cristianos son sus súbditos; su ley real es la ley de amor (Santiago 2.8); su constitución es el Sermón del Monte; su poder es del Espíritu Santo; su trono está en el cielo; ¡y su territorio es los corazones de los hombres! Pero esto era un reino muy diferente de lo esperado por la mayoría de los judíos en los días de nuestro Señor. Lo que ellos anhelaban era una restauración del reino judío carnal. Se les había olvidado o habían rechazado la enseñanza de la Biblia acerca del reino de sacerdotes, que existía en los primeros tiempos. Todavía deseaban un reino malo y transigido como él de las naciones paganas. Podemos ver cómo era esto al estudiar la historia de los partidos judíos.
En los días de nuestro Señor, había cinco partidos judíos importantes: los saduceos, los herodianos, los fariseos, los esenios y los zelotes. Los saduceos eran la casta aristocrática y sacerdotal que gobernaba la elección del sumo sacerdote. Eran mundanos y racionalistas, y estaban resueltos a seguir los lujos de la cultura griega. Rechazaban el mundo sobrenatural y negaban la existencia de ángeles, de la resurrección, de la vida después de la muerte, y de las cosas espirituales. Temían profundamente cualquier amenaza contra la autoridad romana, porque podría causar una rebelión que los privaría de su posición. Por esto tenían miedo de la venida del Mesías porque suponían que él restauraría un reino judío carnal (Hechos 23.8; Juan 11.48). Cristo advirtió contra la levadura de los saduceos, la cual es mezclar la religión y la mundanería.
Después estaban los herodianos. Eran el partido político que defendía el dominio ilegal de la familia herodiana (los edomitas) sobre los judíos. Estos hombres inmediatamente sospechaban a cualquiera que se declaraba el Mesías porque temían una rebelión contra Herodes. Ellos odiaban a Cristo como un posible rival para el trono y trataron de atraparle con la pregunta acerca de si uno debiera pagar el tributo. (Si él dijera que no, podrían arrestarlo por traición; si dijera que sí, podrían denunciarlo a los demás judíos como colaboracionista con los romanos.) La respuesta de Cristo señaló claramente la separación de la iglesia y el estado, la separación entre el reino espiritual de Dios y los reinos terrenales de este mundo. Debemos pagar el tributo al gobierno, pero debemos dar nuestros cuerpos y nuestras vidas, hechos a la imagen de Dios, solamente a él. La levadura de los herodianos era la mezcla de la religión y la política. Esta levadura todavía engaña a mucha gente religiosa a que participen en la guerra y en la política. El cínico rey Herodes edificó templos para los griegos, lo mismo que uno para los judíos. Como político quería engañar y gobernar a todos los grupos religiosos. Napoleón dijo una vez: “En Egipto fui musulmán; aquí [en Francia] seré católico ... y si gobernara una nación de judíos, reconstruiría el templo de Salomón.”
Los fariseos eran el partido religioso que creía en una separación estricta del mundo. Pero su separación había degenerado y era no más que un orden externo que ocultaba la corrupción interna. Cristo advirtió que la levadura de los fariseos es la hipocresía —profesar ser algo que no somos. Los fariseos esperaban la restauración del reino judío carnal y la destrucción del gobierno romano. Demandaron que Cristo les dijera cuándo establecería ese reino, pero él contestó que el reino de Dios es un reino espiritual dentro de los corazones de los creyentes (Lucas 17.20–21). Ellos no querían esta clase de reino.
También estaban los esenios, el partido del aislamiento religioso. Ellos pensaban que las condiciones eran tan malas que los judíos verdaderos tenían que aislarse del mundo y esperar la restauración del reino judío carnal. Se fueron a los desiertos y establecieron comunidades pequeñas como la que estaba cerca del Mar Muerto. Ésta la excavaron los arqueólogos, y allí encontraron los famosos pergaminos del Mar Muerto. Unos de los esenios también vivían en sus propias comunidades en los pueblos. Puede ser que Juan el Bautista fuese enseñado en una de sus escuelas en el desierto. Aunque él reconoció a Cristo como el Mesías, cuando fue capturado y estaba a punto de ser matado por Herodes, Juan comenzó a dudar. Creía que ciertamente el Mesías establecería un reino judío carnal y lo libraría por fuerza. La respuesta que Cristo le dio fue que el evangelio fue predicado para que el reino se estableciera en poder espiritual, no en poder carnal (Mateo 11.2–11).
También estaban los zelotes; eran el partido político más radical de todos. Creían en la revolución violenta contra los romanos y en el establecimiento de un reino mundial de “poder judío”. Su reacción ante Cristo era intentar hacerle un rey carnal a la fuerza. “Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo” (Juan 6.15). Cuando le ofrecieron un reino judío carnal, nuestro Señor huyó y se escondió de ellos. Años después ciertamente se rebelaron y sumergieron a la nación entera en sangre y ruina que colmó en la destrucción de Jerusalén en el año 70 a.d. Cristo afirmó repetidas veces que su reino es un reino espiritual, pero parece que los discípulos no lo entendieron. Pedro tomó la espada y trató de defender a Cristo, pero se le mandó meter la espada en la vaina —no tiene ningún lugar en su reino espiritual. Aun un poco antes del día de Pentecostés, en Hechos 1.6, los discípulos todavía preguntaban a Cristo cuándo restauraría el reino judío carnal. Cristo respondió que no les tocaba a ellos saber los tiempos que ha puesto Dios en su sola potestad, pero que sí recibirían poder del Espíritu Santo... no poder militar y político, sino poder espiritual... y que el reino espiritual se establecería cuando naciera la iglesia.
La historia del Nuevo Testamento sigue a través del libro de los Hechos y las epístolas y termina en Apocalipsis. El período de tiempo que abarca el libro de los Hechos probablemente llega hasta justo antes de que el apóstol Pablo fuera decapitado en el año 67 a.d. Poco después de eso, los ejércitos romanos asediaron a Jerusalén. Cuando aparecieron los ejércitos romanos, los cristianos se alejaron de Jerusalén, recordando las advertencias de Cristo acerca de la destrucción de la ciudad. La enseñanza bíblica acerca de Jerusalén es muy semejante a la enseñanza acerca del reino. Hay una revelación progresiva que muestra que Dios aparta a su pueblo del patriotismo terrenal, mostrándolo su ciudadanía celestial:
1. La Jerusalén original (la ciudad de paz) estaba en el cielo (Gálatas 4.26).
2. Abraham era un peregrino que iba a la Jerusalén celestial, no a la terrenal (Hebreos 11.10, 13–16).
3. Melquisedec, el sacerdote-rey gentil de (Jeru)Salem, era un adorador de Dios como Rey de la tierra (Génesis 14.18–19) y era también una figura de Cristo (Hebreos 6.20).
4. La Jerusalén terrenal fue conquistada y reconstruida por David (fue destruida y reconstruida varias veces), pero aun en los días de Cristo y los apóstoles, ellos la estimaron como esclavizada espiritualmente y una ciudad carnal (Gálatas 4.25; Apocalipsis 11.8).
5. La Jerusalén terrenal fue estimada por la iglesia como un lugar pasajero e inferior (Hebreos 13.14).
6. La Jerusalén espiritual ahora es la iglesia en la tierra (Hebreos 12.22–23), la ciudad amada, rodeada de enemigos (Apocalipsis 20.9).
7. La Jerusalén celestial descenderá para morar en la tierra nueva —la nueva Jerusalén, la ciudad santa, la esposa de Cristo (la iglesia) (Apocalipsis 21.2, 10, 22–23).
El libro de Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento, fue escrito cerca del año 96 a.d. Poco después de eso, el apóstol Juan murió, y eso fue el fin del período del Nuevo Testamento, puesto que él era el último de los apóstoles.
Además de la nueva dimensión espiritual del reino de Dios, el Nuevo Testamento revela otras dimensiones del reino, lo mismo que el Antiguo Testamento lo hizo:
1. El reino espiritual de Dios en el corazón de los cristianos (Juan 3.5; Lucas 17.20–21).
2. El reino de Satanás —limitado por el poder de Cristo (Mateo 12.26; Hebreos 2.15; Apocalipsis 20.2; Judas 6; 1 Corintios 10.13; Colosenses 2.15; 1.13; Efesios 6.12, etc.).
3. Los reinos de los hombres —corrompidos por Satanás (Lucas 4.5,6), pero todavía bajo el poder dominante de Dios (Romanos 13.1; Lucas 22.25).
4. El poder monárquico de Cristo sobre todos (Mateo 28.18). El Nuevo Testamento enseña que cuando Cristo ascendió para sentarse a la diestra de su Padre, él tomó el gobierno directo sobre los santos, también domina indirectamente en los reinos de los hombres, y limita y restringe a los demonios. Su reino continuará hasta que el último enemigo (la muerte) sea derrotado en el día del juicio (Efesios 1.20–23; Colosenses 1.13–20; 2.10; 1 Corintios 15.25–28). En el día del juicio su victoria será completa; todo el poder y todos los enemigos estarán debajo de él, y él devolverá el reino a Dios el Padre (1 Corintios 15.24; Apocalipsis 20.11; Mateo 25.31–32).
5. El reino eterno de Dios, los cielos nuevos y la tierra nueva (Apocalipsis 11.15, 21–22).
En los últimos cien años, la arqueología (la ciencia de estudiar las ruinas y las reliquias antiguas) ha confirmado muchos datos disputados de la Biblia. ¡Los modernistas antes habían afirmado que la escritura ni siquiera había sido inventada en los días de Moisés! Pero después de eso se ha encontrado evidencias innumerables de que la escritura fue conocida mucho antes de los días de Moisés. Se ha hallado bibliotecas enteras de tablillas de barro, de las cuales muchas contienen datos que atestiguan adicionalmente a los relatos de la Biblia. El comercio de Salomón, su marina, sus carros, etc., que la Biblia menciona han sido confirmados abundantemente por el descubrimiento de sus minas y los fundidores de cobre, los cimientos de sus establos, sus rutas de comercio hacia el sur, etc. Se ha encontrado las ruinas de la casa de marfil del rey Acab; las ruinas desoladas de Babilonia han sido descubiertas; y se ha hecho muchos descubrimientos acerca del Egipto antiguo de los faraones del éxodo. Aun se ha hallado inscripciones que prueban que una parte del salario de los peones que trabajaron por fuerza en las pirámides consistía de puerros, cebollas, ajos, pepinos, y melones (Números 11.5). La arqueología de los días del Nuevo Testamento también ha descubierto muchas, muchas pruebas del relato de la Biblia. Los modernistas aun habían dudado de la existencia de tal persona como Poncio Piloto, ¡hasta que fueron encontradas piedras en las cuales habían grabado su nombre y sus títulos! Las ruinas de Antioquía, Efeso, y Corinto han sido exploradas y muchos sitios del Nuevo Testamento han sido redescubiertos. La arqueología confirma muchas veces la exactitud de los relatos de la Biblia en cuanto a la historia.
Al haber ahora resumido brevemente la historia de la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, tal vez sería bueno recordar al lector que toda la historia es sólo un espacio breve de tiempo rodeado por la eternidad. Génesis (el libro de principios) presenta temas que Apocalipsis (el libro de conclusiones) completa. Génesis habla de la creación de los cielos y la tierra por Dios; ¡Apocalipsis habla del cielo nuevo y la tierra nueva que han de venir! Génesis muestra la creación del mar; Apocalipsis habla de su desaparición. Génesis muestra la creación de dos grandes luces, el sol y la luna; Apocalipsis habla de que ya no más se necesitará su luz, porque el Cordero será la luz de esa ciudad. Génesis habla del origen de la muerte; Apocalipsis dice que la muerte ya no más existirá. Génesis habla del nacimiento del dolor; Apocalipsis habla de que no habrá más dolor. Génesis cuenta de la maldición; Apocalipsis cuenta de su remoción. Génesis presenta a Satanás como el engañador de la humanidad; Apocalipsis le destierra para siempre. Génesis relata como Adán y Eva fueron ahuyentados del árbol de la vida; Apocalipsis registra la reaparición del árbol de la vida, disponible para los redimidos para siempre. Génesis muestra al hombre ahuyentado del rostro de Dios; Apocalipsis dice que verán su rostro. En Génesis, el hogar original del hombre era un huerto, al lado de un río; en Apocalipsis, el hogar del hombre redimido será por toda la eternidad al lado de un río de vida fluyendo del trono de Dios, una ciudad —huerta del paraíso, ¡la nueva Jerusalén! ¡Gloria al Cordero!
Durante la historia de la Biblia podemos ver la revelación progresiva del reino de Dios... desde el original, a los reinos de los hombres, al reino de los sacerdotes, al reino carnal, al reino espiritual, y al reino final eterno. Vemos la misma progresión al estudiar los templos de la Biblia. El templo original está en el cielo (Hebreos 9.23; Apocalipsis 7.15). El tabernáculo de Moisés y el templo de Salomón no fueron más que semejanzas y sombras, santuarios carnales hechos a manos (Hebreos 9.1–11, 24; 8.5; Hechos 7.48). Cristo mismo descendió y habitó (el griego dice: “tabernaculó”) entre los hombres (Juan 1.14). El cristiano es un templo santo de Dios, en que mora el Espíritu Santo (1 Corintios 3.16; 6.19–20). La iglesia es el templo espiritual de Dios ahora (Efesios 2.20, 22; Hebreos 13.10; 9.11; Hechos 15.16; 17.24). El templo final está en el cielo que descenderá a la tierra; en verdad, “no vi en ella templo: porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero” (Apocalipsis 21.22).
Verdaderamente, la historia es la historia de Dios; es el relato de como creó Dios al hombre para su gloria, como cayó el hombre, y como Dios mandó a Cristo para redimir al hombre y restaurarlo a la comunión con Dios. El significado de la historia no es el relato de los hechos de los imperios sangrientos que se levantan y caen; su significado es la obra de Dios para redimir al hombre por medio de Cristo y su iglesia.
El reino de Dios
Jamás puede permanecer un reino mundanal,
Mas tu iglesia, oh Jesús, por siempre sigue igual.
Amurallada ella es, cimientos tiene Sion;
Oímos la solemne voz de la eternal canción.
No como los reinos de aquí, es tu pueblo, oh Dios;
Aun entre amenaza cruel y tempestad feroz
Firme es como tu propio ser: inmóvil, eternal;
Es piedra que conquistará; casa no terrenal.
“Oh, Cristo, arrebátanos.” Tu iglesia implora,
“Ven, juzga al mundo y danos la nueva Jerusalén.”
—A. C. Coxe y W. McGrath
Versión española de María Juana de Mejía
Preguntas de estudio para diálogo en la clase y la iglesia
1. ¿Qué tema pasa como un hilo de escarlata desde Adán hasta Abraham?
2. Hablen de las cuatro transigencias que Faraón ofreció a Moisés.
3. ¿Quién era el verdadero rey durante los días de los jueces?
4. ¿En qué manera establece Dios a los gobernantes en los reinos humanos?
5. ¿Qué es la diferencia entre el reino de sacerdotes y el reino carnal?
6. ¿Por qué no consideramos como Escritura inspirada los libros apócrifos?
7. ¿Qué dimensión nueva del reino de Dios trajo Cristo?
8. Hablen de las características del reino nuevo.
9. Hablen de los diferentes tipos de partidos entre los judíos en los días del Nuevo Testamento.
10. Hablen de la revelación progresiva de las varias Jerusalenes.
11. ¿Qué podemos aprender de la arqueología?
12. Hablen de los diferentes tipos de templos en el plan de Dios.
Va a Capítulo 6