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La no resistencia cristiana

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Capítulo 50

La no resistencia

“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2.14).

La frase “no resistencia” viene de esta instrucción de Cristo: “No resistáis al que es malo” (Mateo 5.39). Cristo y los apóstoles enseñaron la doctrina de la no resistencia. Cristo es el “Príncipe de paz” (Isaías 9.6).

La base de la no resistencia

1. La profecía declaró que Jesús iba a ser el Príncipe de paz

“Un niño nos es nacido,” profetizó Isaías, “y se llamará (…) Príncipe de Paz.” Y en la noche del nacimiento de Jesús las huestes celestiales declararon: “En la tierra paz”. Jesús es el Príncipe de un reino de paz en la tierra. La gente de su reino sigue su ejemplo y en cuanto depende de ellos viven en paz con los demás.

2. Cristo enseñó la no resistencia

En el Sermón del Monte Cristo enseñó la no resistencia:

“Oísteis que fue dicho: ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: no resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5.38–45).

Veamos algunos versículos más:

“Todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26.52).

“Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues” (Lucas 6.29).

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14.27).

“Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían” (Juan 18.36).

El Príncipe de paz no sólo enseñó esta doctrina con palabras, sino que por medio de su ejemplo nos mostró cómo vivir en paz. Durante toda su vida, Jesús fue poderoso en su lucha contra el pecado, pero manso como cordero y sencillo como paloma en su trato con los pecadores. Cuando lo arrestaron en el Huerto de Getsemaní él tenía poder para pedir doce legiones de ángeles, pero no resistió (Mateo 26.53). Él nunca se involucró en las cosas del estado o en la política. Él es nuestro ejemplo perfecto de la no resistencia.

3. Los apóstoles enseñaron la no resistencia

Pablo nos enseña cómo responder al maltrato, diciendo:

“No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviera hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12.17–21).

Pablo tuvo que reprender fuertemente a los corintios porque llevaban sus pleitos ante los jueces (1 Corintios 6.1–8). Les preguntó: “¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?” En su segunda carta a los corintios él expresó una verdad fundamental al decir: “Las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios” (2 Corintios 10.4). Pablo, mientras enseñaba contra las armas carnales, también enseñó enfáticamente contra el pecado, animando a los creyentes a pelear “la buena batalla de la fe” (1 Timoteo 6.12). Lea también Efesios 6.10–18; 1 Tesalonicenses 5.15; 2 Timoteo 4.7.

Pedro enseña que el cristiano debe ser no resistente, diciendo:

“Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2.20–23).

Santiago testifica en contra del conflicto, diciendo:

“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Santiago 4.1–2).

La última frase se refiere a la raíz de las guerras y de los pleitos. Cuando tratamos de vencer el pecado con fuerzas carnales surgen contiendas, pleitos, quejas, juicios y guerras. Encontramos paz cuando recibimos de Dios sabiduría, amor, gracia y poder espiritual para vencer el pecado.

Los apóstoles, como el Príncipe de paz a quien ellos siguieron, practicaban la no resistencia tal como la enseñaban. Ellos sufrieron persecución en lugar de resistir. Sufrieron encarcelamientos y martirios en lugar de maltratar a otros.

Según los historiadores, la iglesia primitiva siguió esta senda de paz. Los mismos concuerdan en que no había soldados entre los cristianos en el primer siglo de la era cristiana. El escritor pagano, Celso, escribiendo a finales del segundo siglo, acusaba a los cristianos de rehusar llevar armas, incluso para defenderse a sí mismos. Los primeros cristianos, Tertuliano, Orígenes, Cipriano y Lactantino escribieron acerca de esto y defendieron la doctrina de la no resistencia. Durante los primeros dos siglos, casi toda la iglesia creía y enseñaba la no resistencia. Sin embargo, más tarde algunos dejaron esta doctrina. A principios del cuarto siglo Constantino hizo del “cristianismo” la religión oficial del estado romano. ¡Qué contradicción! Constantino buscó poder, por medio de la cruz de Cristo, para derramar sangre. Pero la cruz de Cristo fue donde él demostró su amor no resistente para con sus enemigos al dejar que ellos lo mataran... y los perdonó por lo que iban a hacer.

El Antiguo Testamento y la no resistencia

Notemos algunas verdades en cuanto a la época del Antiguo Testamento:

  • En el principio era la voluntad de Dios que los hombres se amaran los unos a los otros y que respetaran la vida humana (Génesis 4.4–14).
  • Para refrenar los deseos carnales del hombre Dios instituyó la pena de muerte (Génesis 9.6). En el Antiguo Testamento el pueblo de Dios era una nación civil y Dios le dio la responsabilidad de castigar a los que desobedecían la ley. “Toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución” (Hebreos 2.2). A los criminales los castigó aun con la pena de muerte (Levítico 20).
  • El Antiguo Testamento fue una época de justicia. Dios usó a su pueblo en el Antiguo Testamento para juzgar a otras naciones perversas. Hasta lo mandó a exterminar a otras naciones (1 Samuel 15.2–3, 18).

Hay mucha gente que trata de justificar la participación de los cristianos en la guerra con el hecho de que Moisés, Josué, David y otros hombres de Dios pelearon. Sin embargo, hay muchas diferencias entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

  • En el Antiguo Testamento los israelitas aborrecieron a sus enemigos (Deuteronomio 23.3, 6). Pero en el Nuevo Testamento Cristo nos dirige a amar a todos. Él nos manda a amar, bendecir, hacer bien y orar (Mateo 5.43–46) por los que nos maltratan. Esto refleja la voluntad de Dios en el principio que todos los hombres se amen los unos a los otros.
  • En el Antiguo Testamento los israelitas tuvieron la responsabilidad de castigar a los malos. Ellos devolvieron mal a los que les hicieron el mal. Ejercieron la venganza. Pero Cristo cambió esto con estas palabras: “No resistáis al que es malo” (Mateo 5.38–42). La venganza ya no pertenece al pueblo de Dios (Romanos 12.17–21). En lugar de llevar los malhechores al juicio, el pueblo de Dios trata de llevarlos al arrepentimiento.
  • El Antiguo Testamento fue una época de justicia. El Nuevo Testamento es época de misericordia y gracia. “Nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corinitos 5.19). Dios ahora usa a su pueblo no para juzgar a naciones perversas, sino para llevarlas el evangelio de amor y reconciliación. “La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1.17). “El Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas, sino para salvarlas” (Lucas 9.56).

El poder de la paz

El hombre impío confía en el poder de la guerra para resolver los conflictos. Él piensa que los que sufren el maltrato con paciencia y amor son débiles y cobardes. Pero el Príncipe de paz da a sus seguidores un poder más fuerte que el que tiene un ejército en el campo de batalla. Él les da su evangelio que tiene poder para conquistar el espíritu del hombre, convirtiéndolo por completo. La guerra puede conquistar el cuerpo, pero nada más.

Cuando Cristo envió a sus discípulos no los armó con espadas ni lanzas, sino los mandó “como a ovejas en medio de lobos” (Mateo 10.16). Así ellos se fueron, con poder obraron, y aun los demonios los obedecieron.

Después que fue establecida la iglesia, los discípulos salieron a predicar el evangelio. Ellos sufrieron gran persecución, primeramente de los judíos y después de los romanos. Muchos murieron como mártires de la fe. Sin embargo, la iglesia creció rápidamente. La espada nunca puede apagar el poder del evangelio de paz, mientras que “todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26.52).

Retos de los que defienden la participación en la guerra

El reto: Si la guerra es mala para el pueblo de Dios, ¿por qué David, siendo hombre conforme al corazón de Dios, fue muy valiente en la guerra?

La respuesta: Como ya se ha dicho en este capítulo, aquella época fue una época de justicia en la cual Dios juzgó a las naciones por medio de su pueblo. Hoy vivimos en la época de misericordia. Por esto, Dios ya no usa a su pueblo para juzgar o traer juicio sobre los malos. Lea el Sermón del Monte en Mateo capítulos 5 al 7. “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7.12).

El reto: ¿Qué pasaría si una nación entera fuera no resistente?

La respuesta: Los fariseos dijeron algo muy parecido para refutar las enseñanzas de Jesús: “Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación” (Juan 11.48). Ellos reconocieron que los seguidores de Jesús no defienden a su nación con armas. Pero no reconocieron que cuando hacemos lo correcto no tenemos que preocuparnos de los resultados. Dios cuida de los que le son fieles a él, aunque muchas veces no sabemos cómo.

El reto: ¿Qué haría usted si un ladrón entrara a su casa?

La respuesta: En tal caso el cristiano verdadero debe descansar en la promesa de Dios de estar con los suyos en cualquier situación. Si matamos al ladrón no sólo desobedecemos la ley divina de Dios, sino también mandamos un alma al infierno y eliminamos para siempre su oportunidad de arrepentirse. Si el ladrón lo mata a usted entonces usted puede entrar al cielo de inmediato y el ladrón tendría la oportunidad de arrepentirse y rendirse a Dios.

El reto: ¿Qué pasaría si todos practicaran la no resistencia?

La respuesta: Tendríamos un paraíso en la tierra y todo el mundo viviría en paz.

El reto: ¿No debemos someternos al gobierno?

La respuesta: Sí. Lea Romanos 13.1. Debemos someternos a toda autoridad superior, recordando que nuestra lealtad primeramente la debemos a Dios (Hechos 5.29). El espíritu sumiso pertenece al corazón no resistente. Hay leyes que no podemos obedecer porque se oponen a la ley superior, la ley de Dios. En tales casos debemos someternos hasta donde podamos sin desobedecer a Dios. Debemos ser como los apóstoles; ellos sufrieron encarcelamientos y martirio por causa de Cristo.

El reto: ¿Me culpará Dios si voy a la guerra cuando mi país me pide que vaya?

La respuesta: Si para el cristiano es malo quitarle la vida a un ser humano, ¿por qué sería correcto ayudar a otras miles de personas a quitarle la vida a muchos seres humanos? ¿Qué haría usted si su país le pidiera ayuda para matar a todos los cristianos?

Como cristianos debemos recordar que la razón por la que no peleamos es porque Dios es amor. Nosotros seguimos a Dios. Amamos a todos, aun a nuestros enemigos.

La conclusión bíblica

“No resistáis al que es malo” (Mateo 5.39).

“Cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5.39).

“Al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa” (Mateo 5.40).

“Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5.44).

“Bendecid a los que os maldicen” (Mateo 5.44).

“Haced bien a los que os aborrecen” (Mateo 5.44).

“Todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26.52).

“Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Romanos 12.18).

“No os venguéis vosotros mismos” (Romanos 12.19).

“No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12.21).

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales” (2 Corintios 10.4).

“El siervo del Señor no debe ser contencioso” (2 Timoteo 2.24).

Los capítulos de Doctrina de la Biblia

Introducción

La doctrina de Dios

1 Dios, su ser, y sus atributos 2 Dios, sus obras 3-4 La trinidad y Dios el Padre 5 Dios el hijo 6 Dios el Espíritu Santo 7 El hombre 8 Un diseño histórico del hombre 9 El hombre en su estado caído 10-11 El hombre redimido y La muerte

Las provisiones de Dios para el hombre

12-13 La gracia y La revelación 14 La Biblia 15 El hogar 16 La iglesia 17 El gobierno civil 18 El día del Señor 19 Los ángeles

El reino de las tinieblas

20 El diablo, Satanás 21 Satanás y su dominio 22 El pecado 23 La incredulidad

La doctrina de la salvación

24 La expiación 25 La redención 26 La fe 27 El arrepentimiento 28 La justificación 29 La conversión 30 La regeneración 31 La adopción 32 La santificación

La doctrina de la iglesia

33 La iglesia cristiana 34 Los pastores de la iglesia 35 La congregación 36 Unas ordenanzas cristianas 37 El bautismo 38 La santa cena 39 El lavatorio de los pies 40 El velo de la mujer cristiana 41-42 El ósculo santo y La unción con aceite 43 El matrimonio

La vida cristiana

44 El servicio cristiano 45 La oración 46 La obediencia 47 La adoración 48 La abnegación 49 La separación del mundo 50 La no resistencia 51 El juramento 52 El amor 53 La pureza 54 La humildad 55 La esperanza del cristiano

La doctrina del futuro

56 La segunda venida de Cristo 57 La resurrección 58 El juicio 59 El infierno 60 El cielo