El día del Señor
Escoger otro capítuloCAPÍTULO 18
“Yo Juan, vuestro hermano, (…) estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último” (Apocalipsis 1.9–11).
En la actualidad existe mucha confusión acerca del día del Señor (el domingo) y su relación con el día de reposo del Antiguo Testamento (el sábado). En este capítulo nosotros queremos que la palabra de Dios aclare esta confusión. En este caso se nos hace necesario analizar tres puntos importantes: (1) cuál fue el significado del día de reposo del Antiguo Testamento, (2) qué significa el día del Señor para nosotros hoy y (3) cómo debemos guardar el día del Señor.
El día de reposo del Antiguo Testamento
1. Fue santificado por el Creador
“Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2.1–3).
2. Fue hecho por causa del hombre
Reposar en el séptimo día de la creación no fue un acto caprichoso de Dios ni algo que él hizo porque se sintió cansado. Nuestro Dios infinito y eterno, quien hace lo mejor para el hombre y los animales, reposó en el día séptimo por lo menos a causa de dos propósitos: (1) para indicar el descanso espiritual que el hombre tiene cuando está a bien con Dios y (2) para dar un ejemplo al hombre en cuanto a la necesidad de un descanso físico.
Jesús dijo lo siguiente acerca del día de reposo: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Marcos 2.27). Por las circunstancias en que fueron pronunciadas estas palabras, todo parece indicar que las mismas se refieren al tiempo de la creación cuando Dios santificó el séptimo día y no simplemente al tiempo cuando Dios les dio el día de reposo a los judíos.
Al crear el día de reposo, Dios tenía en mente el bien eterno del hombre.
3. Cristo es Señor del día de reposo
Para usar sus propias palabras: “El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Lucas 6.5). Siendo el Creador quien creó todas las cosas (Juan 1.1–3), Jesús tiene el poder de cambiar lo que él mismo creó o de regular las cosas conforme a su voluntad. Por ejemplo, Jesús utilizó este poder cuando él les permitió a sus discípulos recoger espigas para comer en el día de reposo, cuando sanó a los enfermos aun en el día de reposo y cuando anuló el acta de los decretos de la ley y la clavó en la cruz (Colosenses 2.14).
4. Tuvo lugar en la ley de Moisés
En el antiguo pacto, Dios les dio a los hijos de Israel leyes muy estrictas en cuanto a cómo guardar el día de reposo. La ley de Moisés estaba llena de mandamientos y ritos que tenían un significado espiritual. A continuación vamos a examinar cómo se guardó el día de reposo en el tiempo de la ley de Moisés.
1. Se guardó el séptimo día haciendo memoria del día que Dios santificó al terminar su obra
“Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios (...) Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20. 9–1l).
2. Se guardó en memoria de la liberación de Israel de Egipto
“El séptimo día es reposo a Jehová tu Dios. (...) Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (Deuteronomio 5.14–15).
3. Su cumplimiento fue regulado por castigos muy severos
El hombre que salió a recoger leña en el día de reposo fue apedreado como castigo por haber violado el mandamiento divino (Éxodo 35.2–3; Números 15.32–36). Este ejemplo nos ayuda a entender el celo y las críticas de los fariseos con relación al cumplimiento del día de reposo en los días de Cristo.
4. Facilitó la oportunidad para el servicio y la adoración a Dios
El día sábado dio como resultado la adoración pública en la sinagoga judía. Se considera que este hecho fue establecido en los días de Esdras y Nehemías. Jesús tenía la costumbre de entrar en las sinagogas los días de reposo (Lucas 4.16). Y Pablo dijo que “las palabras de los profetas (…) se leen todos los días de reposo” (Hechos 13.27).
Los servicios religiosos que tenían lugar en la sinagoga en los días de Cristo y de los apóstoles ofrecieron una oportunidad excelente para dar a conocer a los judíos al Mesías a quien señalaron las escrituras proféticas. La forma de culto que los judíos utilizaban en la sinagoga llegó a convertirse en un modelo para las primeras congregaciones cristianas.
5. En aquel tiempo existía un sistema de días de reposo con un uso literal y un significado simbólico
· El séptimo día como día de reposo.
· El séptimo mes, que marcaba la observancia de tres fiestas nacionales: la fiesta de las trompetas, la fiesta de los tabernáculos y el día de expiación (Levítico 23; Números 29).
· El año sabático, que indicaba que cada séptimo año se escogía ese año para dar reposo a la tierra (Éxodo 23.11).
· El año de jubileo, que se celebraba cada cincuenta años (cada siete sietes, pues 7 por 7 son 49) y que era un resumen de todos los sábados guardados por todos esos años. En este tiempo había oportunidad para que los pobres pudieran redimir sus tierras y también para la redención de los siervos. Esto significaba que existía un año de gracia para todos los oprimidos y angustiados de la tierra de Israel.
Todos estos sábados tenían su significado espiritual y eran “la sombra de los bienes venideros” (Hebreos 10.1) que ahora tenemos en Cristo Jesús.
5. Era sombra de lo que había de venir
“Por tanto, nadie os juzgue (…) en cuanto a (…) días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir” (Colosenses 2.16–17).
Una sombra es simplemente el reflejo de algo. Y así es el día de reposo que guardaron los judíos con relación al día del Señor para los cristianos. En Hebreos 3 y 4 a nosotros se nos explica claramente que a causa de la incredulidad del pueblo de Israel ellos no pudieron entrar en el reposo verdadero de Dios, aunque ellos guardaban el día de reposo. De la misma forma, el pueblo de Dios hoy puede entrar en su reposo, aunque el mismo no guarda el día de reposo del antiguo pacto (el sábado). Lea lo que dice en Hebreos 3.18–19; 4.1–9:
¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad (...) Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, no entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día (...) Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
De la misma manera que Dios proveyó suficiente maná el sexto día para sustentar a los hijos de Israel en el día de reposo y los que salieron el séptimo día para recoger más no hallaron nada para ellos mismos (Éxodo 16.23–27), así también hoy día Dios da sustento espiritual a los que descansan en su provisión en lugar de tratar de controlar sus vidas por medio de sus propias habilidades. Los cristianos que han entrado en el reposo del Señor Jesús hallan la paz que sobrepasa todo entendimiento y el descanso espiritual que les permite confesar que prefieren perder sus vidas para ganar a Cristo. “Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas” (Hebreos 4.10).
El día del señor
En nuestros días la mayoría de los cristianos guardamos el día domingo como día del Señor. Nosotros no lo hacemos porque creemos que Dios le ha quitado la santificación al día séptimo para dársela al primer día de la semana. Lo hacemos porque creemos que la santificación del séptimo día fue cumplida en Cristo Jesús y que él por medio de su resurrección ha señalado el primer día de la semana como un día especial para su iglesia.
“Por tanto, nadie os juzgue (…) en cuanto a (…) días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2.16–17). Hoy no guardamos el día sábado como día de reposo porque ya ha llegado el cuerpo que proyectó la sombra que Dios mostró a los antiguos. Y al llegar lo verdadero (Cristo), ya no queda razón alguna para que nos enamoremos de su sombra (que en este caso es el sábado como el día de reposo).
Por supuesto, al decir eso no rechazamos el hecho de que nuestro cuerpo físico necesita su descanso como siempre. Y sabemos que ese descanso halla su mejor expresión dentro de la semana de siete días que Dios creó en el principio. Sin embargo, creemos que la mayor preocupación de Dios cuando le dio a los judíos aquellas leyes tan estrictas acerca del día de reposo no fue para su bienestar físico solamente, sino para que ellos aprendieran a guardar el significado espiritual de ese descanso estricto: que el hombre no puede obrar por sí mismo el descanso que Dios le ofrece por medio de Jesucristo.
Aun desde el tiempo de la creación hasta el día que los judíos recibieron la ley de Moisés la Biblia indica que el tiempo fue medido por semanas (períodos de siete días). En Génesis 8.7–12 Noé esperó siete días para enviar la paloma fuera del arca la segunda y la tercera vez. Además, en Génesis 29.27–28, Labán habló de la semana cuando dijo: “Cumple la semana de ésta”. Todo parece indicar que a través de la historia el hombre ha medido los días por semanas. Y bien pudo ser que aun antes del tiempo de Moisés la gente solía descansar un día de la semana siguiendo el ejemplo de Dios en la creación.
Se ha comprobado muchas veces que el hombre no disfruta de su mejor estado físico y mental cuando no hace caso a esta provisión divina para su bienestar. Hace más de dos siglos que durante la Revolución Francesa se trató de sustituir el período de siete días por uno de diez días. Sin embargo, los franceses se vieron obligados a abandonar la idea a causa de resultados no satisfactorios. Es por eso que tantas personas en el mundo dividen su tiempo en períodos de siete días (semanas) y guardan los fines de las semanas como un tiempo especial.
El día del Señor también provee para nuestra salud espiritual. Nosotros apartamos nuestra atención de las cosas materiales de este mundo para enfocarnos en Jesús, adorarle y servirle. En este día celebramos la resurrección triunfante del Señor y declaramos nuestro amor y lealtad para con él. Al guardar el día del Señor también encontramos el refrigerio físico y espiritual.
Llamamos al domingo “el día del Señor” porque es el día apartado en memoria de nuestro Señor resucitado. El término se originó en los días de los apóstoles. Juan dijo: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor” (Apocalipsis 1.10).
El día del Señor es el día en que debemos apartarnos del afán de esta vida para adorar, servir, edificar el cuerpo de Cristo y evangelizar a las almas perdidas. Todo esto deberá hacerse para glorificar a Dios y en lealtad a Cristo el Señor de este día.
1. El día del Señor es el primer día de la semana
El día del Señor no es el día en que Cristo fue enterrado, sino el día en el cual resucitó triunfante sobre todo enemigo dándonos a nosotros una vida nueva en victoria sobre el pecado. A continuación vamos a notar algunas razones para celebrar el domingo como el día del Señor:
· De la misma manera que los judíos guardaron su día de reposo en el mismo día de la semana en que ocurrió su liberación de Egipto, así también debemos guardar el día del Señor el mismo día de la semana en que Cristo resucitó de los muertos para librarnos del poder de la muerte y del pecado.
· Los discípulos se reunieron en este día en memoria de él inmediatamente después de su resurrección. Además, Cristo se presentó en medio de ellos en unas de estas reuniones.
· La iglesia apostólica se reunía en este día de la semana para la adoración pública (Hechos 20.7; 1 Corintios 16.2).
· La iglesia continuó con esta práctica durante los primeros siglos de la era cristiana.
2. Las primeras iglesias guardaron el día domingo como el día de adoración
Desde el tiempo de la resurrección de Cristo el primer día de la semana ha sido el día que los cristianos han celebrado como el día del Señor. En 1 Corintios 16.1–2 Pablo señaló el primer día de la semana para recoger las ofrendas de la iglesia. Aquí se sugiere que el día domingo era el día que la iglesia se congregaba. Los cristianos del primer siglo siguieron la costumbre de los judíos, quienes en su día de adoración pública (el sábado) ponían aparte el dinero para los pobres.
Existen testimonios escritos de algunos de los primeros cristianos quienes muchas veces hablaron del día de la resurrección como “el primer día de la semana”, “el octavo día”, “el domingo” o simplemente “el día del Señor”. De acuerdo con muchos de estos testimonios escritos notamos que aparece una lista bastante larga de escritores que demostraron que las primeras iglesias observaron el primer día de la semana como el día del Señor. Todos estos escritores describieron este día de adoración y servicio de una forma distinta al día de reposo de los judíos.
Justino Mártir en el año 140 a.d. dice del día domingo:
Y el día llamado domingo todos los que viven en las ciudades o en el campo se juntan en un lugar, y las memorias o los escritos de los apóstoles o de los profetas se leen (...) pan, vino y agua traen. Entonces el que preside esta asamblea de creyentes también ofrece oraciones y acciones de gracias, conforme a lo que puede, y el pueblo asiente, diciendo: ‘Amén’. Ese día hay una distribución a cada uno y una participación de todo por lo cual se dan gracias. Y a los ausentes se les manda una porción por medio de los diáconos. Y aquellos que son ricos y generosos dan lo que cada uno piensa que es propio dar. Entonces lo que se recoge se deposita con el presidente, quien socorre a los huérfanos y a las viudas (Apología, capítulo 67).
Se estima que este escrito pueda que no tenga más de cincuenta años después de la muerte del apóstol Juan. Aquí podemos notar que aparece un testimonio de cristianos que pasaban el día domingo en un servicio religioso tal y como en el día de Pentecostés. Específicamente, notamos que estos cristianos participaban en la santa cena, como se refiere en Hechos 20.6–7 y también en la ayuda a los pobres, como aparece en 1 Corintios 16.1–2.
En varios de estos escritos de los primeros cristianos nosotros podemos ver claramente cuál era la práctica de la iglesia apostólica y de esa manera podemos también tapar la boca de los que divulgan por todo el mundo las falsas declaraciones de que el Papa cambió el día de reposo al primer día de la semana. El domingo era el día de adoración de la iglesia apostólica siglos antes que existiera un Papa o una Iglesia Católica Romana.
3. Cómo guardar el día del Señor
A través de toda la historia de la iglesia los cristianos han observado el día del Señor con los siguientes propósitos:
1. Adorar y meditar en la palabra de Dios
2. Celebrar la resurrección de nuestro Señor Jesucristo
3. Descansar y ocuparse en las cosas de Dios (no en los negocios o en los placeres del mundo como los deportes)
4. Ofrendar (1 Corintios 16.1–2)
Si nosotros ponemos en nuestras mentes y en nuestros corazones cada uno de estos propósitos entonces nos será más fácil entender lo que debemos hacer en este día. Existen algunas cosas que impiden que tengamos un día del Señor que agrade a Dios. Algunas de estas cosas son: actuar de manera perezosa en el día del Señor, andar buscando tener algún placer para la carne o simplemente andar en la vanidad de nuestras mentes. Ninguna de estas cosas alimenta o refresca a nuestras almas.
Quizá muchos de nosotros tuvimos que trabajar de forma ardua durante toda la semana y ahora necesitemos este descanso para que nuestras almas puedan alimentarse en este día. El día del Señor es el día en que nuestras almas se alimentan con el maná celestial que recibimos de la palabra de Dios. En este día nuestras almas se refrescan y nuestra comunión con Dios se fortalece a medida que profundizamos en su palabra.
Es por eso que el día del Señor no debe pasarse leyendo el periódico o pensando en los negocios de la semana entrante. Debemos pasar el día del Señor en cosas que edifican al alma y no en cosas que les ocasionen daño al crecimiento y la madurez del hombre espiritual. Algunas cosas que sí podemos hacer en este día son leer la Biblia con la familia bien temprano en la mañana, asistir al servicio cristiano en la casa de Dios, conversar con los hermanos acerca de las cosas que edifican, cantar himnos, visitar a los enfermos y a las viudas, exhortar a los que ya han sido salvos y amonestar a los que todavía no lo son. Estas cosas, junto a una relación transparente con Dios, nos ayudan a preparar nuestros corazones y nuestras mentes para enfrentar las pruebas y tentaciones de la semana que vamos a vivir sobre esta tierra en caso de que nuestro Señor Jesucristo no venga todavía. Es necesario que cada uno de nosotros sepa guardar el día del Señor de la forma que agrada a Dios.