La doctrina en cuanto a la iglesia
Escoger otro capítuloLa doctrina de la iglesia, igual que todas las demás doctrinas de la Biblia, se manifiesta en las escrituras con la claridad y plenitud que merece.
Este estudio de la iglesia se va a dividir en dos partes:
1. La iglesia como un cuerpo de personas apartadas del mundo; su misión, su organización, su trabajo, sus deberes y cómo se relacionan sus miembros.
2. Las ordenanzas de la iglesia por las cuales los principios del evangelio se manifiestan a los miembros.
Se ha dicho que la iglesia es un organismo y también una organización. Como un organismo, la iglesia consiste en un cuerpo de creyentes con Jesucristo como la cabeza y los miembros del cuerpo funcionando según los dirija la cabeza. Al contemplar la relación entre el cerebro y el resto del cuerpo, tenemos un concepto claro de la relación entre Cristo y los miembros de su cuerpo, la iglesia. Como una organización, la iglesia es un grupo de creyentes organizados para trabajar según el bienestar de cada miembro y para prestar un servicio eficaz a los demás. Cada cual tiene su oficio para fortalecer a los miembros contra las maldades de este mundo y para unir las fuerzas en la obra de salvar a los perdidos.
Las ordenanzas fueron concebidas por la sabiduría divina e instituidas por el Señor para el bienestar espiritual de los cristianos. Alabamos al Señor por el privilegio que él nos ha dado de guardar sus ordenanzas por medio de la iglesia.
Capítulo 33
La iglesia cristiana
“Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16.18).
La palabra iglesia (del griego ekklesia) se deriva de dos palabras griegas que juntas quieren decir “llamar fuera de”. La iglesia cristiana es un cuerpo de creyentes quienes han sido llamados fuera del mundo y están bajo el dominio y la autoridad de Jesucristo.
Conocer esto es muy importante. Dios no toma por hijo a aquél que no ha renunciado al mundo y al pecado. Además, tampoco es hijo aquél que no obedece a Jesucristo, quien es cabeza de la iglesia.
La iglesia es el cuerpo de Cristo en la tierra. Él la organizó, la comisionó y en el día de Pentecostés la vivificó capacitándola para la obra a la cual había sido llamada. Desde entonces la iglesia de Cristo, bajo la dirección del Espíritu Santo, ha estado predicando el evangelio para que todo el mundo conozca el camino de la salvación. Esta obra continuará hasta que Cristo vuelva para llevarse a los suyos.
Cómo se describe la iglesia
Hay tres términos muy simbólicos que la Biblia emplea para describir a la iglesia:
1. El cuerpo de Cristo
Cristo es la cabeza de su cuerpo, la iglesia (Colosenses 1.18), y nosotros somos los miembros de su cuerpo (Efesios 4.11–16; 1 Corintios 12). Cristo utiliza a los miembros de su cuerpo para cumplir su obra en el mundo. Los miembros del cuerpo de Cristo son sus manos y sus pies en la tierra.
2. Un templo o edificio
Para ver cómo Dios edifica su templo, lea Efesios 2.20–22. Como un templo, la iglesia es santa y hermosa, pues brilla con la santidad y la hermosura de Cristo.
3. La esposa de Cristo
Las escrituras representan a la iglesia como la esposa pura y amorosa de Cristo, la cual espera su venida. El Espíritu Santo en este tiempo está llamando a la esposa del Cordero de Dios. Mateo 25.1–11 es una descripción de la iglesia que está en espera de su Señor. Cuando todas las cosas se hayan cumplido, el Señor vendrá por su esposa. Se efectuará una unión inseparable entre Cristo y la iglesia (como entre una esposa y su marido) “y así estaremos siempre con el Señor”. (Lea también Efesios 5.22–33; Apocalipsis 21.9.)
El orden en la iglesia
1. Dios el Autor
Es evidente que Dios es el Autor del orden en la iglesia. Él provee los ancianos de la iglesia (Efesios 4.11–16; Hechos 20.28) y dirige su administración (Mateo 18.15–18). Con frecuencia Dios se refiere a Cristo como la cabeza, la puerta y el fundamento de la iglesia. “Dios no es Dios de desorden” (1 Corintios 14.33).
2. El propósito del orden
Pablo, hablando de Cristo, dijo: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4.11–13). (Lea el capítulo completo.)
Notemos los cuatro propósitos del orden en la iglesia que se mencionan en este pasaje:
1. “Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”
2. “La edificación del cuerpo”
3. “La unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios”
4. Llegar a “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”
Falsos conceptos de la iglesia
1. La iglesia no es un club
El compañerismo cristiano, y no la amistad social, es el objetivo de los cristianos al congregarse. La comunidad donde hay una iglesia cristiana siempre se beneficia de la misma, aunque el propósito de la iglesia no es mejorar la comunidad. La iglesia no procura la renovación social, sino la regeneración del alma; no la fama, sino la salvación.
2. La iglesia no es una organización política
La política queda fuera del campo de la iglesia. La iglesia no es colega del estado. Tampoco es maestra del estado, aunque algunos creen que debe ser, como la iglesia consentía ser en los días de Constantino. Es un reino espiritual dedicado a propósitos espirituales. Cosecha almas por medio de la oración y suplica a la gente que se ponga en contacto con Dios. El evangelio, no la urna electoral, es el arma con la cual los cristianos procuran limpiar este mundo pecaminoso.
3. La iglesia no es un movimiento de reforma
La iglesia se propone traer almas ciegas a los pies de Cristo para que él las cambie de adentro hacia fuera. Toda comunidad obtiene provecho tanto moral, intelectual y espiritual cuando tiene en ella una iglesia espiritual y bíblica.
Los requisitos del evangelio para ingresar en la iglesia
Cristo, por medio de su propia sangre, pagó por redimir para sí “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5.27).
En la actualidad, muchos piensan que cualquier persona puede ser miembro de la iglesia de Cristo. Esto es cierto, con tal que las siguientes cosas sean evidentes en su vida:
La fe (Hechos 8.36–37; Marcos 16.16.)
El arrepentimiento (Hechos 2.38.)
La conversión (Hechos 3.19.)
La obediencia (Juan 14.15, 23.)
La administración de la iglesia
1. La iglesia es una teocracia
Es decir, Dios es el Gobernador supremo de la iglesia. Este hecho es esencial y de sumo interés al cuerpo de Cristo. La iglesia de Cristo no es una jerarquía u organización humana. A Cristo, Dios Padre “lo dio por cabeza de todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1.22). Él es nuestra cabeza perfecta (Colosenses 1.18), y el Espíritu Santo es nuestro guía (Juan 14.26; 15.26; 16.13). Como todos los miembros del cuerpo natural están sujetos a la cabeza, así también todos los miembros del cuerpo de Cristo se sujetan a él porque Dios lo ha puesto de cabeza a la iglesia.
2. Dios gobierna a la iglesia por medio de su palabra
Cristo, nuestra cabeza, instituyó el Nuevo Testamento como nuestra norma de vida, y por ello somos gobernados. En el Nuevo Testamento encontramos mandamientos para la conducta de cada miembro de la iglesia, cómo evangelizar al mundo y cómo hacerle frente a los problemas de la vida. En cada prueba de la vida y en cualquier pregunta o dificultad que se presente debemos dirigimos a la Biblia para saber qué dice la autoridad final en todos estos asuntos. La Biblia es nuestra norma de vida, y la iglesia tiene la responsabilidad de velar porque cada miembro la practique.
3. Dios gobierna a la iglesia por medio de hombres fieles
“[Jesús] mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4.11–12). Jesús llama a sus siervos humildes a varios oficios en la iglesia para que alimenten, guíen, protejan y disciplinen a los miembros.
La misión de la iglesia
1. Glorificar a Dios
Glorificar a Dios es la responsabilidad principal de cada cristiano. Es importante que cada cristiano recuerde la amonestación de las escrituras: “Hacedlo todo para la gloria de Dios”. Dios recibe la gloria cuando por nuestras labores y nuestro ejemplo la gente se entrega al Dios vivo.
2. Servir como la luz del mundo
Cristo dijo a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5.14). El mundo no solamente necesita el mensaje del evangelio, sino también necesita ejemplos vivos de los resultados de este evangelio en la vida actual. Los cristianos son la “Biblia” de este mundo; así que, es necesario que alumbre nuestra luz. Cristo encomienda a su iglesia a ir “y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. También nos amonesta, diciendo: “Predicad el evangelio a toda criatura”; “que se predicase (...) el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” y que “me seréis testigos (...) hasta lo último de la tierra”. (Lea Mateo 28.18–20; Marcos 16.15; Lucas 24.46–47; Hechos 1.8.)
3. Promover el crecimiento y la preservación espiritual de todos los santos
La iglesia cumple solamente una parte de su misión cuando lleva el evangelio al mundo. Los nuevos convertidos deben ser instruidos, edificados en la fe y en el servicio a su Maestro. Al hombre, un ser social, le es necesario la comunión, el servicio y la disciplina cristiana para crecer espiritualmente. Después de convertirse, el alma anhela y goza de la comunión con Dios y los santos. Esta comunión es un deleite que anima al creyente, fortalece al cuerpo de Cristo y ayuda al pueblo de Dios a unir sus fuerzas para llevar el evangelio completo por todo el mundo (Hechos 2.46–47; Efesios 4.11–16).
El apoyo de la iglesia
Para que la iglesia funcione como Dios la diseñó los miembros tienen que apoyarla. Los que aceptan a Cristo como Salvador y Señor darán su apoyo al cuerpo conforme a su entendimiento y a las oportunidades que se les presenten. A continuación ofrecemos algunas maneras en que debemos apoyar a la iglesia:
1. Ser leal a Cristo y a los hermanos
“Habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (...) No os hagáis esclavos de los hombres” (1 Corintios 6.20; 7.23). “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Juan 3.16). En pocas palabras, aquí vemos nuestra responsabilidad suprema para con Dios y la iglesia. Nuestras vidas deben estar constantemente en el altar. Debemos rendir de todo corazón un servicio leal, voluntario y sumiso al señorío de Cristo quien es cabeza de la iglesia. En tal caso, Dios puede utilizar todas nuestras fuerzas para la gloria de su nombre y el avance de su causa.
2. Asistir a los cultos públicos
“No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos” (Hebreos 10.25). Una de las mejores maneras de apoyar a la iglesia es asistir fielmente a los cultos públicos. Cuanto más leales seamos a Dios y a los hermanos, mucho más interés tendremos en el bienestar de cada hermano y en asistir fielmente a los cultos en la casa del Señor. Al asistir a los cultos con regularidad no sólo nos beneficiamos de los mismos, sino que también se nos da la oportunidad de animar a otros.
3. Orar
Los apóstoles oraron en aquel aposento alto en Jerusalén antes del derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés (Hechos 1.13–2.4). Los discípulos en el hogar de María oraron por Pedro (Hechos 12.5, 12). La iglesia en Antioquía oró antes de enviar a Pablo y a Bernabé como misioneros a los gentiles (Hechos 13.1–4). Nosotros también debemos orar por la obra que Dios está haciendo por medio de su pueblo, la iglesia de Cristo.
4. Dar
Dar no se refiere sólo a ofrendar dinero. Cuando una persona tiene el espíritu de ofrendar, toca todo el ser: el corazón, la mente, las manos, los sentimientos, la billetera... en fin, todo.
¿Cuánto apoyo espiritual y material debemos dar a la iglesia? Eso no será problema si obedecemos las instrucciones bíblicas que gobiernan los motivos y los métodos. He aquí la norma del Nuevo Testamento en cuanto a dar: “de gracia” (Mateo 10.8), “a los pobres” (Mateo 19.21), “no con tristeza” (2 Corintios 9.7), “como propuso en su corazón” (2 Corintios 9.7), alegremente (2 Corintios 9.7), “para la gloria de Dios” (1 Corintios 10.31) y “según haya prosperado” (1 Corintios 16.2). Si seguimos esta norma entonces daremos como debemos.
5. Proclamar la doctrina de Cristo
Nuestro Salvador les instruyó a sus discípulos que debían enseñar “a todas las naciones (...) que guarden todas las cosas” que él les había mandado. Dios quiere que obedezcamos a Cristo y que proclamemos a otros las enseñanzas que él nos dio. Así cooperamos con Dios al extender los límites del reino. De esta manera somos fortalecidos en la fe como iglesia.
6. Servir
El clamor por obreros se ha escuchado desde que comenzó la iglesia. El mensaje de Cristo a sus discípulos fue: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16.15). Se necesita obreros en el hogar, en la escuela cristiana, en los negocios, en la comunidad, en los distritos rurales, en las ciudades atestadas, en nuestros propios hogares y en los países extranjeros... ¡en todas partes! Se necesita a personas que lleven el escudo de la fe, que den a conocer las buenas nuevas de la salvación, que lleven la bandera del rey Jesús, que resplandezcan “como luminares en el mundo”. Dios, por medio de Pablo, nos dice: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15.58).