El ósculo santo y unción con aceite
Capítulo 41 - El ósculo santo
“Saludaos los unos a los otros con ósculo santo” (Romanos 16.16).
“Saludaos unos a otros con ósculo de amor” (1 Pedro 5.14).
Es un símbolo de amor
El beso se conoce en todo el mundo como muestra de amor y afecto. Pero el ósculo (beso) santo no es algo romántico ni debe ser llamativo a la carne; más bien es un símbolo de la unidad, pureza, amor y sinceridad que existen en la hermanad cristiana. Es algo que nace de un corazón lleno del amor de Dios hacia los hermanos.
Se debe guardar en santidad
Esta ordenanza no es para practicarla con todo el mundo. “Saludad a todos los hermanos con ósculo santo” (1 Tesalonicenses 5.26). Este beso muestra la relación sagrada que tenemos como hermanos en Cristo.
Para guardar la santidad y pureza de este mandamiento, se debe practicar los hermanos con los hermanos y las hermanas con las hermanas. Según Hipólito, un líder en la iglesia en Roma, la iglesia de aquel entonces así lo practicaba. En cuanto al ósculo santo, él mandó: “Solo los creyentes deben saludarse los unos a los otros, pero los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres; un hombre no debe saludar a una mujer” (The Apostolic Tradition 18.4, como fue citado en The Didache, página 24, Amish Mennonite Publications).
Es un mandamiento
La Biblia menciona este mandamiento cinco veces:
“Saludaos los unos a los otros con ósculo santo” (Romanos 16.16).
“Saludaos los unos a los otros con ósculo santo” (1 Corintios 16.20).
“Saludaos unos a otros con ósculo santo” (2 Corintios 13.12).
“Saludad a todos los hermanos con ósculo santo” (1 Tesalonicenses 5.26).
“Saludaos unos a otros con ósculo de amor” (1 Pedro 5.14).
Existen muchos que ponen excusas como: “no es saludable”; “no conviene”; “da un espectáculo”; “el otro puede ser un hipócrita”; “no está de moda”; “no es un mandamiento importante”; “el apretón de manos ha tomado el lugar del ósculo santo”. Sin embargo, teniendo en cuenta las escrituras ya mencionadas, ¿acaso uno puede justificarse usando cualquiera de estas excusas? Por supuesto que no. ¿Acaso no es cierto que cuando existe un amor ferviente y un espíritu de fraternidad desaparecen todas estas excusas? ¡Claro que sí! La iglesia bíblica requiere que “todos los hermanos” obedezcan esta ordenanza.
Es necesario practicarlo
El mandamiento “saludaos los unos a los otros con ósculo santo” no es una mera sugerencia para cualquiera que quiera practicarlo, sino una exhortación al pueblo cristiano para que lo obedezca. No puede haber “ósculo santo” ni “ósculo de amor” donde los que practican este saludo no andan en la justicia y la verdadera santidad, y donde los que se congregan no se aman “unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 Pedro 1.22). Debido a que estas cosas no abundan en el corazón de tantos que profesan el nombre de Cristo entonces es lógico que desechen este mandamiento del evangelio. Al ver eso, y al estudiar esta práctica a la luz de lo que simboliza, recordamos la importancia de guardar viva esta enseñanza en nuestro corazón y en nuestra vida.
Los verdaderos cristianos se aman “unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. Es por eso que les conviene saludarse los unos a los otros con el ósculo santo.
Capítulo 42 - La unción con aceite
“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” (Santiago 5.14–15).
La práctica judía
Desde la antigüedad la unción con aceite fue una costumbre practicada por el pueblo de Dios.
Por ejemplo, a Rut se le mandó a que se ungiera antes de encontrarse con el que más tarde sería su marido (Rut 3.3).
Los judíos ungían el cuerpo con el propósito de refrescarse (2 Crónicas 28.15).
El salmista nos escribe: “Seré ungido con aceite fresco” (Salmo 92.10).
Una de las instrucciones de Cristo a sus discípulos fue: “Cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro” (Mateo 6.17).
Los discípulos “ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban” (Marcos 6.13).
De esta manera podemos ver que la unción con aceite se practicó desde tiempos muy antiguos y para diversos propósitos.
La unción con el propósito de sanar
1. Una práctica sagrada
¿Se usa el aceite por sus cualidades de sanidad o acaso hay un significado más profundo? Si Santiago hubiera querido hablar solamente del poder sanador del aceite entonces él nos hubiera enseñado qué clase de aceite y de qué manera aplicarlo para que fuera más eficaz o nos hubiera instruido que llamemos a un médico en lugar de llamar a los ancianos de la iglesia. Además, Santiago nos dice: “La oración de fe [no el aceite] salvará al enfermo”. Esto deja muy claro el hecho de que él no se refería al poder sanador del aceite, sino más bien al gran poder sanador de Dios. Sin embargo, debido a las cualidades sanadoras del aceite nosotros podemos verlo como un símbolo de lo que Dios puede hacer por nuestro cuerpo y alma. El aceite en la unción se utiliza de forma simbólica así como se utilizan el agua en el bautismo y el pan y la copa en la santa cena del Señor.
2. El propósito de la unción
El propósito de la unción se ve claramente en Santiago 5.15: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará”. Esta promesa debe ser algo real en la vida del cristiano. Es por eso que nosotros debemos analizarla cuidadosamente, creerla y aceptarla.
¿Por qué, entonces, no son sanados todos los que son ungidos con aceite? Esto pudiera ser por varias razones. Tal vez no sea la voluntad de Dios que el enfermo se sane. Además, pudiera ser por causa de una falta de fe por parte del enfermo, de los ancianos o de ambos. La exhortación divina es que el enfermo “llame a los ancianos de la iglesia”. Cuando llegan los ancianos y hablan del asunto con el enfermo que los ha llamado es entonces que se puede determinar lo que sea apropiado hacer. Si leemos cuidadosamente Santiago 5.14–15 quedaremos impresionados con los siguientes puntos:
A veces no es apropiado ungir con aceite. Ciertamente no es apropiado hacer esto donde no hay fe. Es indispensable que haya una fe viva por parte del enfermo y de los ancianos. Dios no contesta una oración en incredulidad. Otras veces no es la voluntad de Dios que el enfermo se sane o por lo menos que el mismo sane inmediatamente. Por eso siempre debemos orar que se haga la voluntad de Dios. Cuando uno ora acerca de la unción es necesario que ore con los ojos fijos en la promesa: “El Señor lo levantará”, ya sea ahora o más tarde, sea el cuerpo, el alma o el espíritu; será de la manera que él quiere.
La unción no debe ser administrada con el objetivo de lavar el alma. Algunos piden la unción porque desean guardar este mandamiento antes de morir. Pero la Biblia en ninguna parte habla de tal uso de la unción. Al contrario, Santiago destaca el poder sanador de Dios en esta ordenanza. Es la sangre de Cristo la que lava el alma en preparación para la muerte y no la unción con aceite.
La unción no es para los niños. La misma es para los que pueden llamar a los ancianos de la iglesia. La Biblia no enseña la unción con aceite para los niños de la misma manera que no enseña el bautismo para los niños.
La unción no es para los incrédulos. Si a causa de una enfermedad un incrédulo deseara llamar a los ancianos de la iglesia entonces es necesario que lo instruyan primero para que deje sus pecados y reciba a Jesús como su Salvador. Después se le puede administrar el bautismo y la unción con aceite.
La enfermedad no es siempre el resultado de los pecados del enfermo. La frase “si hubiere cometido pecados” nos confirma este punto. Pero en cada unción debe haber una oportunidad para que los que están presentes puedan confesar sus faltas unos a otros antes de ungir al enfermo.
3. “Hágase tu voluntad”
Se debe tomar muy en serio la práctica de la unción. Cuando el enfermo ora según la voluntad del Señor, llama a los ancianos de la iglesia y todos oran en plena fe, “la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará”. Entonces podemos tener la completa confianza de que Dios escuchará las oraciones y glorificará su nombre de acuerdo a su voluntad. Sin embargo, no debemos olvidar que Dios no se sujeta a nuestros deseos. Quizá Dios tenga un mejor plan que el nuestro. Si él nos sana es para glorificar su nombre y si no, también lo es. Si él no desea darnos la sanidad entonces nos dará la gracia para soportar la enfermedad (2 Corintios 12.7–9). Siempre debemos orar como oró Jesús: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22.42). Varias personas que pidieron la unción con aceite y no fueron sanadas han testificado que aunque Dios no les sanó físicamente, sí les sanó de sus dudas y desánimos.